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¿ME VES? ¿TE VEO?

avatar - te veo Desde niños buscamos el reconocimiento de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros amigos, de nuestras parejas y nuestros jefes después. Necesitamos ser visibles, que nos vean, que nos reconozcan. Siempre lo hemos sabido en Psicología, el reconocimiento de los otros es esencial para constituirnos como personas. Con tal de que se fijen en nosotros somos capaces de muchas, muchas cosas. No hay más que ver las “luchas” entre hermanos, la adopción del rol que los padres y maestros nos adjudican de hijo bueno, malo, rebelde,… o los actos de obediencia ciega por conseguir acaparar la atención de los padres, que incluso a veces llegan a la edad adulta convertidos en actos de sumisión ante aquellas figuras que consideramos con autoridad ante nosotros.
Y cuando el reconocimiento no ocurre y nos ignoran y nos ningunean, nos hacen ser nada, dejamos de existir. Como decía uno de los protagonistas del musical Chicago “soy el hombre de celofán”, trasparente, nadie me ve, nadie tiene en cuenta que existo. ¿Cabe mayor forma de despersonalización?

Si me ven, si me aceptan, si me aprecian, me siento valorado y lo que tiene más trascendencia aún, adquiero consciencia de mi individualidad, me doy cuenta de mí mismo. Escena cumbre del reconocimiento del otro en la película Avatar cuando los protagonistas se reconocen entre sí aceptándose sin reservas con un “Te veo”.
Si hablamos del valor que tengo como persona, hay dos claras fuentes de las que me nutro para ello.
Por un lado yo y mi diálogo interno que me lleva a creer en mis capacidades, a otorgarme un valor, a ordenar mis valores y establecer mis prioridades. Es un valor absoluto, sin contraste, necesario para mí, puesto que me da la medida de mi autoimagen y mi autoestima.
Por otro lado el diálogo que tengo con los demás. Es en cuanto que veo en los otros mi valor, que me doy cuenta del alcance de mí mismo, de lo que valgo para los demás, es un valor relativo. Yo soy en relación a los demás. No en vano somos seres sociales, una experiencia como la descrita en la novela de Robinson Crusoe nos hace darnos cuenta del valor que los demás significan para nuestro propio bienestar mental e incluso físico. De igual forma que un Estado no es tal hasta que es reconocido por otros Estados, las personas no nos sentimos como tales hasta que no somos reconocidas por los demás.
Cuando en la relación que mantengo con mis personas cercanas, me siento validado, aceptado, me doy cuenta de que sí, de que soy alguien valioso y de que merezco la pena. Soy en cuanto que otros me reconocen, me validan, me ven.

Mi identidad, quien soy y cómo me siento persona está en relación con estos diálogos de relación conmigo mismo y con los demás.
Lo que se aprecia con frecuencia en los procesos de coaching es la baja consciencia que tenemos sobre nosotros mismos y el desconocimiento de cómo nos afectan estos diálogos internos y externos.
Pero ¿qué es el reconocimiento?
Hablamos habitualmente de reconocimiento como forma de decir al otro que ha hecho algo bien, pero en realidad va más allá. Es un reconocimiento del ser persona y no sólo de su hacer o tener.
Procede del latín re-cognoscere que expresa el conocimiento en profundidad de algo o de alguien. En lenguaje platónico significa sacar a la luz el verdadero conocimiento de algo. De alguna forma es un acto de re-creación del otro.
En el reconocimiento hay implícitos una serie de componentes:
Aceptación de la existencia del otro como persona, en su derecho a ser y estar como es. Reconocer totalmente al otro, y no sólo en un aspecto o acto del otro, sino como ser humano, lo que supone un acto de amor incondicional. La mutua aceptación se expresa en el mutuo reconocimiento.
Respeto a la dignidad del otro en una relación que no significa ganar o perder, donde no trato de reducir su valía o incluso eliminarle para ser yo más. No cabe aquí la interesante metáfora de pisar a otro para subirme encima de él y ser yo más.
Diversidad es un ser diferente a mí, que puede que tenga otros puntos de vista que me enriquecen mi capacidad para ver e interpretar el mundo.
Creencia en el otro como ser valioso, respetable. Creer en el otro es darle crédito.
Confianza tal vez una forma de vivir mi aceptación de él, creo que merece la pena lo que hace o lo que es.
Generosidad significa que soy capaz de trascenderme a mí mismo para pensar en el otro. Y esto sólo puedo hacerlo cuando estoy en disposición de dar y no sólo de recibir o de coger. Está plenamente conectado con la aceptación y confianza en mí mismo.
Transparencia compartir y no ocultar, no suprimir la expresión de lo que el otro ha significado para mí.
Declaración, reconocer al otro es un acto deliberado de expresión de mis pensamientos / sentimientos hacia él, que contribuyen a dibujar la idea de sí mismo del otro. Es el punto más visible y notorio del reconocimiento, no sólo le acepto, sino que se lo digo. Gracias a ello el otro se ve reflejado y puede re-crearse y desarrollarse.
Reciprocidad tal como yo reconozca al otro, el otro me reconocerá a mí. La expresión del reconocimiento abre posibilidades y alcance de nuestra mutua relación: “Te veo”, “¡Me ves!” El tono no puede ser el mismo con o sin reconocimiento. Su valor no puede ser el mismo. Cuando hay reconocimiento traspasamos el plano de la constatación para fundamentar una relación más profunda y diferente. Solo cuando el reconocimiento es recíproco, de mí hacia él, y de él hacia mí, sólo entonces hay una verdadera creencia mutua y una relación de encuentro entre el otro y yo. Nos descubrirnos mutuamente en un más allá y abrimos oportunidades para co-crear una relación enriquecedora.
Agradecimiento es una expresión de la aceptación que conlleva más beneficios para el que agradece que para el que lo recibe. Para la Psicología Positiva es una de las fuentes principales de bienestar de la persona. El que agradece no sólo se engrandece, equilibra su mundo interior, se beneficia de la potencia y fuerza de la co-creación de la relación.
El reconocimiento es un acto de generosidad y agradecimiento que habla de la grandeza humana del que lo realiza, si pensamos en un plano filosófico, pero también habla del grado de su gestión emocional ante la vida, si lo hacemos desde un plano psicológico.
Las implicaciones del reconocimiento son muchas tanto para las personas de un sistema, como para el sistema mismo. Cuando en un sistema familia, equipo, empresa, colegio, no hay reconocimiento de alguno de sus miembros es tanto como obligarle a que no exista, condenarle a ser nada.
En los procesos de coaching nos encontramos personas ancladas en el resentimiento hacia sí mismos, precisamente por la falta de auto-reconocimiento originado en lo que sienten como una falta de reconocimiento de los otros, o en un resentimiento hacia otros precisamente porque no se han visto reconocidos por ellos. Y da lo mismo el contexto, la familia, el trabajo, el colegio ¡Cuántas veces la queja es “Es como si no existiera para él» (jefe /profesor / colega /padre). Es curioso que de ese estado emocional no se sale sólo con reinterpretar la situación, no basta con narrar la historia de tal forma que pueda “digerir el atasco emocional” Decía Einstein que “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”
Reconocer al otro implica muchos componentes citados anteriormente que en su gran mayoría tienen que ver con cómo interpreto yo las situaciones, unas veces más desde un punto de vista racional, otras más desde el emocional. Tiene mucho que ver también con lo que en Psicología Positiva se consideran las fuentes de la persona, sus fortalezas, valores y principios.
Pero además, implica mi disposición hacia el reconocimiento, en qué medida estoy dispuesto a ello y en qué medida me es posible. Y esto está relacionado con el grado y forma en que me acepto a mí mismo, porque sólo desde mi propia aceptación puedo aceptar al otro.
No sólo es un tema de re-encuadre o reinterpretación, es un tema emocional, de principios y valores, de cómo siento yo a la otra persona y cómo siento que mi relación con ella me afecta.
En un proceso de coaching individual se trabaja con frecuencia la capacidad para reconocerse y reconocer, para agradecerse y agradecer. En un proceso de coaching de equipo es esencial trabajar la dinámica de relaciones y el reconocimiento de cada uno de los miembros. ¿Y si uno es invisible? ¿O varios? ¿Y si no hay reconocimiento entre ellos?
Me resulta especialmente notables estas preguntas. Hace muy pocos años sólo se nos pedía en los programas de desarrollo organizacional, que los equipos dieran resultados que estuvieran orientados a la tarea (me consta que sigue siendo así en muchas organizaciones). Pero los psicólogos sociales sabemos que esto no es posible. Las personas no funcionamos como compartimentos estancos, sino como energía relacional. No puedo estar centrado en una tarea si lo que me quema es mi relación con mi jefe, o el mal rollo que tengo con un compañero. Todo está relacionado con todo. Mi rendimiento se ve afectado por mis relaciones más que por la tarea misma. Mi bienestar se ve afectado por mis conversaciones conmigo mismo.
Uno de los ejemplos más espectaculares que he podido presenciar ha sido trabajando con un Comité de Dirección. En el transcurso de un intensivo encuentro en el que el objetivo de la organización era el team building. Las dinámicas de coaching hicieron aflorar la red de aceptaciones y aprecio entre ellos. Era tan evidente su desequilibrio que difícilmente hubieran podido construirse las bases de un trabajo en equipo efectivo desde ellas. El hacer aflorar a las personas “invisibles”, a las personas “marginadas”, el destapar el juego manipulativo de otras, el hacer manifiesto de sus filias y fobias, el hacer visibles los papeles asumidos por cada uno en relación con los otros,… les llevó a tener ¡¡CONSCIENCIA DE EQUIPO!!
No se podían contener los sentimientos, tan intenso resultaba verse a través de los otros. Había que gestionar ese enorme impacto, pero con frecuencia lo único que un equipo necesita es simplemente expresarse, poner nombre a lo que está soterrado. Sin embargo, con el coaching se puede ir más allá de la expresión, se puede llegar a una acción diferente y extraordinaria. El encuentro dejó de ser una actividad de team building, para convertirse en un strengh building. ¿Puede pedirse más?
La idea de escribir sobre el reconocimiento surgió de la excelente conferencia de Joan Quintana el pasado día 22 de mayo en el III Ciclo de conferencias de psicología y coaching. Psicólogos en el coaching español quien nos llevó a una profunda reflexión sobre el peso del reconocimiento de los otros en el propio bienestar e incluso en nuestra vida. Dice Joan que estamos en una búsqueda constante del reconocimiento y visibilidad ante los otros. Y que para que funcione un sistema hay que descubrir a los “invisibles”.
Con mi agradecimiento a Joan por compartir con nosotros su bondad y sus conocimientos. No os perdáis su libro Anticipate (QUINTANA, Joan y SOLER, Ceferí, (2012) Anticípate, editorial Lid)

LA VOLUNTAD UN AS PARA EL CAMBIO

VOLUNTAD

¿Puede impulsar el coaching la voluntad?

Con el coaching la consciencia necesaria, la visión, la definición de objetivos, el plan de acción necesario para alcanzarlo y el convencimiento en su capacidad para conseguirlo del coachee no sólo se construyen sino que pueden alcanzar la intensidad necesaria para lograrlo. El desarrollo de la voluntad se ve iniciada y reforzada en el espacio del coaching muy por encima y en menor tiempo de lo que por sí mismo el coachee hubiera podido conseguir.

Luego al igual que un músculo, la voluntad se fortalecerá con el ejercicio. Si se deja de ejercitar se debilita. Cada situación que requiere un esfuerzo de voluntad es una oportunidad para cultivarla, lo que implica trabajo, esfuerzo, dedicación y constancia.

Diferentes voluntades en las diferentes fases de la acción

Para conseguir un propósito se requiere una voluntad diferenciada según sea el momento de la acción: el inicio, la persistencia, la superación de obstáculos y la orientación a un logro excelente. En cada momento el componente de la acción y la voluntad requerida para empezar, persistir y culminar, es diferente y el papel del coach también puede ser diferente.

Voluntad para empezar algo: Voluntad inicial: La voluntad para romper con la inercia, la deriva en la rutina cómoda, la “caja de confort” de lo conocido y habitual, los hábitos consolidados y el descenso continuado en la espiral de la inconsciencia y, a la vez, impulsarse hacia la toma de consciencia de lo que se quiere y ponerse en marcha hacia ello. Sin ella no habrá cambio posible. Por sí sola no será suficiente para alcanzar la meta, necesitará de la constancia para superar las dificultades que irán surgiendo o sólo será un intento y se abandonará. La voluntad inicial se refuerza intensamente con la ayuda de otra persona y especialmente de un coach. El coach facilita que la persona elija si quiere dirigir proactivamente sus decisiones y actos o prefiere seguir igual o dejar la responsabilidad en manos ajenas. La distinción entre locus de control externo o interno de la Teoría de la atribución resulta tan esclarecedora, que el coachee se muestra con frecuencia sorprendido al descubrir donde sitúa su control. Descubrir que ha asumido un papel de “victima” de sí mismo muchas veces es el detonante de una explosión de indignación, estupor, sorpresa, seguido en muchos casos de tristeza, enfado o rabia. Este descubrimiento supone un cambio de observador en términos de coaching y resulta sumamente esclarecedor para el coachee y necesario para su avance en el coaching. Es, probablemente uno de los aspectos del cambio donde más impacto puede tener el coaching, por cuanto es el gran detonante de un cambio de dirección hacia la toma activa de responsabilidad sobre las decisiones.

Voluntad para mantenerse en lograrlo: Voluntad perseverante: Compuesta de tesón, empeño, firmeza, la voluntad perseverante permite persistir en el esfuerzo por conseguir la meta, y se va robusteciendo a medida que se repite el esfuerzo en conseguirlo. Esta voluntad es la que permite alcanzar cualquier meta. También aquí el acompañamiento del coach en el proceso facilita el fortalecimiento de esta voluntad perseverante, bien con su presencia, bien con el propio proceso de coaching que supone un seguimiento continuado de los planes de acción, bien con la energía que adquiere el coachee con el proceso mismo.

Voluntad para superar los inconvenientes: En el proceso de conseguir una meta pueden surgir inconvenientes que dificulten el avance e incluso la consecución. Es fácil dejar de hacer algo cuando sólo se encuentran obstáculos y para mantenerse con la voluntad firme de alcanzarlo es necesario tener muy claro el objetivo y una “visión” definida de lo que quiero conseguir. El papel del coach facilitando la clarificación de objetivos y el diseño de la visión, van más allá del aporte técnico que puedan ofrecer al coachee ya que precisamente son dos de los contenidos claves en los que se ha formado. Además su presencia sirve de acicate y estímulo para el coachee  

Voluntad para superar las frustraciones: La frustración es el valor que damos a tener un obstáculo entre la meta y yo, que vivimos como un bloqueo o impedimento. La persona fuerte se crece y madura superando sus frustraciones, gracias a la capacidad de resiliencia, capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación. Para Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra) “Es el factor diferenciador entre las personas que logran superarse y triunfar, mientras que otros arrastran su frustración toda la vida”. Las distinciones que ofrece el coach, especialmente la de víctima-responsable, y otras como error – fracaso, facilitan que el coachee elija cómo afrontar las circunstancias de su vida y pueda desarrollar la voluntad de superarse e incrementar su resiliencia.

Para terminar lo empezado: Voluntad para terminar bien la tarea comenzada: Unida íntimamente al placer por la excelencia y el gusto por un trabajo bien hecho, es la voluntad de logro; requiere también la perseverancia y el trabajo continuado. Para fortalecer esta voluntad, el coach aporta nuevas distinciones: excelencia – exigencia, eficacia – eficiencia, que ayudan al coachee a reconocer sus criterios de acción y la utilidad y sentido que tienen.

“Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden, es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree  Paulo Coelho, escritor

Esto es parte de mi último artículo publicado en Capital Humano, 275 que te invito a leer en el siguiente enlace. https://elblogdeisabelaranda.com/wp-content/uploads/2011/12/la-voluntad-un-as-para-el-cambio_capital-humano.pdf

 

 

SOMOS QUIENES SEREMOS

ESTRELLASLa idea de que somos como somos y no podemos cambiar ha marcado la vida ¡y la incapacidad! de muchas personas. ¡Cuántas veces hemos oído decir: “Yo soy así”, “Así me parió mi madre”, “Yo a mi edad no pienso cambiar”, y muchas otras frases similares que muestran la reducción de la persona de sí mismo a una cosa inmutable. No somos nuestro pasado, o al menos podemos no serlo si queremos.

Estamos tan acostumbrados a tener como referente único el pasado que admitimos como criterio esencial el feed-back. “Dime cómo lo he hecho” preguntamos, poniendo el foco en lo que tengo que mejorar, en lo que debo cambiar para la próxima vez.

Y no sólo a nivel personal, en el mundo empresarial también se utiliza el pasado como criterio único. Bien dice mi querido amigo Josepe (http://josepegarcia.blogspot.com.es/) en el libro 2001 Odisea Management, de editorial Rasche  (http://www.editorialrasche.es/) “Desgraciadamente, en el mundo de la empresa todavía se evalúa mayormente desde el desempeño (lo que he hecho) y se deja de lado lo más importante (lo que soy capaz de hacer)”

 Para muchos coachees el darse cuenta de que puede elegir es un auténtico descubrimiento que abre las puertas a una “segunda vida” en la que la consciencia y la elección personal se convierten en la brújula para no perder el rumbo de su vida.

 We are what we become: somos aquello que llegamos a ser. Preciosa frase que cambia el foco del pasado al presente. Ya no se trata sólo de lo que he sido, sino de lo que soy ahora.

Lo más impresionante del ser humano es su capacidad para construirse día a día. Por mucho que nuestro equipamiento genético nos predisponga e incluso determine en algunos aspectos como la constitución física, la altura, o ciertos rasgos del carácter y la personalidad, la realidad es que no tenemos límites cuando nos proponemos ser de una determinada manera.

 Esto es fácil de apreciar cuando se trabaja en desarrollo de personas, y especialmente con coaching. La idea de que una persona puede elegir cómo sentirse ante algo que le ocurre, diseñar su futuro, y conseguir sus sueños no sólo es fascinante, impresiona profundamente. El constructivismo personal es el planteamiento que subyace en la psicología positiva y en el coaching. Si no pensaramos que la persona puede elegir cómo ser y qué hacer diferente para ello, no tendría sentido el desarrollo personal.

Resulta sorprendente ver los potentes recursos que las personas tenemos para hacer frente a nuestra vida, las “fortalezas” que hacen de nuestra mente una auténtica fábrica de poder personal. Con frecuencia difuminadas, con frecuencia desconocidas son, sin embargo, fáciles de desarrollar.  Podemos entrenarnos en pensar en positivo, aumentar nuestro tiempo emocionalmente positivo, reforzar nuestro sentido de valía, autoestima y ejercitar la resiliencia entre otros. Es un ejercicio en el presente que nos empodera y nos permite sentirnos más capaces y satisfechos.

Aquí ya no importa tanto el feed-back como el feed-within de quiénes estamos siendo.

Pero no hay nada tan potente como partir de la visión del futuro. Acostumbramos a soñar desde el me gustaría ser, pero menos frecuentemente a soñar desde el quiero ser. Y esto es probablemente la acción más potente y rica para el desarrollo de uno mismo. Es un ejercicio esencial en coaching y también en el desarrollo de un equipo. Se trata ahora del feed-forward, de recibir la información de lo que quiero llegar a ser que se convierte en mi meta, y a la vez en mi camino hacia ella. Nada mueve más a una persona que verse a sí misma haciendo algo ya. Nada impulsa más que la propia idea de uno mismo. Así que para cerrar esta línea de tiempo de la propia vida es imprescindible contar con el futuro en el que queremos vivir.

Si el feed-back nos dice que hemos hecho en el pasado, nuestros actos, el feed-within nos informa de cómo nos enfrentamos al aquí y ahora, nuestros pensamientos y sentimientos en el presente, y el feed-forward nos dice quienes queremos ser, nuestros sueños desde el futuro.

Ojalá cale poco a poco esta idea también en el ámbito educativo y se trabajen más la construcción voluntaria y decidida de uno mismo desde la adolescencia.

Nunca es demasiado tarde para elegir cómo sentirse ante la propia vida, y no hay nada como hacerlo desde nuestro ideal de nosotros mismos.

¿TRANSMITIR EMOCIONES ES SER MÁS HONESTO?

Me llama la atención por dos razones. La primera es la sensibilidad cada vez más extendida entre los profesionales del marketing, el  management, la educación, la salud, el bienestar,…  hacia las emociones y su esencial papel en quiénes somos, y cómo somos, y en general, hacia los conocimientos de las neurociencia generados por los psicólogos. No es de extrañar, son sectores orientados a cómo influir en las personas y conseguir que hagan determinadas cosas, tales como, por poner algunos ejemplos, conseguir objetivos, realizar aprendizajes, o tomarse un medicamento.

La segunda, porque afirma que transmitir emociones está relacionado con la honestidad. Yo me pregunto: ¿Y si las emociones que transmito son elegidas deliberada y perversamente, es eso honesto, ¿Es esto un juicio de valor de todo o nada? ¿Es que no somos honestos si no mostramos emociones? ¿De qué emociones estamos hablando?   

Identificar nuestras emociones tiene que ver con reconocer nuestras reacciones, no porque sean más auténticas, sino porque son más automáticas ante lo que nos ocurre. Me plantea una reflexión ¿Se es más auténtico por responder desde nuestra primera reacción, o se es más auténtico por asumir nuestras reacciones como propias?

Es cierto que empiezan a aceptarse las emociones como parte esencial de nuestro equipamiento biológico para vivir, y no sólo como fuerza ignotas que nos arrastran y despersonalizan. Lo peor, cuando se perciben como fuerzas incontrolada o seres ignotos, “aliens” que nos habitan y están dentro de nosotros. ¡uff!

Sin duda estamos viviendo un cambio de paradigma con respecto a las personas. En este siglo algo ha cambiado. Las personas se están convirtiendo en el eje central de la conciencia colectiva. No hay más que seguir la actualidad de blogs, cursos, congresos, etc., para darnos cuenta de cómo el interés por la persona y su propio desarrollo se está convirtiendo en un trending topic.

Sí, sí y sí a la responsabilidad personal con la propia vida. ¿Seguimos necesitando figuras de autoridad que nos digan cómo vivir nuestra vida, que nos creen certezas y modelos? Creo que sí, y en estos tiempos de incertidumbre puede que incluso se incremente la necesidad de figuras que nos arrastren y den instrucciones sobre cómo vivir y sentir que nos resultan tan útiles porque reducen la incertidumbre de nuestra vida.

Sin embargo, hay muchas personas que se dan cuenta de su insatisfacción, de su desencaje, incluso de su dolor ante la forma en que se sienten ante la vida y, en algunos casos, buscan cómo cambiar su forma de enfrentarse a la vida, en sí mismos y no en figuras de autoridad, dogmas de fe, o creencias colectivas. Es algo que aparece de forma constante en los procesos de coaching, y en los talleres de desarrollo personal en los que trabajo.   

Ya lo decían los griegos en el frontispicio del templo de Delfos: “conócete a ti mismo”, darte cuenta de cómo reaccionas, de qué te “saca de quicio”, de cómo interpretas lo que te ocurre, pienso que es el primer paso para ser coherente contigo mismo, y no un ser al vaivén de las circunstancias.  

Puede que el segundo paso sea no ocultarte, engañarte o eliminar ese darte cuenta, y aceptarlo y comprender qué te ocurre. Un tercer paso es actuar en consecuencia. ¡Todo un reto!

Pero si apuestas por la identidad, el bienestar y la vida plena puede que este reto sea tuyo.

Algo se mueve imparable en la Psicología

IMG_3831En estos días dos actos diferentes y de gran importancia celebrados en el Colegio Oficial de psicólogos de Madrid han venido a señalar el esfuerzo de los psicólogos por compartir con la sociedad una imagen actual, competente y positiva de su trabajo.

El primero la elección de la nueva Junta Directiva de la Sección de RRHH del COPM, de la que tengo el honor de formar parte, y el segundo, el Acto de Reconocimiento a los psicólogos que divulgamos el papel de la psicología con la presencia de conocidos psicólogos como Javier Urra, Rocío Ramos-Paul, Mª Jesús Álava Reyes, Bernabé Tierno, y así hasta 60 colegiados que hacemos llegar a los medios de comunicación el valor para la sociedad del trabajo de los psicólogos. Preciosas las palabras, que desde su experiencia trabajando con psicólogos, nos ofreció Mamen Asensio, Directora del programa de RNE, «España directo»

Los psicólogos del Trabajo, RRHH y Organizaciones trabajamos en los diversos aspectos que tienen que ver con el bienestar y el rendimiento en las empresas: selección, evaluación, formación, prevención de riesgos, especialmente los psicosociales, desarrollo organizacional, desarrollo de personas (incluido el coaching).

No siempre ha sido visto y valorado este trabajo. La psicología ha tenido y aún tiene una imagen cuando menos extraña y dispersa. Para algunos es algo tipo mágico, para otros incluso tiene que ver más con no estar bien de la cabeza.

Sin embargo, para sorpresa de muchos que consideran la actividad de los psicólogos como un trabajo dirigido a aquellos que no están bien, que tienen problemas, un trabajo clínico en definitiva, la psicología no se centra sólo en el malestar.

Una de sus áreas de trabajo de largo desarrollo y demanda creciente precisamente es la de la psicología del bienestar. Una psicología centrada en el desarrollo de las personas, en conseguir que se sientan más capaces, sean más felices y vivan con más calidad.

Dos teorías claves fundamentan este desarrollo de personas. Una la Teoría de la inteligencia emocional que con tanto acierto nos ha permitido entender cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, y la segunda la Psicología Positiva que nos ilustra de aquello que nos hace más humanos: nuestras fortalezas, valores y virtudes, que son el motor de nuestra construcción como personas.

El bienestar se está convirtiendo a pasos agigantados en el área de trabajo más de moda y más activa en estos momentos. No es de extrañar que precisamente por los tiempos de incertidumbre y desesperanza que vivimos se vea prioritaria la necesidad de aprender a movernos en este nuevo escenario, ya que es ahora cuando esas cualidades que nos diferencian como humanos se hacen más necesarias, tiene más sentido y valor.

La oferta de actividades vinculadas con el bienestar personal es inmensa. Las hay de todo tipo y valor. Pero reflejan una demanda imparable de las personas. Nunca como ahora ha habido un interés similar por conocernos, por explorar nuestras capacidades.

Esta Psicología del desarrollo y del bienestar nos ha ido abriendo las puertas a un mundo fascinante: a la posibilidad de la elección personal. El  paradigma del constructivismo personal está calando. La idea de que las personas podemos elegir como ser y sentirnos es tan potente que, una vez conocida, es difícil de abandonar. Las explicaciones y técnicas que nos ofrece la Psicología Positiva son sencillas e importantes. Decía el Dr. Martin Seligman que el objetivo de esta psicología es “Descubrir y promover los factores que le permiten al individuo y a las comunidades vivir en plenitud. La Psicología Positiva estudia la capacidad humana para generar orden y significado en nuestra experiencia, enfatiza el potencial creativo de las personas y las muchas maneras en las que podemos construir una “buena vida”.  La Psicología Positiva no es un ejercicio de autoayuda ni un método mágico para alcanzar la felicidad…lo que busca es ampliar la perspectiva con la que las personas se explican el mundo y puedan elegir cómo vivir tu vida.

Son muchos los psicólogos que actualmente estamos trabajando por el bienestar, y muchos los renombrados. Vamos a vivir un gran momento de la psicología.

CAPACES DE SER o DE HACER

negativaEntorno incierto, dificultades, limitaciones, lo llaman “crisis”
Es un hecho que para muchísimas personas hoy en día es más difícil salir adelante, ganarse la vida, casi sobrevivir. Es un hecho que es más complicado conseguir contratos, ganar clientes, ofrecer servicios. Pero esta situación no deja de ser un escenario en el que nos movemos. Nuevo escenario, nuevas necesidades, nueva forma de actuar. Son necesarias nuevas capacidades. Siendo un poco darwinistas podríamos pensar que sólo los que se adapten al medio y generen nuevas capacidades, funciones o comportamientos serán capaces de sobrevivir con éxito. Puede que este escenario esté pidiendo más de nosotros mismos, más de nuestra capacidad de ser tanto como de nuestra capacidad de hacer. Puede que este escenario negativo sea, al igual que ocurre con el revelado de fotos, el origen del lado positivo de la imagen.
Tal vez se deba a estas necesidades la ingente oferta de servicios relacionados con el bienestar: talleres de desarrollo personal, libros de autoayuda, conferencias motivadoras y lo más numeroso, el coaching. Ofertas variadas, a veces pintorescas, ofertadas por todo tipo de perfiles profesionales que llaman la atención sobre un hecho importante: la necesidad de las personas de empoderarse y sentirse capaces de manejar su situación.
En un marco de rigor científico, la Psicología Positiva (esa gran desconocida por muchos que piensa que la psicología sólo es para quien tiene problemas) estudia y desarrolla aquello que hace que las personas nos sobrepongamos a nuestros problemas, tengamos fuerza para iniciar nuevos retos y persistamos hasta conseguir nuestros objetivos: emociones positivas, pensamientos positivos, fortalezas, proyecto de vida.
Una fortaleza es la “Capacidad natural para pensar, actuar y sentir de una manera que permite el funcionamiento óptimo y el rendimiento en la búsqueda de resultados valorados” (Linley y Harrington, en prensa )
Las fortalezas: sabiduría, coraje, humanidad, trascendencia, moderación y justicia, nos empoderan, nos hacen sentirnos dueños de nuestra vida y hacen que ésta tenga significado para nosotros.
Dice Rafael Echevarría en “Ontología del lenguaje” que “El atributo fundamental de los seres humanos es su capacidad de actuar y, a través de ella, su capacidad de participar en la generación de sí mismo y de su mundo” Cierto, al hacer configuramos nuestro mundo, pero para hacer es necesaria la fuerza que dimana de nuestras fortalezas. Desde el desánimo, la negatividad, el miedo o la ira, desde el pensar que “no se puede hacer nada”, o que ”no soy capaz de conseguirlo” difícilmente tendré una capacidad de actuar adaptada a las demandas de este entorno tan exigente. Con fortalezas más trabajadas, mayor capacidad de acción.
Como dice el Dr. Martin Seligman «Las personas llevan escrito un SI o un NO en su interior, y eso lo define todo. Lo importante es que puede cambiarse”
Veamos un sencillo ejemplo del entrenamiento mental de la psicología positiva que se lleva a cabo en una sesión de coaching para rebatir pensamientos positivos:
Adversidad: Mi jefe me ha dicho en la reunión que lo he vuelto a hacer mal.
Creencia: Me la tiene jurada, me considera poco inteligente y encima mis compañeros también piensan lo mismo.
Consecuencia: Me he sentido inútil, avergonzado e incapaz.
Rebatimiento: El hecho de que el jefe me haya dicho que lo he vuelto a hacer mal no significa que piense que soy poco inteligente. Se ha referido a algo que he hecho, no a cómo soy yo. Además, el jefe siempre es igual con todos, nos suelta lo que piensa sin más. Por otro lado, su trabajo es estar pendiente de que estén bien hechas las cosas.
Resolución: No me siento inútil, ni avergonzado ni incapaz.
Esta secuencia tan sencilla de mostrar en realidad es complicada y laboriosa de conseguir, de ahí la importancia del papel de un coach que sepa guiarla.
Para hacer, primero ser, o tal vez ser siendo mientras se hace. Lo importante es trabajarnos el ser al igual que nos trabajamos el hacer, porque de aquel se consigue esto.
Las claves para el desarrollo de nuestro ser, son tomar consciencia de nuestros pensamientos, emociones y fortalezas y trabajar su desarrollo, en definitiva al igual que entrenamos nuestro cuerpo, entrenar nuestra mente para el éxito.

El TALENTO DE LA GATA o ERES EN CUANTO QUE HACES

La gata de mi fisioterapeuta ¡tiene mucho talento! ¡Es capaz de abrir la puerta saltando hasta bajar el manillar! ¡Qué lista es!
Esta semana he estado en la presentación del libro Los mitos de Silvia, donde algunos buenos amigos han escrito, ya por segunda vez, y con mucho acierto sobre RRHH. En este acto Eugenio de Andrés hablaba de la necesidad de formar en aquel comportamiento concreto que la empresa va a demandar de su empleado. Creo que ésta es la demanda de siempre, “quiero que sepa hacer esto en esta circunstancia”, “Que responda así”, “Que actúe así”. Esto está muy bien para competencias técnicas, pero hay un problema, las competencias las pone en práctica alguien, una persona. Creo que formar en comportamientos es lo que hacemos cuando formamos en competencias, y digo creo porque siempre me queda la duda de si conseguimos dar la forma esperada. Porque formar es “dar forma”
Y dar forma a un comportamiento no es fácil, pero tampoco es difícil. Si lo que busco es un comportamiento, condiciono el aprendizaje de mi empleado, y con más o menos fortuna conseguirá hacerlo. La gata de mi fisioterapeuta lo ha logrado.
Indago más sobre el uso (o tal vez abuso) de la palabra talento. Las empresas buscan talento, retienen talento, gestionan talento. ¿Qué es esto del talento? ¿Para qué sirve? ¿Qué se consigue con ello?
El talento no es más que una capacidad puesta en práctica ¡¡Simple aprendizaje de una conducta!!! No añade inteligencia, ni carácter, ni personalidad, ni capacidad de adaptación a las circunstancias (flexibilidad, creatividad, valoración de lo apropiado que pueda ser, ajuste al entorno, vinculación con objetivos). ¿Es eso lo que están necesitando las empresas? ¿Es esto lo que necesitan los trabajadores? ¿Es esto lo que facilita el desarrollo de nuestra sociedad actual?
Lo dudo desde mi dilatada experiencia en la formación. La empresa pide una cosa, pero espera otra. Pide comportamientos y espera actitudes. Paga por una formación en competencias y quiere sentimientos. Busca eficacia, pero demanda eficiencia. Exige resultados, pero quiere productividad.
¿Es posible esto si una empresa considera que una persona no es muy diferente de un gato?
Para mí la gran diferencia está precisamente en el ser humano. Lo que marcan la diferencia es la persona. ¿Por qué ignoramos sistemáticamente a la persona en las empresas? ¿Tal vez porque sólo la consideramos un recurso más, eso sí, con el calificativo de humano? El último concepto que he oído sobre esto es “pasivo humano” en relación a los costes de deshacerse de los trabajadores.
Numerosas veces me han dicho en los cursos, “No, si saberlo lo sé, pero al final no lo hago” En temas de productividad, de negociación, de gestión de conflictos, de comunicación, de liderazgo, de trabajo en equipo. ¡Qué casualidad! En todas aquellas competencias en las que no sólo se trata de hacer un comportamiento automático, sino que implica la consciencia y voluntad de la persona, lo que se suele denominar en la empresa “compromiso”, “alineamiento”. En estas situaciones el talento puede que sea irrelevante, lo que importa es la valoración que la persona hace de su propia capacidad, la atribución que hace a su comportamiento, “¿puedo hacerlo?2, 2¿me merece la pena?”, “¿me conviene” Y es aquí donde las personas se encuentran con frenos que no tienen que ver con su capacidad técnica, sino con su capacidad de creer en sí mismos o de sentirse cómodos con ello, o de su confianza en la organización y en la visión que comparten.
Por eso, desde una densa y dilatada experiencia en la formación, apuesto por el “DESARROLLO DE PERSONAS” y no por la gestión de su talento. “Sólo haré aquello que crea que puedo hacer y estime que me conviene” pienso que es el pensamiento que está en la base de lo que una persona llega a hacer.
Por lo tanto, la dimensión de una persona no estaría en lo que hace, sino en el ser que es (en la atribución que hace de sí y de su mundo) para lograr hacer eso. Hay una clara diferencia entre la persona y el gato de mi fisioterapeuta. Todos podemos, llegar como decía Buzz Lightyear’s en Toy Story, “hasta el infinito y más allá”, el límite está en nuestra mente.
Y es aquí donde entran las funciones de “un entrenador mental”, un “coach mental” preparado para facilitar que una persona indague sobre cómo aborda sus competencias, sus creencias, sus acciones. No conozco nada tan potente como el acompañamiento de “un entrenador mental” para desarrollar personas. Ya no se trata de mirar sólo su rol, vinculado al talento que la empresa le ha atribuido y cómo hacerlo mejor, aspecto que para muchos coaches ejecutivos (¿consultores?) es el esencial. Un coach mental facilita que la personas se mire a sí misma y su forma de mirarse, y el valor y capacidad que se atribuye. No se necesitan apellidos para el coaching, simplemente se necesita alguien que quiera ir “hasta el infinito y más allá” de sus actuales límites.
¿Hasta dónde quieres llegar tú?

LA CONVERSACIÓN CAPACITANTE O POR QUÉ SER ESCUCHADO TE HACE SENTIR BIEN

¿Qué tiene de especial una buen conversación?

¿Cómo nos afecta emocionalmente?

¿Por qué una conversación de coaching impacta tan profundamente en la persona?

¿Por qué la demanda reiterada en las empresas es “que me escuche mi jefe”?

Seguro que tenemos la experiencia de una buena conversación, esa en la que nos hemos sentido escuchados, comprendidos, aceptados. Esa conversación de la que te queda un regusto a buen sabor, a bienestar.

Sí, no hay nada como una buena conversación para generar en nosotros cambios hormonales que afectan nuestro ánimo, nuestro pensamiento, nuestro cuerpo y nuestra acción. Nuestra biología tiene la clave, miles de años formándonos como seres sociales han hecho de nosotros criaturas muy sensibles a cómo nos relacionamos con los otros.

Así que cuando tengo una conversación con otra persona donde hay escucha empática, es decir una escucha desde el otro, comprendiendo su punto de vista, y una aceptación incondicional del otro, es decir, donde no hay un enjuiciamiento descalificador, sino todo lo contrario, una confianza plena en su capacidad, se crea por contagio hormonal un espacio energético entre ambas personas que modifica los niveles de nuestras hormonas cuantitativa y cualitativamente. Unas se reducen, otras se incrementan. Así los niveles de los neurotransmisores epinefrina, norepinefrina y cortisol se reducen. Y esto es realmente importante para lo que somos capaces de hacer. Este tipo de neurotransmisores son necesarios en nuestra vida, naturalmente, en el momento y por el motivo adecuado, pero mantenidos en el tiempo o en altas dosis, nos pueden llevar a actuar con errores, a tener stress, “sufrir”, enfermar, ser disfuncionales.

Cuando un líder es capaz de dirigirse a los miembros de su equipo desde la escucha empática y la aceptación incondicional reduce estos niveles, y por lo tanto actúa facilitando una capacidad de acción más exitosa. De igual manera, cuando un coach ofrece este espacio en la sesión de coaching abre para el coachee la posibilidad de reducir sus niveles de ansiedad y le dispone para nuevas acciones más eficaces. Como educadores y como padres, ¿ocurre lo mismo?

Al sentirnos escuchados en un contexto de confianza, no sólo se reducen los neurotransmisores asociados a la ansiedad y al malestar, en paralelo se incrementan otros neurotransmisores asociados al bienestar como la oxitocina y la vasopresina que nos hace sentir confiados, la dopamina que incrementa el placer y  la atención, y la serotonina que reduce el miedo y la inquietud. Todo el equilibrio hormonal cambia con ello, todo nuestro organismo se ve afectado. (Edward Hallowell, The Human Moment at work, HBR, enero-febrero 1999)

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¿Hay un mejor argumento para practicar la escucha empática?

Si eres un líder y escuchas empáticamente puedes generar unos mejores resultados en tu equipo generando un clima de capacidad, un ambiente de posibilidad, una apertura a la innovación y un mayor rango de acción. Si eres un coach, una burbuja de confianza donde el coachee se abre y desarrolla desde la aceptación que tú proyectas sobre él. ¿Y si eres un educador, o un padre?

En esto de escuchar empáticamente y eliminar el juicio de nuestra mente hay que entrenarse. Al igual que los deportistas, al igual que los expertos en artes marciales, al igual que los que practican mindfulness, los  que se forman como coaches, … el entrenamiento mental es la clave.

Suelen decirme en los cursos que imparto que es difícil, incluso imposible, dejar de escucharte a ti para escuchar al otro, dejar de juzgar si lo que te dice el otro es cierto o ¡real!, “apagar la radio” que dicen algunos coaches. Entrenamiento, entrenamiento, entrenamiento. Naturalmente dirigido no sólo a tener técnica, sino también a saber qué persona eres cuando escuchas. No es una cuestión de acción, sino del agente que eres cuando haces esa acción, no es cuestión de talento, sino de personas.

¿Qué tipo de persona quieres ser: de los que se escuchan o de los que escuchan?

LA PRIMERA IMPRESIÓN AL SERVICIO DE TU PROMOCIÓN PROFESIONAL

            
 
Dicen que los primeros veinte segundos bastan para hacernos una impresión de alguien, y que las primeras veinte palabras serían suficientes para que tengamos un juicio sobre ella. Puede que sea así, o que sea algo más amplio el tiempo y las palabras necesarias, pero lo que sí sabemos es que la primera impresión es realmente importante. Cambiar una primera impresión es costoso, difícil, incluso infrecuente, de ahí que sea tan relevante saber qué decir en esos veinte primeros segundos cuando lo que está en juego es un posible cliente, o un empleo, o un contacto en tu red profesional,… o, en el ámbito personal, captar la atención de alguna persona que nos interesa.
Para un profesional que quiera promocionarse el discurso de presentación se ha convertido en una herramienta imprescindible. Conocido como elevator pich, su origen está en los breves discursos en busca de inversores que innovadores emprendedores americanos hacían a su posible inversor en el tiempo que duraba el trayecto en el ascensor. Esa técnica que tan buenos frutos dio, y que tan popular se hizo para conseguir inversores para un negocio, se utiliza actualmente no sólo para presentar tu propuesta, sino para presentarte a ti mismo como propuesta.      
Y nos encontramos con los “es que”, sí siempre un “es que”, que si: “es que voy a parecer soberbio”, “arrogante”, “es que van a pensar que “no tengo abuela”, “es que eso es de personas falsas”, “es que la humildad es lo importante”, “a mi venderme me parece mal”, “es que…” todas son respuestas oídas una y otra vez, “es que…”
Son creencias que nos limitan, excusas para no ponernos en valor, para esperar que otro diga lo que valgo o lo que sé hacer. Estoy esperando que alguien haga por mi aquello que sólo puedo hacer yo, porque la realidad es que ante un cliente o un empleador no está tu abuela contigo para decir lo que vales, o como en el caso del video de Coca Cola, no va tu hijo a dar referencias tuyas. Tienes que decirlo tú, o tu interlocutor no sabrá lo que tú quieres que sepa. ¿En qué medida confías en ti mismo? Eso es lo que muestras al presentarte.
 
 
Un ejemplo magnífico lo encontramos en la película En busca de la Felicidad, donde Will Smith muestra de forma magistral la confianza que tiene en sí mismo.
 
 Y este es un tema que tratamos siempre los coaches expertos en el desarrollo de personas, y muy especialmente los “Psicólogos expertos en Coaching” PsEC® especializados en desarrollar personas, cuando entrenamos a una persona a creer en sí misma, a valorarse, a ponerse en valor.  
Y aquí es donde entran también, además de nuestras creencias, y nuestros juicios, nuestras emociones, ¿nos sentimos capaces?, ¿cómo nos valoramos?, ¿qué puntuación nos daríamos en valioso, válido, capaz? La cuestión de la autoestima es un tema clave en el desarrollo de una persona. ¿Te validas?
 
 
 
Vivimos en un mundo de relaciones donde son numerosas las oportunidades de poner en práctica la presentación de nosotros mismos: eventos de Networking, ferias, congresos, actos sociales, comidas, participación en cursos, presencia en redes, presentaciones ante clientes,… todas oportunidades de impactar rápidamente y conseguir que quieran saber más de nosotros, porque personal o profesionalmente le hemos llamado la atención.
Para preparar un potente discurso de presentación profesional hay que tener en cuenta que se trata de un discurso breve, conciso, directo, que conviene preparar con detenimiento ya que tiene una estructura básica de persuasión implícita y una información precisa.
Este breve discurso, de apenas un minuto, no se centra en las experiencias profesionales del pasado, sino en la utilidad y beneficios que aportas a tu cliente ahora en el presente, y en el valor que puedes aportar en el futuro. Hay que expresarlo en primera persona, precisamente para remarcar tu compromiso y veracidad con lo que dices. Tiene que dejar claro tu posicionamiento profesional: el sector que conoces, tu nivel de interlocución, o la función que realizas, son informaciones relevantes. Destaca tu expertise, aquello que sabes hacer mejor y tus competencias personales y profesionales, no con el ánimo de valorarlas en sí mismas, sino en cuanto que pueden aportar un valor único  para tus clientes, una solución diferenciada y personal. Hay que dejar claro la utilidad que tienes para tus clientes, y cuál es el perfil de éstos. Un elevator pitch está concebido para un target concreto ya que hablas de los problemas específicos que solucionas.
Y toda esta información sirve de poco si no se transmite con un apropiado tono emocional. Tienes que generar confianza (recuerda, ¿en cuánto te valoras y cuánto confías en ti mismo?), y transmitir la certeza de que tú confías en ti mismo, y eres capaz de hacer lo que dices que haces y, a la vez, transmitir el entusiasmo en tu expresión, ¡que te brillen los ojos!
Con ser muy similar al elevator que realizaríamos para la presentación de un negocio, una presentación de nosotros mismos tiene sus aspectos diferenciales: nos señalan como una fuente de valor importante para nuestro cliente.
El elevator pich de un profesional no sólo indica quien es, lo que hace, sino también cómo lo hace, de tal manera que crea un interés especial por conocer más a fondo a la persona y sus propuestas profesionales. De esta manera conseguimos que esa primera impresión se convierta en una herramienta para nuestra promoción profesional.
Así lo han entendido los ya más de 1000 alumnos que han aprendido en mis cursos que mostrar lo que vales es una manifestación de la confianza que tienes en ti mismo y el valor que aportas a tu cliente / empleador.
Gracias a todos ellos alumnos del Instituto de Empresa, del Máster en liderazgo de la Universidad de Lleida, del Máster en Recursos Humanos de AEDE, de las Jornadas de Dirigir en Femenino, de la Asociación de Mujeres Profesionales FUNDE, de la Pink Slip Party, del Programa de Desarrollo Personal y Profesional (DPOP) de CIVSEM,… gracias a mis coachees con quienes hemos  trabajado tanto el valor de uno mismo, y gracias a los que habéis compartido conmigo la fuerza, valentía y coraje que os llevabais de mis cursos de “Elevator speech”
 
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LA EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES ES UN PASO PARA GESTIONARLAS FUNCIONALMENTE

Un estudio realizado por Psicólogos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) publicado en la edición electrónica de la revista Psychological Science, ha revelado que cuando las emociones “negativas” como el miedo se expresan, es más fácil gestionarlas.

El estudio realizado con 88 personas aracnofóbicas ha llevado a los psicólogos a encontrar que expresar los temores ayuda a superarlos con mayor rapidez. Esta evidencia refuerza el trabajo de los especialistas en desarrollo de inteligencia emocional que trabajamos precisamente en facilitar que las personas sean más capaces y tengan un mayor bienestar.

Michelle Craske, catedrática de psicología de UCLA y una de las investigadoras, señala que: “Varias investigaciones han demostrado que la gente teme expresar sus miedos con palabras negativas al ver una imagen desagradable  porque creen que las palabras subrayan la emoción, la hacen más fuerte. Pero en esta investigación descubrimos que en realidad es mejor explicitar el miedo”

El estudio con personas con miedo a las arañas consistió en enseñarles una caja con una tarántula viva dentro y se les pidió que se acercaran y tocaran. Los participantes fueron divididos en cuatro grupos y les enseñaron otra tarántula.

A los miembros del primer grupo se le pidió que expresaran sus emociones al respecto, por ejemplo, “me da mucho miedo esta araña monstruosa”.

Al segundo grupo se les pidió que usaran expresiones neutras que disminuían el miedo, por ejemplo, “la araña no me hará daño, no me da miedo”, es decir, una técnica similar a la que se emplea actualmente en el tratamiento de fobias.

Al tercer grupo se le solicitó que dijera algo referido a la situación.

Para el cuarto grupo, las instrucciones eran que contemplaran la araña sin decir nada.

Al cabo de una semana los psicólogos repitieron la situación con los participantes, y volvieron a pedirles que se acercaran a la araña en una caja abierta lo más posible y que la tocaran. Con indicadores como la distancia a la que se situaban de la araña, el nivel de estrés referido y el estado físico de los participantes, los científicos descubrieron que los participantes del primer grupo habían avanzado mucho más que los de los otros grupos, se acercaron a la araña más, y estaban menos nerviosos.

Matthew Lieberman, catedrático de psicología y psiquiatría de UCLA dice “Por razones que aún desconocemos, cuando los aracnofóbicos expresan su miedo, el miedo se reduce”.

Ambos psicólogos están investigando cómo pueden aplicarse los resultados de su estudio y el nuevo método al tratamiento de traumas psicológicos de víctimas de violación o de violencia familiar, o a situaciones post-traumáticas.

Es una nueva evidencia científica de lo que en desarrollo de inteligencia emocional trabajamos. La consciencia, la expresión, la gestión de cómo afrontas tu realidad te hace más capaz de actuar en el día a día. Te hace más “funcional”, entendido como una respuesta más acorde con la situación y con un mayor bienestar personal.

Craske dice que la gente piensa que mejor no hablar de lo que tememos, de lo que no soportamos, de lo que nos incomoda. Y ciertamente hay una gran verdad en ello: “la deseabilidad social” te lleva a hablar o no de lo que sientes en función de tu entorno, y de lo que es apropiado o no en él. Y, además, la cultura, la socialización y nuestra historia de aprendizaje nos lleva a tener respuestas rápidas, automáticas, irreflexivas para el actuar.

Llevado a las empresas las implicaciones de este estudio supondrían que hablar de lo que sentimos ante nuestras tareas o nuestros objetivos, o nuestras decisiones, nos llevaría a ser profesionales más capaces y seguramente más eficaces.

Eses es el motivo del creciente interés por trabajar esta inteligencia emocional en las empresas y de seguir el concepto de “emociones capacitantes”©. Hay ya una certidumbre de que ese es el camino del desarrollo de personas, y ellas son los agentes de los resultados de la empresa, de ahí la espectacular demanda de este trabajo en las organizaciones.