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VIVO EN UNA URNA DE CRISTAL, ¿SIN EMOCIONES?

urna de cristal Me preguntaba una persona en la presentación de mi libro emociones capacitantes el 9 de octubre en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid si una persona que siempre hubiera estado en una urna de cristal tendría emociones o si se necesitaban estímulos externos para que se le generaran.
Interesante pregunta, ¿verdad?

Tendemos a pensar que nuestras emociones son producidas por lo que pasa fuera de nosotros. ¿Es cierto esto? Sin duda lo que ocurre en nuestro mundo nos produce reacciones emocionales de todo tipo. Un ruido repentino genera en nosotros una reacción emocional de sorpresa, a la que sigue habitualmente otra emoción como es el miedo, la alegría, el asco. Una noticia de la pérdida de alguien querido nos produce tristeza. Un coche que nos pasa rozando nos puede generar ira. Y así sucesivamente. Lo que ocurre en el mundo físico es una fuente inagotable de emociones. También lo es lo que ocurre en nuestro mundo social, el efecto de las conductas de las otras personas en nosotros tiene tal vez un carácter más profundo y simbólico y es más fácil que afecten nuestro sentido de nosotros mismos: nuestra identidad.
Pero volvamos a la pregunta inicial, ¿sólo del mundo externo proceden mis emociones?

NO

Recuerdos, imaginaciones, pensamientos, sensaciones, cambios fisiológicos, son fuente continua de emociones, tanto o más que las anteriores. Mi naturaleza humana es mi principal fuente de emociones porque es parte de mi equipamiento para vivir.

Yo puedo imaginarme sintiéndome bien, aceptando el “aquí y ahora” y reorganizar mi mente y mi cuerpo para ello: comienzo a respirar más lento, tal vez entrecierre los ojos o incluso los cierre, mi cuerpo entero se afloja y adquiero una posición de apertura.

Yo puedo recordar el miedo que pasé en una situación cualquiera en la que no sabía cómo salir adelante y resolverla, tal vez un examen, tal vez cruzar un puente inestable, tal vez un conflicto personal con otra persona. Y esto significa que no sólo recuerdo, digamos a nivel de evocación mental, todo mi cuerpo evoca las reacciones que asocié a esa situación: encogimiento general del cuerpo, respiración mínima, entrecortada, paralización general, etc. Sólo si desorganizo / “desprogramo”, ese conjunto de reacciones asociadas al recuerdo podré en un futuro recordarlo de otra manera.

Las nuevas técnicas de neuroimagen nos han aportado también una información importante: personas en coma evocan recuerdos y experiencias emocionales.

Cuando soñamos evocamos también emociones asociadas a cómo experimentamos la situación y se ha podido comprobar que el bebé en el seno materno puede estar soñando a la vez que la madre. No podemos saber el contenido del sueño, pero lo que sí sabemos es que la neuroquímica de la madre está llegando al bebé, y por lo tanto, lo que ese set de neurotransmisores conlleva es lo que le llega al niño induciendo las respuestas propias a esos componentes químicos.

En otras palabras, sólo un cerebro dañado estructural o funcionalmente no generará respuestas emocionales.

Si recordamos el famoso caso de Phineas Gage (primer caso documentado científicamente sobre los daños cerebrales y el comportamiento), quien tras sufrir un terrible accidente que dañó la conexión entre la zona límbica y el córtex cerebral, podemos darnos cuenta de que las emociones van a estar ahí. ¿Phineas dejó de tener emociones? No, pero no podía gestionarlas. No sabía que era apropiado y qué no.

Seguimos pensando en las emociones como fuerzas independientes a nosotros mismos que nos dominan, que incluso son desagradables, como enemigos muchas veces de nosotros mismos. A veces me ha dado la impresión de que alguna persona las vivía como crías de aliens que habitaran en su interior, incluso con frases tan descriptibas como “las emociones que me habitan”.

Este siglo XXI nos está trayendo muchas inquietudes, muchos retos en la evolución humana, una de ellas, las ganas de superar la dicotomía permanente entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre la razón y la emoción, entre el competir y el colaborar. Hay nuevas aspiraciones de integración, de ampliación de consciencia, de ir más allá de lo límites de nuestros propios juicios y de ampliar nuestro conocimiento basándonos en las múltiples perspectivas que los múltiples observadores que somos, somos capaces de ver y aportar.

La ingente cantidad de noticias sobre emociones forma parte de esta inquietud.

Señores, señoras, reconozcamos a las emociones como parte de nuestra naturaleza humana, como parte de nuestro equipamiento para dar respuestas funcionales y mejor adaptadas a nuestros retos diarios, como un recurso valiosísimo para triunfar no sólo en el sobrevivir, sino en la calidad con lo que lo hacemos. Sin ellas y su integración con nuestro pensamiento, al igual que le ocurrió a Phineas Gage, no sabemos lo que nos conviene o lo que es más adecuado para nuestra vida.

La última película de Star Trek nos ofrece un ejemplo fantástico sobre la integración de la razón y la emoción en la persona. Dos personajes tradicionalmente enfrentados en su dualidad, aproximan en esta película sus anhelos. Spock, quien antes era pura lógica y racionalidad, lucha ahora por integrar su dimensión humana (emocional) en su vivir y tomar decisiones más acordes con su naturaleza humana y vulcaniana, en definitiva, en sacarle el mayor partido posible a todo su bagaje genético y cultural: razón (lógica) y emoción.

El capitán Kirk, quien antes podía ser el adalid de la toma de decisiones en base a la balanza de costes y beneficios, adquiere ahora una identidad “visionaria”, pasional, donde las relaciones, la fidelidad, la cohesión de equipo y la amistad son las claves de un comportamiento colaborativo excepcional que lleva a “RESULTADOS EXTRAORDINARIOS”.

Los logros del equipo son los logros de la INTEGRACIÓN, de la ACEPTACIÓN “del otro como legítimo otro” que se dice en la terapia humanística de Rogers y en el coaching ontológico.

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EMOCIONES CAPACITANTES, SI

portada
Emociones capacitantes SÍ, porque las emociones nos capacitan para vivir. Nuestros pensamientos, nuestros actos y nuestra salud son fruto del impacto que éstas tienen en nosotros.  Pero ¿cuáles son las emociones? ¿Qué me permiten hacer? ¿Puedo elegirlas? Importantes preguntas que me han llevado a investigar y experimentar, desarrollando un modelo sencillo y operativo no sólo para el trabajo con las emociones en coaching sino para el desarrollo de personas en sus diferentes facetas: liderazgo, educación y convivencia en general.

Con este libro propongo un modelo de trabajo con las emociones que se  caracteriza por su carácter integrador, sistémico y práctico que convierten sus propuestas en una guía útil para que los coaches puedan facilitar emociones capacitantes en sus clientes, los líderes puedan gestionar a sus equipos y los educadores comprendan con facilidad las reacciones de sus alumnos. En definitiva, para que toda persona comprenda y gestione mejor sus propias reacciones emocionales y las de otros.

Es fruto de una exhaustiva revisión bibliográfica, del trabajo con focus group y una dilatada experiencia en el trabajo para la evolución de las personas. Cada emoción es abordada de forma multidimensional, contemplando a la persona como un sistema en sí misma, y teniendo como foco principal a qué responde la emoción, y las posibilidades de acción que genera. Con ello se clarifica el papel de las emociones y se consigue un marco operativo sencillo para entenderlas y gestionarlas, que es especialmente útil en el coaching. El modelo de emociones capacitantes constituye una guía esencial no sólo para comprender y gestionar las emociones de forma funcional, sino para aprender a generar emociones adecuadas a los objetivos que nos planteamos. 

Estaré presentando el libro el día 9 de octubre junto con Ovidio Peñalver quien lo ha prologado en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

Vivir para trabajar: cómo la precariedad mina el bienestar de nuestro día a día

hombre abrumado
La precariedad laboral afecta a todos los ámbitos de nuestra vida. (Corbis)

Desde el punto de vista psicológico la precariedad laboral produce unos efectos negativos en las personas muy similares a los que produce el paro, debido fundamentalmente a la incertidumbre y la inseguridad laboral.

El trabajo tiene un significado de suma importancia para las personas ya que llega a convertirse en el eje sobre el que vertebra y regula su vida y su sistema social.

En nuestra sociedad actual, el trabajo no sólo es un medio para conseguir el dinero con el que vivir, es decir, no es sólo instrumental para lograr una meta, es también una forma de vivir, un fin en sí mismo en el que las personas buscamos relacionarnos con otras, poner en práctica nuestras competencias, aprender constantemente, resolver problemas y lograr retos, todas ellas actividades que propician el bienestar y desarrollo personal, que actualmente están siendo reconocidos como un fin vital en sí mismo.

El trabajo es un fenómeno psicosocial en permanente evolución, marcado claro está, por las condiciones contractuales de salario, horarios, condiciones de la tarea, periodicidad, formación, beneficios asociados, pero también por factores sociales y culturales y, además, por las percepciones y valoraciones subjetivas de las personas sobre el trabajo. Así, se percibe una evolución en el valor que las personas buscan en su trabajo; quieren también que haya un equilibrio entre las diferentes esferas de actividad de las personas como la familia, el ocio, la salud y un posicionamiento de la empresa ante la vida con el que se sientan identificados, de ahí el valor de los programas de responsabilidad social corporativa o las clasificaciones como best place to work.

Encontrar un trabajo acorde con nuestras necesidades y competencias, es hoy por hoy, un hecho nuclear en nuestras vidas, no sólo como medio para vivir, sino como un medio para desarrollarnos como personas. Los últimos años de ingente desempleo y las perspectivas de un mayor trabajo temporal, jornadas reducidas, discontinuidad, sitúan a las personas en un marco de inseguridad con fuertes repercusiones en su bienestar.

Las personas que trabajan en estas condiciones son un colectivo fácil de despedir legal y económicamente por lo que además son los primeros en salir de la empresa independientemente de su competencia y rendimiento. Lo que percibe la persona es que no importa lo bien que lo haga, su motivación o compromiso con la empresa.

Los últimos años de ingente desempleo sitúan a las personas en un marco de inseguridad con fuertes repercusiones en su bienestarNos encontraremos, por tanto, con dos clases de trabajadores y dos formas diferentes de vida, la de aquellos que tienen un trabajo asegurado y pueden realizar planes de futuro, de inversiones, de relaciones, y organizar su tiempo y expectativas, y aquellos sometidos a una incertidumbre constante sobre lo que puede pasar en su vida que puede llegar a volverles incapaces muchas veces de tomar decisiones sobre qué hacer con su vida.

Este tipo de trabajos temporales requiere una continua y acelerada adaptación a la tarea para hacer frente a los cambios y a la falta de rutinas laborales. Requiere altos niveles de atención y estrés para adaptarse a los requerimientos del trabajo (contenido, ritmo, procedimientos); sobrecargas cognitivas (esfuerzo de atención, fatiga percibida, cantidad de información, percepción subjetiva de dificultad, presión del tiempo); adaptación al entorno físico y social (estilo de supervisión y de relación), etc. Estos son precisamente aspectos considerados en la prevención de riesgos psicosociales en las empresas para mejorar el bienestar de los trabajadores y reducir la incidencia de accidentes y enfermedades laborales. Precisamente en el colectivo de trabajadores temporales los índices de accidentes laborales son mayores que en de los trabajadores habituales. Pero también sabemos que el impacto de su forma de trabajar en su bienestar físico y psicológico es más negativo.

Hay que tener en cuenta que las personas tenemos un orden de necesidades, una tendencia natural a escalar una secuencia de necesidades que Abraham Maslow, ya en el año 1954, definía en su conocida “Pirámide de necesidades”. Lo que las personas necesitamos satisfacer, en primer lugar, son nuestras necesidades de supervivencia, y en este sentido el trabajo es esencial para que podamos tener los recursos necesarios para vivir. Coincide además que este tipo de contratos suelen recibir una remuneración directa e indirecta menor ya que no obtienen beneficios como la antigüedad, las primas, bonus, etc. La precariedad supone mantenerse en este nivel constantemente, sin poder escalar el orden de necesidades natural en la vida de las personas, el nivel de estrés es muy alto ya que se vive en permanente alerta porque la cuestión de sobrevivir es esencial para cualquier persona.

El siguiente nivel es el de la seguridad. Cuando tenemos seguridad sobre nuestro trabajo el estrés con el que vivimos el día a día disminuye. La incertidumbre sobre lo que va a pasar que provoca la precariedad en el trabajo hace que nos mantengamos en alerta constante en el primer nivel de supervivencia y que nuestra motivación laboral sea limitada, no querremos “encariñarnos” de un mundo que no nos pertenece.

La incertidumbre sobre lo que va a pasar que provoca la precariedad en el trabajo hace que nos mantengamos en alerta constante

El siguiente nivel al que aspiramos cuando los dos primeros niveles están cubiertos es el de pertenencia, al sentirnos parte de una empresa, equipo, proyecto nuestras necesidades de pertenencia laboral son una fuente de motivación, orden y bienestar. Este tipo de contratos dificulta que las personas se identifiquen con la cultura de la empresa simplemente por el hecho de que no tienen tiempo para hacerlo. Además, potencia el aislamiento y el individualismo ya que no llegan a sentirse miembros de un grupo y mucho menos de un equipo.

A nivel social, el trabajo va a condicionar las circunstancias en las que nos relacionemos con nuestro entorno, amigos, familia, grupos a los que pertenecemos. Y, lo que es más importante aún, la decisión de cuándo y cómo constituir una familia.

El siguiente nivel es el del reconocimiento, buscamos que se valore nuestra capacidad profesional, nuestro hacer. Difícilmente podremos conseguirlo cuando la contratación de nuestros servicios no depende tanto de nuestra competencia profesional como de las circunstancias de las demandas empresariales.

Y, por último, el nivel de la auto-realización que supone la tendencia constante de las personas al bienestar, al desarrollo personal y, en definitiva, a la felicidad. Las condiciones de trabajo precarias frenan e incluso impiden la progresiva satisfacción de las necesidades vitales. Genera conflictos en las aspiraciones personales como el acceso a la vivienda, el tener hijos o las posibilidades de desarrollar una carrera profesional.
Emociones negativas

El bloqueo en el progreso de las aspiraciones naturales de las personas, la falta de recursos económicos, junto al exigente esfuerzo por adaptarse continuamente a los cambios en el trabajo y probablemente en la familia, donde puede haber cambios de rol y responsabilidades, y situaciones de pérdida de estima, hace que nos sintamos en peligro constante, y esto tiene unos efectos negativos en la salud de las personas, tales como procesos depresivos, mayores niveles de estrés o alteraciones de tipo inmunológico y neuroendocrino, como han puesto de manifiesto distintos estudios.

Aunque las personas tenemos una capacidad sorprendente para hacernos a las situaciones, amoldarnos a ellas y salir adelante, pudiendo afrontarlas con tranquilidad y como retos progresivos, es más fácil que en las situaciones de trabajo temporal primen las emociones negativas, emociones llamadas así precisamente porque nos alertan de peligros o ponen nuestra atención en la necesidad de sobrevivir.

Las emociones habituales en las personas con trabajo precario son:

1. Tristeza. Se vive en general la vida como una pérdida, de oportunidades, de proyectos, de capacidad de decidir, y de autoestima. Se pueden sentir inútiles, vacíos, sin valor. Cada persona la vivirá en mayor o menor medida y en algún aspecto más que otro. De ahí que se pueda terminar en procesos depresivos que con frecuencia se hacen crónicos. Síntomas claros son el desánimo, la desmotivación, la desilusión, la apatía, el descenso de energía y actividad, a veces el llanto. Disminuyen la actividad y las relaciones sociales. Pueden considerar que no se merecen o no son dignos de algo diferente o, incluso, vivir su situación laboral como un castigo. Fácilmente se vive la vida desde el pesimismo, viendo siempre lo que falta, no lo que se consigue, y viendo siempre problemas sin valorar las oportunidades. Desde aquí es fácil que se sientan una víctima de las circunstancias.

2. Ansiedad. La necesidad de adaptación constante a la incertidumbre puede sentirse con una gran ansiedad. Síntomas físicos son los trastornos del sueño, gastrointestinales, temblores, taquicardia, dificultades respiratorias y, en cuanto a conductas, cambios de humor, salidas de tono, miedo generalizado o ataques de pánico. La ansiedad constante lleva a ponerles a la defensiva y a que se sientan incapaces y no se planteen nuevas forma de actuar.

3. Ira. El nivel de activación para defenderse de la situación que es considerada una amenaza a su integridad física y psíquica, hace que puedan tener los “nervios a flor de piel” y se manifieste en estallidos de rabia y agresividad verbal o física, especialmente con las personas de la familia que es donde podemos manifestarnos más libremente.

4. Enfado. Puede que la ira se dirija hacia uno mismo, descalificándose, desvalorizándose y haciéndose culpable por la situación. Es fácil pensar que uno mismo se ha buscado esta forma de vivir en la incertidumbre y la precariedad y que no se merece nada mejor.

5. Asco. Se puede llegar a percibir el trabajo, las relaciones, la vida como un peligro tan intenso para uno mismo que llegue a rechazar aquello que se considera dañino.

La autoestima

La autoestima es el valor que nos damos a nosotros mismos y se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que hemos ido acumulando en nuestra vida y a las que les damos un valor especial. Junto a ella el autoconcepto, que es la idea que tenemos de nosotros mismos, y la autoimagen, que es cómo nos percibimos, constituyen nuestra idea de quienes somos, de nuestra identidad.

Es innegable que en el entorno laboral podemos desarrollar nuestras capacidades, aprendemos, nos relacionamos, nos ayuda a sentirnos valiosos y útiles

Estos conceptos juegan un importante papel en nuestras vidas ya que constituyen un marco de referencia desde el que interpretamos las facetas de nuestra existencia tanto sociales y psicológicas como físicas. Afectan lo que hacemos personal y profesionalmente, y también nuestra salud. Influye en el rendimiento, condiciona las expectativas y contribuye a la salud física y psíquica y, en definitiva, el bienestar general.

El trabajo es una fuente de identidad para muchas personas. Es habitual que nos presentemos con frases como “soy abogado, community manager, administrativo…», todas frases relativas a lo que hacemos. A lo que me dedico, lo que soy capaz de hacer, se ha convertido en el núcleo clave de la identidad de muchas personas. Es innegable que en el entorno laboral podemos desarrollar nuestras capacidades, aprendemos, nos relacionamos, nos ayuda a sentirnos valiosos y útiles. Con frecuencia el trabajo es una fuente importante de relaciones interpersonales. Cuando el trabajo es “aleatorio”, sin una secuencia de continuidad y sin cubrir las necesidades básicas de forma ordenada, estas fuentes de autoestima, autoimagen y autoconcepto desaparecen. Pueden llevar a la persona incluso a no saber realmente quien es porque no puede situar su identidad en un ámbito profesional.

Repercusión en el entorno familiar y en los niños
Es importante señalar que la incertidumbre que un trabajador temporal vive la comparte con sus hijos desde sus propias emociones de miedo, tristeza, ira, etc. Los niños necesitan desarrollarse en un entorno de seguridad y es fácil que padres en esta situación de precariedad transmitan a sus hijos más emociones negativas que positivas y una actitud de incapacidad y victimismo. Muchos niños se criarán en una situación de inseguridad, miedo y constante alerta por el clima familiar. Sin duda esta situación repercutirá en su rendimiento escolar y confianza en sí mismos para afrontar la vida.

En resumen, algunas de las dificultades que las personas con contratos precarios encuentran son:

1. Dificultades para comprometerse y vincularse con el trabajo
2. Desmotivación hacia la tarea
3. Pérdida de perspectiva
4. Incapacidad para planificar un proyecto de futuro
5. Desmotivación generalizada
6. Pérdida de autoestima
7. Disminución de sus relaciones sociales y familiares
8. Dificultades para integrarse en equipos de trabajo
9. Incremento de su estrés para afrontar la vida
10. Incremento de su ansiedad, y específicamente miedo ante el futuro
11. Dificultades para dormir, pensar, relacionarse
12. Dificultades para diseñar un estilo de vida acorde con sus necesidades por ejemplo por los cambios de trabajo, horarios, lugar.

Adaptación y resiliencia

Pero las personas tenemos una enorme capacidad para hacer frente a las dificultades. El concepto de resiliencia refiere precisamente a la cualidad que tenemos de recuperarnos de una situación difícil y, al igual que una goma a la que estiramos vuelve a su situación inicial aunque un poco distendida, las personas somos capaces de hacer frente, e incluso ir aprendiendo a adaptarnos cada vez mejor. La resiliencia es más fácil de conseguir cuando se toman medidas para ello o se tiene ayuda para aprender a hacerlo. Los retos que se plantean para esta adaptación pasan principalmente por el cuidado personal físico y psicológico.

Pautas para afrontar la vida con contratos precarios

Hemos descrito un panorama de dureza y dificultades importante para las personas que se ven en la incertidumbre de qué va a pasar con su vida. También hemos visto que las personas podemos adoptar una actitud derrotista ante ello o una actitud proactiva y, al menos, vivirlo con cierto bienestar. Veamos algunas de las pautas que nos pueden facilitar incrementar nuestro bienestar a pesar precisamente de nuestro incierto entorno.

Establece rutinas fijas en tu vida en aquellos aspectos que puedes manejar mejor y que propicien hábitos tales como la hora de levantarte, las horas de las comidas o un tiempo para ejercicio. Eso te ayudará a aportar un ritmo y orden a tu vida diaria, y estabilizar los biorritmos de actividad y descanso.

Trata de aprender todo lo que puedas. En los períodos de trabajo sobre las tareas, las personas, las culturas, sobre tu propio desarrollo y, cuando no lo tengas, aprovecha el tiempo para aprender más sobre lo que sabes hacer o ampliar tus conocimientos en otras áreas. Con ello, además de ofrecer una mejor candidatura, estimularás tu mente que permanecerá activa y preparada para las oportunidades.

Dedica algún tiempo a alguna actividad que te resulte gratificante. Necesitas refuerzos positivos para fortalecer tu positivismo y esta es una excelente manera de hacerlo.

Cultiva tus relaciones sociales. El estar con otras personas es una fuente de bienestar en sí misma y, además, una buena forma de establecer contactos.

Dedica tiempo a tu desarrollo personal: aprender a conocerte, gestionarte, expresar acertadamente tus emociones y pensamientos.

Aprende técnicas de relajación, respiración, visualización que te permitan verte como una persona valiosa y equilibrada.

Trabaja tu autoestima para mejorar la seguridad en ti mismo. Por ejemplo disfrutando de cada momento, fijándote en las cosas que haces bien, valorando lo que haces, ayudando a otros.

-Lleva un “diario de bienestar”, apunta cada día aquello que te ha hecho sentirte bien.

Comparte con otros tus inquietudes y tu ánimo. Busca entornos donde puedas expresarte y aprender con personas como tú, por ejemplo en grupos de desarrollo.

Busca un profesional experto que te ayude a ser más consciente de cómo afrontas tu incertidumbre y te facilite recursos para mejorar tu bienestar.

Por último, a veces el esfuerzo resulta elevado. No dudes en consultar a un psicólogo que te ayude a afrontar tu vida con renovada fuerza.

Artículo publicado en Elconfidencial.com
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-08-26/vivir-para-trabajar-como-la-precariedad-mina-el-bienestar-de-nuestro-dia-a-dia_19738/

¿Y ahora qué?, ¿cómo vivo yo con esto?

vela
¿Cómo salir adelante tras un accidente como el de Santiago de Compostela?
Después del terrible accidente del tren en Galicia las familias se irán acostumbrando a la pérdida; los participantes en el rescate y atención a los heridos tendrán grabados en sus cuerpos para siempre la experiencia; los espectadores seguiremos recordando el sobrecogimiento y la congoja de compartir su dolor y tal vez evocaremos situaciones similares que hemos vivido anteriormente. Poco a poco iremos digiriendo la situación, iremos sobreponiéndonos a ella. Muchos llevaremos para siempre en el cuerpo el shock de la noticia que se activará ante sucesos similares. Algunos de los más allegados y de los heroicos vecinos de Angrois les costará mucho, incluso muchísimo. Habrá alguien que no pueda fácilmente con ello.

¿Qué emociones aparecen en estos trágicos momentos?

Cuando ocurre una tragedia como ésta, que no esperamos, para la que no estamos preparados, todos los que nos hemos sentido afectados pasamos por un “proceso de duelo”, un proceso de asimilación de lo que ha ocurrido, en los casos de allegados, de intensidad y duración mayor y de más calado cuanto más cercano era el familiar; en el caso de los espectadores, mucho más liviano. Es un proceso multidimensional psicológico, fisiológico y social de tal magnitud que puede llevarnos a replantearnos nuestra filosofía y estilo de vida, modificar nuestro pensamiento, nuestras emociones y nuestra conducta. Poco se ha dicho, casi diríamos que se ha evitado recordar el atentado en los trenes de Madrid, pero los que lo sufrieron directamente habrán revivido su duelo, al igual que los que participamos en la ayuda a los afectados no hemos podido evitar revivir el inmenso dolor que compartimos con las familias, para siempre grabado en nuestras vidas. Hechos como éstos en los que el dolor es compartido por una numerosa comunidad dejan una huella en el sentir colectivo y supone una fuerza superior que ayuda a los afectados a superar lo ocurrido.

Hechos como éstos en los que el dolor es compartido por una numerosa comunidad dejan una huella en el sentir colectivo
La vida ya no será igual para ninguno de los implicados directamente en el accidente y cuanta más atención reciban mejor podrán reestructurar sus vidas. El trabajo de los psicólogos será esencial para favorecer la evolución natural del proceso de duelo y también el apoyo social en general que reciban los afectados y que tiene que ser específico en cada etapa para atender la emoción que en ella impera.

¿Cuáles son estas fases y cómo actuar en cada una de ellas?

Fase 1: Sorpresa / ‘Shock’ / Negación

Cuando conocemos la noticia entramos en un estado de desorientación, desconcierto y embotamiento donde la emoción predominante es la sorpresa. Una emoción que nos descoloca de carácter predominantemente físico. En un acto de defensa ante el dolor negamos lo que ocurre porque no lo podemos aceptar. Se caracteriza por conductas automáticas, improvisadas. No podemos pensar, sólo sentir el dolor. La grabación de un vecino de los primeros momentos con su voz entrecortada y agónica, de incredulidad y negación muestra bien este estupor en sus expresiones de desolación. Viendo las primeras grabaciones, por unos momentos parecía que lo estábamos soñando, que no era real.
El contacto físico es fundamental, con él sujetamos a la persona para que no caiga en el vacío, para que se sienta amarrado a la vida

Otras personas se quedan paralizadas. Veíamos a alguna persona en la vía, inmóvil, como si no estuviera en ese lugar. Otros actúan en automático, como si fuera una situación habitual, resolviendo, tomando decisiones, actuando en cooperación espontánea, improvisando recursos y soluciones. Ahí veíamos a los vecinos de Angrois rompiendo ventanas, entrando por agujeros, tapando con las mantas de sus casas los cuerpos mostrando su respeto y dignidad hacia ellos. No nos equivoquemos, sus acciones pro-activas que consideramos heroicas no les librarán del proceso de duelo. Simplemente han manifestado su solidaridad en su actuar y ayudar, y se verán más reconfortados a la hora de pasar por el proceso. En esta fase las personas asumimos la información de lo ocurrido y su duración puede variar de horas a días, y al final de ella hay una aceptación parcial que da paso a la siguiente fase. El reto de esta fase es aceptar la pérdida, la vida se ha perdido, la seguridad se ha truncado, la persona querida se ha ido.

¿Cómo podemos ayudar en esta fase? Es el momento de abrazar, de sostener, de apoyar a los heridos, a los familiares, a los participantes en el salvamento y atención, a los espectadores, a todos los que necesitan asimilar lo ocurrido, algunos de ellos personas que en la distancia han conectado con una pérdida personal en circunstancias similares. El contacto físico es fundamental, con él sujetamos a la persona para que no caiga en el vacío, para que se sienta amarrado a la vida, arropado por otras personas. La energía de este contacto físico tranquiliza, reconforta, sostiene.

Fase 2: Ira

La negación da paso a la ira, surgen todos los ¿por qué? El pensamiento adquiere predominancia sobre la emoción física de la fase anterior. Hay que buscar culpables contra los que dirigir la ira. Es una fase muy difícil de afrontar por los familiares y los implicados directamente. La energía por un tiempo paralizada en el shock se expresa más o menos abiertamente en conductas agresivas en todas direcciones. “Todo está mal”, “todo se ha gestionado mal”, “todo es criticable”, “¡tiene que haber culpables!”. Surge el enfado con uno mismo por no haber hecho algo que lo impidiera, la ira hacia los que consideramos responsables del accidente, los sentimientos de culpabilidad, de injusticia, de desamparo. Podemos sentir que nuestra seguridad y autoestima en nosotros mismos disminuye. El impacto fisiológico también será importante en los afectados directamente: insomnio, sueño no reparador, pesadillas, menos memoria, menos capacidad de concentración, menos apetito, menos capacidad para apreciar las actividades cotidianas. Al igual que la otra fase su duración puede variar de horas a meses.

La energía por un tiempo paralizada en el ‘shock’ se expresa más o menos abiertamente en conductas agresivas en todas direcciones

La respuesta adecuada es no implicarse personalmente en esta ira, lo que incrementaría y prolongaría la agresividad de todos, sino todo lo contrario, contener, templar, dosificar, ir abriendo poco a poco camino a nuevas emociones. En este caso se ha podido ver una pauta clara de dosificación y cautela en los medios informativos que han ido ayudando a digerir esta ira, no así en las tertulias de personas que sin preparación alguna en estos temas emiten juicios ideológicos buscando su propio beneficio. También es cierto que se han visto numerosas y brevísimas intervenciones de psicólogos dando pautas sobre cómo actuar en estos momentos. En situaciones como éstas necesitamos especialmente las recomendaciones e intervenciones de los especialistas para saber más sobre cómo actuar, sobre cómo ayudar a vivir la situación para facilitar el bienestar común y no actuar desde nuestros prejuicios y ocurrencias.

Fase 3: Tristeza

La ira va dando paso a la tristeza, tomamos consciencia de que nos falta nuestro ser querido, de que hemos perdido la seguridad y confianza en el día a día, de que la vida puede truncarse sin más. Es habitual que en esta emoción, las personas se debiliten, se empequeñezcan, adelgacen incluso, se retraigan hacia sí mismas y lloren su pérdida. Los sentimientos habituales son apatía, desinterés, abandono e incluso querer cambiar el estilo de vida habitual. Con esta emoción reintegramos la información y nos preparamos para afrontar un nuevo escenario que ya nunca será igual.
Un período que también puede durar desde días a meses. El duelo oficial en este caso aúna el sentir de toda la comunidad y supone una fuerza social que facilita vivir estos momentos.
Los ritos de entierro o cremación y funeral facilitan la toma de conciencia de la separación entre los vivos y los muertos. Cuando el cuerpo no se encuentra hay una mayor dificultad en procesar esta separación, de alguna forma es como si no hubiera pruebas reales de ello.

Cada persona necesita un tiempo diferente para recomponerse ante el nuevo escenario dependiendo mucho del vínculo con la persona perdida

No es el momento de animar, ni de sugerir actividades positivas, ni de decirle que no esté triste. No es el momento. Una excesiva intervención o un querer sacar a la persona de esta emoción no harán más que interferir en su tiempo de duelo y generar una discrepancia entre la persona y su entorno por el que no se verá reconfortado. Cada persona necesita un tiempo diferente para recomponerse ante el nuevo escenario dependiendo mucho del vínculo con la persona perdida, de la brusquedad de la pérdida que lo agudiza, como es este caso, y con mucha fuerza del soporte social. El reto es experimentar la tristeza y no bloquearla, dejar salir el dolor de la pérdida. Oyendo en los siguientes días a los habitantes de la zona sentíamos con ellos su intensa pena, nos contagiábamos de sus lágrimas y desconsuelo. Se nos hacía un nudo en la garganta al verlos.

Muchas personas seguirán “sintiendo la presencia” de su familiar fallecido, especialmente en momentos de somnolencia y muchas también querrán cambios radicales en su vida, bien en su casa, en su entorno, en su trabajo, en sus relaciones. No es de extrañar, su escenario de vida se ha desintegrado y necesitan construir uno nuevo.
Es el momento de escuchar al doliente no sólo en su comunicación verbal, también la no verbal, acariciando su mano, poniendo una mano en su hombro o permaneciendo en silencio a su lado. Si se abre espacio para que exprese su dolor le será más fácil salir de esta fase y pasar a la de aceptación y reintegración.

Fase 4: Aceptación

Es una fase de reorganización. Poco a poco se va afrontando la nueva situación y nos reorganizamos ante ella. El dolor no ha desaparecido pero empieza a sentirse de otra manera, más sorda, más lejana. Empieza a sentirse poco a poco una cierta paz interior, nos vamos haciendo a la idea de la pérdida y comienzan a aparecer sentimientos de cariño y pena, en vez de dolor agudo.

El vacío que deja un ser querido perdido bruscamente es especialmente irremplazable y requerirá tiempo y esfuerzo.
Las fases anteriores se revivirán una y otra vez en secuencias cada vez más cortas, y cada vez se irán aceptando con mayor tranquilidad.

La vida no será igual, el vacío que deja un ser querido perdido bruscamente es especialmente irremplazable y requerirá tiempo, esfuerzo y acompañamiento la reconstrucción de nuestro espacio vital, eso sí, con un significado diferente.
El reto será adaptarse a una vida sin nuestro ser querido. Esto supone prescindir de nuestras expectativas sobre esta persona, su apoyo y presencia. Un punto de inflexión es cuando somos capaces de mirar al pasado y recordar a la persona y la vida compartida sin un intenso dolor.

Ya no hay tanta necesidad de hablar de la pérdida. Es el momento de apoyar a los dolientes, de hablar de otras cosas, de lo cotidiano, de lo habitual. La vida, con su ritmo, se va imponiendo.

Fase 5: Esperanza

Nunca se olvidará la pérdida, pero empiezan a verse otras posibilidades en la vida. Nos sentimos abiertos a nuevos estímulos y se comienza a mirar hacia el futuro abriendo espacio a nuevas relaciones, a nuevos vínculos.
Reelaboramos lo ocurrido intentando darle un sentido y confiamos que la vida nos puede traer algo más. Buscar una misión que dé sentido a la vida es un gran estímulo.

Todos los que hemos seguido este terrible accidente pasamos por el proceso en alguna medida, y especialmente los que hemos vivido situaciones similares, todos necesitamos reintegrar también los hechos, la fragilidad de la vida y la fuerza del destino.

Aquí aparece la increíble capacidad humana de la resiliencia para superar las situaciones difíciles y el dolor emocional, e incluso salir fortalecidos de ellas. Desde la psicología positiva comprendemos mejor la naturaleza del ser humano tendente a la superación y al futuro. Las personas contamos con sólidos recursos para afrontar hechos como éstos y encontrar la fuerza para seguir viviendo que adquiere más valor cuando nos sentimos arropados por los demás. Como sociedad nuestro interés no sólo tiene que estar en poner los medios para que no ocurran accidentes similares. sino en facilitar que sus miembros puedan recorrer su proceso de duelo con el apoyo necesario en cada momento.

Publicado en El Confidencial el 3 de agosto del 2013
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-08-03/como-salir-adelante-tras-un-accidente-como-el-de-santiago-de-compostela_14764/

¿ME VES? ¿TE VEO?

avatar - te veo Desde niños buscamos el reconocimiento de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros amigos, de nuestras parejas y nuestros jefes después. Necesitamos ser visibles, que nos vean, que nos reconozcan. Siempre lo hemos sabido en Psicología, el reconocimiento de los otros es esencial para constituirnos como personas. Con tal de que se fijen en nosotros somos capaces de muchas, muchas cosas. No hay más que ver las “luchas” entre hermanos, la adopción del rol que los padres y maestros nos adjudican de hijo bueno, malo, rebelde,… o los actos de obediencia ciega por conseguir acaparar la atención de los padres, que incluso a veces llegan a la edad adulta convertidos en actos de sumisión ante aquellas figuras que consideramos con autoridad ante nosotros.
Y cuando el reconocimiento no ocurre y nos ignoran y nos ningunean, nos hacen ser nada, dejamos de existir. Como decía uno de los protagonistas del musical Chicago “soy el hombre de celofán”, trasparente, nadie me ve, nadie tiene en cuenta que existo. ¿Cabe mayor forma de despersonalización?

Si me ven, si me aceptan, si me aprecian, me siento valorado y lo que tiene más trascendencia aún, adquiero consciencia de mi individualidad, me doy cuenta de mí mismo. Escena cumbre del reconocimiento del otro en la película Avatar cuando los protagonistas se reconocen entre sí aceptándose sin reservas con un “Te veo”.
Si hablamos del valor que tengo como persona, hay dos claras fuentes de las que me nutro para ello.
Por un lado yo y mi diálogo interno que me lleva a creer en mis capacidades, a otorgarme un valor, a ordenar mis valores y establecer mis prioridades. Es un valor absoluto, sin contraste, necesario para mí, puesto que me da la medida de mi autoimagen y mi autoestima.
Por otro lado el diálogo que tengo con los demás. Es en cuanto que veo en los otros mi valor, que me doy cuenta del alcance de mí mismo, de lo que valgo para los demás, es un valor relativo. Yo soy en relación a los demás. No en vano somos seres sociales, una experiencia como la descrita en la novela de Robinson Crusoe nos hace darnos cuenta del valor que los demás significan para nuestro propio bienestar mental e incluso físico. De igual forma que un Estado no es tal hasta que es reconocido por otros Estados, las personas no nos sentimos como tales hasta que no somos reconocidas por los demás.
Cuando en la relación que mantengo con mis personas cercanas, me siento validado, aceptado, me doy cuenta de que sí, de que soy alguien valioso y de que merezco la pena. Soy en cuanto que otros me reconocen, me validan, me ven.

Mi identidad, quien soy y cómo me siento persona está en relación con estos diálogos de relación conmigo mismo y con los demás.
Lo que se aprecia con frecuencia en los procesos de coaching es la baja consciencia que tenemos sobre nosotros mismos y el desconocimiento de cómo nos afectan estos diálogos internos y externos.
Pero ¿qué es el reconocimiento?
Hablamos habitualmente de reconocimiento como forma de decir al otro que ha hecho algo bien, pero en realidad va más allá. Es un reconocimiento del ser persona y no sólo de su hacer o tener.
Procede del latín re-cognoscere que expresa el conocimiento en profundidad de algo o de alguien. En lenguaje platónico significa sacar a la luz el verdadero conocimiento de algo. De alguna forma es un acto de re-creación del otro.
En el reconocimiento hay implícitos una serie de componentes:
Aceptación de la existencia del otro como persona, en su derecho a ser y estar como es. Reconocer totalmente al otro, y no sólo en un aspecto o acto del otro, sino como ser humano, lo que supone un acto de amor incondicional. La mutua aceptación se expresa en el mutuo reconocimiento.
Respeto a la dignidad del otro en una relación que no significa ganar o perder, donde no trato de reducir su valía o incluso eliminarle para ser yo más. No cabe aquí la interesante metáfora de pisar a otro para subirme encima de él y ser yo más.
Diversidad es un ser diferente a mí, que puede que tenga otros puntos de vista que me enriquecen mi capacidad para ver e interpretar el mundo.
Creencia en el otro como ser valioso, respetable. Creer en el otro es darle crédito.
Confianza tal vez una forma de vivir mi aceptación de él, creo que merece la pena lo que hace o lo que es.
Generosidad significa que soy capaz de trascenderme a mí mismo para pensar en el otro. Y esto sólo puedo hacerlo cuando estoy en disposición de dar y no sólo de recibir o de coger. Está plenamente conectado con la aceptación y confianza en mí mismo.
Transparencia compartir y no ocultar, no suprimir la expresión de lo que el otro ha significado para mí.
Declaración, reconocer al otro es un acto deliberado de expresión de mis pensamientos / sentimientos hacia él, que contribuyen a dibujar la idea de sí mismo del otro. Es el punto más visible y notorio del reconocimiento, no sólo le acepto, sino que se lo digo. Gracias a ello el otro se ve reflejado y puede re-crearse y desarrollarse.
Reciprocidad tal como yo reconozca al otro, el otro me reconocerá a mí. La expresión del reconocimiento abre posibilidades y alcance de nuestra mutua relación: “Te veo”, “¡Me ves!” El tono no puede ser el mismo con o sin reconocimiento. Su valor no puede ser el mismo. Cuando hay reconocimiento traspasamos el plano de la constatación para fundamentar una relación más profunda y diferente. Solo cuando el reconocimiento es recíproco, de mí hacia él, y de él hacia mí, sólo entonces hay una verdadera creencia mutua y una relación de encuentro entre el otro y yo. Nos descubrirnos mutuamente en un más allá y abrimos oportunidades para co-crear una relación enriquecedora.
Agradecimiento es una expresión de la aceptación que conlleva más beneficios para el que agradece que para el que lo recibe. Para la Psicología Positiva es una de las fuentes principales de bienestar de la persona. El que agradece no sólo se engrandece, equilibra su mundo interior, se beneficia de la potencia y fuerza de la co-creación de la relación.
El reconocimiento es un acto de generosidad y agradecimiento que habla de la grandeza humana del que lo realiza, si pensamos en un plano filosófico, pero también habla del grado de su gestión emocional ante la vida, si lo hacemos desde un plano psicológico.
Las implicaciones del reconocimiento son muchas tanto para las personas de un sistema, como para el sistema mismo. Cuando en un sistema familia, equipo, empresa, colegio, no hay reconocimiento de alguno de sus miembros es tanto como obligarle a que no exista, condenarle a ser nada.
En los procesos de coaching nos encontramos personas ancladas en el resentimiento hacia sí mismos, precisamente por la falta de auto-reconocimiento originado en lo que sienten como una falta de reconocimiento de los otros, o en un resentimiento hacia otros precisamente porque no se han visto reconocidos por ellos. Y da lo mismo el contexto, la familia, el trabajo, el colegio ¡Cuántas veces la queja es “Es como si no existiera para él» (jefe /profesor / colega /padre). Es curioso que de ese estado emocional no se sale sólo con reinterpretar la situación, no basta con narrar la historia de tal forma que pueda “digerir el atasco emocional” Decía Einstein que “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”
Reconocer al otro implica muchos componentes citados anteriormente que en su gran mayoría tienen que ver con cómo interpreto yo las situaciones, unas veces más desde un punto de vista racional, otras más desde el emocional. Tiene mucho que ver también con lo que en Psicología Positiva se consideran las fuentes de la persona, sus fortalezas, valores y principios.
Pero además, implica mi disposición hacia el reconocimiento, en qué medida estoy dispuesto a ello y en qué medida me es posible. Y esto está relacionado con el grado y forma en que me acepto a mí mismo, porque sólo desde mi propia aceptación puedo aceptar al otro.
No sólo es un tema de re-encuadre o reinterpretación, es un tema emocional, de principios y valores, de cómo siento yo a la otra persona y cómo siento que mi relación con ella me afecta.
En un proceso de coaching individual se trabaja con frecuencia la capacidad para reconocerse y reconocer, para agradecerse y agradecer. En un proceso de coaching de equipo es esencial trabajar la dinámica de relaciones y el reconocimiento de cada uno de los miembros. ¿Y si uno es invisible? ¿O varios? ¿Y si no hay reconocimiento entre ellos?
Me resulta especialmente notables estas preguntas. Hace muy pocos años sólo se nos pedía en los programas de desarrollo organizacional, que los equipos dieran resultados que estuvieran orientados a la tarea (me consta que sigue siendo así en muchas organizaciones). Pero los psicólogos sociales sabemos que esto no es posible. Las personas no funcionamos como compartimentos estancos, sino como energía relacional. No puedo estar centrado en una tarea si lo que me quema es mi relación con mi jefe, o el mal rollo que tengo con un compañero. Todo está relacionado con todo. Mi rendimiento se ve afectado por mis relaciones más que por la tarea misma. Mi bienestar se ve afectado por mis conversaciones conmigo mismo.
Uno de los ejemplos más espectaculares que he podido presenciar ha sido trabajando con un Comité de Dirección. En el transcurso de un intensivo encuentro en el que el objetivo de la organización era el team building. Las dinámicas de coaching hicieron aflorar la red de aceptaciones y aprecio entre ellos. Era tan evidente su desequilibrio que difícilmente hubieran podido construirse las bases de un trabajo en equipo efectivo desde ellas. El hacer aflorar a las personas “invisibles”, a las personas “marginadas”, el destapar el juego manipulativo de otras, el hacer manifiesto de sus filias y fobias, el hacer visibles los papeles asumidos por cada uno en relación con los otros,… les llevó a tener ¡¡CONSCIENCIA DE EQUIPO!!
No se podían contener los sentimientos, tan intenso resultaba verse a través de los otros. Había que gestionar ese enorme impacto, pero con frecuencia lo único que un equipo necesita es simplemente expresarse, poner nombre a lo que está soterrado. Sin embargo, con el coaching se puede ir más allá de la expresión, se puede llegar a una acción diferente y extraordinaria. El encuentro dejó de ser una actividad de team building, para convertirse en un strengh building. ¿Puede pedirse más?
La idea de escribir sobre el reconocimiento surgió de la excelente conferencia de Joan Quintana el pasado día 22 de mayo en el III Ciclo de conferencias de psicología y coaching. Psicólogos en el coaching español quien nos llevó a una profunda reflexión sobre el peso del reconocimiento de los otros en el propio bienestar e incluso en nuestra vida. Dice Joan que estamos en una búsqueda constante del reconocimiento y visibilidad ante los otros. Y que para que funcione un sistema hay que descubrir a los “invisibles”.
Con mi agradecimiento a Joan por compartir con nosotros su bondad y sus conocimientos. No os perdáis su libro Anticipate (QUINTANA, Joan y SOLER, Ceferí, (2012) Anticípate, editorial Lid)

LA VOLUNTAD UN AS PARA EL CAMBIO

VOLUNTAD

¿Puede impulsar el coaching la voluntad?

Con el coaching la consciencia necesaria, la visión, la definición de objetivos, el plan de acción necesario para alcanzarlo y el convencimiento en su capacidad para conseguirlo del coachee no sólo se construyen sino que pueden alcanzar la intensidad necesaria para lograrlo. El desarrollo de la voluntad se ve iniciada y reforzada en el espacio del coaching muy por encima y en menor tiempo de lo que por sí mismo el coachee hubiera podido conseguir.

Luego al igual que un músculo, la voluntad se fortalecerá con el ejercicio. Si se deja de ejercitar se debilita. Cada situación que requiere un esfuerzo de voluntad es una oportunidad para cultivarla, lo que implica trabajo, esfuerzo, dedicación y constancia.

Diferentes voluntades en las diferentes fases de la acción

Para conseguir un propósito se requiere una voluntad diferenciada según sea el momento de la acción: el inicio, la persistencia, la superación de obstáculos y la orientación a un logro excelente. En cada momento el componente de la acción y la voluntad requerida para empezar, persistir y culminar, es diferente y el papel del coach también puede ser diferente.

Voluntad para empezar algo: Voluntad inicial: La voluntad para romper con la inercia, la deriva en la rutina cómoda, la “caja de confort” de lo conocido y habitual, los hábitos consolidados y el descenso continuado en la espiral de la inconsciencia y, a la vez, impulsarse hacia la toma de consciencia de lo que se quiere y ponerse en marcha hacia ello. Sin ella no habrá cambio posible. Por sí sola no será suficiente para alcanzar la meta, necesitará de la constancia para superar las dificultades que irán surgiendo o sólo será un intento y se abandonará. La voluntad inicial se refuerza intensamente con la ayuda de otra persona y especialmente de un coach. El coach facilita que la persona elija si quiere dirigir proactivamente sus decisiones y actos o prefiere seguir igual o dejar la responsabilidad en manos ajenas. La distinción entre locus de control externo o interno de la Teoría de la atribución resulta tan esclarecedora, que el coachee se muestra con frecuencia sorprendido al descubrir donde sitúa su control. Descubrir que ha asumido un papel de “victima” de sí mismo muchas veces es el detonante de una explosión de indignación, estupor, sorpresa, seguido en muchos casos de tristeza, enfado o rabia. Este descubrimiento supone un cambio de observador en términos de coaching y resulta sumamente esclarecedor para el coachee y necesario para su avance en el coaching. Es, probablemente uno de los aspectos del cambio donde más impacto puede tener el coaching, por cuanto es el gran detonante de un cambio de dirección hacia la toma activa de responsabilidad sobre las decisiones.

Voluntad para mantenerse en lograrlo: Voluntad perseverante: Compuesta de tesón, empeño, firmeza, la voluntad perseverante permite persistir en el esfuerzo por conseguir la meta, y se va robusteciendo a medida que se repite el esfuerzo en conseguirlo. Esta voluntad es la que permite alcanzar cualquier meta. También aquí el acompañamiento del coach en el proceso facilita el fortalecimiento de esta voluntad perseverante, bien con su presencia, bien con el propio proceso de coaching que supone un seguimiento continuado de los planes de acción, bien con la energía que adquiere el coachee con el proceso mismo.

Voluntad para superar los inconvenientes: En el proceso de conseguir una meta pueden surgir inconvenientes que dificulten el avance e incluso la consecución. Es fácil dejar de hacer algo cuando sólo se encuentran obstáculos y para mantenerse con la voluntad firme de alcanzarlo es necesario tener muy claro el objetivo y una “visión” definida de lo que quiero conseguir. El papel del coach facilitando la clarificación de objetivos y el diseño de la visión, van más allá del aporte técnico que puedan ofrecer al coachee ya que precisamente son dos de los contenidos claves en los que se ha formado. Además su presencia sirve de acicate y estímulo para el coachee  

Voluntad para superar las frustraciones: La frustración es el valor que damos a tener un obstáculo entre la meta y yo, que vivimos como un bloqueo o impedimento. La persona fuerte se crece y madura superando sus frustraciones, gracias a la capacidad de resiliencia, capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación. Para Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra) “Es el factor diferenciador entre las personas que logran superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida”. Las distinciones que ofrece el coach, especialmente la de víctima-responsable, y otras como error – fracaso, facilitan que el coachee elija cómo afrontar las circunstancias de su vida y pueda desarrollar la voluntad de superarse e incrementar su resiliencia.

Para terminar lo empezado: Voluntad para terminar bien la tarea comenzada: Unida íntimamente al placer por la excelencia y el gusto por un trabajo bien hecho, es la voluntad de logro; requiere también la perseverancia y el trabajo continuado. Para fortalecer esta voluntad, el coach aporta nuevas distinciones: excelencia – exigencia, eficacia – eficiencia, que ayudan al coachee a reconocer sus criterios de acción y la utilidad y sentido que tienen.

“Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden, es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree  Paulo Coelho, escritor

Esto es parte de mi último artículo publicado en Capital Humano, 275 que te invito a leer en el siguiente enlace. https://elblogdeisabelaranda.com/wp-content/uploads/2011/12/la-voluntad-un-as-para-el-cambio_capital-humano.pdf

 

 

SOMOS QUIENES SEREMOS

ESTRELLASLa idea de que somos como somos y no podemos cambiar ha marcado la vida ¡y la incapacidad! de muchas personas. ¡Cuántas veces hemos oído decir: “Yo soy así”, “Así me parió mi madre”, “Yo a mi edad no pienso cambiar”, y muchas otras frases similares que muestran la reducción de la persona de sí mismo a una cosa inmutable. No somos nuestro pasado, o al menos podemos no serlo si queremos.

Estamos tan acostumbrados a tener como referente único el pasado que admitimos como criterio esencial el feed-back. “Dime cómo lo he hecho” preguntamos, poniendo el foco en lo que tengo que mejorar, en lo que debo cambiar para la próxima vez.

Y no sólo a nivel personal, en el mundo empresarial también se utiliza el pasado como criterio único. Bien dice mi querido amigo Josepe (http://josepegarcia.blogspot.com.es/) en el libro 2001 Odisea Management, de editorial Rasche  (http://www.editorialrasche.es/) “Desgraciadamente, en el mundo de la empresa todavía se evalúa mayormente desde el desempeño (lo que he hecho) y se deja de lado lo más importante (lo que soy capaz de hacer)”

 Para muchos coachees el darse cuenta de que puede elegir es un auténtico descubrimiento que abre las puertas a una “segunda vida” en la que la consciencia y la elección personal se convierten en la brújula para no perder el rumbo de su vida.

 We are what we become: somos aquello que llegamos a ser. Preciosa frase que cambia el foco del pasado al presente. Ya no se trata sólo de lo que he sido, sino de lo que soy ahora.

Lo más impresionante del ser humano es su capacidad para construirse día a día. Por mucho que nuestro equipamiento genético nos predisponga e incluso determine en algunos aspectos como la constitución física, la altura, o ciertos rasgos del carácter y la personalidad, la realidad es que no tenemos límites cuando nos proponemos ser de una determinada manera.

 Esto es fácil de apreciar cuando se trabaja en desarrollo de personas, y especialmente con coaching. La idea de que una persona puede elegir cómo sentirse ante algo que le ocurre, diseñar su futuro, y conseguir sus sueños no sólo es fascinante, impresiona profundamente. El constructivismo personal es el planteamiento que subyace en la psicología positiva y en el coaching. Si no pensaramos que la persona puede elegir cómo ser y qué hacer diferente para ello, no tendría sentido el desarrollo personal.

Resulta sorprendente ver los potentes recursos que las personas tenemos para hacer frente a nuestra vida, las “fortalezas” que hacen de nuestra mente una auténtica fábrica de poder personal. Con frecuencia difuminadas, con frecuencia desconocidas son, sin embargo, fáciles de desarrollar.  Podemos entrenarnos en pensar en positivo, aumentar nuestro tiempo emocionalmente positivo, reforzar nuestro sentido de valía, autoestima y ejercitar la resiliencia entre otros. Es un ejercicio en el presente que nos empodera y nos permite sentirnos más capaces y satisfechos.

Aquí ya no importa tanto el feed-back como el feed-within de quiénes estamos siendo.

Pero no hay nada tan potente como partir de la visión del futuro. Acostumbramos a soñar desde el me gustaría ser, pero menos frecuentemente a soñar desde el quiero ser. Y esto es probablemente la acción más potente y rica para el desarrollo de uno mismo. Es un ejercicio esencial en coaching y también en el desarrollo de un equipo. Se trata ahora del feed-forward, de recibir la información de lo que quiero llegar a ser que se convierte en mi meta, y a la vez en mi camino hacia ella. Nada mueve más a una persona que verse a sí misma haciendo algo ya. Nada impulsa más que la propia idea de uno mismo. Así que para cerrar esta línea de tiempo de la propia vida es imprescindible contar con el futuro en el que queremos vivir.

Si el feed-back nos dice que hemos hecho en el pasado, nuestros actos, el feed-within nos informa de cómo nos enfrentamos al aquí y ahora, nuestros pensamientos y sentimientos en el presente, y el feed-forward nos dice quienes queremos ser, nuestros sueños desde el futuro.

Ojalá cale poco a poco esta idea también en el ámbito educativo y se trabajen más la construcción voluntaria y decidida de uno mismo desde la adolescencia.

Nunca es demasiado tarde para elegir cómo sentirse ante la propia vida, y no hay nada como hacerlo desde nuestro ideal de nosotros mismos.

¿TRANSMITIR EMOCIONES ES SER MÁS HONESTO?

Me llama la atención por dos razones. La primera es la sensibilidad cada vez más extendida entre los profesionales del marketing, el  management, la educación, la salud, el bienestar,…  hacia las emociones y su esencial papel en quiénes somos, y cómo somos, y en general, hacia los conocimientos de las neurociencia generados por los psicólogos. No es de extrañar, son sectores orientados a cómo influir en las personas y conseguir que hagan determinadas cosas, tales como, por poner algunos ejemplos, conseguir objetivos, realizar aprendizajes, o tomarse un medicamento.

La segunda, porque afirma que transmitir emociones está relacionado con la honestidad. Yo me pregunto: ¿Y si las emociones que transmito son elegidas deliberada y perversamente, es eso honesto, ¿Es esto un juicio de valor de todo o nada? ¿Es que no somos honestos si no mostramos emociones? ¿De qué emociones estamos hablando?   

Identificar nuestras emociones tiene que ver con reconocer nuestras reacciones, no porque sean más auténticas, sino porque son más automáticas ante lo que nos ocurre. Me plantea una reflexión ¿Se es más auténtico por responder desde nuestra primera reacción, o se es más auténtico por asumir nuestras reacciones como propias?

Es cierto que empiezan a aceptarse las emociones como parte esencial de nuestro equipamiento biológico para vivir, y no sólo como fuerza ignotas que nos arrastran y despersonalizan. Lo peor, cuando se perciben como fuerzas incontrolada o seres ignotos, “aliens” que nos habitan y están dentro de nosotros. ¡uff!

Sin duda estamos viviendo un cambio de paradigma con respecto a las personas. En este siglo algo ha cambiado. Las personas se están convirtiendo en el eje central de la conciencia colectiva. No hay más que seguir la actualidad de blogs, cursos, congresos, etc., para darnos cuenta de cómo el interés por la persona y su propio desarrollo se está convirtiendo en un trending topic.

Sí, sí y sí a la responsabilidad personal con la propia vida. ¿Seguimos necesitando figuras de autoridad que nos digan cómo vivir nuestra vida, que nos creen certezas y modelos? Creo que sí, y en estos tiempos de incertidumbre puede que incluso se incremente la necesidad de figuras que nos arrastren y den instrucciones sobre cómo vivir y sentir que nos resultan tan útiles porque reducen la incertidumbre de nuestra vida.

Sin embargo, hay muchas personas que se dan cuenta de su insatisfacción, de su desencaje, incluso de su dolor ante la forma en que se sienten ante la vida y, en algunos casos, buscan cómo cambiar su forma de enfrentarse a la vida, en sí mismos y no en figuras de autoridad, dogmas de fe, o creencias colectivas. Es algo que aparece de forma constante en los procesos de coaching, y en los talleres de desarrollo personal en los que trabajo.   

Ya lo decían los griegos en el frontispicio del templo de Delfos: “conócete a ti mismo”, darte cuenta de cómo reaccionas, de qué te “saca de quicio”, de cómo interpretas lo que te ocurre, pienso que es el primer paso para ser coherente contigo mismo, y no un ser al vaivén de las circunstancias.  

Puede que el segundo paso sea no ocultarte, engañarte o eliminar ese darte cuenta, y aceptarlo y comprender qué te ocurre. Un tercer paso es actuar en consecuencia. ¡Todo un reto!

Pero si apuestas por la identidad, el bienestar y la vida plena puede que este reto sea tuyo.