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LA EMOCIÓN QUE NOS CAPACITA PARA LA ACCIÓN

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En cualquier emoción y desde cualquier emoción hay una posibilidad de acción para las personas. Si considero que una emoción como la del miedo es sólo un obstáculo, focalizaré mi atención en enfadarme por ello y, como mucho en eliminarlo –o superarlo-. ¿Es esta la forma más útil de utilizar mis emociones?

¿Cómo reaccionas tú ante las situaciones de tu vida?

Si considero que la emoción es una información, una energía que genera modos de actuar que me son útiles para mi propio bienestar y capacidad de acción, puede que no tenga inconvenientes en ser consciente de ella, aceptarla y gestionarla a mi favor.

Darse cuenta es el primer paso. En el momento en que aceptas la situación deja de dominarte, ya puedes gestionarla tú.

Esta es la propuesta de mi libro “Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación” que presentaré el día 21 de noviembre en la sede de Lider-haz-go.

Y si quieres vivir desde dentro las emociones participa en el talller que impartiré en esta escuela el día 30 de noviembre.

Lider-haz-go C/ O´Donnell, 18 // 91 431 11 62 // info@lider-haz-go.es

Y para que sepas un poco más de cómo sentimos las emociones, aquí tienes un fragmento de mi libro.

¿En qué consiste la capacidad de darnos cuenta? En esa línea evolutiva de cada vez mejorar la capacidad de respuesta para sobrevivir, surgió una nueva capacidad, la de “darse cuenta” de lo que se siente. Ese darse cuenta, la consciencia, nace del trabajo conjunto de todo el cerebro tal y como ha comprobado un equipo de neurocientíficos franceses del INSERM en 2009. Incluso han identificado una “marca de consciencia”, es decir, un patrón de actividad neuronal correspondiente a la consciencia, y que tal como había planteado el profesor de genética molecular Johnjoe McFadden es el resultado de la interacción electromagnética de las neuronas. Cada vez que una neurona se activa, envía una señal electromagnética al cerebro, que queda retenida automáticamente junto con el resto de información cerebral, creando un “espacio consciente”.

Es precisamente la capacidad de darnos cuenta, es decir la consciencia, la que nos permite pasar de la respuesta automática a elegir la respuesta más adecuada a la situación.

La consciencia tiene un papel clave en la gestión de la información. Nos permite agrupar y compactar la información relativa a un tema, identificarla, interpretarla, evaluarla y actuar en función de ella.

Pensemos, por ejemplo, en la situación de encontrarnos en un acto social con una persona que se dirige a nosotros. Por un momento no sabemos quién es. A los pocos segundos la reconocemos. En ese micro espacio de tiempo se ha producido una búsqueda de información en relación a esa cara y toda la información que tenemos asociada a ella: su nombre, dónde la vimos antes, qué relación tenemos con ella, cómo la valoramos, etc. De repente tomamos consciencia de quién es, y actuamos en consecuencia. Puede que queramos eludirla, o que queramos saludarla, y en ese caso elegimos también el tipo e intensidad del saludo.

Por lo tanto, la consciencia induce una determinada conducta pero de forma inmediata no elimina la emoción ya que como hemos visto los procesos intelectivos son más lentos que los emocionales. El papel de la consciencia en la gestión de las emociones es precisamente “darnos cuenta” del estado físico del cuerpo emocionado, es decir, sentir las sensaciones que se producen en el cuerpo tales como una taquicardia, o una contracción muscular, si no, y esto es lo más relevante, como una sensación global, y a la vez, específica, que afecta a todo el cuerpo y que las personas identificaremos, gracias a la socialización, como un sentimiento al que podemos nombrar.

Desde los primeros tiempos de la investigación en psicología Henry James (1842 -1910) ya había propuesto que los cambios que ocurrían en nuestro cuerpo en una determinada situación, hacían que el cerebro elaborase una representación mental de ellos, el sentimiento. El reconocido investigador Antonio Damasio ha comprobado que los cambios que ocurren cuando una persona tiene miedo, como la liberación de la adrenalina o el aumento de latidos cardiacos, son lo que hace que sienta el miedo, y no al revés, que como consecuencia de tener miedo se produzcan los cambios en el cuerpo. Sin embargo aún hay quien se sigue haciendo la pregunta qué es antes si el sentimiento o la emoción, ¿tiemblo porque tengo miedo, o tengo miedo porque tiemblo?

Los cambios fisiológicos que origina la emoción son percibidos como sensaciones corporales a los que llamamos sentimientos. Así pues los sentimientos son la experiencia consciente del estado del cuerpo. Nos “sentimos emocionados” al darnos cuenta de los cambios que ocurren en el cuerpo por una respuesta emocional. Y este uso del lenguaje donde mezclamos de forma indiferenciada emoción, sensación y sentimiento nos lleva a decir “estoy emocionado” cuando lo que siento son las sensaciones que producen una emoción. Esto es indicativo del desconocimiento que existe en torno a las emociones, lo que son y cómo nos afectan. A la luz de los descubrimientos de la neurociencia, y considerando la importancia de las distinciones que con el lenguaje hacemos de nuestra realidad, deberíamos decir “siento un sentimiento” o “tengo una emoción”.

Ser conscientes de que sentimos las emociones, supone evolutivamente un cambio cualitativo impresionante en nuestra naturaleza humana, aunque hay que señalar que se han identificado ciertos niveles de consciencia en otras especies, especialmente en los primates.

Cada emoción provoca un patrón diferente de respuesta, todo un programa corporal, cognitivo y conductual, que el cerebro percibe como diferentes y que interpretamos como sentimientos diferentes.

Gracias al avance tecnológico, y especialmente con las neuroimágenes funcionales, actualmente es posible estudiar lo que ocurre en el cerebro de una persona cuando “siente una emoción”. Las neuroimágenes funcionales son imágenes de resonancia magnética que muestran, mediante colores graduados el aporte de sangre en una zona. Cuando una zona del cerebro está más activada, y por lo tanto, implicada en una actividad, demanda un mayor aporte de riego sanguíneo, de ahí que podamos saber con estas neuroimágenes qué zonas se activan ante un determinado estímulo o tarea, y también conocer cuando una persona está experimentando un sentimiento u otro. Así se ha identificado que los sentimientos se localizan principalmente en la corteza cerebral, especialmente en las zonas de la corteza cingulada anterior, la corteza somatosensorial, la corteza ínsula, aunque también están implicados el hipotálamo y núcleos del tronco del encéfalo. Como ya se ha indicado el cerebro trabaja como un sistema abierto y todas las zonas especializadas en una función determinada se implican de forma coordinada en las tareas necesarias para vivir.

¿Qué activa a estas áreas de los sentimientos?

En realidad hay diferentes formas de provocar un sentimiento. Las personas somos sistemas abiertos y recibimos información de múltiples fuentes, todas interconectadas: cognitivas como el pensamiento o el recuerdo o la imaginación; corporales como la postura, la expresión facial o la respiración; sociales como el contagio de las emociones de otros y externas como hechos que nos generan ese sentimiento.

Los sentimientos y el sentido propioceptivo, es decir, el sentido de cómo están las diferentes partes del cuerpo, se localiza en estas mismas áreas cerebrales, por ello se mezclan las sensaciones y los sentimientos, y nos resultan indiferenciables.

En definitiva, los sentimientos no sólo se corresponden con hechos, también pueden originarse en representaciones cerebrales (pensamientos, imágenes), es decir, sentimientos, diferentes de los que corresponderían de forma habitual a lo que está ocurriendo, y por ello podemos decidir sentir los sentimientos que elegimos sentir.

Y este potencial de elección está ligado a algo que nos hace personas: la autoconsciencia. El darnos cuenta de que nos damos cuenta. Puedo sentir que siento. Como señala el neurocientífico Antonio Damasio, “Soy en cuanto que me doy cuenta que soy, de que eso que pasa, me pasa a mí” Lo que siento me permite darle a mis sentimientos la dimensión que yo elijo. Puedo recrear un sentimiento de plenitud y calma interior o puedo sentirme resentido con alguien, el mundo, o la vida. El psiquiatra Viktor Frank (1905-1997) en su obra El hombre en busca de sentido, ha ilustrado cómo, hasta en la peor de las circunstancias una persona es capaz de elegir los sentimientos con los que afronta lo que le ocurre.

Podemos pensar sobre nuestro pensamiento, y nuestros sentimientos, meta-representarlos, y modificarlos, porque los sentimientos son una representación de lo que nos ocurre, y pueden estar más allá de los estímulos que los originaron.

Si quieres saber más, puedes leerlo en mi libro «Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación».

Ahora mismo está distribuyéndose en los principales puntos del país, pero si no lo encuentras ponte en contacto conmigo respondiendo a esta entrada o si lo que deseas es un coaching del máximo nivel emocional.

LOS INGREDIENTES DE LA FELICIDAD

Imagen2El día 13 de noviembre presentaré de nuevo mi libro “Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación”. Esta vez en un espacio único por el respeto y aceptación de la otra persona, sea quien sea ésta. Es un espacio donde la utopía de la felicidad se materializa cada día en los procesos de desarrollo personal que allí tienen lugar. Es el espacio de CIVSEM donde se produce el “milagro personal” de facilitar que cientos de personas se sientan dueños de su vida y capaces de elegir cómo sentirse ante ella. Un espacio donde muchos descubren por primera vez cómo se relacionan con sus emociones, cuáles son sus sentamientos y cómo su pensamiento influye en su propio bienestar.

Decía Martin Seligman, el autor de “La auténtica felicidad” y psicólogo clave en la Psicología Positiva que hay tres caminos para alcanzarla. El camino de la vida agradable a través de las emociones, el de la vida comprometida a través de la conexión entre la actividad interna o externa y el de la vida personal a través del significado personal.

Habitualmente pensamos que estar contentos es el camino de la felicidad, sin embargo las emociones pueden ser diversas y no sólo desde la alegría se siente uno feliz. Además, no es el único camino para la felicidad. De hecho los dos caminos del compromiso y el significado aportan más satisfacción a la vida que el pasar un buen rato, a pesar de que esto sea estupendo en sí mismo. La vida comprometida implica estar involucrado en la actividad que uno realiza, en sus relaciones y vocación. Emoción positiva y compromiso juntos no conducen a la satisfacción profunda, por ejemplo, uno puede sentirse felizmente comprometido en dejar su vida. El tercer camino por el que encontramos significado, propósito y el sentido con una causa mayor es el ingrediente que faltaba. Los tres juntos agrado, compromiso y significado nos llevan a crear una vida plena.

Y estos son los caminos que se trabajan en CIVSEM y son los caminos en los que trabajo, ¿puede haber rutas más atractivas?

Un espacio perfecto para hablar de emociones capacitantes.

Será el miércoles13 a las 19,30 h. en la C/ Rufino González 14 Escalera 1. 1ª Planta T. 91 449 08 61

UNA HORA EMOCIONANTE

BX1XSKgIgAAfvxt Hablando de emociones se pasan las horas. Sí, me gusta hablar de emociones, me gusta poner en valor las emociones, me gusta llevar las emociones al mundo de las empresas tanto o más que a las personas. Me gustan las personas que quieren estar emocionados, que quieren reconocerse en las emociones, que quieren aceptarlas, valorarlas, usarlas.

Las emociones son nuestra naturaleza, son parte de nosotros mismos y con ellas interpretamos lo que ocurre, actuamos, trabajamos, ¡¡VIVIMOS!!

No puede concebirse el comportamiento de las personas como un acto de lógica matemática, lejos de ello los actos de las personas están pasados por el filtro del significado para uno mismo. ¿Qué significa esto? ¿Me ayuda a sobrevivir o por el contrario entra en conflicto con ello?; ¿me ayuda a estar bien o por el contrario me hace pensar que estoy en peligro, en pérdida, en amenaza? Para eso están las emociones, para filtrar y ayudarnos a entender y responder con rapidez y certeza.

Claro que otra cosa es cómo entendemos las cosas  y lo peor de todo, si sólo lo entendemos de una determinada forma (pero ese será el tema de otro libro)

Las emociones son el filtro básico y sin ellas no salimos a la calle. ¿Cómo es posible entonces pensar que en el trabajo no tienen cabida? Cualquiera que quiera evitar esto se hace un flaco favor a sí mismo ya que interpreta la vida de forma parcial, limitada, eludiendo precisamente la información más básica: la emocional.

Con motivo de la presentación de mi libro “Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación”, estuve en Zenworking radio estupendamente acompañada por otro experto en emociones y gran amigo, además de prologuista de mi libro, Ovidio Peñalver (es.linkedin.com/pub/ovidio-peñalver/11/238/805; @ovidioisavia). Allí estuvimos hablando durante un “buen rato” con otra coach Elena Mendoza (es.linkedin.com/pub/elena-mendoza-de-la-fuente/15/a09/752; @zenworking) en su programa de Zenworking. Aquí tenéis el enlace para que podáis disfrutar de nuestro fluir en el programa.

http://zenworking.radio3w.com/conocer-las-emociones-que-son-y-como-utilizarlas/

Sera magnífico contar con vuestros comentarios.

 

Y si queréis aprender mucho más de cómo gestionar vuestras propias emociones y las del coachee, la cita está muy próxima, el próximo 30 de noviembre. Más información en info@lider-haz-go.es

VIVO EN UNA URNA DE CRISTAL, ¿SIN EMOCIONES?

urna de cristal Me preguntaba una persona en la presentación de mi libro emociones capacitantes el 9 de octubre en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid si una persona que siempre hubiera estado en una urna de cristal tendría emociones o si se necesitaban estímulos externos para que se le generaran.
Interesante pregunta, ¿verdad?

Tendemos a pensar que nuestras emociones son producidas por lo que pasa fuera de nosotros. ¿Es cierto esto? Sin duda lo que ocurre en nuestro mundo nos produce reacciones emocionales de todo tipo. Un ruido repentino genera en nosotros una reacción emocional de sorpresa, a la que sigue habitualmente otra emoción como es el miedo, la alegría, el asco. Una noticia de la pérdida de alguien querido nos produce tristeza. Un coche que nos pasa rozando nos puede generar ira. Y así sucesivamente. Lo que ocurre en el mundo físico es una fuente inagotable de emociones. También lo es lo que ocurre en nuestro mundo social, el efecto de las conductas de las otras personas en nosotros tiene tal vez un carácter más profundo y simbólico y es más fácil que afecten nuestro sentido de nosotros mismos: nuestra identidad.
Pero volvamos a la pregunta inicial, ¿sólo del mundo externo proceden mis emociones?

NO

Recuerdos, imaginaciones, pensamientos, sensaciones, cambios fisiológicos, son fuente continua de emociones, tanto o más que las anteriores. Mi naturaleza humana es mi principal fuente de emociones porque es parte de mi equipamiento para vivir.

Yo puedo imaginarme sintiéndome bien, aceptando el “aquí y ahora” y reorganizar mi mente y mi cuerpo para ello: comienzo a respirar más lento, tal vez entrecierre los ojos o incluso los cierre, mi cuerpo entero se afloja y adquiero una posición de apertura.

Yo puedo recordar el miedo que pasé en una situación cualquiera en la que no sabía cómo salir adelante y resolverla, tal vez un examen, tal vez cruzar un puente inestable, tal vez un conflicto personal con otra persona. Y esto significa que no sólo recuerdo, digamos a nivel de evocación mental, todo mi cuerpo evoca las reacciones que asocié a esa situación: encogimiento general del cuerpo, respiración mínima, entrecortada, paralización general, etc. Sólo si desorganizo / “desprogramo”, ese conjunto de reacciones asociadas al recuerdo podré en un futuro recordarlo de otra manera.

Las nuevas técnicas de neuroimagen nos han aportado también una información importante: personas en coma evocan recuerdos y experiencias emocionales.

Cuando soñamos evocamos también emociones asociadas a cómo experimentamos la situación y se ha podido comprobar que el bebé en el seno materno puede estar soñando a la vez que la madre. No podemos saber el contenido del sueño, pero lo que sí sabemos es que la neuroquímica de la madre está llegando al bebé, y por lo tanto, lo que ese set de neurotransmisores conlleva es lo que le llega al niño induciendo las respuestas propias a esos componentes químicos.

En otras palabras, sólo un cerebro dañado estructural o funcionalmente no generará respuestas emocionales.

Si recordamos el famoso caso de Phineas Gage (primer caso documentado científicamente sobre los daños cerebrales y el comportamiento), quien tras sufrir un terrible accidente que dañó la conexión entre la zona límbica y el córtex cerebral, podemos darnos cuenta de que las emociones van a estar ahí. ¿Phineas dejó de tener emociones? No, pero no podía gestionarlas. No sabía que era apropiado y qué no.

Seguimos pensando en las emociones como fuerzas independientes a nosotros mismos que nos dominan, que incluso son desagradables, como enemigos muchas veces de nosotros mismos. A veces me ha dado la impresión de que alguna persona las vivía como crías de aliens que habitaran en su interior, incluso con frases tan descriptibas como “las emociones que me habitan”.

Este siglo XXI nos está trayendo muchas inquietudes, muchos retos en la evolución humana, una de ellas, las ganas de superar la dicotomía permanente entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre la razón y la emoción, entre el competir y el colaborar. Hay nuevas aspiraciones de integración, de ampliación de consciencia, de ir más allá de lo límites de nuestros propios juicios y de ampliar nuestro conocimiento basándonos en las múltiples perspectivas que los múltiples observadores que somos, somos capaces de ver y aportar.

La ingente cantidad de noticias sobre emociones forma parte de esta inquietud.

Señores, señoras, reconozcamos a las emociones como parte de nuestra naturaleza humana, como parte de nuestro equipamiento para dar respuestas funcionales y mejor adaptadas a nuestros retos diarios, como un recurso valiosísimo para triunfar no sólo en el sobrevivir, sino en la calidad con lo que lo hacemos. Sin ellas y su integración con nuestro pensamiento, al igual que le ocurrió a Phineas Gage, no sabemos lo que nos conviene o lo que es más adecuado para nuestra vida.

La última película de Star Trek nos ofrece un ejemplo fantástico sobre la integración de la razón y la emoción en la persona. Dos personajes tradicionalmente enfrentados en su dualidad, aproximan en esta película sus anhelos. Spock, quien antes era pura lógica y racionalidad, lucha ahora por integrar su dimensión humana (emocional) en su vivir y tomar decisiones más acordes con su naturaleza humana y vulcaniana, en definitiva, en sacarle el mayor partido posible a todo su bagaje genético y cultural: razón (lógica) y emoción.

El capitán Kirk, quien antes podía ser el adalid de la toma de decisiones en base a la balanza de costes y beneficios, adquiere ahora una identidad “visionaria”, pasional, donde las relaciones, la fidelidad, la cohesión de equipo y la amistad son las claves de un comportamiento colaborativo excepcional que lleva a “RESULTADOS EXTRAORDINARIOS”.

Los logros del equipo son los logros de la INTEGRACIÓN, de la ACEPTACIÓN “del otro como legítimo otro” que se dice en la terapia humanística de Rogers y en el coaching ontológico.

ACEPTAR, RESPETAR, ACOGER, AGRADECER, FLUIR Seguir leyendo VIVO EN UNA URNA DE CRISTAL, ¿SIN EMOCIONES?

EMOCIONES CAPACITANTES, SI

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Emociones capacitantes SÍ, porque las emociones nos capacitan para vivir. Nuestros pensamientos, nuestros actos y nuestra salud son fruto del impacto que éstas tienen en nosotros.  Pero ¿cuáles son las emociones? ¿Qué me permiten hacer? ¿Puedo elegirlas? Importantes preguntas que me han llevado a investigar y experimentar, desarrollando un modelo sencillo y operativo no sólo para el trabajo con las emociones en coaching sino para el desarrollo de personas en sus diferentes facetas: liderazgo, educación y convivencia en general.

Con este libro propongo un modelo de trabajo con las emociones que se  caracteriza por su carácter integrador, sistémico y práctico que convierten sus propuestas en una guía útil para que los coaches puedan facilitar emociones capacitantes en sus clientes, los líderes puedan gestionar a sus equipos y los educadores comprendan con facilidad las reacciones de sus alumnos. En definitiva, para que toda persona comprenda y gestione mejor sus propias reacciones emocionales y las de otros.

Es fruto de una exhaustiva revisión bibliográfica, del trabajo con focus group y una dilatada experiencia en el trabajo para la evolución de las personas. Cada emoción es abordada de forma multidimensional, contemplando a la persona como un sistema en sí misma, y teniendo como foco principal a qué responde la emoción, y las posibilidades de acción que genera. Con ello se clarifica el papel de las emociones y se consigue un marco operativo sencillo para entenderlas y gestionarlas, que es especialmente útil en el coaching. El modelo de emociones capacitantes constituye una guía esencial no sólo para comprender y gestionar las emociones de forma funcional, sino para aprender a generar emociones adecuadas a los objetivos que nos planteamos. 

Estaré presentando el libro el día 9 de octubre junto con Ovidio Peñalver quien lo ha prologado en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

VISION = MI FUTURO

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Visión = Ver. Claro que significa ver. En wikipedia se dice que visión es la capacidad de interpretar nuestro entorno gracias a los rayos de luz que alcanzan el ojo. Circunscribe por tanto la visión al sentido de la vista, a la capacidad de recibir información a través de nuestros ojos.

Pero por visión pueden entenderse, además otros significados más simbólicos y significativos para la mente humana y su capacidad de construir la identidad de la persona. Significados que tienen que ver con el diseño de nuestro futuro, con alcanzar nuestros sueños realizados o con definir nuestro yo ideal.

La visión va más allá del simple ejercicio físico de ver. Tiene que ver con crear nuestro futuro. Sí, crearlo. No se trata de esperar de forma pasiva a ver qué nos depara el mañana, sino de actuar de forma proactiva ideando ese mañana, desde nuestros valores, desde nuestros principios y fortalezas. Supone liderar nuestro destino porque es ahí donde queremos estar.

Por eso se utiliza como ejercicio “clave” en coaching. Visión es proyectarnos en el futuro en el que queremos estar.

Este ejercicio de visión se constituye como uno de los ejes claves del cambio de las personas. Cuando lo utilizamos en el coaching individual o de equipo tratamos que las personas imaginen ese futuro que quieren vivir y en el que quieren estar, porque sólo desde un punto de referencia que les implique, y que consideren de éxito para ellas tendrán la voluntad suficiente para hacer los cambios que les conducirán hasta ese futuro deseado.

La definición de la visión es una práctica necesaria de la estrategia empresarial y como tal la hemos aprendido en los masters de dirección empresas. Sin embargo, su alcance es mucho mayor. Es tan potente que puede utilizarse con cualquier finalidad: el futuro de una empresa, departamento, equipo, negocio, persona,…

Tener una visión requiere de un punto de referencia de éxito que nos permite cambiar nuestros paradigmas. No podemos enfrentarnos a los desafíos del siglo XXI con paradigmas restrictivos donde la competición es la estrategia principal y el yo gano – tu pierdes, o el yo te hundo a ti para subirme encima tuyo y resaltar yo es la actitud predominante. Necesitamos “madurar”, evolucionar como personas y avanzar desde la mísera perspectiva de la defensa de mí mismo, al amplio espectro de posibilidades que ofrece la confianza en mí mismo y el querer colaborar con otros en aras de construir un espacio de relaciones y resultados diferentes.

Necesitamos enfrentarnos a nuestros nuevos retos con estrategias orientadas al éxito y al bienestar, fundamentadas en los elementos que la psicología positiva señala como bases del fortalecimiento de la persona, en las que las personas son aceptadas per se, y donde las diferencias individuales se convierten precisamente en una fuente de riqueza.

Cuando trabajamos la visión de una persona sobre sí mismo y su vida, siempre hay preguntas que les resultan impactantes: “¿dónde te ves de aquí a un año”, “¿cómo titularías la película de tu vida?”, “¿para qué vives?”, … No importa la pregunta, lo importante es que enfrentamos a la persona ante el hecho de reflexionar sobre lo que quiere hacer con su vida, y para mí, lo más importante, cómo se quiere sentir en ella. Lo habitual es la pasividad, el dejarse arrastrar, el vivir en la inconsciencia y el automatismo. Ante preguntas cómo esta que atañen a su propia existencia, ningún coachee queda indemne, sólo llevarle a que reflexione sobre ello, hace que mire su vida de forma diferente, con una mirada proactiva en vez de pasiva; hace que se sienta “responsable” de cómo sentirse ante ella y no una “víctima” de las circunstancias de su vida. Ya ha cambiado la direccionalidad de su existir, ya ha cambiado él, ya ha cambiado todo. Después queda el trabajo de andar ese camino que imagina para llegar a su futuro.

Pongamos un ejemplo ahora de trabajo con visión en equipo. Una empresa educativa en la que sus directivos destacan por su sensibilidad a la innovación en sus metodologías y la excelencia de los resultados que buscan en todos los órdenes, se dan cuenta de que su equipo de colaboradores de 30 personas no está alineado con los principios que para la dirección son claves en su acción. En este caso tiene una especial trascendencia por cuanto su trabajo incide directamente sobre unas 250 personas. Esta necesidad les lleva a plantear cómo alinear, implicar e ilusionar a todo el personal con el proyecto del centro.
Una mirada sistémica es esencial como primer paso. Las personas tomamos consciencia de donde estamos en nuestro equipo como sistema, qué aportamos con nuestro estar en él y que recibimos de los demás, y cómo afecta todo esto al conjunto de la empresa.

El siguiente video refleja de una forma simbólica la capacidad que tenemos las personas para situarnos y movernos en el conjunto de nuestras circunstancias.

El ejercicio de visión les ayuda a imaginar el futuro en el que quieren estar. En este caso es un ejercicio de visión compartida por todo el equipo que genera una direccionalidad especialmente visible en sus relaciones, y en paralelo en su trabajo.

Al año de crear la visión compartida, se ha renovado con una nueva definición. La evolución es percibida por todos. Han co-creado su forma de relacionarse y de abordar los retos constantes de su trabajo. El alineamiento y la satisfacción crecen. Si en el primer ejercicio de visión las posiciones individuales, los juicios de imposibilidad y la desconfianza aparecían tiñendo todo el contenido; en este nuevo ejercicio de visión, la confianza, el positivismo y la fuerza son los ejes centrales sobre los que se ha diseñado la nueva visión.

Al igual que una persona, los equipos necesitan reflexionar dónde están y definir su ideal de relaciones. Numerosos estudios han demostrado ya que cuando las personas se sienten confiadas y seguras su productividad es mayor, la conflictividad es menor, las ausencias físicas y mentales también son menores.

Es fácil de entender que si una persona no sabe hacia dónde dirigirse puede pasarse la vida dando tumbos de un objetivo a otro, o de una actividad a otra, o simplemente viviendo de forma inconsciente y pasiva sus días. A los equipos les ocurre lo mismo. A las organizaciones también.

Sólo nos faltaría que estas posibilidades que el trabajo en la visión abren llegaran a la sociedad. Sería soñar con un mundo mejor seguramente. El bienestar no es un nivel económico, es un “estar bien” en la vida que no conseguimos simplemente con dejarnos arrastrar por las circunstancias y los días, sino con la reflexión y el compromiso personal con uno mismo en crear nuestro futuro.

LA VOLUNTAD UN AS PARA EL CAMBIO

VOLUNTAD

¿Puede impulsar el coaching la voluntad?

Con el coaching la consciencia necesaria, la visión, la definición de objetivos, el plan de acción necesario para alcanzarlo y el convencimiento en su capacidad para conseguirlo del coachee no sólo se construyen sino que pueden alcanzar la intensidad necesaria para lograrlo. El desarrollo de la voluntad se ve iniciada y reforzada en el espacio del coaching muy por encima y en menor tiempo de lo que por sí mismo el coachee hubiera podido conseguir.

Luego al igual que un músculo, la voluntad se fortalecerá con el ejercicio. Si se deja de ejercitar se debilita. Cada situación que requiere un esfuerzo de voluntad es una oportunidad para cultivarla, lo que implica trabajo, esfuerzo, dedicación y constancia.

Diferentes voluntades en las diferentes fases de la acción

Para conseguir un propósito se requiere una voluntad diferenciada según sea el momento de la acción: el inicio, la persistencia, la superación de obstáculos y la orientación a un logro excelente. En cada momento el componente de la acción y la voluntad requerida para empezar, persistir y culminar, es diferente y el papel del coach también puede ser diferente.

Voluntad para empezar algo: Voluntad inicial: La voluntad para romper con la inercia, la deriva en la rutina cómoda, la “caja de confort” de lo conocido y habitual, los hábitos consolidados y el descenso continuado en la espiral de la inconsciencia y, a la vez, impulsarse hacia la toma de consciencia de lo que se quiere y ponerse en marcha hacia ello. Sin ella no habrá cambio posible. Por sí sola no será suficiente para alcanzar la meta, necesitará de la constancia para superar las dificultades que irán surgiendo o sólo será un intento y se abandonará. La voluntad inicial se refuerza intensamente con la ayuda de otra persona y especialmente de un coach. El coach facilita que la persona elija si quiere dirigir proactivamente sus decisiones y actos o prefiere seguir igual o dejar la responsabilidad en manos ajenas. La distinción entre locus de control externo o interno de la Teoría de la atribución resulta tan esclarecedora, que el coachee se muestra con frecuencia sorprendido al descubrir donde sitúa su control. Descubrir que ha asumido un papel de “victima” de sí mismo muchas veces es el detonante de una explosión de indignación, estupor, sorpresa, seguido en muchos casos de tristeza, enfado o rabia. Este descubrimiento supone un cambio de observador en términos de coaching y resulta sumamente esclarecedor para el coachee y necesario para su avance en el coaching. Es, probablemente uno de los aspectos del cambio donde más impacto puede tener el coaching, por cuanto es el gran detonante de un cambio de dirección hacia la toma activa de responsabilidad sobre las decisiones.

Voluntad para mantenerse en lograrlo: Voluntad perseverante: Compuesta de tesón, empeño, firmeza, la voluntad perseverante permite persistir en el esfuerzo por conseguir la meta, y se va robusteciendo a medida que se repite el esfuerzo en conseguirlo. Esta voluntad es la que permite alcanzar cualquier meta. También aquí el acompañamiento del coach en el proceso facilita el fortalecimiento de esta voluntad perseverante, bien con su presencia, bien con el propio proceso de coaching que supone un seguimiento continuado de los planes de acción, bien con la energía que adquiere el coachee con el proceso mismo.

Voluntad para superar los inconvenientes: En el proceso de conseguir una meta pueden surgir inconvenientes que dificulten el avance e incluso la consecución. Es fácil dejar de hacer algo cuando sólo se encuentran obstáculos y para mantenerse con la voluntad firme de alcanzarlo es necesario tener muy claro el objetivo y una “visión” definida de lo que quiero conseguir. El papel del coach facilitando la clarificación de objetivos y el diseño de la visión, van más allá del aporte técnico que puedan ofrecer al coachee ya que precisamente son dos de los contenidos claves en los que se ha formado. Además su presencia sirve de acicate y estímulo para el coachee  

Voluntad para superar las frustraciones: La frustración es el valor que damos a tener un obstáculo entre la meta y yo, que vivimos como un bloqueo o impedimento. La persona fuerte se crece y madura superando sus frustraciones, gracias a la capacidad de resiliencia, capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación. Para Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra) “Es el factor diferenciador entre las personas que logran superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida”. Las distinciones que ofrece el coach, especialmente la de víctima-responsable, y otras como error – fracaso, facilitan que el coachee elija cómo afrontar las circunstancias de su vida y pueda desarrollar la voluntad de superarse e incrementar su resiliencia.

Para terminar lo empezado: Voluntad para terminar bien la tarea comenzada: Unida íntimamente al placer por la excelencia y el gusto por un trabajo bien hecho, es la voluntad de logro; requiere también la perseverancia y el trabajo continuado. Para fortalecer esta voluntad, el coach aporta nuevas distinciones: excelencia – exigencia, eficacia – eficiencia, que ayudan al coachee a reconocer sus criterios de acción y la utilidad y sentido que tienen.

“Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden, es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree  Paulo Coelho, escritor

Esto es parte de mi último artículo publicado en Capital Humano, 275 que te invito a leer en el siguiente enlace. https://elblogdeisabelaranda.com/wp-content/uploads/2011/12/la-voluntad-un-as-para-el-cambio_capital-humano.pdf

 

 

¿TRANSMITIR EMOCIONES ES SER MÁS HONESTO?

Me llama la atención por dos razones. La primera es la sensibilidad cada vez más extendida entre los profesionales del marketing, el  management, la educación, la salud, el bienestar,…  hacia las emociones y su esencial papel en quiénes somos, y cómo somos, y en general, hacia los conocimientos de las neurociencia generados por los psicólogos. No es de extrañar, son sectores orientados a cómo influir en las personas y conseguir que hagan determinadas cosas, tales como, por poner algunos ejemplos, conseguir objetivos, realizar aprendizajes, o tomarse un medicamento.

La segunda, porque afirma que transmitir emociones está relacionado con la honestidad. Yo me pregunto: ¿Y si las emociones que transmito son elegidas deliberada y perversamente, es eso honesto, ¿Es esto un juicio de valor de todo o nada? ¿Es que no somos honestos si no mostramos emociones? ¿De qué emociones estamos hablando?   

Identificar nuestras emociones tiene que ver con reconocer nuestras reacciones, no porque sean más auténticas, sino porque son más automáticas ante lo que nos ocurre. Me plantea una reflexión ¿Se es más auténtico por responder desde nuestra primera reacción, o se es más auténtico por asumir nuestras reacciones como propias?

Es cierto que empiezan a aceptarse las emociones como parte esencial de nuestro equipamiento biológico para vivir, y no sólo como fuerza ignotas que nos arrastran y despersonalizan. Lo peor, cuando se perciben como fuerzas incontrolada o seres ignotos, “aliens” que nos habitan y están dentro de nosotros. ¡uff!

Sin duda estamos viviendo un cambio de paradigma con respecto a las personas. En este siglo algo ha cambiado. Las personas se están convirtiendo en el eje central de la conciencia colectiva. No hay más que seguir la actualidad de blogs, cursos, congresos, etc., para darnos cuenta de cómo el interés por la persona y su propio desarrollo se está convirtiendo en un trending topic.

Sí, sí y sí a la responsabilidad personal con la propia vida. ¿Seguimos necesitando figuras de autoridad que nos digan cómo vivir nuestra vida, que nos creen certezas y modelos? Creo que sí, y en estos tiempos de incertidumbre puede que incluso se incremente la necesidad de figuras que nos arrastren y den instrucciones sobre cómo vivir y sentir que nos resultan tan útiles porque reducen la incertidumbre de nuestra vida.

Sin embargo, hay muchas personas que se dan cuenta de su insatisfacción, de su desencaje, incluso de su dolor ante la forma en que se sienten ante la vida y, en algunos casos, buscan cómo cambiar su forma de enfrentarse a la vida, en sí mismos y no en figuras de autoridad, dogmas de fe, o creencias colectivas. Es algo que aparece de forma constante en los procesos de coaching, y en los talleres de desarrollo personal en los que trabajo.   

Ya lo decían los griegos en el frontispicio del templo de Delfos: “conócete a ti mismo”, darte cuenta de cómo reaccionas, de qué te “saca de quicio”, de cómo interpretas lo que te ocurre, pienso que es el primer paso para ser coherente contigo mismo, y no un ser al vaivén de las circunstancias.  

Puede que el segundo paso sea no ocultarte, engañarte o eliminar ese darte cuenta, y aceptarlo y comprender qué te ocurre. Un tercer paso es actuar en consecuencia. ¡Todo un reto!

Pero si apuestas por la identidad, el bienestar y la vida plena puede que este reto sea tuyo.

EMOCIONES CAPACITANTES. APRENDER A GESTIONARLAS

Emociones capacitantes sí porque las emociones nos capacitan para la acción. Su papel motivacional es tan importante como su función. Las emociones nos permiten valorar lo que ocurre, interpretarlo y actuar en consecuencia.
Pero ¿cuáles son las emociones?, ¿qué me permiten hacer?, ¿puedo elegirlas?
Importantes preguntas que nos hicimos en mi promoción de coaches al acabar la certificación. Preguntas sin respuestas en ese momento, y que me llevaron a investigar y experimentar, desarrollando un modelo sencillo y operativo no sólo para el trabajo en coaching sino para el desarrollo de personas en sus diferentes facetas, liderazgo, educación, convivencia.
Un modelo de trabajo con las emociones fundamentado en la función de las emociones y su papel en la “forma de ser” y comportarse de las personas, que permite conocer y comprender su función para gestionarlas con más facilidad, y conseguir una mayor capacidad de acción y un mayor bienestar personal.
Dado que el coaching facilita acciones diferentes, trabajar las emociones en las que se fundamentan las nuevas acciones se convierte en una técnica esencial para el coach.
El modelo de emociones capacitantes se caracteriza por su carácter integrador, sistémico y práctico que convierten a sus propuestas en una guía útil para que los Coaches puedan facilitar emociones capacitantes a sus coachees.
Es fruto de una exhaustiva revisión bibliográfica, del trabajo con focus group y la experiencia acumulada en el ejercicio del desarrollo de personas. Cada emoción es abordada de forma multidimensional contemplando a la persona como un sistema en sí misma, y teniendo como foco principal a qué responde la emoción, y las posibilidades de acción que genera. Con ello se clarifica el papel de las emociones y se consigue un marco operativo sencillo para entenderlas y gestionarlas, que es especialmente útil en el coaching.
El modelo de emociones capacitantes constituye una guía esencial no sólo para comprender y gestionar las emociones de forma funcional, sino para aprender a generar emociones adecuadas a los objetivos que nos planteamos.
Su valor en los procesos de coaching es especialmente significativo ya que lo que una persona termina haciendo, tanto en fondo como en forma, está fundamentado en una emoción, y así lo ha reconocido la ICF valorando mi curso con 13,5 créditos como CCE (Continuing Credit Education) para la renovación de la acreditación como coach.
Si quieres conocer cómo trabajar con él, apúntate al curso que imparto los días 3, 10 y 17 de mayo. Puedes tener más información hablando con mpineiro@lider-haz-go.es, 627 997 986

LA LIBERTAD DE ELEGIR

Hace unos días en un foro de debate entre coaches (había unos 30), alguien se lamentaba de la pérdida de valores de la gente, de la necesidad de volver a los valores. Su idea fue secundada, “Sí, se han perdido los valores”, “la gente necesita recuperar los valores”, “si, sí, hay que volver a tomar conciencia”,…
El debate abierto me trajo a la mente una perspectiva diferente de la realidad social. Esa misma semana acababa de verme entera la magnífica serie de “Los pilares de la tierra” ¡lástima que sea tan corta y no dure más la recreación del libro! En ella se ve con claridad una sociedad aletargada bajo el dominio, el miedo, el dogma y el deber. La belleza de la historia, y la magia de sus protagonistas, mostraban también el eterno juego bipolar del hombre siempre fluctuando entre el bien y el mal, entre el varón y la mujer, entre el sometimiento y la rebeldía, entre el pasado y el futuro, entre el status quo y la innovación, entre la norma social y la elección personal, entre el individuo y el grupo.
La historia ubicada en el medievo, no estaba lejos de nuestro marco social. Ciertamente hemos cambiado dogmas y deberes, tenemos nuevos modelos, nuevos púlpitos, nuevos temores, renovadas amenazas, ahora masivos y constantes a través de los medios de comunicación. Y sin embargo…
Creí llegado el momento de discrepar. Para mí era evidente, nunca como ahora las personas, -y elijo la palabra persona para resaltar el valor del individuo-, en vez de un genérico difuso como gente, las personas estamos tomando consciencia de nuestra propia naturaleza, de lo que somos como seres vivos.
Nuestra sed de conocimiento no sólo es científica, o restringida a unos pocos individuos exploradores o doctos. De una forma general, masiva, se palpa las ganas de conocer las respuestas a por qué reacciono así, por qué me siento así; de aprender nuevas formas de actuar ¿qué hago para sentirme mejor?, ¿cómo puedo comunicarme mejor?, ¿cómo puedo liderar a mi equipo?, ¿cómo educo a mis hijos para que sean autónomos y felices?; yo mismo, ¿puedo ser más feliz?
Pienso que estamos viviendo un momento excepcional en el desarrollo de la consciencia sobre nuestra naturaleza, queremos saber más de nosotros mismos, de lo que nos mueve a hacer o nos paraliza, de lo que nos hace sufrir o nos llena de capacidad, nos empodera para conseguir lo que queramos, nos hace sentirnos personas “poderosas” como dice la gran Leila Navarro.
Lo que hemos aprendido y lo que de verdad es importante para una persona, no son los modelos sociales, culturales, religiosos, ni los valores de antaño, ni los nuevos valores, ni los valores de otros. Lo que importa es sentirte libre. Y la única libertad que tenemos las personas es la capacidad de elegir cómo sentirnos ante lo que nos ocurre, que tan magistralmente transmitió Vicktor Frankl (1905-1997) en su libro El hombre en busca de sentido. Es algo que ya afirmaban los clásicos. Es ahora cuando las personas nos estamos haciendo conscientes de nuestra capacidad para conocer nuestra biología, nuestra forma de sentir, nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar y de cómo cambiarlo a voluntad.
El mismo desarrollo exponencial del coaching lo avala. La demanda y la oferta no dejan de crecer. La oferta de información en psicología positiva es ingente.
Si en algún momento de la historia de la humanidad ha habido una voluntad por ser conscientes de lo que somos de una forma masiva, creo que es ahora. Si en algún momento de la humanidad, las personas nos esforzamos por elegir nuestra vida y cómo vivirla es ahora. Si en algún momento de la humanidad nos sentimos libres para elegir nuestros valores es ahora. No deja de ser una creencia. Lo que para mí es una evidencia es lo que demandan mis coachees y lo que logran con su trabajo en el coaching: Ser conscientes de que pueden elegir.