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Estados emocionales de los equipos

estados emocionales CHLos equipos también tienen emociones y también se quedan anclados en estados emocionales y ésto marca lo que son capaces de hacer y con qué clima.

En el entorno laboral, cada vez, somos más conscientes de que las emociones y los estados emocionales tienen un impacto significativo en el bienestar de los trabajadores y en los resultados de negocio.

Trabajo y emociones se vinculan actualmente con la salud psicológica de los trabajadores porque no se consigue el mismo rendimiento cuando la emocionalidad es positiva que cuando es negativa y no, no se consigue la misma eficiencia cuando la emoción no es congruente con la situación. Estar hablando de estar felices y positivos no sería congruente con la tensión emocional a la que están sometidos los trabajadores actualmente.

La crisis sanitaria y el confinamiento han incrementado la visibilidad e importancia que nuestras emociones y salud psicológica tienen en relación a la actividad laboral. Como resultado, son numerosas las empresas que ya están atendiendo las  dificultades provocadas en los trabajadores en activo por el miedo al contagio, el stress de las medidas preventivas y la preocupación por la incertidumbre. Y serán muchas las que tengan que buscar respuestas a los retos de la reincorporación progresiva que traerán asociados las emociones predominantes de miedo, tristeza y rabia, por tantos meses ya mantenidas. La necesidad de atender la prevención de los riesgos psicosociales que el virus del COVID19 ha traído hace más necesario tener claro qué son las emociones y qué son los estados emocionales porque ambos van a tener un claro protagonismo en cómo los trabajadores volverán al trabajo.

El artículo ha sido publicado en Capital Humano y puedes leerlo en: https://bit.ly/3eujU0G #emocion #eevolucionemocional

Ya no seremos los mismos

espiralesNo habrá vuelta a la normalidad por mucho que nos empeñemos en querer volver a lo de antes, a nuestra vida que tanto echamos de menos. Se han producido unas rupturas sociales de tal calibre que el escenario ha cambiado.

 

Es más, no habrá una normalidad a la que volver.

Para aquellos que su vida no se haya visto afectada sustancialmente aún podrían hacerse a la idea de normalidad. Mantienen su trabajo como siempre, sus recursos no se han visto reducidos, su entorno familiar no ha sufrido pérdidas. Se han visto afectados, sí, pero sin que eso implique unas consecuencias de antes y después en sus vidas. Por el contrario, para aquellos que han perdido su trabajo, sus recursos como pequeña empresa o autónomos, o han perdido a sus familiares, ¿cuál va a ser la normalidad a la que volver?

La Pirámide de Necesidades de Maslow vuelve a tener un especial sentido en estos momentos. Para aquellos que de golpe han visto que su vida retrocedía al nivel básico de supervivencia, los problemas y temores son otros de los que tengan aquellos para los que no han cambiado sus recursos y su seguridad laboral.

La fractura entre aquellos que de repente se han visto arrojados a un nivel de supervivencia y los que se mantienen en su nivel de seguridad es y será más grande que nunca en la historia.

¿Podemos esperar que las reacciones sean las mismas?

Aún en el supuesto de que existiera esa normalidad a la que volver, los cambios de comportamientos que parecen inevitables van a construir espacios sociales muy diferentes.

El dramatismo de lo que estamos viviendo está produciendo profundos cambios en las dimensiones esenciales de las personas.

A nivel cognitivo, están cambiando algunas creencias sobre la vida, el mundo y nosotros mismos, nuestro sesgo de invulnerabilidad se ha visto conmocionado. Nos hemos dado cuenta de que cualquiera, de que cada uno, puede ver su vida cortada con una rapidez inusitada, algo que en la sociedad actual nos parece casi improbable y hablamos siempre de la alta esperanza de vida con la que contamos obviando la fragilidad de la vida hasta que esta situación nos ha confrontado con ella.

A nivel conductual, el forzado cambio de comportamientos ha roto nuestros hábitos fáciles y cómodos, forzando nuevas conductas que ahora requieren más consciencia, voluntad y energía. Esto nos ha confrontado con la necesidad de reevaluar las cosas que antes hacíamos y que nos parecían imprescindibles en nuestro día a día. Lo que antes parecía prioritario ahora puede que no se interprete así. Todas nuestras rutinas de casa se han podido ver cuestionadas, ¿para qué? ¿por qué? ¿de verdad es necesario? ¿por qué no? ¿cuándo?. Y, ya no digamos si incluimos el trabajar en casa. Espacio, tiempos, reuniones, llamadas, todo ahora se ha visto reformulado de la noche a la mañana. ¿Qué aprendizajes haremos de todos estos cambios? ¿qué cambiará en nuestra forma de trabajar? ¿qué cambiaremos de nuestra relación con el trabajo?

A nivel social y, dependiendo mucho de cómo se esté viviendo si solos o con otras personas, nos hemos dado cuenta del valor y fuerza que tienen para nuestro bienestar las relaciones sociales. Nos echamos de menos y, aunque la tecnología nos ha mantenido más comunicados que nunca, el contacto físico, la energía generada en el encuentro nos falta. Ahora somos más conscientes del valor que tiene para nosotros la compañía y la conversación. ¿Qué mantendremos de ello? ¿Querremos volver a una actividad ciega, a un no parar en el que no encontramos el momento de quedar con aquellos que nos importan?

A nivel emocional, el prolongado período de alarma ha hecho que estemos viviendo una montaña rusa de emociones negativas entre el miedo, la tristeza y la rabia, oscilando entre ellas una y otra vez

Las personas estamos sufriendo una prolongada situación de peligro con repercusiones de mucho calado en nosotros mismos. Cuando las personas nos sentimos amenazadas sólo tenemos tres tipos de respuesta automáticas: la lucha, la huida y la parálisis. El hecho de que se esté prolongando durante meses está consolidando una emocionalidad colectiva negativa que fluctúa como un péndulo entre el miedo, la tristeza y la ira, oscilando entre ellas una y otra vez según las noticias, el desarrollo de estrategias de afrontamiento de inteligencia emocional que hayamos adquirido  y según nuestra personalidad.

En un principio, la parálisis era la reacción más generalizada, la confusión mental, el no creernos lo que pasaba y la impotencia y el desconcierto los sentimientos predominantes. Después del shock inicial y forzados por el aislamiento, la respuesta común era esa huída a nuestro espacio de seguridad, a la casa, al no salir y casi escondernos para que el #COVID19 no nos alcanzara. Tras más de 40 días aislados y cuatro meses de información negativa, las ganas de luchar están tomando el relevo. La fortaleza psicológica de las personas, junto a mejores cifras de curación y contagio hacen que nuestra  indefensión aprendida ante el virus está bajando.  Muchas personas comienzan a sentir sentimientos de indignación por la falta de libertad y las decisiones tomadas, la reacción de lucha, eso sí, controlada, va creciendo y se repiten las demandas de medidas y libertad.

Todos estos cambios nos han cambiado. Ya no somos los mismos.

Y aún en el supuesto de que hubiera la normalidad de lo anterior a la que volver, ya no veríamos ni actuaríamos igual. Nuestra percepción de la vida es otra, nuestras prioridades se han visto cuestionadas y nosotros nos hemos vuelto más resilientes, sí más resistentes, pero también con un mayor sentido de fragilidad y una jerarquía de prioridades nueva.

Habrá que construir un nuevo espacio social en el que tenga cabida esta nueva mirada de la vida y aprovechar los aprendizajes.

¿Querremos cambiar algo?

Se resiliente para alcanzar tus retos

empoderar

«Resiliencia», capacidad de la personas de salir de las situaciones adversas y aprender y fortalecerse con ello.

¿Cuál es tu reto?

Renovarme, empoderarme, llenarme de ilusión y confianza para salir a buscar trabajo.

Jacques, 51 años, Director de exportación, casado, de origen belga, con una larga carrera realizando proyectos en diferentes países del mundo. Jacques se mostraba abatido, era consciente de su tristeza y de cómo le paralizaba, por lo que buscó la ayuda de un psicólogo experto en coaching para mejorar su capacidad para afrontar su situación.

Por tercera vez había perdido su trabajo en los últimos doce años. Ya había trabajado con coaching en otras ocasiones y sabía cómo podía acelerar su proceso de afrontamiento del “duelo”. Sí, porque perder el trabajo se vive con duelo, con dolor, con tristeza y es necesario que la persona se de algún tiempo para procesar esa pérdida y salir renovado. No en balde esa es la función principal de la tristeza, reconcentrarnos para que podamos renovarnos.

Jacques sabía todo esto, ya era su tercera vez, así que no dudó en llamar a su coach. Iniciaba el proceso de coaching con los objetivos claros, pero sin la energía necesaria.

¿Cuál es tu reto?

Renovarme, empoderarme, llenarme de ilusión y confianza para salir a buscar trabajo.

¿Qué objetivos te planteas?

Lo primero, confiar en mí. Me doy cuenta de que haber perdido el trabajo otra vez me ha hundido. Se me ha quedado la moral por los suelos.

Lo segundo, tener la energía para retomar positivamente mis contactos, con ganas, que me vean con ilusión. Y esto antes de tres meses, necesito, quiero, estar renovado antes de tres meses, además, no quiero que mi mujer me vea por más tiempo así.

¿Qué te está pasando ahora?

Pues, me he desanimado, es como si no tuviera energía para nada. Dudo de mí y de mi capacidad para trabajar.

¿Qué significa esto?

Je… Me dan hasta ganas de llorar, han sido tres veces ya, es cierto que ninguna por mi falta de capacidad o rendimiento, siempre ha sido por circunstancias de la empresa, pero la realidad es que siento que he perdido la autoestima, mais pas tout…

¿En cuánto cifrarías tu autoestima, de 1 a 10?

En un 4, non je.., no, no me apruebo.

 Curiosamente, Jacques fluctuaba de un idioma a otro, al hablar de objetivos, de retos, le salía el inglés, idioma con el que estaba acostumbrado a trabajar, pero al hablar de sí mismo, su acento y hasta el léxico se teñían del idioma materno, el francés.

El esfuerzo mental que hacía era evidente, los diferentes idiomas reflejaban la profundidad de su discurso. Para Jacques la introspección guiada era un gran alivio, le permitía fluir entre sus registros lingüísticos sin titubeos.

Era el momento para que Jacques soltara toda su pena, incluso su angustia, se desahogara literalmente en un entorno seguro. Hablar de ello, le ayudaba a procesarlo rápidamente.

¿Qué necesitas para conseguirlo?

Confianza, creer que puedo hacer mi trabajo sin dudar de que lo haré bien.

¿Si ya hubieras conseguido esa confianza, qué pasaría?

Que no me sentiría tan abatido, que no estaría pensando una y otra vez en lo que he perdido…, que pensaría que soy capaz de conseguir un nuevo trabajo…, que no dudaría de mí…

Dicho en positivo, ¿cómo sería?

Que estaría animado, que pensaría que soy un gran profesional con una larga y exitosa carrera, que mi edad juega precisamente a favor por la experiencia y madurez personal que aporto, que soy un profesional global, capaz de trabajar con diferentes culturas e idiomas.

¿Y cómo podrías conseguir esa confianza?

Necesito aceptar las cosas como son, sin más. Pasar página.

¿Entonces?

mmm

El proceso de coaching fluyó rápidamente, había una gran complicidad entre coach y cliente. Una vez concretada su visión, Jacques avanzó rápidamente hacia ella. Las preguntas hicieron que Jacques se desbloqueara convencido. Las dudas, los frenos, el desánimo formaban parte de la situación actual, pero no iban a impedirle conseguir su situación deseada. La capacidad de resiliencia de Jacques era muy alta, es decir, a pesar de su punto de partida, de pérdida y desánimo, tenía claro que quería afrontar esta situación como una nueva oportunidad de aprendizaje, sabía que saldría más maduro, más generoso, más “humano». Las personas resilientes tienen una mejor gestión de sus emociones ante las situaciones de estrés y soportan mejor la presión. Así lo mostraba Jacques, era consciente de su tristeza y de cómo le paralizaba, por lo que rápidamente buscó la ayuda necesaria para mejorar su capacidad para afrontar su situación. Jacques es un ejemplo de alta resiliencia, fruto en gran parte al prolongado trabajo que había realizado de conocerse y gestionarse desarrollando su inteligencia emocional con procesos de coaching anteriores.

No tardó en lanzarse a retomar sus contactos, esta vez desde el convencimiento de que tenía un gran valor que aportar.

Muy pronto surgió la primera entrevista y, entonces, las dudas volvieron a aparecer.

¿Qué te hace dudar ahora?

No sé, supongo que la inmediatez de «la prueba»

¿Qué pasa con ello?

Me trae recuerdos de miedo, de duda.

¿A qué te recuerda?

Al colegio.

¿Y…?

… En realidad nada, todo salió bien.

¿Y…?

Bueno, que si lo pienso bien puedo hacerlo, tengo el knowhow, la experiencia, las ganas…

En su caso ni siquiera era necesario preguntar por sus recursos, ahondar en otras ocasiones en las que hubiera conseguido un objetivo similar, explorar cómo se había sentido y qué había hecho. Él sólo siguió hablando, se lo decía con facilidad, había aprendido ya de otras ocasiones cómo indagar en su forma de pensar, hacerse consciente de ello y gestionarlo a su favor. Controlando sus pensamientos, controlaba su mundo.

Este artículo se ha publicado en http://www.tdd-online.es/content/jacques-resiliencia  dentro de mi Sección mensual «Conversaciones de coaching» con el título: Jacques, resiliencia.

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