Resiliencia ante la incertidumbre

En estos momentos donde se pretende que la vida vuelva a una nueva normalidad tras el confinamiento y el impacto del COVID19, se ha hecho imprescindible poner la atención en el bienestar psicológico de las personas intensamente afectado por los meses vividos.

Necesitamos fortalecernos psicológicamente para afrontar estos altos niveles de incertidumbre e inseguridad de una forma proactiva, deliberada y estructurada. No podemos dejar al mero devenir la recuperación y afrontamiento psicológico de esta complicada y prolongada situación.

Las empresas tendrán, también, que poner como prioridad en sus planes de atención al trabajador este fortalecimiento para facilitar el aprendizaje de estrategias de afrontamiento funcionales.

A nivel social, es necesario también actuar. El tema del afrontamiento psicológico es de tal nivel que incluso los políticos lo están incluyendo en su discurso. Así el presidente del gobierno ha dado una conferencia ante el círculo de grandes empresarios cuyo título incluye la palabra “resiliencia”.

Por ese motivo me han entrevistado en Radio Nacional de España con el fin de que explicara qué es la resiliencia.

Y merece la pena conocerlo porque la resiliencia es uno de los fenómenos humanos más interesantes que, en estos momentos de crisis, adquiere una importancia capital para la salud psicológica y el afrontamiento de las consecuencias de la pandemia.

¿Qué es la resiliencia?

En las ciencias físicas hace referencia a la propiedad de ciertos materiales de recuperar sus condiciones iniciales después de ser sometido a fuertes presiones. A nivel psicológico, se utiliza para denominar la capacidad que tenemos las personas de adaptarnos a condiciones difíciles y superar la adversidad.

Es una capacidad ordinaria, no es algo extraordinario que unos tengan y otros no o que sólo la tengas a veces, la tenemos en nuestro ADN y eso nos permite superar las situaciones duras de la vida.

Tres son los elementos del concepto:

  1. Hay una adaptación positiva, es decir, las personas somos capaces de innovar respuestas útiles.
  2. Ante situaciones adversas, estresantes.
  3. Hay una superación psicológica y como consecuencia se sale con una capacidad nueva y reforzada para afrontar nuevas situaciones difíciles.

Va más allá del término entereza porque implica no sólo el afrontamiento sino un aprendizaje y, con ello, un incremento de la capacidad de la persona de hacer frente a los retos habituales de la vida.

En el nivel de resiliencia de una persona influyen muchos factores: entorno social, laboral, nivel socioeconómico, bioquímica, fisiología, cognición, biografía, cultura.

La persona pasa por un proceso de aprendizaje e incremento de su resiliencia, no es un fenómeno de todo o nada.

Es una tarea de cada uno porque el fortalecimiento psicológico es un trabajo personal, hay que hacerlo, nadie puede hacerlo por ti. Es como las dietas, cada uno tiene que hacerla no sirve que la haga otro por ti.

El caso de Elías

Elías es un periodista de 40 años que ha visto cómo el confinamiento “minaba su moral”. Ha sentido como las informaciones constantes de malas noticias le absorbían. Poco a poco se ha visto perder ánimo, la esperanza y ganas de hacer nada. El tedio de la monotonía en casa, trabajando en casa, con los niños en casa le ha sobrecargado y el desánimo le ha podido. Se ha dado cuenta de que como muchas otras personas no contaba con recursos suficientes para recuperarse o al menos así lo ha interpretado. Busca el servicio de Psicología Coaching pensando que, como en realidad no le pasa nada malo, sino que tiene que enfocarse en los objetivos de trabajo será el medio adecuado para recuperarse rápidamente.

Gracias al proceso cambia su mirada desde lo que le falta y el problema a su capacidad y lo que está en su círculo de influencia. Se desarrolla un proceso de cambio cognitivo, de aprender a pensar con eficiencia ante las dificultades y de construcción de su capacidad de resiliencia. No es suficiente recurrir a su fortaleza interna, necesita aprender a pensar, mejorar el concepto que tiene de su auto-eficacia y confiar en su propia capacidad para enfocarse de forma que pueda hacerse con la situación y eso es un proceso rápido que incrementa sus recursos. Como resultado, además, se produce un fortalecimiento psicológico imprescindible para hacer frente a los nuevos desafíos que el COVID19 aún nos traerá.

La resiliencia se construye con acciones concretas y se destruye también con acciones contrarias. Es una capacidad incremental y dinámica que puede crecer con la propia vida pero sobre todo si hacemos aquello que nos va a llevar a pensar eficientemente.

infografia-resiliencia

Estados emocionales de los equipos

estados emocionales CHLos equipos también tienen emociones y también se quedan anclados en estados emocionales y ésto marca lo que son capaces de hacer y con qué clima.

En el entorno laboral, cada vez, somos más conscientes de que las emociones y los estados emocionales tienen un impacto significativo en el bienestar de los trabajadores y en los resultados de negocio.

Trabajo y emociones se vinculan actualmente con la salud psicológica de los trabajadores porque no se consigue el mismo rendimiento cuando la emocionalidad es positiva que cuando es negativa y no, no se consigue la misma eficiencia cuando la emoción no es congruente con la situación. Estar hablando de estar felices y positivos no sería congruente con la tensión emocional a la que están sometidos los trabajadores actualmente.

La crisis sanitaria y el confinamiento han incrementado la visibilidad e importancia que nuestras emociones y salud psicológica tienen en relación a la actividad laboral. Como resultado, son numerosas las empresas que ya están atendiendo las  dificultades provocadas en los trabajadores en activo por el miedo al contagio, el stress de las medidas preventivas y la preocupación por la incertidumbre. Y serán muchas las que tengan que buscar respuestas a los retos de la reincorporación progresiva que traerán asociados las emociones predominantes de miedo, tristeza y rabia, por tantos meses ya mantenidas. La necesidad de atender la prevención de los riesgos psicosociales que el virus del COVID19 ha traído hace más necesario tener claro qué son las emociones y qué son los estados emocionales porque ambos van a tener un claro protagonismo en cómo los trabajadores volverán al trabajo.

El artículo ha sido publicado en Capital Humano y puedes leerlo en: https://bit.ly/3eujU0G #emocion #eevolucionemocional

El difícil papel de los directores de personas en la vuelta al trabajo

gestionemocionalEstamos viviendo un tiempo donde las emociones se han impuesto en nuestra vida. Por un lado, el miedo al contagio por el #COVID19 y a contagiar, por otro, la rabia por la pérdida de libertad y la gestión que se ha venido haciendo desde el gobierno, por otro, la tristeza por la pérdida de allegados, conocidos y seres humanos, en general. Eso en el supuesto de que, además no hayamos perdido el trabajo, nuestro medio de subsistencia y la dignidad de la autonomía personal.

Volver al trabajo no va a significar correr una cortina y ya está, todo ha quedado atrás.

Volver al trabajo lo hacemos con todo ese vaivén de emociones negativas que como un péndulo constante fluctúa entre unas y otras y no nos deja cambiar el tono emocional.

El riesgo psicosocial en el trabajo se dispara en esta situación. La probabilidad de accidentes, de desencuentros, de conflictos, de bajas médicas, de absentismo mental, de desconexión de la empresa y de somatizaciones como problemas de sueño y desconexión mental,  de stress en general, seguro que es mayor, mucho mayor, porque nuestra mente no está disponible para concentrarnos en el trabajo. Es como si tuviéramos un programa que da error abierto en el ordenador mientras intentamos seguir trabajando.

Cuando las emociones negativas imperan en nuestra vida con la intensidad y permanencia como lo están haciendo ahora sus efectos sobre nuestra mente y cuerpo son importantes, dejan huella y, en algunos casos, traumática, hasta el punto de que necesiten ayuda de profesionales de la psicología.

Una experiencia tan intensa y prolongada de emociones negativas tiene importantes efectos. Perdemos la confianza en la vida, que ahora vemos tan frágil, perdemos la confianza en los otros, que ahora vemos como fuente de contagio y a los que no nos podemos arrimar porque son, en sí mismos, una amenaza, perdemos la confianza en nuestros dirigentes y no creemos que sus decisiones sean las mejores para nosotros, incluso, perdemos la confianza en nosotros mismos y pensamos que no vamos a poder recuperarnos de ésta.

Cuando la mente piensa sólo desde una perspectiva emocional ve la vida en términos dicotómicos de todo o nada, amigo o enemigo, blanco o negro. Para tener perspectiva y analizar los hechos y separarlos de nuestros sentimientos necesitamos la mente analítica que, en estos momentos, ha pasado a la reserva, a un segundo plano, como consecuencia de la intensidad del peligro en el que estamos viviendo desde hace meses.

En definitiva, volvemos al trabajo con nuestra mente y cuerpo sintonizados con el peligro, llenos de sentimientos negativos y en una parálisis cognitiva para movernos en este mundo ya no #VICA (Volátil, incierto, complejo, ambiguo) sino #VICAI (Volátil, incierto, complejo, ambiguo, inseguro)

Y, con toda esa carga emocional volvemos al trabajo. ¿Cómo dirigir a las personas en esta situación donde el trabajo emocional es tan intenso?

Es un enorme reto para los directores de personas, sea cual sea el tamaño y sector de actividad porque ellos mismos están inmersos en esta dinámica de emocionalidad negativa y VOCAI.

¿Cómo dirigir a las personas en este entorno? No cabe otra línea que la de generar proyección, confianza, perspectiva, la de promover la proactividad y la colaboración, pero ¿cómo hacer todo esto cuando el tono emocional es tan negativo?

El ser humano tiene una capacidad inmensa de autoregeneración, es capaz de sacar fuerza de flaqueza, incrementar su resiliencia, adaptarse a las circunstancias y responder de forma novedosa y eficaz a los retos del medio ambiente. Esta es la historia de la humanidad vista en términos de evolución y grandeza.

Contamos por lo tanto, con un medio adverso y unos recursos potentes, sólo falta ser conscientes desde dónde los aplicamos ¿desde las emociones negativas? Será complejo y limitado en este caso, siempre en la lucha, siempre en lo que falta y en la defensa de lo nuestro. Pasar a una emoción de aceptación que genere confianza va a ser el gran reto de los dirigentes en, al menos el próximo año y medio, porque si no,…

O cuidamos la emocionalidad colectiva de nuestra organización o los trabajadores van a enfrentarse a una situación difícil, nueva y muy, compleja sin los recursos mentales necesarios para ello.

Es responsabilidad de la organización cuidar de la salud laboral de sus trabajadores y esto incluye su salud psicológica.

Si quieres saber cómo hacerlo en este curso podrás conocer las claves para esa gestión emocional de las personas de tu empresa.

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10 claves para que el trabajo no te agote psicológicamente

teletrabajoTeletrabajar no es conectarse al ordenador desde casa. Es otra forma de interpretar el trabajo que no es nueva en algunas profesiones que ya hacen parte de su trabajo en casa, por ejemplo, periodistas o profesores o personas que  elaboran algún tipo de producto en casa.

Tampoco es smart-working que significa trabajar desde dónde sea  y cuando el trabajador quiera. Algo que realmente sólo algunos profesionales pueden poner en práctica.

El teletrabajo requiere una madurez de las organizaciones, de sus líderes y de los colaboradores que conlleva un cambio de paradigma de las creencias en torno al presentismo, al puesto de trabajo, el rendimiento, la autonomía, la responsabilidad, el mérito y la dirección de personas.

Supone rediseñar procesos de trabajo, establecer métricas basadas en el rendimiento y no en el presentismo y desarrollar protocolos adaptados a las necesidades tanto tecnológicas como de liderazgo que requiere la coordinación de equipos en remoto.

Para el colaborador implica, además, establecer pautas de organización y auto-cuidado concretos ya que el aislamiento y la pérdida de referentes espaciales, temporales y relacionales provoca una serie de efectos vinculados con el agotamiento, la apatía, la desorientación y la desconexión de la organización, que pueden redundar en un stress por teletrabajo.

Estas son 10 recomendaciones a tener en cuenta a la hora de organizar el teletrabajo para evitar esos efectos psicológicos negativos  y cuidar tu salud psicológica.

  1. Prepárate en “modo trabajo”

Lo habitual es tener asociado trabajar con ejercer un rol determinado en unas condiciones específicas. Para ir a trabajar hemos adoptado unas rutinas diarias y semanales tanto de aseo, ropa que utilizamos y disposición actitudinal que adoptamos. Al trabajar solos en casa podemos entrar en una rutina de descuido de nuestros rituales de autocuidado, de aspecto y vestuario que no nos ayuda a entrar en programarnos para trabajar. Necesitamos establecer hábitos de cuidado personal y adoptar un aspecto profesional ante el ordenador que nos permita estar en “modo trabajo”, atentos y concentrados. Además, puede que nos conectemos en remoto y la pantalla ponga en evidencia nuestro descuido. Hay que establecer rutinas diarias y semanales, estableciendo diferencia entre los días de trabajo y los días de descanso si no vivimos el tiempo en plano, sin diferencia y llegaremos a sentirnos desorientados temporalmente lo que además fomentará el que nos sintamos desanimados.

  1. Créate tu espacio de trabajo

No tienes asociada tu casa a trabajar sino al descanso y la vida familiar. No tienes referentes espaciales, ni temporales ni de relación y los necesitas para que tu mente esté tranquila y asocie el sitio a trabajar, te falta la máquina del café o los encuentros en el ascensor o una mesa concreta para trabajar. Para que tu mente se sitúe con facilidad ante el trabajo tienes que rodearte de estímulos concretos que asocies con trabajar. Para ello prepara un espacio específico para ello, una mesa, una habitación, un rincón. Cuidando la ergonomía de la silla, la altura de la mesa, la luz, el reposapiés y, también, las normas de prevención de riesgos laborales en el hogar, especialmente, atendiendo a los cables de la luz y los objetos móviles. Para ambientar, puedes añadir objetos simbólicos que te ayuden a sentirte en positivo y relajar la mente, imágenes con perspectiva que produzcan sensación de lejanía para descansar la vista y ampliar el foco; elementos con colores estimulantes y formas geométricas que te permitan al mirarlos recuperar la atención; música que te ayude a la concentración. Este entorno concreto pronto se convertirá en el espacio asociado a la concentración y te programarás inconscientemente para trabajar.

  1. Organiza tus áreas de vida

Teletrabajar no consiste en sentarse durante horas delante del ordenador o la máquina con la que produzcas desde casa. El teletrabajo gira en torno al rendimiento no al tiempo dedicado. El criterio tradicional está basado en indicadores temporales y procede del siglo XVI  cuando Felipe II estableció con un Edicto Real la distribución del tiempo en 8×3 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 para temas personales. Hoy en día las personas valoramos mucho el equilibrio entre nuestra áreas vitales como fuente de salud y ello implica asumir roles, prioridades y circunstancias personales y familiares que hay que integrar en nuestra jornada tal vez en otras proporciones.

Un criterio diferente, acorde con la filosofía del teletrabajo y más sostenible es el criterio de actividad de las “4D” propuesto por José Luis Casero, presidente de AROHE, organización para la racionalización de horarios. Así, tomaríamos decisiones sobre cómo  distribuir nuestra actividad entre: Descanso: específicamente el sueño; Dedicación: realizando actividades concretas de trabajo; Disponibilidad: posibilidad de contactar, por ejemplo, para reuniones y Desenganche: totalmente desconectado del trabajo.  Esta distribución permitiría adaptar con más ajuste los porcentajes a las necesidades del trabajo y de la vida personal.

Sea cual sea el modelo que adoptes que se integre lo mejor posible en tus circunstancias vitales, si hay un equilibrio es más probable mantenerlo y generará un sentido de congruencia personal y más satisfacción.

  1. Establece tus prioridades para el día

En el teletrabajo la organización de las tareas es uno de los pilares fundamentales. Al cambiar el criterio de decisión de tiempo a resultado, es necesario discriminar qué actividades son las que hay que hacer para conseguir esos resultados y cuáles se pueden quedar sin hacer.

Cada día anota la lista de cosas que sí o sí tienes que hacer, que no se pueden quedar sin hacer ese día para conseguir los objetivos, esas son las prioridades. A ellas tienes que dedicar tu energía en primer lugar y, después, irás haciendo las tareas secundarias e incluso terciarias. Siempre habrá tareas que no se podrán hacer y que incluso perderán su sentido por lo que ya no habrá que hacerlas.

Para establecer esas prioridades, hay que secuenciar las actividades, lo primero es fijar metas a largo plazo, éstas las establece la empresa y objetivos semanales, éstos son los que hay que consensuar en equipo. Después analiza lo que es urgente e importante para conseguir esos objetivos semanales y decide cuáles son las prioridades de cada día alineadas con el equipo. Con ello tienes claro una hoja de ruta y un sentido de para qué haces lo que haces lo cual es en sí mismo una fuente de auto-motivación muy necesaria cuando estás sólo.

Esta forma de organizar la actividad tiene múltiples ventajas: evitas la improvisación, te ayuda a vencer la indecisión, tomas decisiones eficientes y eliminas la procastinación debida al perfeccionismo (dejas de hacer las cosas o te dedicas a ellas en exceso por miedo a cometer errores), la indecisión (fruto de confundir las tareas prioritarias con las secundarias) y las excusas (esperando que otro resuelva o esperando que te llegue la información, culpando a otros de lo que no haces).

  1. Cierra tiempos

Las personas no rendimos de forma uniforme durante todo el tiempo. Nuestra atención, concentración y ejecución varían a modo de ráfagas, según nuestros biorritmos diarios y semanales. Una razón más para organizarnos por la cualidad de nuestra actividad y no por el tiempo dedicado.

Dependemos de un conjunto de ritmos cíclicos que explican nuestra diferencia de rendimiento según la hora del día y el día de la semana. Tienen que ver con nuestra biología, por ejemplo, el ritmo metabólico, la glucosa en sangre y nuestra interacción con el entorno, por ejemplo, la luz, la temperatura, las estaciones. Algunas personas se concentran con facilidad a primera hora de la mañana y otras lo hacen según va avanzando el día. La clave es la auto-observación y darnos cuenta de en qué horas nos es más fácil entender la información y tomar decisiones. Un análisis personal nos va a indicar en qué horas somos más eficientes, nos concentramos mejor y eso nos va a permitir tomar decisiones de cuándo hacer las tareas de alta concentración y cuando es más rentable realizar actividades de menor concentración.

No por estar más tiempo rendimos más. La ley de Yerkes-Dodson, descrita en 1908, muestra la relación entre nivel de activación y rendimiento en forma de U invertida. Pasado un determinado momento la concentración decae y dejamos de ser eficientes. Un argumento más en contra de la prolongación de las jornadas de trabajo.

Nuestra percepción del tiempo es subjetiva, equívoca  y difusa, de ahí que necesitemos regularlo externamente para tener la sensación de avance. No tenemos un órgano como la vista o el oído que nos indique el paso del tiempo. Nuestro cerebro lo percibe como imágenes aisladas según la valencia que le damos. Pasa deprisa en situaciones positivas y despacio en situaciones negativas. Este sentido del tiempo, nuestro” reloj interno” se modifica según nuestro estado interno. Por ejemplo, cuando tenemos fiebre corre el tiempo más rápido. Se regula en las mismas estructuras cerebrales; hipotálamo y glándula pineal que controlan el ciclo de sueño-vigilia.

La vivencia del tiempo es un fenómeno subjetivo y el ritmo es personal. Experimentamos los tiempos cortos mientras que inferimos los tiempos largos. Esta es la razón por la que se nos pueden hacer eternas las semanas o por el contrario no darnos cuenta de que ya han pasado semanas. Gestionar el tiempo interior es necesario para sentirnos bien por lo que tenemos que establecer marcadores externos que nos ayuden a regular nuestra percepción del tiempo porque si no caemos en una sensación de pérdida de anclajes temporales que puede llegar a asociarse con síntomas depresivos. Cuando el tiempo interno es muy diferente del externo se incrementa el estrés y las reacciones emocionales.

Por todo ello hay que establecer rutinas semanales y diarias para darnos referentes temporales externos que nos permitan ubicarnos con cierta objetividad en el tiempo. Además, cada día hay que fijar un tiempo concreto a nuestras actividades prioritarias y secundarias con el modelo que elijamos 4D u 8×3.

Por último, marcarnos límites temporales que nos estimulen para concentrarnos y actuar.  Mejor decirnos “antes de las dos termino esta tarea” y atenernos lo máximo a esa hora que “a lo largo de la mañana acabo esta tarea”. La primera forma de darnos auto-instrucciones facilita que nos programemos para ser más eficientes y nos genera la  sensación de controlar el tiempo, algo muy necesario para nuestra satisfacción con el trabajo.

  1. Negocia con los tuyos

No trates de imponer o informar de lo tuyo como la prioridad a la familia sino que negocia con ellos los tiempos y el silencio en los que necesitas que se respete tu concentración. A cambio ofrece claramente tiempos en los que estarás disponible para ellos. Las soluciones que funcionan tienen que ser válidas para el sistema familiar. Sólo los acuerdos satisfactorios para todos se pueden mantener. Esta es una buena oportunidad para poner en práctica las conductas de pedir y dar que son básicas en las relaciones humanas. Además de los resultados deseados, la negociación nos ayuda a establecer lazos de intercambio saludables con los nuestros que nos reforzarán el sentido de pertenencia grupal, algo que necesitamos y que puede verse disminuido con el teletrabajo.

  1. Gestiona tu autoexigencia

Una de las barreras personales más fuertes para un teletrabajo eficiente es lo que los psicólogos denominamos “el crítico interno”. Ese crítico no es más que el discurso que mantienes contigo mismo que cuando es crítico, te habla desde la exigencia: “deberías”, “tienes que” y te lleva al perfeccionismo exagerado y la necesidad de control. Escuchando al crítico interno descalificarte porque “tardas demasiado”, “no llegas”, “no tengo tiempo”, “no me da la vida”, “es que…”, “es que…”, adoptas una posición de victimismo que no te permite afrontar con eficiencia tu actividad.

Puede que tengas que hacer una revisión de tus creencias sobre ti mismo, de tu forma de hablarte y tratarte y ver si lo haces en positivo o en negativo y, además, adquirir las pautas anteriores que te van a permitir establecer límites y gestionarte eficientemente, flexibilizando tu mente y tu conducta porque ya no te dices: “tienes que”, sino” lo que toca ahora es esto”. De esta forma pasas el foco de ti y tu capacidad a tu actividad, lo que redunda de nuevo en el rendimiento eficiente.

  1. Auto-cuidado psicológico

Ya hemos visto la necesidad de establecer ritmos, tramos horarios y diferenciar lo que hacemos por su valor en nuestros objetivos, esto está bien, son rutinas externas. Si hemos establecido esas pautas llegamos aquí en un escenario que ya previene y elimina muchos de los inconvenientes del teletrabajo.

Ahora es el momento de establecer rutinas de auto-cuidado físico y psicológico que cuiden  la “maquinaria” con la que trabajamos.

Conviene establecer momentos para descansar la vista, para estimular la atención y focalizar la concentración. La atención de nuestro cerebro decae en torno a los veinte minutos de concentración en una tarea y se desconecta unos segundos en torno a los 55-60 minutos. Esto nos hace ver la necesidad de aprovechar nuestra propia tendencia a la desconexión para relajar la vista mirando una imagen, a ser posible con perspectiva, una ventana, o incluso un objeto hermoso. Reactivar nuestra concentración es más fácil con música adecuada para ello o repasando el contorno y los detalles de algún objeto. Ejercicios de relajación, de respiración consciente, estiramientos son todos apropiados para renovar la energía y mejorar nuestro rendimiento cada hora.

Tenemos que revisar ahora nuestro discurso interno ¿Cómo nos hablamos? ¡Qué pesadez!, ¡Esto no termina nunca! No se rinde igual cuando el estado anímico es de apatía, desmotivación, impotencia, sensaciones de falta de control y cuando convives con emociones negativas y sentimientos de incertidumbre e indefensión. Además con el teletrabajo es más fácil que surja el aburrimiento por falta de estimulación variada, tensión acumulada, pensamientos y sentimientos negativos.

Por el contrario expresiones de ánimo como: ¡vamos! ¡ya queda poco! ¡venga! son auto-instrucciones totalmente diferentes que suscitan un estado positivo que es precisamente lo que necesitamos para afrontar con tranquilidad el trabajo.

Además, es necesario que diariamente nos revisemos cómo hemos estado ante el trabajo. La autoconsciencia y el poner un nombre a como nos sentimos se han revelado como prácticas de gran ayuda para la regulación emocional. Un excelente ejercicio para fomentar positividad es anotar cada día 3 cosas positivas o 3 logros de esa jornada. Es un ejercicio de Psicología Positiva que nos hace tomar consciencia del avance de nuestro trabajo y relativizar los inconvenientes ya que si no corremos el riesgo de polarizarnos en la negatividad pensando que no salen las cosas, que todo va mal o que es imposible terminar el trabajo.

Establecer descansos, cuidar nuestros pensamientos, relativizar, dar diferente valor a lo que hacemos y flexibilizar nuestra exigencia nos va a ayudar a afrontar con más seguridad el teletrabajo.

  1. Mantente comunicado

Uno de los riesgos psicológicos del teletrabajo es la pérdida de referentes relacionales, sentimos que nos falta algo esencial, el contacto con otras personas.

Teletrabajar no significa estar aislado, requiere precisamente una mayor coordinación para que las aportaciones individuales se alineen con los resultados perseguidos. Esto supone mantener conversaciones periódicas que garanticen la aportación de valor del teletrabajador a los procesos que la organización requiere.

Por ello, es necesario tener claro que los tiempos de comunicación con supervisores y equipo son parte de la propia gestión del trabajo. La falta de comunicación directa hace que nos desconectemos del equipo y que perdamos los referentes grupales que nos cohesionan y producen sinergia.

Convene mantener tiempos para hablar de las tareas, tiempos para hablar de las relaciones y tiempos para hablar de cómo estamos afrontando el trabajo, de cómo nos sentimos y pensamos, no para desahogarnos sino para aprender de los compañeros estrategias que les funcionan y sentirnos parte de una comunidad. Un líder de equipo en remoto tiene que facilitar estos espacios pero también es cosa del teletrabajador solicitarlos.

Necesitamos mantenernos comunicados con el equipo y la organización para sentir que formamos parte del proyecto. El contacto diario es necesario. Actualmente las videoconferencias se han convertido en el vehículo perfecto para lograrlo, conexiones breves, focalizadas en un tema, con objetivos y agenda concretas y seguimiento de las acciones decididas. Idealmente una reunión de coordinación al día sería perfecto para sentirnos vinculados. Además, una reunión presencial cada cierto tiempo compensaría la falta de contacto personal.

  1. Consigue retroinformación de tu actividad

Uno de los riesgos del teletrabajo es perder la perspectiva y no darnos cuenta del trabajo realizado, del avance hacia los objetivos. Necesitamos dotarnos de referentes que nos ayuden a programarnos para la eficiencia y los indicadores de avance son excelentes para ello.

Indicadores como el ok a la lista de actividades realizadas, simplemente dando el ok a nuestra lista de actividad diaria. Cualquier indicador de actividad: ratios, promedios, resultados, que nos aporte perspectiva sobre el avance en nuestro trabajo y que nos permita valorar lo que hacemos será un elemento de refuerzo de nuestra motivación.

Teletrabajar requiere hábitos concretos, algunos de ellos ya habituales en el trabajo presencial, lo que cambia es la orientación a resultados. Muchas son sus ventajas pero también son muchos los riesgos que hay que minimizar o eliminar para conseguir la eficiencia y la satisfacción del teletrabajador.

 

Artículo publicado el 25-04-2020 en ABCfamilias https://cutt.ly/Byl0pTg

 

Ya no seremos los mismos

espiralesNo habrá vuelta a la normalidad por mucho que nos empeñemos en querer volver a lo de antes, a nuestra vida que tanto echamos de menos. Se han producido unas rupturas sociales de tal calibre que el escenario ha cambiado.

 

Es más, no habrá una normalidad a la que volver.

Para aquellos que su vida no se haya visto afectada sustancialmente aún podrían hacerse a la idea de normalidad. Mantienen su trabajo como siempre, sus recursos no se han visto reducidos, su entorno familiar no ha sufrido pérdidas. Se han visto afectados, sí, pero sin que eso implique unas consecuencias de antes y después en sus vidas. Por el contrario, para aquellos que han perdido su trabajo, sus recursos como pequeña empresa o autónomos, o han perdido a sus familiares, ¿cuál va a ser la normalidad a la que volver?

La Pirámide de Necesidades de Maslow vuelve a tener un especial sentido en estos momentos. Para aquellos que de golpe han visto que su vida retrocedía al nivel básico de supervivencia, los problemas y temores son otros de los que tengan aquellos para los que no han cambiado sus recursos y su seguridad laboral.

La fractura entre aquellos que de repente se han visto arrojados a un nivel de supervivencia y los que se mantienen en su nivel de seguridad es y será más grande que nunca en la historia.

¿Podemos esperar que las reacciones sean las mismas?

Aún en el supuesto de que existiera esa normalidad a la que volver, los cambios de comportamientos que parecen inevitables van a construir espacios sociales muy diferentes.

El dramatismo de lo que estamos viviendo está produciendo profundos cambios en las dimensiones esenciales de las personas.

A nivel cognitivo, están cambiando algunas creencias sobre la vida, el mundo y nosotros mismos, nuestro sesgo de invulnerabilidad se ha visto conmocionado. Nos hemos dado cuenta de que cualquiera, de que cada uno, puede ver su vida cortada con una rapidez inusitada, algo que en la sociedad actual nos parece casi improbable y hablamos siempre de la alta esperanza de vida con la que contamos obviando la fragilidad de la vida hasta que esta situación nos ha confrontado con ella.

A nivel conductual, el forzado cambio de comportamientos ha roto nuestros hábitos fáciles y cómodos, forzando nuevas conductas que ahora requieren más consciencia, voluntad y energía. Esto nos ha confrontado con la necesidad de reevaluar las cosas que antes hacíamos y que nos parecían imprescindibles en nuestro día a día. Lo que antes parecía prioritario ahora puede que no se interprete así. Todas nuestras rutinas de casa se han podido ver cuestionadas, ¿para qué? ¿por qué? ¿de verdad es necesario? ¿por qué no? ¿cuándo?. Y, ya no digamos si incluimos el trabajar en casa. Espacio, tiempos, reuniones, llamadas, todo ahora se ha visto reformulado de la noche a la mañana. ¿Qué aprendizajes haremos de todos estos cambios? ¿qué cambiará en nuestra forma de trabajar? ¿qué cambiaremos de nuestra relación con el trabajo?

A nivel social y, dependiendo mucho de cómo se esté viviendo si solos o con otras personas, nos hemos dado cuenta del valor y fuerza que tienen para nuestro bienestar las relaciones sociales. Nos echamos de menos y, aunque la tecnología nos ha mantenido más comunicados que nunca, el contacto físico, la energía generada en el encuentro nos falta. Ahora somos más conscientes del valor que tiene para nosotros la compañía y la conversación. ¿Qué mantendremos de ello? ¿Querremos volver a una actividad ciega, a un no parar en el que no encontramos el momento de quedar con aquellos que nos importan?

A nivel emocional, el prolongado período de alarma ha hecho que estemos viviendo una montaña rusa de emociones negativas entre el miedo, la tristeza y la rabia, oscilando entre ellas una y otra vez

Las personas estamos sufriendo una prolongada situación de peligro con repercusiones de mucho calado en nosotros mismos. Cuando las personas nos sentimos amenazadas sólo tenemos tres tipos de respuesta automáticas: la lucha, la huida y la parálisis. El hecho de que se esté prolongando durante meses está consolidando una emocionalidad colectiva negativa que fluctúa como un péndulo entre el miedo, la tristeza y la ira, oscilando entre ellas una y otra vez según las noticias, el desarrollo de estrategias de afrontamiento de inteligencia emocional que hayamos adquirido  y según nuestra personalidad.

En un principio, la parálisis era la reacción más generalizada, la confusión mental, el no creernos lo que pasaba y la impotencia y el desconcierto los sentimientos predominantes. Después del shock inicial y forzados por el aislamiento, la respuesta común era esa huída a nuestro espacio de seguridad, a la casa, al no salir y casi escondernos para que el #COVID19 no nos alcanzara. Tras más de 40 días aislados y cuatro meses de información negativa, las ganas de luchar están tomando el relevo. La fortaleza psicológica de las personas, junto a mejores cifras de curación y contagio hacen que nuestra  indefensión aprendida ante el virus está bajando.  Muchas personas comienzan a sentir sentimientos de indignación por la falta de libertad y las decisiones tomadas, la reacción de lucha, eso sí, controlada, va creciendo y se repiten las demandas de medidas y libertad.

Todos estos cambios nos han cambiado. Ya no somos los mismos.

Y aún en el supuesto de que hubiera la normalidad de lo anterior a la que volver, ya no veríamos ni actuaríamos igual. Nuestra percepción de la vida es otra, nuestras prioridades se han visto cuestionadas y nosotros nos hemos vuelto más resilientes, sí más resistentes, pero también con un mayor sentido de fragilidad y una jerarquía de prioridades nueva.

Habrá que construir un nuevo espacio social en el que tenga cabida esta nueva mirada de la vida y aprovechar los aprendizajes.

¿Querremos cambiar algo?

26-03-2020

Seguimos en cuarentena. Enfrentados a una situación de incertidumbre y miedo absolutamente desconocida para el ser humano.

Son momentos de dudas, de tensión, que nos afectan cada momento del día.

Estamos sometidos a una alarma constante y nuestra respuesta al miedo que sentimos es normal. Recordemos, el miedo es la emoción que tenemos cuando nos vemos sin recursos para responder a algo que percibimos como un peligro. Nuestras respuestas biológicas, en esos momentos, son de parálisis, pelea o huída y es la respuesta normal, la que nos pide el cuerpo.

Sin embargo, las personas tenemos una mente poderosa, una mente capaz de darnos cuenta de cómo nos sentimos y de hacer elecciones de cómo responder y, además, de aprender de ello y salir fortalecidos.

Podemos elegir cómo sentirnos, es nuestra libertad más íntima, más humana.

Es el momento de decidir con qué ánimo te lo tomas, si te hundes o flotas, si te dejas arrastrar o nadas decididamente.

Estamos unidos en esto y tu reacción cuenta. Lo que contagias a los demás, marca la diferencia en tu entorno.

Así que la pregunta es: ¿Cómo decides sentirte tú? ¿Qué decisiones estás tomando ahora mismo sobre tu forma de afrontar esta crisis?

Ya sabes que crisis al revés en chino significa oportunidad. ¿La vas a aprovechar?

LA PANDEMIA DEL MIEDO

coronavirusMucho se está hablando de las consecuencias económicas y laborales de la pandemia de coronavirus. Ahora, también, comienza a hablarse de las consecuencias psicológicas del stress prolongado al que estamos sometidos los ciudadanos.

Y, éstas las consecuencias psicológicas tienen una gravedad de gran alcance. Al final, saldremos de la crisis, agotados, debilitados, con peor salud o renovados y más resilientes, pero en muchos casos con un alto coste bio-psico-social. El stress continuado no deja indemne a las personas que sufrimos y somatizamos esa tensión sostenida lo que afecta nuestra salud, nuestra capacidad de afrontar la realidad y nuestras relaciones.

Los contagios masivos como éste que estamos viviendo son situaciones que provocan respuestas como las que tienen las personas en situaciones de catástrofes y emergencias.

Las personas respondemos con una respuesta emocional de miedo, en principio, debida a que se vive la situación como una amenaza para nuestra supervivencia ante la que nos vemos sin capacidad de acción. Ante las amenazas, se producen tres tipos de respuesta: evitación, lucha o huída.

Al ser una situación difundida en los medios con un continuo “en directo” se produce una constante sobreactivación de los niveles de alarma  y stress de la población, el componente emocional (el miedo) se ve activado una y otra vez ante la amenaza y la salud psicológica se ve afectada.

El miedo se contagia con gran celeridad y hace que colectivamente tengamos reacciones simultáneas y coincidentes que se refuerzan mutuamente. Mientras nos paralice y las autoridades nos hablen de que se sabe qué hacer evitaremos entrar en el pánico colectivo.

La Asociación Americana de Psicología (APA-American Psychological Association), en un artículo publicado en su página Web (Five Ways to View Coverage of the Coronavirus), aborda que las últimas noticias sobre nuevos brotes de Coronavirus en todo el mundo, sumado a la especulación que surge en torno a la generalización de esta problemática, están provocando un incremento de la ansiedad en toda la población y son necesarias medidas para controlar los altos niveles de ansiedad colectiva.

En este contexto, puede llegar a ser más potente el virus del miedo que el propio virus. ¿Cómo se podría negar el impacto y peligro del coronavirus? Pero, ahora, más que nunca es importante darnos cuenta de las consecuencias  que tiene el cómo nos tomamos lo que está pasando.

Las reacciones colectivas tienen una evolución estudiada por los profesionales de la psicología. Son fases previsibles en las que nuestras reacciones van variando y también nuestras necesidades, sobre todo de información y gestión, para salir de la situación. Afectan nuestra forma de pensar, de sentir y, también, nuestra conducta.

FASES DE EVOLUCIÓN DE LA EPIDEMIA EFECTOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS PERSONAS
FASE PREVIA

La amenaza se minimiza o niega tanto por las autoridades como por la colectividad.

Está en China, lejos, es un virus más, no nos afecta

Los medios de comunicación incentivan la atención.

Los más alarmistas se preocupan y comienzan a oírse  premoniciones apocalípticas.

Hay una baja alarma, “podría afectarnos”.

FASE ALERTA

Hay señales de alerta que crean una atención especial, una vigilancia útil, prevención y protección.

Ya está cerca, en Italia.

La atención pasa a convertirse en una preocupación. Nos puede afectar.

Los niveles de stress comienzan a elevarse mucho.

El miedo se convierte en colectivo, ahora la población se ve amenazada y responde con parálisis esperando que las autoridades respondan adecuadamente para proteger sus vidas.

Se busca la guía de las autoridades sobre qué esperar.

Circula mucha información inadecuada: bulos, rumores, alarmismos que no hacen más que focalizar la atención en el problema y crear alarmismo.

CHOQUE o REACCIÓN

Medidas de contención particulares y a medida de lo que va ocurriendo.

El virus está entre nosotros, primeros contagios y fallecimientos.

El impacto psicológico es muy alto. Se producen alteraciones cognitivas, afectivas y conductuales que afectan a toda la población.

–          Stress colectivo

–          Alteraciones afectivas

–          Sensación de irrealidad

–          Suspensión de la actividad

–          Desconcentración

Ahora se necesita que las autoridades muestren control y dominio de los diferentes escenarios para no entrar en pánico.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por ansiedad se disparan.

EMERGENCIA

Medidas de aislamiento.

Es la fase de contagio masivo y el número de fallecimientos se incrementa.

En esta fase el impacto psicológico es tan alto que se convierte en una necesidad prioritaria darle respuesta.

–          Alta ansiedad.

–          Intensa necesidad de compartir la angustia.

–          Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

–          Se necesita

Se apela a la responsabilidad individual por el bien social, el individuo siente que no es importante y la reacción depresiva puede generalizarse.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por desánimo y depresión son las más numerosas ahora.

RESOLUCIÓN     .

El contagio va disminuyendo, los contagiados se van recuperando.

Las personas nos hemos ido acostumbrando y ahora las necesidades psicológicas tienen que ver con pasar página lo antes posible.

–          Disminuye el stress.

–          Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.

–          Habituación a la situación.

–          Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

En parte por la habituación y en parte por la resolución del problema, las personas nos enfocamos en retomar nuestras vidas.

Para algunos, en especial los autónomos, con especial dureza, debido a la que la pérdida de actividad ha limitado sus ingresos y, en algunos casos, llevado a un nivel de subsistencia económica del que será doblemente difícil recuperarse.

ADAPTACIÓN POSTERIOR Una situación tan prolongada de miedo y los niveles de stress sufridos tardan en desaparecer del todo.

Si a eso se le suma la pérdida de empleo o la actividad económica, los efectos post-traumáticos pueden prolongarse.

Habrá cambios en las creencias individuales y colectivas sobre el afrontamiento de la vida, el modelo de vida, las prioridades, las relaciones, etc. que pueden acelerar cambios sociales ya emergentes previamente.

 

En la fase de alerta, la falta de información técnica permite rumores y priman las opiniones personales y los bulos. Los medios que dan el titular más catastrofista son los más oídos. La información negativa se difunde con más rapidez que la información positiva, no se cuestiona, sino que se acepta inmediatamente sin comprobarla, precisamente por su carácter de peligro percibido. Entre los efectos que se producen están una ilusión de invulnerabilidad grupal, el ostracismo, el aislamiento y el rechazo o incluso el ataque a aquellos colectivos a los que se les atribuye la responsabilidad de lo ocurrido. Hay una necesidad de atribuir de asignar la responsabilidad a alguien como mecanismo de defensa ante esta amenaza. La preocupación no es una respuesta eficiente, es darle vueltas a algo que puede ocurrir o no. Es muy diferente de ocuparse y buscar cómo afrontar la situación eficientemente.

En la fase de choque se produce una reacción. El peligro ya está aquí. Hay una reacción colectiva vinculada con la conmoción de la noticia, una inhibición y estupor. Los efectos en las personas afectan tanto a la cognición, como a las respuestas emocionales y conductuales. Se produce:

  • Stress colectivo
  • Alteraciones afectivas
  • Sensación de irrealidad
  • Suspensión de la actividad
  • Desconcentración

Se sabe que la reacción tiene una distribución de curva normal, es decir, una pequeña parte de la población, en torno al 15% tendrá una reacción patologizada, sentirán la catástrofe como propia, su pánico será desmedida y las reacciones hipocondríacas estarán presentes. Otro 15% se mantendrán estables con una baja respuesta de alarma aunque atentos y, un 70% se mantendrá en una calma aparente, en parte sumidos en una evitación cognitiva y una anestesia emocional ante la conmoción por la noticia de que el virus está entre nosotros y el peligro que supone.

El goteo constante de noticias que incrementan nuestra alarma, como que hayan enviado a todos los trabajadores de una empresa a casa, o que el número de contagios se expande geográficamente, o que los restaurantes chinos hayan cerrado hace que suframos la situación con una incertidumbre aún mayor. Nos preguntamos si ellos saben algo que nosotros no sabemos y si el peligro es mayor del que creemos. El desconcierto se generaliza.

Este grueso de la población es el que necesita más saber qué se va a hacer, cuáles son los escenarios posibles, cuáles son las medidas de coordinación y actuación que se prevén eficaces y cómo tienen que actuar. La actuación de las autoridades tiene que ser clara, precisa y constante, informando de los diferentes escenarios de evolución y las medidas a tomar en cada caso. Tienen que transmitir la sensación de que, aunque el contagio siga avanzando, todo está bajo control.

En la fase de emergencia, la alteración cognitiva, afectiva y conductual se ve incrementada ante las constantes malas noticias.

  • Alta ansiedad.
  • Intensa necesidad de compartir la angustia con otras personas.
  • Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

Las medidas de aislamiento social y la parada de la actividad productiva que se realizan en esta fase para contener el avance del contagio, no ayudan precisamente a relativizar la situación y afrontarla con los menores efectos secundarios en nuestra salud.

En esta fase es esencial, para no entrar en pánico, saber que, aunque el contagio esté avanzando, está bajo control, las autoridades sanitarias saben qué hacer y se está tratando y recuperando a los contagiados y, sobre todo, que estas situaciones tienen una evolución y un tiempo determinado, no son para siempre, la vida continuará después de la pandemia de coronavirus.

La comunicación con otras personas por teléfono, mensajería o videos nos ayuda a desahogar la tensión que acumulamos, especialmente necesario para aquellas personas que están solas. Es el lado positivo, si por una parte es el medio por el que se difunden bulos y rumores, también es el medio para recibir información técnica y apoyo social.

Fase de resolución, las cifras de contagio comienzan a bajar, la curva de afectados se enlentece y las cifras de curados comienza a subir significativamente. Las reacciones psicológicas van evolucionando:

  • Disminuye el stress.
  • Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.
  • Habituación a la situación.
  • Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

Fase de adaptación posterior. Una epidemia de estas dimensiones no desaparece sin dejar efectos secundarios en la población. Habrá un porcentaje de personas que mantendrán síntomas psicosomáticos incluso dos meses después de que se deje de hablar del coronavirus. Síntomas como tristeza, agresividad, respuestas exageradas, rumiación, hiperactividad, se mantendrán en un cuadro de stress post-traumático por el miedo acumulado ante el virus.

Muchas personas habrán sufrido, no sólo el confinamiento obligado, sino la pérdida de sus ingresos económicos por la falta de actividad. Tanto autónomos como despedidos sin paro, vivirán una prolongación de la situación de estrés debido a que sus necesidades de supervivencia no sólo se han visto afectadas a nivel la salud (y el riesgo de muerte), sino que se mantienen durante meses a nivel de supervivencia en el día a día (sus ingresos se han limitado).

Por otro lado, las creencias compartidas sobre uno mismo, el mundo y los otros podrán verse afectadas. ¿El mundo no será igual después de la crisis del coronavirus? Las personas nos acostumbramos con una enorme facilidad a lo que ocurre, nos adaptamos y generamos nuevas respuestas continuamente. La pandemia nos hará más sensibles a nuestra naturaleza, al sentido de lo global y a la necesidad de la investigación sanitaria. Ojalá también nos hiciera más sensibles a que todos, absolutamente todas las personas de todo el planeta compartimos la misma naturaleza y los mismos problemas.

PD: Si crees que necesitas apoyo para superar esta crisis, no corras el riesgo de cronificar el stress, incrementar conductas obsesivas, inducir conductas sobredimensionadas que no permiten manejar la situación eficientemente,  contacta con un profesional de la Psicología, que son los que tienen el conocimiento y la capacidad para atenderte sin provocar nuevos Te dejo el enlace al directorio del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid  o directorio@cop.es

EL SÍNDROME DEL DIÓGENES MENTAL

Lo reconozco, me mantengo en algún grupo de WhatsApp sólo para asombrarme de lo que se dice y como un ejercicio sociológico de contemplar cómo las personas pensamos.

Algunos de los miembros de determinados grupos –no tengo que ver su nombre para saber quien lo ha dicho- tienen una forma de ver la vida, de analizar la información y de mostrar sus sentimientos que literalmente parecieran están metidos dentro de un basurero. Sólo ven basura, sólo hay basura para ellos, el mundo, la personas, la vida es una basura, todo es una basura.

Y claro, lo que ves fuera es lo que tu mirada te permite ver. No ves la realidad sino lo que te permiten ver las gafas que te pones. Si tus gafas son amables, amable es el mundo y si tus gafas son de odio eso es lo que ves. Proyectas sobre el mundo la apreciación de ti mismo que son tus gafas.

Solemos hablar de las personas tóxicas como de aquellas personas que nos afectan negativamente con su forma de estar y tratarnos pero, pocas veces nos damos cuenta de que la mayor toxicidad está en cómo interpretamos nosotros la vida porque es, desde ahí, desde donde aceptamos la toxicidad del otro. Por lo tanto,

cuando hablamos de personas tóxicas, lo primero que tendríamos que preguntarnos es por nuestro propio nivel de toxicidad.

Es aquí cuando aparece el síndrome del Diógenes mental. Este es una persona que vive rodeado de una basura ingente: “sus pensamientos, sentimientos y sensaciones”. Esta basura tiene una clara función, reducir su propia incertidumbre echando sobre todos los demás la culpa de lo que le pasa. A nivel cognitivo, es un tipo de persona que enjuicia la realidad desde la bipolaridad de bueno o malo. Para esta persona todo lo que no coincida con sus esquemas defensivos es malo. Con tal de no reconocer la disonancia cognitiva entre lo que piensa y la realidad, cambia su percepción del mundo para acomodarla a lo que piensa y protegerse con una armadura sólida que le permita defenderse de la inseguridad.

Buenos tiempos para el Diógenes mental. El nivel de incertidumbre social a nivel mundial es, sin duda el más alto de la historia, no sólo por las noticias sino por el papel de los medios de comunicación que luchan por los titulares más tenebrosos y catastrofistas. Ya lo decían en 007, “la mejor noticia es una mala noticia”. Siempre el ser humano lo ha sabido, no hay nada como el miedo para controlar a las personas. Hemos pasado de un infierno de ultratumba a un infierno planetario ¡en vida!

Así que, entre una cosa y otra, entre la predisposición personal a echar la culpa a los otros y el ambiente de las cadenas de TV con el dedo acusador buscando culpables de lo que sea, la culpa sigue siendo un sentimiento de moda en nuestra sociedad. Antes interiorizada, ahora externalizada.

El punto base es cómo pensamos las personas, aprendemos a atribuir el sentido de las cosas poniendo el control hacia fuera, es lo que en la Teoría de la Atribución de Psicología se conoce como poner el lugar de control externamente (locus de control externo). Está muy actual el término “ir de víctima” en desarrollo personal, precisamente para indicar esta actitud de sujeto pasivo de lo que ocurre donde los demás son los responsables de todo. Mi jefe es el que me hace la vida imposible, mi pareja es insoportable, mi hija tiene mal carácter, etc. etc. Cuanto pones el locus de control fuera atribuyes a los demás y las circunstancias la causa de tu enfado, de tu malestar, de tu mala suerte. No deja de ser una posición “cómoda” porque esta explicación te permite mantenerte sin hacer nada esperando que la suerte, la lotería, el gobierno o cualquier otro te solucione la vida. Pero, esto jamás ocurrirá, porque tu forma de pensar te impide sentirte a gusto contigo mismo y por más que cambien las circunstancias de tu vida, tú no cambiarás la forma de verlo.

Así que el Diógenes mental, se acomoda en este tipo de atribución, echando la culpa a todo lo que no sea él mismo. Su mente se va llenando de pensamientos de odio y su emoción base es la ira, vive enrabietado. A simple vista se observa un cuerpo tenso, a la que salta y, a veces, una respuesta muy controlada sarcástica. Hay una gran violencia más o menos contenida porque en el fondo el Diógenes mental se siente en peligro consigo mismo.

Visto desde fuera, ver a los Diógenes mentales apoderarse del protagonismo en las familias, las empresas o las instituciones resulta realmente desalentador. Su distorsión cognitiva les impide hacer un análisis de posibilidad, sólo ven aquello que ratifica sus juicios y que apoya sus posturas radicales. ¿Es el triunfo de la insanía mental?

No es fácil despegarse de los Diógenes mentales, se necesita un esfuerzo consciente de tomar distancia y darse cuenta de que su basura es suya y decidir que no es tuya.

Yo suelo decir a mis clientes: si te están echando un volquete de basura encima, ¿te quedas quieto, impasible?

basura-mental

Las buenas noticias es que a atribuir el lugar de control se aprende. Puedes dejar de ser un Diógenes mental, ir de víctima y hacerte responsable de tus propios pensamientos, sentimientos y acciones. Claro, que eso requiere valentía y voluntad.

El final de año es un buen momento para liberarnos de mucha cargas, basuras propias y ajenas, para hacer limpieza de la casa pero también para hacer limpieza de nuestra mente. ¿Por qué no empezar la década con la mente más limpia?

EL SÍNDROME DEL ALIENADO

imagen alienado¿Qué pasa cuando otra persona te influye de tal forma que dejas de ser tú mismo?

De todos los síndromes psicológicos, éste, probablemente sea el más inquietante. Y, no por la forma en que la persona piensa, interpreta y se conduce, sino porque

la persona ha dejado de ser ella misma, de confiar en sí misma, de pensar por sí misma y de comportarse como es propio de ella.

No, no se debe a una situación crítica. Sí que es cierto que hay situaciones de tal calibre que desestabilizan por completo la mente de una persona como son un coma, un secuestro prolongado o una deprivación, bien de alimentos o bien de contacto humano, que sacan a la persona de su propio paradigma y cambia sus valores, prioridades y conductas, en definitiva, deja de ser ella misma para convertirse en otra persona. Es bien conocido el “Sindrome de Stokolmo” en el cual el secuestrado adopta y defiende lo puntos de vista de su secuestrador como propios.

En el síndrome del alienado podrían darse esas circunstancias, pero, lo habitual. es que estemos hablando de un “secuestro del discernimiento y la voluntad” de la persona en un entorno diario. El alienado no está sometido a una situación límite sino que en su cotidianeidad ha adoptado como propio el paradigma de otro y, ese otro, no es precisamente alguien lleno de bondad o que le ofrece sus ideas para ampliar su perspectiva o que quiere su bien. Por el contrario, estamos hablando de alguien que encuentra un valor especial en arrastrar y manipular el pensamiento, el sentimiento y la conducta de otra persona, ignorando y despreciando quién es esa persona.

No  es un síndrome del que se hable mucho y, sin embargo, está muy presente en nuestra sociedad. Se da en  parejas, entre amigos, en grupos sociales, entre compañeros de trabajo, por supuesto, en todos los grupos “istas” (pongan el nombre que quieran y termínenlo en –ista) que imponen a sus miembros una forma de entender y comportarse en la vida. La forma extrema del síndrome del alienado se da en las sectas.

Todos tenemos claro que la influencia de otras personas es importante. Somos seres sociales y, es gracias a otras personas, que aprendemos a dar un valor a la realidad y a cómo relacionarnos con ella. Necesitamos ser aceptados y, si no lo somos, sentimos que no tenemos valor alguno, hasta el extremo de que nuestra vida pierde sentido. En el inconsciente humano siempre hay un juego entre la indiferenciación personal, el ser uno mismo y la aceptación y aprobación de un grupo, para lo cual tienes que ser como los otros exigen que seas.

El problema no está en este juego dialéctico, sino en las personas o en el grupo que se toma como validador. Sabemos, también, que no todas las personas son una buena influencia para nosotros. Por su forma de pensar o de actuar, nos pueden arrastrar en contra de nuestro propio bien.

Hoy en día, es muy habitual oír hablar de las personas tóxicas, personas que nos influyen negativamente si bien es más o menos fácil identificarlas porque, en alguna medida, tenemos claro que nos hacen mal: afectan nuestro carácter; nos hacen sentirnos mal o nos vemos empujados a reaccionar sin control. Sin embargo, los alienadores son difíciles de distinguir cuando estás enganchado a ellos, aunque sí sean visibles para las personas del entorno del alienado.

¿A quién afecta?

La mayoría de las personas podríamos llegar a este estado en determinadas condiciones. No es una patología mental, salvo cuando así lo diagnostica la Psiquiatría. A diferencia de la psicosis, en la cual el individuo sustituye la realidad por un delirio,

en el estado de alienación el individuo sustituye la realidad por el discurso de otro que actúa como alienador.

La adolescencia es un momento fácil para este tipo de vínculos destructivos. Hay que considerar que, hoy en día, a su predisposición natural por el momento vital, se suma el impacto irresponsable y anónimo de las RRSS. Es bastante fácil que un adolescente pierda la fuerza personal que está aún en construcción para relativizar los juicios de otros (opiniones de otros, que no verdades) cuando convierte las RRSS en su principal fuente de validación como persona. De ahí la importancia de que los padres sean referentes sobre cómo interpretar la vida.

También, es un momento fácil para estos vínculos destructivos, la conocida como “crisis de los cuarenta”,  que se vive desde los 36 años a los 42 en los que la persona que no está segura de ser “válida” y duda del sentido de si mismo puede terminar buscando respuestas fáciles y “cantos de sirena” en alienadores que le den mensajes tranquilizadores.

El caso es que se produce un cambio en el mindset, en la interpretación de la propia vida, que va en contra de todo lo que la persona ha vivido y validado como adecuado hasta ahora. Hasta aquí, podría interpretarse como un ejercicio de la indiferenciación y poder personal en la construcción del sí mismo, sin embargo, en el síndrome del alienado, esta modificación cognitiva se debe a una necesidad ontológica no resuelta de la persona que se junta, además, con la presencia de la influencia perversa de un alienador.

¿Qué te lleva a dejarte alienar?

Para que se produzca el síndrome del alienado se dan varias circunstancias simultáneamente:

  1. Una cierta predisposición personal
  2. Factores externos
  3. La presencia del alienador

El alienado reúne dos condiciones psicológicas simultáneamente que le pueden predisponer a caer en ello. Por un lado, una propensión a la dependencia en el vínculo (relación de unión con otra persona, típicamente los vínculos afectivos con padres, pareja o hijos) porque la persona aún no ha conseguido la autonomía propia de una identidad bien definida. Sigue en el juego dialéctico de “ser” o “no ser”, en definitiva, de decidir “quién ser”. Es, precisamente, para compensar esa insatisfacción consigo sí mismo, esa falta de sentirse validado, por lo que puede estar volcado en hacer cosas continuamente, no sólo estar ocupado sino en no parar para no tener el tiempo de confrontarse consigo mismo y revisar la validación que hace de sí mismo. Además y, esto potencia la predisposición, tiene una propensión obsesiva que le lleva a tomarse las cosas en forma absoluta, en términos dicotómicos de sí o no.

Factores externos como altos niveles de stress situacional, bien por el trabajo (incertidumbre, cambios continuos, carga excesiva o carencia); las relaciones (conflictos, separaciones, fallecimientos); la familia (crianza y cuidado de otros miembros enfermos o mayores); las noticias (siempre catastrofistas), las condiciones de vida (carencias, dureza); residencias (cambios, ausencia de un lugar fijo, de seguridad); déficits en la alimentación (en concreto la falta de proteínas), etc.

La presencia cercana del alienador es el requisito imprescindible. El alienador es un individuo que se cree poseedor de la única verdad absoluta sobre la vida, las personas, lo que debe y no debe pensarse, sentirse o hacerse y, que necesita imponerla a los demás como forma de sentir un cierto control que le permita reducir su propia incapacidad para afrontar la incertidumbre y la diversidad. Como no es capaz de controlarse a sí mismo proyecta el control sobre otras personas. Suele asociarse a algún síndrome o trastorno neurológico. En vez de gestionar su vida, proyecta el control sobre la vida de los demás y, éste es un aspecto diferencial que lo caracteriza de sociópata, encuentra un auténtico placer en manipular y adoctrinar a otras personas, en aislarlas de otras personas referentes para ellos (en especial sus seres queridos) y en eliminar su libertad y voluntad. Es un individuo sociópata que manipula, trasgrede, desafía o violenta las normas sociales en beneficio propio, sin importarle la ética social, ni el bienestar de los otros, ni las consecuencias que sus actos pueden tener sobre los demás. Descalificará, despreciará y humillará a los seres queridos del alienado haciéndole ver que no están a su altura para desconectarle de ellos. En el alienador hay una tendencia psicópata a aprovecharse del otro e incluso a hacerle daño sin sentimiento de culpa. No suele ser violento, su expresión puede parecer amable, divertida, cercana, más bien actúa como una fina lluvia constante, se habla de ellos como de “psicópatas de guante blanco”.

“Amigos”, profetas, gurús, influencers, periodistas influyentes en los medios de comunicación, conferenciantes y vendedores de felicidad, sobre todo los que aparecen más en las RRSS, iluminados de “la nueva vida” que dicen tener el conocimiento de algo oculto y sanador que va a eliminar tu dolor,…, TODOS, te dicen cómo tienes que vivir porque ellos sí que saben lo que tienes que hacer: cómo tienes que pensar, sentirte, actuar. Se muestran soberbios, como seres superiores a ti por sus principios, sus ideas o sus comportamientos, son mejores que tú, más listos que tú y en posesión de la verdad. Hay más alienadores de lo que nos imaginamos. El que en realidad afecta al alienado es aquel al que le abre la puerta de su intimidad, bien porque conviven, bien porque le escucha continuamente y, ese, sí que acaba con el alienado, convirtiéndote en una marioneta a su disposición.

El punto diferencial es que el alienado le ha otorgado al alienador la autoridad de ser su referente, su guía y ha adoptado de éste la forma de interpretar la vida, lo que vale y lo que no vale, lo que es cierto y lo que no.

¿Qué significa estar alienado?

Como siempre, entender el significado de las palabras nos permite comprender mejor el alcance de lo que expresan. Alienado procede del latín  alienatio, alejamiento, privación y no puede expresarlo mejor. En la alineación, hay una privación del derecho y la libertad de la persona de sí mismo y de sus relaciones de apoyo.

También se relaciona con alienus propio de otro, extraño a uno y ajeno. Y, es así, en la alienación interviene otra persona, el alienador que consigue ese efecto.

Estar alienado supone perder los propios referentes personales para adoptar los de alguien ajeno, de forma inconsciente, eso sí y, debido a la influencia manipuladora del otro.  Busca la aprobación del alienador y el sentirse parte de su mundo y sus contactos. El alienado se autoengaña, no analiza la información sino que adquiere la narrativa del otro y la fundamenta en las razones que ha asimilado por ósmosis del alienador. En realidad, pierde su capacidad de autogestión, su libre albedrío y sufre un vacío de su propia voluntad que se llena de la voluntad del alienador. Hace lo que el alienador considera que debe hacer. El problema ontológico se manifiesta en que la persona deja de elegir libremente para asumir el paradigma del alienador como “su verdad” aunque se cree, defiende y justifica ese paradigma como el suyo.

Ah!!! Pero no es su paradigma.  Es impostado.

¿Qué implicaciones tiene estar alienado?

Como todo, estar alienado, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

VENTAJAS E INCONVENIENTES PARA EL ALIENADO

VENTAJAS

INCONVENIENTES

  • Se reduce la ansiedad porque adquieres certidumbres que te tranquilizan.
  • Crees que eres ahora aceptado y eso te hace sentir parte de… un grupo, un colectivo, una élite.
  • Sientes que estás en una zona de confort protegida.
  • Das la autoridad al alineador para ser tu guía, lo que te hace fácil entender lo que pasa y, sobre todo, te hace sentir seguro de lo que tienes que hacer.
  • Sientes una especie de liberación de todo y de todos porque ahora SI tienes las respuestas y no les necesitas.
  • La duda, el miedo, la incertidumbre quedan eliminadas o pasan a un segundo plano porque has asumido “la verdad absoluta” del alineador, las cosas son así y no hay que cuestionarlas.
  • El conflicto intrapsíquico producido por la lucha del alienado entre sus certezas y sus dudas sobre quién es, se ven reducidas.
  • La disonancia cognitiva entre quien soy y quien quiero ser, entre lo que está bien y lo que está mal, entre el deber y el querer, entre lo prohibido y lo permitido desaparece al adoptar el paradigma del alienador.
  • Se dispara el sentimiento de euforia al reducir la incertidumbre y creerse en posesión de la verdad sobre la vida.
  • Dejas de ser consciente de ti mismo.
  • Renuncias a tu responsabilidad con tu propia persona.
  • Actúas como otro dictamina que tienes que actuar.
  • La pérdida del sentido del yo es creciente por lo que si se cuestiona el paradigma del alienador o su autoridad puedes quedar expuesto a la incertidumbre.
  • Los efectos metamórficos del cambio cognitivo que se originan afectan a todo el sistema de creencias, valores, prioridades y relaciones.
  • Hay un aislamiento del círculo de apoyo anterior a la aparición del alienador que pudiera contra-restar su efecto.
  • Se rompen los vínculos afectivos anteriores.
  • Hay un bloqueo cognitivo que impide atender a la información de forma objetiva y equilibrada.
  • Cuando se rompa el vínculo con el alienador se produce un vacío existencial grave que requiere mucho apoyo e intervención profesional para superarlo.

 

 

Si no fuera una situación “con beneficios” para el alienado no se mantendría. Los tiene e importantes. La distorsión cognitiva hace que estar alienado puede resultar muy cómodo. El alienado, por fin, se siente seguro porque el paradigma que le “impone” el alienador hace que ya no tenga que pensar, ahora es un seguidor y simplemente tiene que seguir. Desarrolla un bloqueo cognitivo donde ya no entra ninguna información que cuestione el paradigma alienante.

Y, eso, tiene para el alienado un coste de dimensiones existenciales. Cualquier análisis de información, cualquier decisión que tome; el cómo afronta emocionalmente los hechos y el cómo se comporta están ahora al servicio del paradigma del alienador.

Es fácil encontrar que el alienado ha tomado decisiones drásticas que han roto su trayectoria vital o profesional. Como parte del síndrome necesita romper con todo lo que previamente eran sus referentes para no sufrir la disonancia cognitiva  del conflicto con el nuevo paradigma del alienado.

¿Se puede “desprogramar” al alienado?

La alineación está en la mente, en cómo piensa el alienado. No es un objeto inmodificable sino una estrategia de pensamiento dinámica para interpretar la vida, eso sí, llena de la carga destructiva que conlleva en contra de la propia persona.

Consciencia, Responsabilidad y Acción son los fases de trabajo cognitivo para desengancharse del alienador. Y, será complicado que pueda hacerlo sólo. Requerirá de un profesional de la Psicología que le acompañe en el intenso trabajo que necesita hacer y mejor si cuenta con una buena red de apoyo social.

El primer paso es cuestionar el “bloqueo cognitivo” que tiene el alienado para que pueda  “darse cuenta” de dónde está porque esa es la clave, de las ventajas y los inconvenientes y las consecuencias en su vida de vivir alienado tanto para él o ella como para aquellas personas que aún le sean significativas. Pero no es fácil que la persona pueda hacerlo mientras siga mirando la vida con las gafas de su alienador. Que el alienado tenga un insight y se de cuenta por sí mismo del dominio que el alienador tiene sobre él o ella no es fácil salvo que ocurra un incidente dramático que confronte a la persona con dónde está y qué está haciendo o acepte la intervención de un profesional de la Psicología que le facilite conseguir otra perspectiva.  Mientras no se de cuenta de que esa forma de pensar y el alienador le están impidiendo ser él o ella misma, no hay posibilidad de cambio. Es difícil que acepte la perspectiva de otros sobre la situación ya que cree estar en posesión de la verdad absoluta. Como se suele decir “no atiende a razones”.

Hacerse responsable de sí mismo y ser el protagonista de sus pensamientos es el segundo paso, difícil, ya que el cambio sólo es posible cuando alguien quiere cambiar y, en este caso, el alienado se siente más seguro aferrado al paradigma del alienador en el que se enroca obsesivamente.

Pasar del paradigma de verdad única al de verdad relativa, de depender del otro a asumir la responsabilidad de mirarse y ver lo que es de él o ella y lo que no es de él o ella, no es fácil para el alienado porque su estado mental se caracteriza precisamente por una pérdida de la propia identidad, una disminución de la autoconsciencia y las autoreferencias  que ha sustituido por las del alienador.

Cuando se interviene en las primeras etapas de la alienación los resultados son más favorables. Cuanto más tiempo siga el alienado a merced del paradigma del alienador más complicado será retrotraer los efectos destructivos del yo que ha producido. Pero puede ser reversible aunque deje cicatrices. También corresponderá a la responsabilidad consigo mismo de la persona en convertirlo en una experiencia de resiliencia que le permita un mayor desarrollo personal.

Y, por último, la acción diferente. Mientras ésta no se produzca no habrá cambio. Y, por supuesto, implica que la persona hasta ahora alienada tome distancia mental, sentimental y física del alienador, tendrá que eliminarle de su vida. Implica retomar relaciones, reparar, en la medida de lo posible, la confianza rota y mirar la vida desde un nuevo paradigma construido, esta vez, si, por sí misma.

El proceso de desenganche lleva tiempo y, a veces, los daños producidos en la vida del alienado son irreparables: decisiones tomadas de vida y de profesión, rupturas de relaciones y, también, somatización de esas tensiones que terminan siendo enfermedades. Son muchas las personas que narran los cambios drásticos en su vida cuando han conseguido salir de esa trampa: primero el pozo en el que estaban metidas, después el shock que produjo la toma de consciencia y el cambio posterior hacia una mayor responsabilidad consigo mismo.

Dos ideas finales:

  1. El poder de la persona está en su mente tanto para su destrucción como para su construcción.
  2. Siempre estamos construyéndonos y siempre podemos mejorarnos como personas.

Y una pregunta:

¿Cómo sería nuestra vida si nuestros principios fueran la Belleza, la Bondad y el Bienser?

EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR 

soy lo que creo¿Qué pasa cuando te ves como un fraude?

¿Cuando te crees que no vales y piensas que lo que consigues es una mentira?

¿Qué es?

Por impostor se entiende alguien que finge lo que no es. El “síndrome del impostor” es una forma de verse a uno mismo ante la vida que produce un conjunto de síntomas cognitivos, afectivos, conductuales y fisiológicos relacionados con el estrés. Se vive con “sufrimiento psicológico” y, con frecuencia, trastornos somáticos.

El término fue acuñado por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.

Es un trastorno funcional. Es decir, tiene que ver con cómo piensas y razonas sobre ti mismo, tu capacidad y merecimiento para alcanzar objetivos que lo haces de tal forma que te lleva a sentirte mal. Por lo tanto, no está recogido en ninguna clasificación clínica.

Cuando se está bajo los efectos de este síndrome, las personas sienten que no se merecen lo que han alcanzado y que los demás se van a dar cuenta de su falta de méritos y competencias, de que son un fraude. Piensan que si los demás supieran lo mediocres que son les quitarían las condiciones de que disponen: trabajo, posición, aprobados, reconocimiento, cariño, etc.

¿A quien afecta?

A personas con gran exigencia consigo mismos, perfeccionistas y de gran rendimiento como son los  estudiantes con buenas notas, deportistas, profesionales cuyo ejercicio se vincula con objetivos, a quienes afecta más cuanto más éxito tienen. ¿Quié lo diría? pero el astronauta Neil Armstrong pasó también por este síndrome.

Y, afecta más a las mujeres que a los varones. Es sabido que tras su salida de la Casa Blanca, Michelle Obama confesó que sufría el síndrome del impostor. Jennifer López y Michel Pfeiffer son algunas de las muchas actrices que lo ha hecho público. Las investigaciones confirman la alta frecuencia entre mujeres seguramente vinculada a las creencias culturales sobre la valía de éstas y la disonancia real entre lo que se “supone culturalmente” que una mujer puede hacer y cómo y lo que en realidad hacen.

Es un síndrome que aparece con gran frecuencia en los procesos de psicología coaching ejecutivo.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas más notables son los cognitivos que tienen que ver con cómo piensa y se juzga a sí mismo (inteligencia emocional) a los que se asocian síntomas afectivos, conductuales y fisiológicos. Todos ellos fomentan un ciclo tóxico en el que la persona se ve atrapada y que, además, lleva a comportamientos “autodestructivos” como el autosabotaje, la descalificación, la inhibición, etc.

SINTOMAS DEL SÍNDROME DEL IMPOSTOR
Pensamientos

  • Creencias negativas en torno a la propia capacidad, merecimiento y valía.
  • Creencia de que el éxito se debe a razones externas: a suerte, el azar, a la ayuda de otros.
  • Expectativas de fracaso ante situaciones similares a las que previamente han superado con éxito.
  • Desconfianza en las propias competencias que le han permitido conseguir sus resultados.
  • Falta de motivación de logro.
  • Descalificación personal.
  • Pensamientos catastrofistas.

Sentimientos

  • Desánimo, desesperanza, indefensión.
  • Alteraciones del ánimo.
  • Miedo a que los demás descubran su “fraude”.
  • Miedo constante a no estar a la altura.
  • Inseguridad en el ámbito académico, laboral, e incluso en las relaciones sociales.

Conductas

  • Inhibición e incluso parálisis para afrontar nuevos retos.
  • Inhibición en la participación social tanto en las relaciones sociales como en actividades profesionales como la participación en las reuniones profesionales.
  • Hablar negativamente de sí mismo, desvalorizarse, desprestigiarse,  ningunearse.
  • No son capaces de aceptar reconocimiento ni elogios.
  • Evitan las situaciones de exposición y evaluación.
  • No piden ayuda para afrontar los temas en los que están inmersos.

Fisiológicos

  • Alteraciones gastrointestinales, del sueño y otros síntomas propios del estrés.

¿Cuáles son las consecuencias?

El síndrome puede actuar como un potente bloquedor de la persona. Al sentirse un fraude no apuesta por sí mismo, no se da valor y no se hace valer.

En el entorno laboral esto puede tener serias consecuencias, tal y como muestra un estudio realizado en la Universidad de Salzburgo de Austria en 2016 donde se indicaba que, la mayoría de las personas que lo sufrían veían limitada su carrera profesional, tenían sueldos más bajos, menos promociones que sus compañeros con capacidades y experiencia similares y mayor incapacidad para buscar nuevos empleos.

A nivel personal, este tipo de pensamiento conlleva una importante carga de “sufrimiento psicológico” que puede llegar a ser realmente intensa, afectando sus relaciones personales y, lo que es básico, su relación consigo mismo. Es frecuente, que como fruto del diálogo descalificante interno que mantiene no sólo se juzgue de manera limitante sino que llegue a castigarse por el hecho de verse como un fraude con conductas como no darse permiso para disfrutar, recibir elogios, afecto, etc.

¿Por qué ocurre?

Las personas somos seres en construcción permanente, nos vamos haciendo constantemente con nuestras experiencias a través del procesamiento que hacemos de las situaciones.

De una forma muy simple podríamos decir que interpretamos lo que ocurre a través de 4 dimensiones de experimentación vital:

  1. Cognitiva
  2. Afectiva
  3. Conductual
  4. Fisiológica

El Síndrome del impostor afecta intensamente a todas estas dimensiones vitales.

A nivel cognitivo digamos que se produce una atribución externa del locus de control. ¿Qué significa esto? Pues, dicho de forma muy sencilla, que se interpretan los hechos pensando que otros, el azar, la oportunidad son la causa de lo que ocurre y que yo no tengo ningún papel en ello. Y esta es la base del síndrome del fracasado.

Como consecuencia de esta atribución externa:

Se hace un razonamiento ilógico. Las deducciones se basan en premisas sustentadas en una atribución externa  que no se corresponden con los hechos sino con su interpretación de los hechos. Esta atribución externa no permite a la persona reconocer su papel en sus logros a pesar de los datos que avalan sus resultados sino que lo achaca a otros factores externos como la suerte, azar, otros o la ayuda y, por lo tanto, no internaliza el logro como algo personal.

Fruto de su atribución externa no son capaces de reconocer la propia competencia ni considerarnos a nosotros mismos como válidos.

Además, se comparan continuamente con los demás, por su puesto para “perder”, porque interpretan que los demás son más inteligentes, competentes y valiosos. Y, simultáneamente, buscan ser “el mejor de los mejores” como un intento de conseguir valorar para sí mismos.

Vinculado con este tipo de razonamiento y atribución causal externa está el sentido de identidad de la persona. Naturalmente percibe los tres componentes de la identidad: autoconcepto, autoestima y autoimagen de forma distorsionada.

Es territorio de la inteligencia emocional: del cómo te interpretas, relaciona contigo mismo y con los demás. Es lógico pensar que hay un pobre desarrollo de la inteligencia emocional intrapersonal, por supuesto, aunque la inteligencia cognitiva sea muy alta (que con frecuencia lo es). El cómo viviste en la infancia el planteamiento de objetivos, el reconocimiento a tus logros y la valoración de ti como agente del éxito es el punto de partida. Pero, se sigue desarrollando de por vida y, por eso, podemos aprender a modificarlo.

Y hablando de infancia, es ahí donde aprendemos a fundamentar nuestras creencias de merecimiento, capacidad y valía. Pero, activamente podemos aprender siempre a conseguir las creencias que queremos para ser quienes queremos ser.

¿Qué lo empeora?

Por un lado, la presión social y, por otro, las creencias sociales.

La presión social que se manifiesta en la competitividad por conseguir las mejores notas, conseguir los objetivos, tener más likes. En las empresas la presión por conseguir los objetivos, la inmediatez y la exigencia continua empeoran el escenario. Las redes sociales no han hecho más que incrementar las condiciones para que este síndrome aparezca. Incrementan la sensación de fraude al ver en las RRSS que los otros son exitosos (ya que sólo se muestran situaciones de este tipo).

Tampoco ayudan las creencias sociales como la de “vales lo que ganas” que pone el valor de las personas en lo que consiguen y no en lo que son lo que genera una profunda confusión en muchas personas sobre su identidad.

¿Cómo superarlo?

Estamos hablando de un síndrome psicológico de cómo las personas afrontan la vida.

De poco valen las “recetas” facilonas de “haz esto o haz lo otro”. No vale que nadie te diga lo que tienes que hacer porque precisamente has llegado hasta aquí por ello.

La única solución es cambiar tus procesos y paradigmas de pensamiento sobre la vida y eso lo tienes que hacer tú desde ti mismo y con lo que a ti te vale.

Sin embargo, es muy, muy laborioso superarlo por uno mismo.

Este es uno de esos casos en los que el acompañamiento profesional marca la diferencia tanto en tiempo como esfuerzo para conseguir los cambios buscados y alcanzar “resultados extra-ordinarios”. Buscar ayuda para lo que no te funciona es el primer paso para conseguir lo que quieres.

Un psicólogo experto en coaching:

  1. Te lleva a tomar consciencia de cómo piensas, sientes, actúas y somatizas la forma que tienes de enfrentarte a la vida. Cuando el coachee se reconoce en el síndrome del impostor ya se produce un shock que le predispone al cambio. Te impulsa a aceptarte y reconocerte como persona, revisando tus creencias, cómo se han formado, cómo razonas y te sientes con ello.
  2. Te acompaña a que veas cómo modificar tus esquemas de razonamiento basados en la atribución del locus de control externo; desarrolles tu inteligencia emocional intrapersonal; priorices tus objetivos y, muy, muy importante valores lo que hay y no lo que falta (es decir, dejes de pensar en términos negativos o términos absolutos de todo o nada).
  3. Fomenta que revises tus éxitos desde tu nueva óptica de atribución del locus de control interno, “yo lo he conseguido” y desarrolles tu sentido de identidad que ahora es capaz de conseguir sus logros.

¿Por qué seguir sintiéndote fracasado cuando

esto es sólo una forma de interpretar la vida?

La capacidad de cambiar cómo nos sentimos en nuestra vida sólo está en nuestras manos, ¡¡podemos ser muy poderosos!!