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VISION = MI FUTURO

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Visión = Ver. Claro que significa ver. En wikipedia se dice que visión es la capacidad de interpretar nuestro entorno gracias a los rayos de luz que alcanzan el ojo. Circunscribe por tanto la visión al sentido de la vista, a la capacidad de recibir información a través de nuestros ojos.

Pero por visión pueden entenderse, además otros significados más simbólicos y significativos para la mente humana y su capacidad de construir la identidad de la persona. Significados que tienen que ver con el diseño de nuestro futuro, con alcanzar nuestros sueños realizados o con definir nuestro yo ideal.

La visión va más allá del simple ejercicio físico de ver. Tiene que ver con crear nuestro futuro. Sí, crearlo. No se trata de esperar de forma pasiva a ver qué nos depara el mañana, sino de actuar de forma proactiva ideando ese mañana, desde nuestros valores, desde nuestros principios y fortalezas. Supone liderar nuestro destino porque es ahí donde queremos estar.

Por eso se utiliza como ejercicio “clave” en coaching. Visión es proyectarnos en el futuro en el que queremos estar.

Este ejercicio de visión se constituye como uno de los ejes claves del cambio de las personas. Cuando lo utilizamos en el coaching individual o de equipo tratamos que las personas imaginen ese futuro que quieren vivir y en el que quieren estar, porque sólo desde un punto de referencia que les implique, y que consideren de éxito para ellas tendrán la voluntad suficiente para hacer los cambios que les conducirán hasta ese futuro deseado.

La definición de la visión es una práctica necesaria de la estrategia empresarial y como tal la hemos aprendido en los masters de dirección empresas. Sin embargo, su alcance es mucho mayor. Es tan potente que puede utilizarse con cualquier finalidad: el futuro de una empresa, departamento, equipo, negocio, persona,…

Tener una visión requiere de un punto de referencia de éxito que nos permite cambiar nuestros paradigmas. No podemos enfrentarnos a los desafíos del siglo XXI con paradigmas restrictivos donde la competición es la estrategia principal y el yo gano – tu pierdes, o el yo te hundo a ti para subirme encima tuyo y resaltar yo es la actitud predominante. Necesitamos “madurar”, evolucionar como personas y avanzar desde la mísera perspectiva de la defensa de mí mismo, al amplio espectro de posibilidades que ofrece la confianza en mí mismo y el querer colaborar con otros en aras de construir un espacio de relaciones y resultados diferentes.

Necesitamos enfrentarnos a nuestros nuevos retos con estrategias orientadas al éxito y al bienestar, fundamentadas en los elementos que la psicología positiva señala como bases del fortalecimiento de la persona, en las que las personas son aceptadas per se, y donde las diferencias individuales se convierten precisamente en una fuente de riqueza.

Cuando trabajamos la visión de una persona sobre sí mismo y su vida, siempre hay preguntas que les resultan impactantes: “¿dónde te ves de aquí a un año”, “¿cómo titularías la película de tu vida?”, “¿para qué vives?”, … No importa la pregunta, lo importante es que enfrentamos a la persona ante el hecho de reflexionar sobre lo que quiere hacer con su vida, y para mí, lo más importante, cómo se quiere sentir en ella. Lo habitual es la pasividad, el dejarse arrastrar, el vivir en la inconsciencia y el automatismo. Ante preguntas cómo esta que atañen a su propia existencia, ningún coachee queda indemne, sólo llevarle a que reflexione sobre ello, hace que mire su vida de forma diferente, con una mirada proactiva en vez de pasiva; hace que se sienta “responsable” de cómo sentirse ante ella y no una “víctima” de las circunstancias de su vida. Ya ha cambiado la direccionalidad de su existir, ya ha cambiado él, ya ha cambiado todo. Después queda el trabajo de andar ese camino que imagina para llegar a su futuro.

Pongamos un ejemplo ahora de trabajo con visión en equipo. Una empresa educativa en la que sus directivos destacan por su sensibilidad a la innovación en sus metodologías y la excelencia de los resultados que buscan en todos los órdenes, se dan cuenta de que su equipo de colaboradores de 30 personas no está alineado con los principios que para la dirección son claves en su acción. En este caso tiene una especial trascendencia por cuanto su trabajo incide directamente sobre unas 250 personas. Esta necesidad les lleva a plantear cómo alinear, implicar e ilusionar a todo el personal con el proyecto del centro.
Una mirada sistémica es esencial como primer paso. Las personas tomamos consciencia de donde estamos en nuestro equipo como sistema, qué aportamos con nuestro estar en él y que recibimos de los demás, y cómo afecta todo esto al conjunto de la empresa.

El siguiente video refleja de una forma simbólica la capacidad que tenemos las personas para situarnos y movernos en el conjunto de nuestras circunstancias.

El ejercicio de visión les ayuda a imaginar el futuro en el que quieren estar. En este caso es un ejercicio de visión compartida por todo el equipo que genera una direccionalidad especialmente visible en sus relaciones, y en paralelo en su trabajo.

Al año de crear la visión compartida, se ha renovado con una nueva definición. La evolución es percibida por todos. Han co-creado su forma de relacionarse y de abordar los retos constantes de su trabajo. El alineamiento y la satisfacción crecen. Si en el primer ejercicio de visión las posiciones individuales, los juicios de imposibilidad y la desconfianza aparecían tiñendo todo el contenido; en este nuevo ejercicio de visión, la confianza, el positivismo y la fuerza son los ejes centrales sobre los que se ha diseñado la nueva visión.

Al igual que una persona, los equipos necesitan reflexionar dónde están y definir su ideal de relaciones. Numerosos estudios han demostrado ya que cuando las personas se sienten confiadas y seguras su productividad es mayor, la conflictividad es menor, las ausencias físicas y mentales también son menores.

Es fácil de entender que si una persona no sabe hacia dónde dirigirse puede pasarse la vida dando tumbos de un objetivo a otro, o de una actividad a otra, o simplemente viviendo de forma inconsciente y pasiva sus días. A los equipos les ocurre lo mismo. A las organizaciones también.

Sólo nos faltaría que estas posibilidades que el trabajo en la visión abren llegaran a la sociedad. Sería soñar con un mundo mejor seguramente. El bienestar no es un nivel económico, es un “estar bien” en la vida que no conseguimos simplemente con dejarnos arrastrar por las circunstancias y los días, sino con la reflexión y el compromiso personal con uno mismo en crear nuestro futuro.

LOS JUICIOS EMOCIONALES

cuaderno coaching¿Eres de los que piensas que la emoción es algo que te habita y te posee como si fuera un alien, o de los que piensan que las emociones son algo desconocido, impenetrable e inmanejable? Son unas opiniones interesantes, pero… con las que este texto no coincide.
Entendemos las emociones como estrategias del ser humano para hacer frente a lo que le ocurre, que le permiten interpretar la información y valorarla de acuerdo con lo que significa para él esa situación.
Para un coach habituado a trabajar con el lenguaje y la acción, el trabajo con las emociones del coachee probablemente sea un gran desafío, y no tanto por la naturaleza de éstas, como por el desconocimiento del coach de cómo abordarlas.

La propuesta es muy sencilla: ¿qué pasaría si trabajamos las emociones como juicios de posibilidad? Bien es cierto que a veces son juicios maestros, de esos que imperan en nuestra forma de hacer y de ser, pero juicios al fin y al cabo. Para Aaron T. Beck, el psicólogo más importante de la terapia cognitiva, las emociones son siempre generadas por el pensamiento. Por ejemplo, la idea de pérdida produce tristeza; la ofensa, enfado y el peligro, ansiedad.

Eso sí, el componente somático de las emociones hace que esos juicios se materialicen en el cuerpo y sea más laborioso, ¡a veces complicado!, moverlos y que necesites trabajar todos y cada uno de los componentes de la acción que genera ese juicio: cuerpo, sentimiento y pensamiento para conseguirlo. Pero volviendo a la idea básica de considerar que la emoción es un juicio, ¿cómo me enfrento a ella?

Al igual que mis compañeros de promoción ésta fue la pregunta que me hice al encontrarme con mis primeras sesiones de coaching. Fruto de una intensa labor de investigar, revisar, experimentar, contrastar e integrar, llegué a diseñar un modelo que me ofrecía sencillas y operativas distinciones emocionales plenamente inmersas en las aportaciones de la Psicología Positiva.

Este modelo de “emociones capacitantes” nos ofrece ocho emociones para trabajar en coaching. Cada una es en sí misma una estrategia para responder ante lo que nos ocurre. Además, cada una responde a un juicio de valor con el que interpretamos, no sólo hechos externos, sino nuestros propios pensamientos y sensaciones de una forma más o menos consciente.

modelo de emociones

Lo que hace que el coaching sea especialmente útil con las emociones es que puede mejorar nuestro grado de consciencia sobre ellas, ya que habitualmente ni siquiera nos damos cuenta de que estamos en una emoción, y mejorar nuestro grado de consciencia sobre nosotros mismos es uno de los efectos inmediatos que ofrece el coaching.
Veamos en detalle cada una de las ocho emociones capacitantes:

Puedes continuar leyéndolo en el artículo publicado en Cuadernos de Coaching 09 de ICF en este enlace:

Haz clic para acceder a CC10.pdf

Próximamente saldrá publicado el libro que desarrolla el modelo y en el que se podrán identificar los componentes de cada emoción. Será seguro un libro esencial para todo coach.

¿ME VES? ¿TE VEO?

avatar - te veo Desde niños buscamos el reconocimiento de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros amigos, de nuestras parejas y nuestros jefes después. Necesitamos ser visibles, que nos vean, que nos reconozcan. Siempre lo hemos sabido en Psicología, el reconocimiento de los otros es esencial para constituirnos como personas. Con tal de que se fijen en nosotros somos capaces de muchas, muchas cosas. No hay más que ver las “luchas” entre hermanos, la adopción del rol que los padres y maestros nos adjudican de hijo bueno, malo, rebelde,… o los actos de obediencia ciega por conseguir acaparar la atención de los padres, que incluso a veces llegan a la edad adulta convertidos en actos de sumisión ante aquellas figuras que consideramos con autoridad ante nosotros.
Y cuando el reconocimiento no ocurre y nos ignoran y nos ningunean, nos hacen ser nada, dejamos de existir. Como decía uno de los protagonistas del musical Chicago “soy el hombre de celofán”, trasparente, nadie me ve, nadie tiene en cuenta que existo. ¿Cabe mayor forma de despersonalización?

Si me ven, si me aceptan, si me aprecian, me siento valorado y lo que tiene más trascendencia aún, adquiero consciencia de mi individualidad, me doy cuenta de mí mismo. Escena cumbre del reconocimiento del otro en la película Avatar cuando los protagonistas se reconocen entre sí aceptándose sin reservas con un “Te veo”.
Si hablamos del valor que tengo como persona, hay dos claras fuentes de las que me nutro para ello.
Por un lado yo y mi diálogo interno que me lleva a creer en mis capacidades, a otorgarme un valor, a ordenar mis valores y establecer mis prioridades. Es un valor absoluto, sin contraste, necesario para mí, puesto que me da la medida de mi autoimagen y mi autoestima.
Por otro lado el diálogo que tengo con los demás. Es en cuanto que veo en los otros mi valor, que me doy cuenta del alcance de mí mismo, de lo que valgo para los demás, es un valor relativo. Yo soy en relación a los demás. No en vano somos seres sociales, una experiencia como la descrita en la novela de Robinson Crusoe nos hace darnos cuenta del valor que los demás significan para nuestro propio bienestar mental e incluso físico. De igual forma que un Estado no es tal hasta que es reconocido por otros Estados, las personas no nos sentimos como tales hasta que no somos reconocidas por los demás.
Cuando en la relación que mantengo con mis personas cercanas, me siento validado, aceptado, me doy cuenta de que sí, de que soy alguien valioso y de que merezco la pena. Soy en cuanto que otros me reconocen, me validan, me ven.

Mi identidad, quien soy y cómo me siento persona está en relación con estos diálogos de relación conmigo mismo y con los demás.
Lo que se aprecia con frecuencia en los procesos de coaching es la baja consciencia que tenemos sobre nosotros mismos y el desconocimiento de cómo nos afectan estos diálogos internos y externos.
Pero ¿qué es el reconocimiento?
Hablamos habitualmente de reconocimiento como forma de decir al otro que ha hecho algo bien, pero en realidad va más allá. Es un reconocimiento del ser persona y no sólo de su hacer o tener.
Procede del latín re-cognoscere que expresa el conocimiento en profundidad de algo o de alguien. En lenguaje platónico significa sacar a la luz el verdadero conocimiento de algo. De alguna forma es un acto de re-creación del otro.
En el reconocimiento hay implícitos una serie de componentes:
Aceptación de la existencia del otro como persona, en su derecho a ser y estar como es. Reconocer totalmente al otro, y no sólo en un aspecto o acto del otro, sino como ser humano, lo que supone un acto de amor incondicional. La mutua aceptación se expresa en el mutuo reconocimiento.
Respeto a la dignidad del otro en una relación que no significa ganar o perder, donde no trato de reducir su valía o incluso eliminarle para ser yo más. No cabe aquí la interesante metáfora de pisar a otro para subirme encima de él y ser yo más.
Diversidad es un ser diferente a mí, que puede que tenga otros puntos de vista que me enriquecen mi capacidad para ver e interpretar el mundo.
Creencia en el otro como ser valioso, respetable. Creer en el otro es darle crédito.
Confianza tal vez una forma de vivir mi aceptación de él, creo que merece la pena lo que hace o lo que es.
Generosidad significa que soy capaz de trascenderme a mí mismo para pensar en el otro. Y esto sólo puedo hacerlo cuando estoy en disposición de dar y no sólo de recibir o de coger. Está plenamente conectado con la aceptación y confianza en mí mismo.
Transparencia compartir y no ocultar, no suprimir la expresión de lo que el otro ha significado para mí.
Declaración, reconocer al otro es un acto deliberado de expresión de mis pensamientos / sentimientos hacia él, que contribuyen a dibujar la idea de sí mismo del otro. Es el punto más visible y notorio del reconocimiento, no sólo le acepto, sino que se lo digo. Gracias a ello el otro se ve reflejado y puede re-crearse y desarrollarse.
Reciprocidad tal como yo reconozca al otro, el otro me reconocerá a mí. La expresión del reconocimiento abre posibilidades y alcance de nuestra mutua relación: “Te veo”, “¡Me ves!” El tono no puede ser el mismo con o sin reconocimiento. Su valor no puede ser el mismo. Cuando hay reconocimiento traspasamos el plano de la constatación para fundamentar una relación más profunda y diferente. Solo cuando el reconocimiento es recíproco, de mí hacia él, y de él hacia mí, sólo entonces hay una verdadera creencia mutua y una relación de encuentro entre el otro y yo. Nos descubrirnos mutuamente en un más allá y abrimos oportunidades para co-crear una relación enriquecedora.
Agradecimiento es una expresión de la aceptación que conlleva más beneficios para el que agradece que para el que lo recibe. Para la Psicología Positiva es una de las fuentes principales de bienestar de la persona. El que agradece no sólo se engrandece, equilibra su mundo interior, se beneficia de la potencia y fuerza de la co-creación de la relación.
El reconocimiento es un acto de generosidad y agradecimiento que habla de la grandeza humana del que lo realiza, si pensamos en un plano filosófico, pero también habla del grado de su gestión emocional ante la vida, si lo hacemos desde un plano psicológico.
Las implicaciones del reconocimiento son muchas tanto para las personas de un sistema, como para el sistema mismo. Cuando en un sistema familia, equipo, empresa, colegio, no hay reconocimiento de alguno de sus miembros es tanto como obligarle a que no exista, condenarle a ser nada.
En los procesos de coaching nos encontramos personas ancladas en el resentimiento hacia sí mismos, precisamente por la falta de auto-reconocimiento originado en lo que sienten como una falta de reconocimiento de los otros, o en un resentimiento hacia otros precisamente porque no se han visto reconocidos por ellos. Y da lo mismo el contexto, la familia, el trabajo, el colegio ¡Cuántas veces la queja es “Es como si no existiera para él» (jefe /profesor / colega /padre). Es curioso que de ese estado emocional no se sale sólo con reinterpretar la situación, no basta con narrar la historia de tal forma que pueda “digerir el atasco emocional” Decía Einstein que “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”
Reconocer al otro implica muchos componentes citados anteriormente que en su gran mayoría tienen que ver con cómo interpreto yo las situaciones, unas veces más desde un punto de vista racional, otras más desde el emocional. Tiene mucho que ver también con lo que en Psicología Positiva se consideran las fuentes de la persona, sus fortalezas, valores y principios.
Pero además, implica mi disposición hacia el reconocimiento, en qué medida estoy dispuesto a ello y en qué medida me es posible. Y esto está relacionado con el grado y forma en que me acepto a mí mismo, porque sólo desde mi propia aceptación puedo aceptar al otro.
No sólo es un tema de re-encuadre o reinterpretación, es un tema emocional, de principios y valores, de cómo siento yo a la otra persona y cómo siento que mi relación con ella me afecta.
En un proceso de coaching individual se trabaja con frecuencia la capacidad para reconocerse y reconocer, para agradecerse y agradecer. En un proceso de coaching de equipo es esencial trabajar la dinámica de relaciones y el reconocimiento de cada uno de los miembros. ¿Y si uno es invisible? ¿O varios? ¿Y si no hay reconocimiento entre ellos?
Me resulta especialmente notables estas preguntas. Hace muy pocos años sólo se nos pedía en los programas de desarrollo organizacional, que los equipos dieran resultados que estuvieran orientados a la tarea (me consta que sigue siendo así en muchas organizaciones). Pero los psicólogos sociales sabemos que esto no es posible. Las personas no funcionamos como compartimentos estancos, sino como energía relacional. No puedo estar centrado en una tarea si lo que me quema es mi relación con mi jefe, o el mal rollo que tengo con un compañero. Todo está relacionado con todo. Mi rendimiento se ve afectado por mis relaciones más que por la tarea misma. Mi bienestar se ve afectado por mis conversaciones conmigo mismo.
Uno de los ejemplos más espectaculares que he podido presenciar ha sido trabajando con un Comité de Dirección. En el transcurso de un intensivo encuentro en el que el objetivo de la organización era el team building. Las dinámicas de coaching hicieron aflorar la red de aceptaciones y aprecio entre ellos. Era tan evidente su desequilibrio que difícilmente hubieran podido construirse las bases de un trabajo en equipo efectivo desde ellas. El hacer aflorar a las personas “invisibles”, a las personas “marginadas”, el destapar el juego manipulativo de otras, el hacer manifiesto de sus filias y fobias, el hacer visibles los papeles asumidos por cada uno en relación con los otros,… les llevó a tener ¡¡CONSCIENCIA DE EQUIPO!!
No se podían contener los sentimientos, tan intenso resultaba verse a través de los otros. Había que gestionar ese enorme impacto, pero con frecuencia lo único que un equipo necesita es simplemente expresarse, poner nombre a lo que está soterrado. Sin embargo, con el coaching se puede ir más allá de la expresión, se puede llegar a una acción diferente y extraordinaria. El encuentro dejó de ser una actividad de team building, para convertirse en un strengh building. ¿Puede pedirse más?
La idea de escribir sobre el reconocimiento surgió de la excelente conferencia de Joan Quintana el pasado día 22 de mayo en el III Ciclo de conferencias de psicología y coaching. Psicólogos en el coaching español quien nos llevó a una profunda reflexión sobre el peso del reconocimiento de los otros en el propio bienestar e incluso en nuestra vida. Dice Joan que estamos en una búsqueda constante del reconocimiento y visibilidad ante los otros. Y que para que funcione un sistema hay que descubrir a los “invisibles”.
Con mi agradecimiento a Joan por compartir con nosotros su bondad y sus conocimientos. No os perdáis su libro Anticipate (QUINTANA, Joan y SOLER, Ceferí, (2012) Anticípate, editorial Lid)

LA VOLUNTAD UN AS PARA EL CAMBIO

VOLUNTAD

¿Puede impulsar el coaching la voluntad?

Con el coaching la consciencia necesaria, la visión, la definición de objetivos, el plan de acción necesario para alcanzarlo y el convencimiento en su capacidad para conseguirlo del coachee no sólo se construyen sino que pueden alcanzar la intensidad necesaria para lograrlo. El desarrollo de la voluntad se ve iniciada y reforzada en el espacio del coaching muy por encima y en menor tiempo de lo que por sí mismo el coachee hubiera podido conseguir.

Luego al igual que un músculo, la voluntad se fortalecerá con el ejercicio. Si se deja de ejercitar se debilita. Cada situación que requiere un esfuerzo de voluntad es una oportunidad para cultivarla, lo que implica trabajo, esfuerzo, dedicación y constancia.

Diferentes voluntades en las diferentes fases de la acción

Para conseguir un propósito se requiere una voluntad diferenciada según sea el momento de la acción: el inicio, la persistencia, la superación de obstáculos y la orientación a un logro excelente. En cada momento el componente de la acción y la voluntad requerida para empezar, persistir y culminar, es diferente y el papel del coach también puede ser diferente.

Voluntad para empezar algo: Voluntad inicial: La voluntad para romper con la inercia, la deriva en la rutina cómoda, la “caja de confort” de lo conocido y habitual, los hábitos consolidados y el descenso continuado en la espiral de la inconsciencia y, a la vez, impulsarse hacia la toma de consciencia de lo que se quiere y ponerse en marcha hacia ello. Sin ella no habrá cambio posible. Por sí sola no será suficiente para alcanzar la meta, necesitará de la constancia para superar las dificultades que irán surgiendo o sólo será un intento y se abandonará. La voluntad inicial se refuerza intensamente con la ayuda de otra persona y especialmente de un coach. El coach facilita que la persona elija si quiere dirigir proactivamente sus decisiones y actos o prefiere seguir igual o dejar la responsabilidad en manos ajenas. La distinción entre locus de control externo o interno de la Teoría de la atribución resulta tan esclarecedora, que el coachee se muestra con frecuencia sorprendido al descubrir donde sitúa su control. Descubrir que ha asumido un papel de “victima” de sí mismo muchas veces es el detonante de una explosión de indignación, estupor, sorpresa, seguido en muchos casos de tristeza, enfado o rabia. Este descubrimiento supone un cambio de observador en términos de coaching y resulta sumamente esclarecedor para el coachee y necesario para su avance en el coaching. Es, probablemente uno de los aspectos del cambio donde más impacto puede tener el coaching, por cuanto es el gran detonante de un cambio de dirección hacia la toma activa de responsabilidad sobre las decisiones.

Voluntad para mantenerse en lograrlo: Voluntad perseverante: Compuesta de tesón, empeño, firmeza, la voluntad perseverante permite persistir en el esfuerzo por conseguir la meta, y se va robusteciendo a medida que se repite el esfuerzo en conseguirlo. Esta voluntad es la que permite alcanzar cualquier meta. También aquí el acompañamiento del coach en el proceso facilita el fortalecimiento de esta voluntad perseverante, bien con su presencia, bien con el propio proceso de coaching que supone un seguimiento continuado de los planes de acción, bien con la energía que adquiere el coachee con el proceso mismo.

Voluntad para superar los inconvenientes: En el proceso de conseguir una meta pueden surgir inconvenientes que dificulten el avance e incluso la consecución. Es fácil dejar de hacer algo cuando sólo se encuentran obstáculos y para mantenerse con la voluntad firme de alcanzarlo es necesario tener muy claro el objetivo y una “visión” definida de lo que quiero conseguir. El papel del coach facilitando la clarificación de objetivos y el diseño de la visión, van más allá del aporte técnico que puedan ofrecer al coachee ya que precisamente son dos de los contenidos claves en los que se ha formado. Además su presencia sirve de acicate y estímulo para el coachee  

Voluntad para superar las frustraciones: La frustración es el valor que damos a tener un obstáculo entre la meta y yo, que vivimos como un bloqueo o impedimento. La persona fuerte se crece y madura superando sus frustraciones, gracias a la capacidad de resiliencia, capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación. Para Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra) “Es el factor diferenciador entre las personas que logran superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida”. Las distinciones que ofrece el coach, especialmente la de víctima-responsable, y otras como error – fracaso, facilitan que el coachee elija cómo afrontar las circunstancias de su vida y pueda desarrollar la voluntad de superarse e incrementar su resiliencia.

Para terminar lo empezado: Voluntad para terminar bien la tarea comenzada: Unida íntimamente al placer por la excelencia y el gusto por un trabajo bien hecho, es la voluntad de logro; requiere también la perseverancia y el trabajo continuado. Para fortalecer esta voluntad, el coach aporta nuevas distinciones: excelencia – exigencia, eficacia – eficiencia, que ayudan al coachee a reconocer sus criterios de acción y la utilidad y sentido que tienen.

“Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden, es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree  Paulo Coelho, escritor

Esto es parte de mi último artículo publicado en Capital Humano, 275 que te invito a leer en el siguiente enlace. https://elblogdeisabelaranda.com/wp-content/uploads/2011/12/la-voluntad-un-as-para-el-cambio_capital-humano.pdf

 

 

SOMOS QUIENES SEREMOS

ESTRELLASLa idea de que somos como somos y no podemos cambiar ha marcado la vida ¡y la incapacidad! de muchas personas. ¡Cuántas veces hemos oído decir: “Yo soy así”, “Así me parió mi madre”, “Yo a mi edad no pienso cambiar”, y muchas otras frases similares que muestran la reducción de la persona de sí mismo a una cosa inmutable. No somos nuestro pasado, o al menos podemos no serlo si queremos.

Estamos tan acostumbrados a tener como referente único el pasado que admitimos como criterio esencial el feed-back. “Dime cómo lo he hecho” preguntamos, poniendo el foco en lo que tengo que mejorar, en lo que debo cambiar para la próxima vez.

Y no sólo a nivel personal, en el mundo empresarial también se utiliza el pasado como criterio único. Bien dice mi querido amigo Josepe (http://josepegarcia.blogspot.com.es/) en el libro 2001 Odisea Management, de editorial Rasche  (http://www.editorialrasche.es/) “Desgraciadamente, en el mundo de la empresa todavía se evalúa mayormente desde el desempeño (lo que he hecho) y se deja de lado lo más importante (lo que soy capaz de hacer)”

 Para muchos coachees el darse cuenta de que puede elegir es un auténtico descubrimiento que abre las puertas a una “segunda vida” en la que la consciencia y la elección personal se convierten en la brújula para no perder el rumbo de su vida.

 We are what we become: somos aquello que llegamos a ser. Preciosa frase que cambia el foco del pasado al presente. Ya no se trata sólo de lo que he sido, sino de lo que soy ahora.

Lo más impresionante del ser humano es su capacidad para construirse día a día. Por mucho que nuestro equipamiento genético nos predisponga e incluso determine en algunos aspectos como la constitución física, la altura, o ciertos rasgos del carácter y la personalidad, la realidad es que no tenemos límites cuando nos proponemos ser de una determinada manera.

 Esto es fácil de apreciar cuando se trabaja en desarrollo de personas, y especialmente con coaching. La idea de que una persona puede elegir cómo sentirse ante algo que le ocurre, diseñar su futuro, y conseguir sus sueños no sólo es fascinante, impresiona profundamente. El constructivismo personal es el planteamiento que subyace en la psicología positiva y en el coaching. Si no pensaramos que la persona puede elegir cómo ser y qué hacer diferente para ello, no tendría sentido el desarrollo personal.

Resulta sorprendente ver los potentes recursos que las personas tenemos para hacer frente a nuestra vida, las “fortalezas” que hacen de nuestra mente una auténtica fábrica de poder personal. Con frecuencia difuminadas, con frecuencia desconocidas son, sin embargo, fáciles de desarrollar.  Podemos entrenarnos en pensar en positivo, aumentar nuestro tiempo emocionalmente positivo, reforzar nuestro sentido de valía, autoestima y ejercitar la resiliencia entre otros. Es un ejercicio en el presente que nos empodera y nos permite sentirnos más capaces y satisfechos.

Aquí ya no importa tanto el feed-back como el feed-within de quiénes estamos siendo.

Pero no hay nada tan potente como partir de la visión del futuro. Acostumbramos a soñar desde el me gustaría ser, pero menos frecuentemente a soñar desde el quiero ser. Y esto es probablemente la acción más potente y rica para el desarrollo de uno mismo. Es un ejercicio esencial en coaching y también en el desarrollo de un equipo. Se trata ahora del feed-forward, de recibir la información de lo que quiero llegar a ser que se convierte en mi meta, y a la vez en mi camino hacia ella. Nada mueve más a una persona que verse a sí misma haciendo algo ya. Nada impulsa más que la propia idea de uno mismo. Así que para cerrar esta línea de tiempo de la propia vida es imprescindible contar con el futuro en el que queremos vivir.

Si el feed-back nos dice que hemos hecho en el pasado, nuestros actos, el feed-within nos informa de cómo nos enfrentamos al aquí y ahora, nuestros pensamientos y sentimientos en el presente, y el feed-forward nos dice quienes queremos ser, nuestros sueños desde el futuro.

Ojalá cale poco a poco esta idea también en el ámbito educativo y se trabajen más la construcción voluntaria y decidida de uno mismo desde la adolescencia.

Nunca es demasiado tarde para elegir cómo sentirse ante la propia vida, y no hay nada como hacerlo desde nuestro ideal de nosotros mismos.

¿TRANSMITIR EMOCIONES ES SER MÁS HONESTO?

Me llama la atención por dos razones. La primera es la sensibilidad cada vez más extendida entre los profesionales del marketing, el  management, la educación, la salud, el bienestar,…  hacia las emociones y su esencial papel en quiénes somos, y cómo somos, y en general, hacia los conocimientos de las neurociencia generados por los psicólogos. No es de extrañar, son sectores orientados a cómo influir en las personas y conseguir que hagan determinadas cosas, tales como, por poner algunos ejemplos, conseguir objetivos, realizar aprendizajes, o tomarse un medicamento.

La segunda, porque afirma que transmitir emociones está relacionado con la honestidad. Yo me pregunto: ¿Y si las emociones que transmito son elegidas deliberada y perversamente, es eso honesto, ¿Es esto un juicio de valor de todo o nada? ¿Es que no somos honestos si no mostramos emociones? ¿De qué emociones estamos hablando?   

Identificar nuestras emociones tiene que ver con reconocer nuestras reacciones, no porque sean más auténticas, sino porque son más automáticas ante lo que nos ocurre. Me plantea una reflexión ¿Se es más auténtico por responder desde nuestra primera reacción, o se es más auténtico por asumir nuestras reacciones como propias?

Es cierto que empiezan a aceptarse las emociones como parte esencial de nuestro equipamiento biológico para vivir, y no sólo como fuerza ignotas que nos arrastran y despersonalizan. Lo peor, cuando se perciben como fuerzas incontrolada o seres ignotos, “aliens” que nos habitan y están dentro de nosotros. ¡uff!

Sin duda estamos viviendo un cambio de paradigma con respecto a las personas. En este siglo algo ha cambiado. Las personas se están convirtiendo en el eje central de la conciencia colectiva. No hay más que seguir la actualidad de blogs, cursos, congresos, etc., para darnos cuenta de cómo el interés por la persona y su propio desarrollo se está convirtiendo en un trending topic.

Sí, sí y sí a la responsabilidad personal con la propia vida. ¿Seguimos necesitando figuras de autoridad que nos digan cómo vivir nuestra vida, que nos creen certezas y modelos? Creo que sí, y en estos tiempos de incertidumbre puede que incluso se incremente la necesidad de figuras que nos arrastren y den instrucciones sobre cómo vivir y sentir que nos resultan tan útiles porque reducen la incertidumbre de nuestra vida.

Sin embargo, hay muchas personas que se dan cuenta de su insatisfacción, de su desencaje, incluso de su dolor ante la forma en que se sienten ante la vida y, en algunos casos, buscan cómo cambiar su forma de enfrentarse a la vida, en sí mismos y no en figuras de autoridad, dogmas de fe, o creencias colectivas. Es algo que aparece de forma constante en los procesos de coaching, y en los talleres de desarrollo personal en los que trabajo.   

Ya lo decían los griegos en el frontispicio del templo de Delfos: “conócete a ti mismo”, darte cuenta de cómo reaccionas, de qué te “saca de quicio”, de cómo interpretas lo que te ocurre, pienso que es el primer paso para ser coherente contigo mismo, y no un ser al vaivén de las circunstancias.  

Puede que el segundo paso sea no ocultarte, engañarte o eliminar ese darte cuenta, y aceptarlo y comprender qué te ocurre. Un tercer paso es actuar en consecuencia. ¡Todo un reto!

Pero si apuestas por la identidad, el bienestar y la vida plena puede que este reto sea tuyo.

Algo se mueve imparable en la Psicología

IMG_3831En estos días dos actos diferentes y de gran importancia celebrados en el Colegio Oficial de psicólogos de Madrid han venido a señalar el esfuerzo de los psicólogos por compartir con la sociedad una imagen actual, competente y positiva de su trabajo.

El primero la elección de la nueva Junta Directiva de la Sección de RRHH del COPM, de la que tengo el honor de formar parte, y el segundo, el Acto de Reconocimiento a los psicólogos que divulgamos el papel de la psicología con la presencia de conocidos psicólogos como Javier Urra, Rocío Ramos-Paul, Mª Jesús Álava Reyes, Bernabé Tierno, y así hasta 60 colegiados que hacemos llegar a los medios de comunicación el valor para la sociedad del trabajo de los psicólogos. Preciosas las palabras, que desde su experiencia trabajando con psicólogos, nos ofreció Mamen Asensio, Directora del programa de RNE, «España directo»

Los psicólogos del Trabajo, RRHH y Organizaciones trabajamos en los diversos aspectos que tienen que ver con el bienestar y el rendimiento en las empresas: selección, evaluación, formación, prevención de riesgos, especialmente los psicosociales, desarrollo organizacional, desarrollo de personas (incluido el coaching).

No siempre ha sido visto y valorado este trabajo. La psicología ha tenido y aún tiene una imagen cuando menos extraña y dispersa. Para algunos es algo tipo mágico, para otros incluso tiene que ver más con no estar bien de la cabeza.

Sin embargo, para sorpresa de muchos que consideran la actividad de los psicólogos como un trabajo dirigido a aquellos que no están bien, que tienen problemas, un trabajo clínico en definitiva, la psicología no se centra sólo en el malestar.

Una de sus áreas de trabajo de largo desarrollo y demanda creciente precisamente es la de la psicología del bienestar. Una psicología centrada en el desarrollo de las personas, en conseguir que se sientan más capaces, sean más felices y vivan con más calidad.

Dos teorías claves fundamentan este desarrollo de personas. Una la Teoría de la inteligencia emocional que con tanto acierto nos ha permitido entender cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, y la segunda la Psicología Positiva que nos ilustra de aquello que nos hace más humanos: nuestras fortalezas, valores y virtudes, que son el motor de nuestra construcción como personas.

El bienestar se está convirtiendo a pasos agigantados en el área de trabajo más de moda y más activa en estos momentos. No es de extrañar que precisamente por los tiempos de incertidumbre y desesperanza que vivimos se vea prioritaria la necesidad de aprender a movernos en este nuevo escenario, ya que es ahora cuando esas cualidades que nos diferencian como humanos se hacen más necesarias, tiene más sentido y valor.

La oferta de actividades vinculadas con el bienestar personal es inmensa. Las hay de todo tipo y valor. Pero reflejan una demanda imparable de las personas. Nunca como ahora ha habido un interés similar por conocernos, por explorar nuestras capacidades.

Esta Psicología del desarrollo y del bienestar nos ha ido abriendo las puertas a un mundo fascinante: a la posibilidad de la elección personal. El  paradigma del constructivismo personal está calando. La idea de que las personas podemos elegir como ser y sentirnos es tan potente que, una vez conocida, es difícil de abandonar. Las explicaciones y técnicas que nos ofrece la Psicología Positiva son sencillas e importantes. Decía el Dr. Martin Seligman que el objetivo de esta psicología es “Descubrir y promover los factores que le permiten al individuo y a las comunidades vivir en plenitud. La Psicología Positiva estudia la capacidad humana para generar orden y significado en nuestra experiencia, enfatiza el potencial creativo de las personas y las muchas maneras en las que podemos construir una “buena vida”.  La Psicología Positiva no es un ejercicio de autoayuda ni un método mágico para alcanzar la felicidad…lo que busca es ampliar la perspectiva con la que las personas se explican el mundo y puedan elegir cómo vivir tu vida.

Son muchos los psicólogos que actualmente estamos trabajando por el bienestar, y muchos los renombrados. Vamos a vivir un gran momento de la psicología.

CAPACES DE SER o DE HACER

negativaEntorno incierto, dificultades, limitaciones, lo llaman “crisis”
Es un hecho que para muchísimas personas hoy en día es más difícil salir adelante, ganarse la vida, casi sobrevivir. Es un hecho que es más complicado conseguir contratos, ganar clientes, ofrecer servicios. Pero esta situación no deja de ser un escenario en el que nos movemos. Nuevo escenario, nuevas necesidades, nueva forma de actuar. Son necesarias nuevas capacidades. Siendo un poco darwinistas podríamos pensar que sólo los que se adapten al medio y generen nuevas capacidades, funciones o comportamientos serán capaces de sobrevivir con éxito. Puede que este escenario esté pidiendo más de nosotros mismos, más de nuestra capacidad de ser tanto como de nuestra capacidad de hacer. Puede que este escenario negativo sea, al igual que ocurre con el revelado de fotos, el origen del lado positivo de la imagen.
Tal vez se deba a estas necesidades la ingente oferta de servicios relacionados con el bienestar: talleres de desarrollo personal, libros de autoayuda, conferencias motivadoras y lo más numeroso, el coaching. Ofertas variadas, a veces pintorescas, ofertadas por todo tipo de perfiles profesionales que llaman la atención sobre un hecho importante: la necesidad de las personas de empoderarse y sentirse capaces de manejar su situación.
En un marco de rigor científico, la Psicología Positiva (esa gran desconocida por muchos que piensa que la psicología sólo es para quien tiene problemas) estudia y desarrolla aquello que hace que las personas nos sobrepongamos a nuestros problemas, tengamos fuerza para iniciar nuevos retos y persistamos hasta conseguir nuestros objetivos: emociones positivas, pensamientos positivos, fortalezas, proyecto de vida.
Una fortaleza es la “Capacidad natural para pensar, actuar y sentir de una manera que permite el funcionamiento óptimo y el rendimiento en la búsqueda de resultados valorados” (Linley y Harrington, en prensa )
Las fortalezas: sabiduría, coraje, humanidad, trascendencia, moderación y justicia, nos empoderan, nos hacen sentirnos dueños de nuestra vida y hacen que ésta tenga significado para nosotros.
Dice Rafael Echevarría en “Ontología del lenguaje” que “El atributo fundamental de los seres humanos es su capacidad de actuar y, a través de ella, su capacidad de participar en la generación de sí mismo y de su mundo” Cierto, al hacer configuramos nuestro mundo, pero para hacer es necesaria la fuerza que dimana de nuestras fortalezas. Desde el desánimo, la negatividad, el miedo o la ira, desde el pensar que “no se puede hacer nada”, o que ”no soy capaz de conseguirlo” difícilmente tendré una capacidad de actuar adaptada a las demandas de este entorno tan exigente. Con fortalezas más trabajadas, mayor capacidad de acción.
Como dice el Dr. Martin Seligman «Las personas llevan escrito un SI o un NO en su interior, y eso lo define todo. Lo importante es que puede cambiarse”
Veamos un sencillo ejemplo del entrenamiento mental de la psicología positiva que se lleva a cabo en una sesión de coaching para rebatir pensamientos positivos:
Adversidad: Mi jefe me ha dicho en la reunión que lo he vuelto a hacer mal.
Creencia: Me la tiene jurada, me considera poco inteligente y encima mis compañeros también piensan lo mismo.
Consecuencia: Me he sentido inútil, avergonzado e incapaz.
Rebatimiento: El hecho de que el jefe me haya dicho que lo he vuelto a hacer mal no significa que piense que soy poco inteligente. Se ha referido a algo que he hecho, no a cómo soy yo. Además, el jefe siempre es igual con todos, nos suelta lo que piensa sin más. Por otro lado, su trabajo es estar pendiente de que estén bien hechas las cosas.
Resolución: No me siento inútil, ni avergonzado ni incapaz.
Esta secuencia tan sencilla de mostrar en realidad es complicada y laboriosa de conseguir, de ahí la importancia del papel de un coach que sepa guiarla.
Para hacer, primero ser, o tal vez ser siendo mientras se hace. Lo importante es trabajarnos el ser al igual que nos trabajamos el hacer, porque de aquel se consigue esto.
Las claves para el desarrollo de nuestro ser, son tomar consciencia de nuestros pensamientos, emociones y fortalezas y trabajar su desarrollo, en definitiva al igual que entrenamos nuestro cuerpo, entrenar nuestra mente para el éxito.