En la q
ueja continua y en culpar a los demás de lo que ocurre.
Así viven muchas personas su vida. No es un fenómeno actual sino consustancial a las relaciones que establecemos las personas unos con otros donde el estilo cultural tiene un gran peso.
El caso es que estamos rodeados de Calimeros, de quejicas y de acusicas.
¿Recuerdas a Calimero un protagonista de una serie de dibujos animados que iba permanentemente quejándose?
Pues eso es fácil de ver en nuestro entorno, es más, es una cuestión de moda cultural.
Quejarse está de moda, está bien visto, levantas la compasión de otros que sintonizan con tu queja, te alineas con otros resentidos y envidiosos y así se tiene la excusa perfecta para culpar a los demás de lo que ocurre.
Echar la culpa a otros de lo que te pasa es lo que en la Teoría de la Atribución se conoce como locus de control externo. Ponemos fuera de nosotros el control de lo que nos pasa. Bien es cierto que lo que ocurre puede ocurrir independientemente de lo que hagamos nosotros pero lo que sí está en nuestras manos y es nuestro asunto es decidir cómo nos tomamos las cosas, de eso sí somos responsables.
El Calimero actúa así no porque las circunstancias le sean desfavorables o difíciles, actúa así por obtiene múltiples beneficios con su forma de actuar:
- Un primer beneficio es que tiene la excusa perfecta para no hacer nada y esperar que otros se lo solucionen.
- Un segundo beneficio, es que se queja, protesta, e incluso, mete bronca, con lo que consigue salirse con la suya porque otros le hacen caso -aunque sólo sea para acabar con la molestia que origina-.
- Un tercer beneficio es la atención que logra de los demás, la compasión, la ayuda e incluso el que hagan las cosas por él ¡¡pobrecito, hay que ayudarle!!
Y, además de los beneficios particulares, en nuestra cultura se dan especiales circunstancias para que el Calimero se sienta un especial protagonista. Por un lado, hay unas profundas creencias culturales vinculadas a la necesidad de compensar al otro, que no tiene lo que tú. Antiguamente al pobre, al ciego, al “tullido”, era una cuestión de caridad ayudarle porque “pobrecito” no se valía por sí mismo. Antes se llamaba caridad, ahora se denomina “solidaridad”, el caso es que bajo ambas denominaciones actuamos desde la posición de yo estoy bien y tú estás mal.
Por otro lado, están las profundas creencias vinculadas con la culpa.
Tienes que ayudar no tanto porque el otro lo necesite sino porque tú necesitas compensar tus sentimientos de superioridad y afianzarte en tu posición de privilegio.
Ayudas al necesitado y ya te sientes mejor, reduces tu sentimiento de culpa, aunque nada haya cambiado. Ahí reside la perversión de la ayuda. Lo que haces es mantener al necesitado en esa posición para que tú puedas “salvarle” con tus aportaciones económicas, tus firmas, tu militancia política, etc., etc. Con eso no permites que la víctima salga de su rol sino que la perpetuas en ese papel para tu propio beneficio. Es algo así como pescar para darle la comida a otro en vez de darle la oportunidad de que él mismo pesque lo que quiera y como quiera.
En este contexto, es de especial importancia la explicación que hace “el triángulo dramático” de Karpman. Te sientes culpable por vivir mejor que otro, por tener más oportunidades que otro, por trabajar más que otro y tratas de compensarlo adoptando un papel de salvador frente al pobrecito que es una víctima de las circunstancias, de la vida, de los otros que le persiguen. Un pobrecito al que tienes que rodear de apoyos solidarios para que ”en realidad” no se mueva de ahí y tú puedas seguir en tu situación de privilegio.
Ninguna de estas creencias facilitan una sociedad sana y orientada al bienestar y jugar a estos “juegos psicológicos” tampoco mejora la vida de las personas sino que las cronifica en papeles insanos de víctima-perseguidor-salvador.
Todo ello es una gran excusa para no hacerse responsable de uno mismo, para no tomar las riendas de la propia vida, para no trabajar en la autogestión y ejercitar la voluntad para cambiar la forma de ver las cosas y el comportamiento.
Calimero es un fenómeno habitual en los procesos de Psicología Coaching. El cliente llega con la esperanza, no de resolver su situación sino de que, a través del coaching, pueda verse reforzado en su posición y sentirse con todo el derecho para mantenerse en su posición porque él tiene la verdad, él sabe cómo son las cosas.
Por eso es tan importante, a la hora de contratar servicios de coaching, que tengas claro lo que buscas. Si es para engrosar tu ego y reforzar tu narcisismo seguramente no te sirva un psicólogo experto en coaching. No, porque este profesional te confronta con tu posición, tu juego y parte de sus competencias profesionales son precisamente mantener una neutralidad exquisita respecto a ti.
No, no va a asumir que tú tienes la razón sino que va a hacerte ver cómo piensas y si esa forma de razonar te interesa en tu vida, te acerca a tu propósito.
Vivir de Calimero, tiene grandes beneficios pero también provoca grandes limitaciones. Cuando eres consciente de ello, del victimismo con el que enfocas tu vida tienes la oportunidad de decidir si esa forma de pensar, sentir y actuar es lo que quieres para ti o quieres elegir otra cosa. Es asumir el locus de control interno.
Para muchos tomar consciencia de ello y decidir hacer algo diferente es, plantearse en toda regla, vivir una vida diferente, más plena, más consciente, más propia.
uando solo mides tu valía por tus resultados entras en un perverso bucle mental de “valgo en cuanto que consigo” “valgo en cuanto otros me reconocen mi valía” Y si no es así, no soy válido, no valgo como persona… ni siquiera me merezco…
No somos ajenos a la realidad de la naturaleza que nos rodea. La soberbia propia del racionalismo nos ha llevado a pensar que sólo existen razones aparentemente objetivas y, por lo tanto, de mayor valor y mejores que nuestras sensaciones y nuestros sentimientos y nuestra relación con el cosmos. No, no somos sólo razón. Otra cosa es el gran poder de la mente para manejarnos en la vida.
La Psicología del Trabajo tiene un especial valor en el contexto laboral: aporta conocimientos y soluciones sobre el comportamiento de las personas, sobre la gestión de las tareas y cómo optimizar el rendimiento y sobre cómo conseguir relaciones positivas y satisfactorias.
Lo que más me gusta de la Psicología Coaching es que te lleva a mirar la vida de una forma amable, respetuosa y con la consideración de que el ser humano está completo, no le falta nada, no está defectuoso y no tengo que cambiarlo.
Estamos en invierno. Ya pasadas las vacaciones de Navidad y el subidón de los alegres deseos de primeros de año, nos metemos en el frío, en las nevadas, en los hielos y en las gripes, en la queja continua de la contrariedad y en la confrontación con lo nimio. Se nos hacen cuesta arriba las cosas y no tenemos ganas: ¡qué pereza hacer algo!


Actuar de forma asertiva es algo que muchas personas demandan cuando inician un proceso de coaching. Entienden que asertividad es decir «no» y, la verdad, es que es mucho más que eso.
Sí, porque las emociones nos capacitan para un tipo de acción u otro. ¿Quieres saber más? Te invito a una tertulia muy especial, un encuentro con los lectores de mi libro “Emociones capacitantes. Su gestión en el coaching, el liderazgo y la educación” Será muy especial.
Iniciamos el curso. No sólo el escolar -que nos marca el rimo en muchas familias-, sino el curso que se vincula a las estaciones climáticas que es el que verdaderamente organiza nuestra actividad psíquica, física, laboral y social. No somos ajenos al ritmo de las estaciones sino que, por el contrario, éstas marcan, y mucho, nuestra disposición a hacer unas cosas u otras, a sentirnos de una determinada manera y a afrontar la vida de forma diferente.
