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VACACIONES, ¿HAY QUE IRSE A LA PLAYA O EL CAMPO PARA DISFRUTARLAS?

Vacación significa en su origen etimológico vacío. Y este es precisamente el sentido que para nosotros debería tener, el de vaciar nuestro día a día del deber del horario y del deber de las tareas del trabajo. Vaciar nuestras mentes y nuestras agendas. Dejar de lado los hábitos cotidianos de mirar continuamente el whatsup, el correo o las redes. Un tiempo de vacío en el que inventar libremente nuestra actividad y vivir a otro ritmo. Pero no es así como se habla de las vacaciones en los medios donde vacaciones se identifica con irse a la playa y así lo he podido constatar esta semana con mis colaboraciones en la Sexta y en TVE1.

Para muchas personas, las vacaciones es sinónimo de viaje a cualquier destino con tal de salir de casa. Algunas, incluso, se quejan amargamente de no poder salir de casa y, por ello, de no desconectar y que su ansiedad se ve incrementada por ello. Ahora que está de moda hablar de salud psicológica y de los efectos que los acontecimientos tienen en nuestro bienestar, es fácil señalar que o no hay vacaciones o hay una pérdida de salud.

Pero, la verdad es que las vacaciones no requieren de viajes para conseguir ese vacío sino de la actitud con la que nos planteamos nuestra jornada.

No es lo que ocurre sino cómo nos tomamos lo que ocurre, no son las vacaciones sino lo que hacemos en ese tiempo lo que va a marcar la diferencia en nuestro bienestar psicológico y fisiológico.

Lo que importa No es lo que te sucede, sino cómo reaccionas a lo que te sucede (Epícteto)

Puede que permanezcamos en casa por diversas razones, de salud, de elección, por precaución por el COVID19, por razones familiares, económicas o de oportunidad y, sin embargo, creemos ese vacío que es la esencia de las vacaciones.

Para algunas personas no es nada fácil ni siquiera plateárselo. Dejar el ritmo apresurado y lleno de acción de la jornada laboral les puede costar un esfuerzo especial. Acostumbrados a altos niveles de adrenalina por el ritmo de su trabajo y/o las implicaciones que tienen sus decisiones, de repente, dejar de ocuparse de ellas no es algo fácil. Un vértigo al vacío puede dominarles y cambian la sobreactividad laboral por la sobreactividad de actividades de ocio, el “no parar” en vacaciones como fruto de la necesidad imperiosa de acción.

El descanso y la desconexión pasan, como primer paso, por poner tu mente en blanco con respecto a lo habitual, parar el ritmo frenético de las preocupaciones. El segundo paso, es dar otro ritmo a tu día, llenarlo de estímulos enriquecedores, novedad y belleza.

Para algunos, las actividades físicas que les permitan la descarga de la adrenalina será perfecto, el deporte, y cuanto mayor nivel de cardio, mejor; para otros, la quietud de la contemplación de un paisaje o la meditación será lo adecuado. El punto en común de ambas formas de descansar es la desconexión mental del día a día.

Ya hace más de cien años que los psicólogos estudiamos los ritmos de productividad y los efectos de la combinación de períodos de actividad y de períodos de descanso.

Un correcto descanso nos facilita la vuelta a la actividad con la mente en disposición de analizar, comprender y manejar mejor la información, tomar decisiones más eficientes y optimizar nuestro rendimiento. También nos permite relativizar los eventos y no experimentar la vida como una línea uniforme y continua. Todo ello, facilita nuestro equilibrio mental y nuestro bienestar psicológico.

Son razones suficientes para tomarnos el descanso como una actividad en sí misma, como parte de nuestra responsabilidad de tratarnos bien y cuidarnos.

Y, como suele pasar en temas de psicología, esto no es algo que los demás puedan hacer por ti sino que es algo que, al final, sólo depende de uno mismo.

DIA DEL TRABAJO

Los días internacionales sirven para tomar consciencia y poner foco en los temas. El día del #trabajo, es especialmente relevante en el contexto del #COVID19 donde el teletrabajo o el trabajo hibrido se han convertido en nuestra realidad.

Reflexionar sobre la #Psicologíadeltrabajo en estos momentos donde el #bienestarpsicológico se ha convertido en una prioridad para las empresas y los trabajadores es un gran tema de gran interés. En este video puedes oír una conversación realmente interesante con dos #psicologos excepcionales Francisco Javier Cantera Herrero y Yolanda García reflexionando sobre las necesidades, inquietudes y proyección de la #Psicologíadeltrabajo

Y de paso conocer las propuestas de las candidaturas a las elecciones al COPMadrid en materia de #psicologíadeltrabajo #PsicologíaMadrid_avanzamos

10 claves para que el trabajo no te agote psicológicamente

Teletrabajar no es conectarse al ordenador desde casa. Es otra forma de interpretar el trabajo que no es nueva, en algunas profesiones que ya hacen parte de su trabajo en casa, por ejemplo, periodistas o profesores o personas que elaboran algún tipo de producto en casa.

Tampoco es smart-working que significa trabajar desde dónde sea y cuando el trabajador quiera. Algo que realmente sólo algunos profesionales pueden poner en práctica.

El teletrabajo requiere una madurez de las organizaciones, de sus líderes y de los colaboradores que conlleva un cambio de paradigma de las creencias en torno al presentismo, al puesto de trabajo, el rendimiento, la autonomía, la responsabilidad, el mérito y la dirección de personas.

Supone rediseñar procesos de trabajo, establecer métricas basadas en el rendimiento y no en el presentismo y ahora en el onlineismo y desarrollar protocolos adaptados a las necesidades tanto tecnológicas como de liderazgo que requiere la coordinación de equipos en remoto.

Para el colaborador implica, además, establecer pautas de organización y auto-cuidado concretos ya que el aislamiento y la pérdida de referentes espaciales, temporales y relacionales provoca una serie de efectos vinculados con el agotamiento, la apatía, la desorientación y la desconexión de la organización, que pueden redundar en un stress por teletrabajo.

Estas son 10 recomendaciones a tener en cuenta a la hora de organizar el teletrabajo para evitar esos efectos psicológicos negativos y cuidar tu salud psicológica.

1. Prepárate en “modo trabajo”

Lo habitual es tener asociado trabajar con ejercer un rol determinado en unas condiciones específicas. Para ir a trabajar hemos adoptado unas rutinas diarias y semanales tanto de aseo, ropa que utilizamos y disposición actitudinal que adoptamos. Al trabajar solos en casa podemos entrar en una rutina de descuido de nuestros rituales de autocuidado, de aspecto y vestuario que no nos ayuda a entrar en programarnos para trabajar. Necesitamos establecer hábitos de cuidado personal y adoptar un aspecto profesional ante el ordenador que nos permita estar en “modo trabajo”, atentos y concentrados. Además, puede que nos conectemos en remoto y la pantalla ponga en evidencia nuestro descuido. Hay que establecer rutinas diarias y semanales, estableciendo diferencia entre los días de trabajo y los días de descanso si no vivimos el tiempo en plano, sin diferencia, ni cualidad y llegaremos a sentirnos desorientados temporalmente lo que además fomentará el que nos sintamos desanimados.

2. Créate tu espacio de trabajo

No tienes asociada tu casa a trabajar sino al descanso y la vida familiar. No tienes referentes espaciales, ni temporales ni de relación y los necesitas para que tu mente esté tranquila y asocie el sitio a trabajar, te falta la máquina del café o los encuentros en el ascensor o una mesa concreta para trabajar. Para que tu mente se sitúe con facilidad ante el trabajo tienes que rodearte de estímulos concretos que asocies con trabajar. Para ello prepara un espacio específico para ello, una mesa, una habitación, un rincón. Cuidando la ergonomía de la silla, la altura de la mesa, la luz, el reposapiés y, también, las normas de prevención de riesgos laborales en el hogar, especialmente, atendiendo a los cables de la luz y los objetos móviles. Para ambientar, puedes añadir objetos simbólicos que te ayuden a sentirte en positivo y relajar la mente, imágenes con perspectiva que produzcan sensación de lejanía para descansar la vista y ampliar el foco; elementos con colores estimulantes y formas geométricas que te permitan al mirarlos recuperar la atención; música que te ayude a la concentración. Este entorno concreto pronto se convertirá en el espacio asociado a la concentración y te programarás inconscientemente para trabajar.

3. Organiza tus áreas de vida

Teletrabajar no consiste en sentarse durante horas delante del ordenador o la máquina con la que produzcas desde casa. El teletrabajo gira en torno al rendimiento no al tiempo dedicado. El criterio tradicional está basado en indicadores temporales y procede del siglo XVI cuando Felipe II estableció con un Edicto Real la distribución del tiempo en 8×3 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 para temas personales. Es una organización adecuada para el trabajo manual que tal vez no sea el más adecuado para el trabajo de servicios basados en trabajo cognitivo. Hoy en día las personas valoramos mucho el equilibrio entre nuestra áreas vitales como fuente de salud y ello implica asumir roles, prioridades y circunstancias personales y familiares que hay que integrar en nuestra jornada tal vez en otras proporciones.

Un criterio diferente, acorde con la filosofía del teletrabajo y más sostenible es el criterio de actividad de las “4D” propuesto por José Luis Casero, presidente de AROHE, organización para la racionalización de horarios. Así, tomaríamos decisiones sobre cómo  distribuir nuestra actividad entre: Descanso: específicamente el sueño; Dedicación: realizando actividades concretas de trabajo; Disponibilidad: posibilidad de contactar, por ejemplo, para reuniones y Desenganche: totalmente desconectado del trabajo.  Esta distribución permitiría adaptar con más ajuste los porcentajes a las necesidades del trabajo y de la vida personal.

Este tipo de distribución también puede dar lugar a un 6×4 a la hora de repartir el tiempo.

Sea cual sea el modelo que adoptes, que se integre lo mejor posible en tus circunstancias vitales, si hay un equilibrio es más probable mantenerlo y generará un sentido de congruencia personal y más satisfacción.

4. Establece tus prioridades para el día

En el teletrabajo la organización de las tareas es uno de los pilares fundamentales. Al cambiar el criterio de decisión de tiempo a resultado, es necesario discriminar qué actividades son las que hay que hacer para conseguir esos resultados y cuáles se pueden quedar sin hacer.

Cada día anota la lista de cosas que sí o sí tienes que hacer, que no se pueden quedar sin hacer ese día para conseguir los objetivos, esas son las prioridades. A ellas tienes que dedicar tu energía en primer lugar y, después, irás haciendo las tareas secundarias e incluso terciarias. Siempre habrá tareas que no se podrán hacer y que incluso perderán su sentido por lo que ya no habrá que hacerlas.

Para establecer esas prioridades, hay que secuenciar las actividades, lo primero es fijar metas a largo plazo, éstas las establece la empresa o tú si eres y objetivos semanales, éstos son los que hay que consensuar en equipo. Después analiza lo que es urgente e importante para conseguir esos objetivos semanales y decide cuáles son las prioridades de cada día alineadas con el equipo. Con ello tienes claro una hoja de ruta y un sentido de para qué haces lo que haces lo cual es en sí mismo una fuente de auto-motivación muy necesaria cuando estás sólo.

Esta forma de organizar la actividad tiene múltiples ventajas: evitas la improvisación, te ayuda a vencer la indecisión, tomas decisiones eficientes y eliminas la procastinación debida al perfeccionismo (dejas de hacer las cosas o te dedicas a ellas en exceso por miedo a cometer errores), la indecisión (fruto de confundir las tareas prioritarias con las secundarias) y las excusas (esperando que otro resuelva o esperando que te llegue la información, culpando a otros de lo que no haces).

5. Cierra tiempos

Las personas no rendimos de forma uniforme durante todo el tiempo. Nuestra atención, concentración y ejecución varían a modo de ráfagas, según nuestros biorritmos diarios y semanales. Una razón más para organizarnos por la cualidad de nuestra actividad y no por el tiempo dedicado.

Dependemos de un conjunto de ritmos cíclicos que explican nuestra diferencia de rendimiento según la hora del día y el día de la semana. Tienen que ver con nuestra biología, por ejemplo, el ritmo metabólico, la glucosa en sangre y nuestra interacción con el entorno, por ejemplo, la luz, la temperatura, las estaciones. Algunas personas se concentran con facilidad a primera hora de la mañana y otras lo hacen según va avanzando el día. La clave es la auto-observación y darnos cuenta de en qué horas nos es más fácil entender la información y tomar decisiones. Un análisis personal nos va a indicar en qué horas somos más eficientes, nos concentramos mejor y eso nos va a permitir tomar decisiones de cuándo hacer las tareas de alta concentración y cuando es más rentable realizar actividades de menor concentración.

No por estar más tiempo rendimos más. La ley de Yerkes-Dodson, descrita en 1908, muestra la relación entre nivel de activación y rendimiento en forma de U invertida. Pasado un determinado momento la concentración decae y dejamos de ser eficientes. Un argumento más en contra de la prolongación de las jornadas de trabajo. 

Nuestra percepción del tiempo es subjetiva, equívoca y difusa, de ahí que necesitemos regularlo externamente para tener la sensación de avance. No tenemos un órgano como la vista o el oído que nos indique el paso del tiempo. Nuestro cerebro lo percibe como imágenes aisladas según la valencia que le damos. Pasa deprisa en situaciones positivas y despacio en situaciones negativas. Este sentido del tiempo, nuestro” reloj interno” se modifica según nuestro estado interno. Por ejemplo, cuando tenemos fiebre corre el tiempo más rápido. Se regula en las mismas estructuras cerebrales; hipotálamo y glándula pineal que controlan el ciclo de sueño-vigilia.

La vivencia del tiempo es un fenómeno subjetivo y el ritmo es personal. Experimentamos los tiempos cortos mientras que inferimos los tiempos largos. Esta es la razón por la que se nos pueden hacer eternas las semanas o por el contrario no darnos cuenta de que ya han pasado semanas. Gestionar el tiempo interior es necesario para sentirnos bien por lo que tenemos que establecer marcadores externos que nos ayuden a regular nuestra percepción del tiempo porque si no caemos en una sensación de pérdida de anclajes temporales que puede llegar a asociarse con síntomas depresivos. Cuando el tiempo interno es muy diferente del externo se incrementa el estrés y las reacciones emocionales.

Por todo ello hay que establecer rutinas semanales y diarias para darnos referentes temporales externos que nos permitan ubicarnos con cierta objetividad en el tiempo. Además, cada día hay que fijar un tiempo concreto a nuestras actividades prioritarias y secundarias con el modelo que elijamos 4D u 8×3.

Por último, marcarnos límites temporales que nos estimulen para concentrarnos y actuar.  Mejor decirnos “antes de las dos termino esta tarea” y atenernos lo máximo a esa hora que “a lo largo de la mañana acabo esta tarea”. La primera forma de darnos auto-instrucciones facilita que nos programemos para ser más eficientes y nos genera la  sensación de controlar el tiempo, algo muy necesario para nuestra satisfacción con el trabajo.

6. Negocia con los tuyos

No trates de imponer o informar de lo tuyo como la prioridad a la familia sino que negocia con ellos los tiempos y el silencio en los que necesitas que se respete tu concentración. A cambio ofrece claramente tiempos en los que estarás disponible para ellos. Las soluciones que funcionan tienen que ser válidas para el sistema familiar. Sólo los acuerdos satisfactorios para todos se pueden mantener. Esta es una buena oportunidad para poner en práctica las conductas de pedir y dar que son básicas en las relaciones humanas. Además de los resultados deseados, la negociación nos ayuda a establecer lazos de intercambio saludables con los nuestros que nos reforzarán el sentido de pertenencia grupal, algo que necesitamos y que puede verse disminuido con el teletrabajo.

7. Gestiona tu autoexigencia

Una de las barreras personales más fuertes para un teletrabajo eficiente es lo que los psicólogos denominamos “el crítico interno”. Ese crítico no es más que el discurso que mantienes contigo mismo que cuando es crítico, te habla desde la exigencia: “deberías”, “tienes que” y te lleva al perfeccionismo exagerado y la necesidad de control. Escuchando al crítico interno descalificarte porque “tardas demasiado”, “no llegas”, “no tengo tiempo”, “no me da la vida”, “es que…”, “es que…”, adoptas una posición de victimismo que no te permite afrontar con eficiencia tu actividad.

Puede que tengas que hacer una revisión de tus creencias sobre ti mismo, de tu forma de hablarte y tratarte y ver si lo haces en positivo o en negativo y, además, adquirir las pautas anteriores que te van a permitir establecer límites y gestionarte eficientemente, flexibilizando tu mente y tu conducta porque ya no te dices: “tienes que”, sino” lo que toca ahora es esto”. De esta forma pasas el foco de ti y tu capacidad a tu actividad, lo que redunda de nuevo en el rendimiento eficiente.

8. Auto-cuidado psicológico

Ya hemos visto la necesidad de establecer ritmos, tramos horarios y diferenciar lo que hacemos por su valor en nuestros objetivos, esto está bien, son rutinas externas. Si hemos establecido esas pautas llegamos aquí en un escenario que ya previene y elimina muchos de los inconvenientes del teletrabajo.

Ahora es el momento de establecer rutinas de auto-cuidado físico y psicológico que cuiden  la “maquinaria” con la que trabajamos.

Conviene establecer momentos para descansar la vista, para estimular la atención y focalizar la concentración. La atención de nuestro cerebro decae en torno a los veinte minutos de concentración en una tarea y se desconecta unos segundos en torno a los 55-60 minutos. Esto nos hace ver la necesidad de aprovechar nuestra propia tendencia a la desconexión para relajar la vista mirando una imagen, a ser posible con perspectiva, una ventana, o incluso un objeto hermoso. Reactivar nuestra concentración es más fácil con música adecuada para ello o repasando el contorno y los detalles de algún objeto. Ejercicios de relajación, de respiración consciente, estiramientos son todos apropiados para renovar la energía y mejorar nuestro rendimiento cada hora.

Tenemos que revisar ahora nuestro discurso interno ¿Cómo nos hablamos? ¡Qué pesadez!, ¡Esto no termina nunca! No se rinde igual cuando el estado anímico es de apatía, desmotivación, impotencia, sensaciones de falta de control y cuando convives con emociones negativas y sentimientos de incertidumbre e indefensión. Además, con el teletrabajo es más fácil que surja el aburrimiento por falta de estimulación variada, tensión acumulada, pensamientos y sentimientos negativos.

Por el contrario, expresiones de ánimo como: ¡vamos! ¡ya queda poco! ¡venga! son auto-instrucciones totalmente diferentes que suscitan un estado positivo que es precisamente lo que necesitamos para afrontar con tranquilidad el trabajo.

Además, es necesario que diariamente nos revisemos cómo hemos estado ante el trabajo. La autoconsciencia y el poner un nombre a como nos sentimos se han revelado como prácticas de gran ayuda para la regulación emocional. Un excelente ejercicio para fomentar positividad es anotar cada día 3 cosas positivas o 3 logros de esa jornada. Es un ejercicio de Psicología Positiva que nos hace tomar consciencia del avance de nuestro trabajo y relativizar los inconvenientes ya que si no corremos el riesgo de polarizarnos en la negatividad pensando que no salen las cosas, que todo va mal o que es imposible terminar el trabajo.

Establecer descansos, cuidar nuestros pensamientos, relativizar, dar diferente valor a lo que hacemos y flexibilizar nuestra exigencia nos va a ayudar a afrontar con más seguridad el teletrabajo.

9. Mantente comunicado

Uno de los riesgos psicológicos del teletrabajo es la pérdida de referentes relacionales, sentimos que nos falta algo esencial, el contacto con otras personas.

Teletrabajar no significa estar aislado, requiere precisamente una mayor coordinación para que las aportaciones individuales se alineen con los resultados perseguidos. Esto supone mantener conversaciones periódicas que garanticen la aportación de valor del teletrabajador a los procesos que la organización requiere.

Por ello, es necesario tener claro que los tiempos de comunicación con supervisores y equipo son parte de la propia gestión del trabajo. La falta de comunicación directa hace que nos desconectemos del equipo y que perdamos los referentes grupales que nos cohesionan y producen sinergia.

Conviene mantener tiempos para hablar de las tareas, tiempos para hablar de las relaciones y tiempos para hablar de cómo estamos afrontando el trabajo, de cómo nos sentimos y pensamos, no para desahogarnos sino para aprender de los compañeros estrategias que les funcionan y sentirnos parte de una comunidad. Un líder de equipo en remoto tiene que facilitar estos espacios pero también es cosa del teletrabajador solicitarlos y aprovecharlos.

Necesitamos mantenernos comunicados con el equipo y la organización para sentir que formamos parte del proyecto. El contacto diario es necesario. Actualmente las videoconferencias se han convertido en el vehículo perfecto para lograrlo, conexiones breves, focalizadas en un tema, con objetivos y agenda concretas y seguimiento de las acciones decididas. Idealmente una reunión de coordinación al día sería perfecta para sentirnos vinculados. Además, una reunión presencial cada cierto tiempo compensaría la falta de contacto personal.

10. Consigue retroinformación de tu actividad

Uno de los riesgos del teletrabajo es perder la perspectiva y no darnos cuenta del trabajo realizado, del avance hacia los objetivos. Necesitamos dotarnos de referentes que nos ayuden a programarnos para la eficiencia y los indicadores de avance son excelentes para ello.

Indicadores como el ok a la lista de actividades realizadas, simplemente dando el ok a nuestra lista de actividad diaria. Cualquier indicador de actividad: ratios, promedios, resultados, que nos aporte perspectiva sobre el avance en nuestro trabajo y que nos permita valorar lo que hacemos será un elemento de refuerzo de nuestra motivación.

Teletrabajar requiere hábitos concretos, algunos de ellos ya habituales en el trabajo presencial, lo que cambia es la orientación a resultados. Muchas son sus ventajas pero también son muchos los riesgos que hay que minimizar o eliminar para conseguir la eficiencia y la satisfacción del teletrabajador.

Isabel Aranda, Doctora en Psicología

Artículo publicado en ABC el 25/04/2020, en colaboración con AROHE

AGOTAMIENTO EMOCIONAL

A tiempo aún de apuntarte a un interesante debate sobre uno de los tópicos más actuales #fatigapandemica #bienestarpsicológico
https://lnkd.in/daxaawA con grandes ponentes Francisco Javier Cantera Herrero Macarena Gálvez Herrer Guillermo Tena Rogelio Iglesias Rodríguez Isabel Aranda, PhD

SUPER BOWL: UN FENÓMENO DE PSICOLOGÍA DE MASAS

El aislamiento provocado por la pandemia del COVID19 nos ha hecho evidente, más que nunca, que las personas somos seres sociales, nos gusta estar con los demás, sentirnos parte de un grupo, estar en contacto y compartir. Es, a través, de esa interacción social que nos reforzamos, aprendemos, modulamos, nos planteamos aspiraciones y, muy importante, nos sentimos parte de una comunidad.

El apoyo social está reconocido como uno de los elementos claves en la superación de las dificultades y la generación de resiliencia, algo que necesitamos en estos momentos especialmente.

Cuando estamos con un grupo se produce un contagio emocional, un alineamiento cognitivo, compartimos valores o por el contrario, los confrontamos. El caso es que el pensamiento, la emoción y la acción pasan de ser individuales a convertirse en una respuesta colectiva. Los psicólogos sociales conocemos bien estos fenómenos de masas.

Y hoy, es un día especialmente significativo para hablar de esta influencia del grupo sobre el individuo, de cómo la cultura conforma el comportamiento, de cómo las personas nos unimos a causas, movimientos, modas y costumbres. Cuando más de 100 millones de personas, a la vez, se sientan delante de un televisor a ver la Super Bowl, hay mucho que decir sobre el comportamiento social. Más allá del magnífico espectáculo y todas las consideraciones económicas que conlleva este evento, nuestra reflexión quiere poner el acento en que comprender lo que nos lleva a actuar así es importante para fomentar el bienestar social.  

En la actualidad se dan dos factores nuevos que modelan el comportamiento más allá de las culturas locales, la globalidad y la virtualidad. Ahora, compartimos valores, paradigmas, creencias en esa Aldea Global que nos hace cada vez más iguales y que refiere con una gran fuerza a lo que nos une como seres humanos.

La cohesión social que hasta ahora vivíamos en los grupos de los que formábamos parte: familia, amigos, compañeros del trabajo, etc., ha pasado a ser una cohesión social virtual.

Hoy te puedes sentir plenamente vinculado a alguien que, en realidad, no conoces pero que estás viendo en un video en las redes sociales y con el cual te identificas de inmediato y eso lo haces tú y tal vez miles de personas a la vez, conformando nuevos fenómenos sociales que los psicólogos sociales estamos estudiando para ofrecer criterios e información que nos permitan un sano equilibrio entre lo individual y lo colectivo.

Desde diferentes áreas como son la economía, la política y la publicidad se está muy atento a la investigación, explicación, predicción y aplicación de los conocimientos que la Psicología Social aporta en fenómenos que, como la Super Bowl, están presentes en el planeta entero. Una de las líneas de gran futuro precisamente en el trabajo de los psicólogos es el manejo de Big Data y Analítica del Comportamiento. Queremos señalar que un conocimiento semejante del comportamiento humano requiere una reflexión ética del uso de esa información y que los profesionales de la psicología colegiados se adhieren a un Código Ético que da garantías de un uso riguroso que respete los derechos de las personas.

Felicitamos a los seguidores de la Super Bowl por la gran experiencia que hoy disfrutan en estos momentos tan difíciles donde el miedo ambiente se ha convertido en la emoción colectiva. Hoy pueden ilusionarse, decepcionarse, sentir la pasión y el disfrute compartido con tal intensidad que mañana contarán con una energía renovada para fortalecer su resiliencia y hacer frente a la pandemia que afecta a la humanidad.

SINDROME POSTVACACIONAL Y COVID19

El tema de actualidad de esta semana en el sector laboral ha sido la vuelta al trabajo, una vuelta este año compleja y diferente. En este sentido he colaborado con diversos periodistas y cadenas de radio aportando ideas desde la Psicología sobre cómo volver al puesto de trabajo y cómo volver a trabajar con el mayor bienestar posible. Había gran interés en los medios por entender lo que nos pasa cada año y, muy especialmente, lo que nos pasa ante el reinicio laboral este año en el que todo es tan atípico.

Por un lado, la vuelta a la rutina laboral. Muchas personas -un 60% de los trabajadores según la Asociación Española para el estudio de la Ansiedad y Estrés (SEAS)-, presentan síntomas relacionados con la falta de energía, agotamiento y desmotivación al reinicio de la actividad laboral. Es lo que se denomina síndrome postvacacional que no es ningún tipo de enfermedad sino un conjunto de síntomas propios de un proceso de adaptación a la nueva situación de horarios y tareas. Cuanto más abrupto sea el cambio en nuestras rutinas más esfuerzo de adaptación necesitamos para adaptarnos a los nuevos biorritmos. Por eso, entre las recomendaciones que se dan para prevenirlo están el adoptar los horarios laborales algunos días antes del comienzo del trabajo.

Es frecuente que nos encontremos más cansados, que nos cueste un poco concentrarnos, que nos sintamos más desganados. Son efectos del reajuste de ritmo, el cambio de estímulos y la orientación a tareas, por lo que cuanto antes nos adaptemos mejor. No suele durar más allá de una semana o diez días. En caso contrario, sí que es conveniente recurrir a un psicólogo no sea que creamos estar pasando un síndrome postvacacional y en realidad esté ocurriendo otra cosa. Tal es el caso de la ergofobia, un miedo incontrolable, desproporcionado y persistente al propio trabajo. Conlleva diferentes síntomas fisiológicos como taquicardia, sudoración, presión en el estómago, alteraciones de la respiración, etc., síntomas, en general, de ansiedad. En este caso, es una fobia que requiere un abordaje psicoterapéutico por un psicólogo.   

Por otro lado, nos encontramos con una vuelta al trabajo compleja, en algunos casos después de 6 meses sin pisar las instalacioes debido al confinamiento. El mero hecho del tiempo transcurrido ya sería suficiente para que tuviéramos que hacer un esfuerzo de adaptación, de familiarizarnos de nuevo con todo, el espacio, los sonidos, los compañeros, los clientes, etc. Pero, este año el diferencial está en el impacto del COVID19. Mamparas, líneas, distancias, mascarillas, geles, se han convertido en parte sustancial del espacio laboral y todo eso distorsiona la idea que teníamos del espacio de trabajo. Es necesario normalizar la situación, cuando antes lo consideremos como parte de la rutina antes reduciremos la alarma que nos provocan y la tensión que nos supone estar pendiente de todo ello.

Añadamos, ahora, la tensión psicológica con la que volvemos. Para muchas personas, volver al puesto de trabajo es ir a un espacio potencialmente peligroso donde se pueden contagiar y, además, contagiar, a su vez, a sus familias. El miedo al contagio, la ira de verse en amenaza, el asco que pueden sentir hacia la cercanía y el contacto con otras personas y la tristeza por haber perdido autonomía y libertad cuando no compañeros que han perdido el trabajo y la vida de allegados y conciudadanos.     

Es fácil que estemos fluctuando en el péndulo de estas emociones negativas entre una y otra con un vaivén desgastante y agotador. La carga emocional es la mayor que hemos visto nunca a nivel laboral. Esto hace que nuestra capacidad de análisis y toma de decisiones se vea mermada y sesgada. El pensamiento emocional nos lleva a ver las cosas en términos de todo o nada, blanco o negro, imposibilidad y parálisis, a centrarnos en el problema y no en las soluciones. Difícilmente con estos sesgos podremos hacer frente de forma eficiente a los retos que nos plantea esta nueva realidad.

Las personas tenemos una gran capacidad de adaptación, fruto, por un lado, de nuestra herencia evolucionista que nos hace estar cambiando y readaptándonos constantemente para salir airosos de los constantes desafíos de la vida. Contamos, por otro lado, con una capacidad de aprendizaje desarrollada, además, con la experiencia de nuestra propia vida. No hay duda de que somos capaces de adaptarnos y buscar la mejor forma de salir bien de esta situación de pandemia y desastre económico. El tema es desde dónde lo hacemos porque si lo hacemos desde el pensamiento emocional es bastante más complicado, con resultados más escasos y un mayor desgaste que si lo hacemos desde el pensamiento racional.

Lo que está ocurriendo en los últimos años a nivel social es un claro fomento del pensamiento emocional, no olvidemos que a la masa se la controla mejor desde las emociones, según dicen los manuales de política. Este pensamiento emocional pone el énfasis en nuestra debilidad, en nuestra incapacidad y se centra en el problema. Ejemplo, las noticias que aparecen en los medios son las personas que no llevan la mascarilla y pasan de largo sobre los millones que si la llevan. Otro ejemplo, cualquier titular televisivo. No se habla de lo que se está haciendo para resolver, ganar, crecer sino que la noticia es el problema, el desastre, el paisano comentando su queja.

Al final, el pensamiento colectivo termina enfocándose en lo que está mal, lo que falta, lo que no hay, en la queja continua y la falta el impulso para superar ese sesgo catastrofista. Eso es lo que se valida como correcto.  Las estrategias que utilizamos para pensar determinan la calidad de nuestra vida, de cómo nos sentimos y también de lo que logramos.

Así que si queremos superar esta crisis social-sanitaria-económica provocada por la pandemia del COVID19 necesitaremos cambiar las estrategias de afrontamiento a nivel individual, empresarial pero, también, a nivel social y esto, ahora mismo no parece que esté en la agenda de los poderes sociales.

Individualmente es una opción, centrarnos en lo que podemos, en lo que está en nuestra mano, mantener las medidas de prevención al máximo e ir paso a paso cada día sin agobiarnos pensando en “y si pasa esto” “y si pasa lo otro”. El grado de incertidumbre e inseguridad es tal que difícilmente podemos confiar en que suceda tal o cual escenario.

Sólo podemos confiar en nuestra capacidad para hacer frente a lo que ocurra.

Centrarnos en lo que estamos haciendo hoy para que suceda lo que queremos es una buen idea pero también lo es no agobiarnos por lo que pueda ocurrir futuro.

A nivel de empresa, no es una opción, es una necesidad, el stress laboral se disparará como resultado de la incorporación al puesto de trabajo con la presión del contagio. Las empresas tendrán que apostar por prevenir este riesgo psicosocial porque forma parte de sus obligaciones y fomentar el bienestar de sus trabajadores entrenándoles en estrategias de afrontamiento psicológico más refinadas y potentes de las que habitualmente se manejan. Ahora no sirve un desarrollo de competencias hay que ir a lo nuclear, a la capacidad psicológica de afrontamiento de la realidad y eso es lo que va a marcar la diferencia de cómo los trabajadores superen esta situación.

Para muchos, volver al trabajo es un privilegio y una oportunidad, para otros es algo a evitar lo más posible. Nuestra comprensión del trabajo tiene mucho que ver con cómo vamos a vivir esa reincorporación, cómo nos va a afectar el síndrome postvacacional y cómo nos vamos a adaptar y superar los desafíos del COVID19.

Estados emocionales de los equipos

estados emocionales CHLos equipos también tienen emociones y también se quedan anclados en estados emocionales y ésto marca lo que son capaces de hacer y con qué clima.

En el entorno laboral, cada vez, somos más conscientes de que las emociones y los estados emocionales tienen un impacto significativo en el bienestar de los trabajadores y en los resultados de negocio.

Trabajo y emociones se vinculan actualmente con la salud psicológica de los trabajadores porque no se consigue el mismo rendimiento cuando la emocionalidad es positiva que cuando es negativa y no, no se consigue la misma eficiencia cuando la emoción no es congruente con la situación. Estar hablando de estar felices y positivos no sería congruente con la tensión emocional a la que están sometidos los trabajadores actualmente.

La crisis sanitaria y el confinamiento han incrementado la visibilidad e importancia que nuestras emociones y salud psicológica tienen en relación a la actividad laboral. Como resultado, son numerosas las empresas que ya están atendiendo las  dificultades provocadas en los trabajadores en activo por el miedo al contagio, el stress de las medidas preventivas y la preocupación por la incertidumbre. Y serán muchas las que tengan que buscar respuestas a los retos de la reincorporación progresiva que traerán asociados las emociones predominantes de miedo, tristeza y rabia, por tantos meses ya mantenidas. La necesidad de atender la prevención de los riesgos psicosociales que el virus del COVID19 ha traído hace más necesario tener claro qué son las emociones y qué son los estados emocionales porque ambos van a tener un claro protagonismo en cómo los trabajadores volverán al trabajo.

El artículo ha sido publicado en Capital Humano y puedes leerlo en: https://bit.ly/3eujU0G #emocion #eevolucionemocional

10 claves para que el trabajo no te agote psicológicamente

teletrabajoTeletrabajar no es conectarse al ordenador desde casa. Es otra forma de interpretar el trabajo que no es nueva en algunas profesiones que ya hacen parte de su trabajo en casa, por ejemplo, periodistas o profesores o personas que  elaboran algún tipo de producto en casa.

Tampoco es smart-working que significa trabajar desde dónde sea  y cuando el trabajador quiera. Algo que realmente sólo algunos profesionales pueden poner en práctica.

El teletrabajo requiere una madurez de las organizaciones, de sus líderes y de los colaboradores que conlleva un cambio de paradigma de las creencias en torno al presentismo, al puesto de trabajo, el rendimiento, la autonomía, la responsabilidad, el mérito y la dirección de personas.

Supone rediseñar procesos de trabajo, establecer métricas basadas en el rendimiento y no en el presentismo y desarrollar protocolos adaptados a las necesidades tanto tecnológicas como de liderazgo que requiere la coordinación de equipos en remoto.

Para el colaborador implica, además, establecer pautas de organización y auto-cuidado concretos ya que el aislamiento y la pérdida de referentes espaciales, temporales y relacionales provoca una serie de efectos vinculados con el agotamiento, la apatía, la desorientación y la desconexión de la organización, que pueden redundar en un stress por teletrabajo.

Estas son 10 recomendaciones a tener en cuenta a la hora de organizar el teletrabajo para evitar esos efectos psicológicos negativos  y cuidar tu salud psicológica.

  1. Prepárate en “modo trabajo”

Lo habitual es tener asociado trabajar con ejercer un rol determinado en unas condiciones específicas. Para ir a trabajar hemos adoptado unas rutinas diarias y semanales tanto de aseo, ropa que utilizamos y disposición actitudinal que adoptamos. Al trabajar solos en casa podemos entrar en una rutina de descuido de nuestros rituales de autocuidado, de aspecto y vestuario que no nos ayuda a entrar en programarnos para trabajar. Necesitamos establecer hábitos de cuidado personal y adoptar un aspecto profesional ante el ordenador que nos permita estar en “modo trabajo”, atentos y concentrados. Además, puede que nos conectemos en remoto y la pantalla ponga en evidencia nuestro descuido. Hay que establecer rutinas diarias y semanales, estableciendo diferencia entre los días de trabajo y los días de descanso si no vivimos el tiempo en plano, sin diferencia y llegaremos a sentirnos desorientados temporalmente lo que además fomentará el que nos sintamos desanimados.

  1. Créate tu espacio de trabajo

No tienes asociada tu casa a trabajar sino al descanso y la vida familiar. No tienes referentes espaciales, ni temporales ni de relación y los necesitas para que tu mente esté tranquila y asocie el sitio a trabajar, te falta la máquina del café o los encuentros en el ascensor o una mesa concreta para trabajar. Para que tu mente se sitúe con facilidad ante el trabajo tienes que rodearte de estímulos concretos que asocies con trabajar. Para ello prepara un espacio específico para ello, una mesa, una habitación, un rincón. Cuidando la ergonomía de la silla, la altura de la mesa, la luz, el reposapiés y, también, las normas de prevención de riesgos laborales en el hogar, especialmente, atendiendo a los cables de la luz y los objetos móviles. Para ambientar, puedes añadir objetos simbólicos que te ayuden a sentirte en positivo y relajar la mente, imágenes con perspectiva que produzcan sensación de lejanía para descansar la vista y ampliar el foco; elementos con colores estimulantes y formas geométricas que te permitan al mirarlos recuperar la atención; música que te ayude a la concentración. Este entorno concreto pronto se convertirá en el espacio asociado a la concentración y te programarás inconscientemente para trabajar.

  1. Organiza tus áreas de vida

Teletrabajar no consiste en sentarse durante horas delante del ordenador o la máquina con la que produzcas desde casa. El teletrabajo gira en torno al rendimiento no al tiempo dedicado. El criterio tradicional está basado en indicadores temporales y procede del siglo XVI  cuando Felipe II estableció con un Edicto Real la distribución del tiempo en 8×3 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 para temas personales. Hoy en día las personas valoramos mucho el equilibrio entre nuestra áreas vitales como fuente de salud y ello implica asumir roles, prioridades y circunstancias personales y familiares que hay que integrar en nuestra jornada tal vez en otras proporciones.

Un criterio diferente, acorde con la filosofía del teletrabajo y más sostenible es el criterio de actividad de las “4D” propuesto por José Luis Casero, presidente de AROHE, organización para la racionalización de horarios. Así, tomaríamos decisiones sobre cómo  distribuir nuestra actividad entre: Descanso: específicamente el sueño; Dedicación: realizando actividades concretas de trabajo; Disponibilidad: posibilidad de contactar, por ejemplo, para reuniones y Desenganche: totalmente desconectado del trabajo.  Esta distribución permitiría adaptar con más ajuste los porcentajes a las necesidades del trabajo y de la vida personal.

Sea cual sea el modelo que adoptes que se integre lo mejor posible en tus circunstancias vitales, si hay un equilibrio es más probable mantenerlo y generará un sentido de congruencia personal y más satisfacción.

  1. Establece tus prioridades para el día

En el teletrabajo la organización de las tareas es uno de los pilares fundamentales. Al cambiar el criterio de decisión de tiempo a resultado, es necesario discriminar qué actividades son las que hay que hacer para conseguir esos resultados y cuáles se pueden quedar sin hacer.

Cada día anota la lista de cosas que sí o sí tienes que hacer, que no se pueden quedar sin hacer ese día para conseguir los objetivos, esas son las prioridades. A ellas tienes que dedicar tu energía en primer lugar y, después, irás haciendo las tareas secundarias e incluso terciarias. Siempre habrá tareas que no se podrán hacer y que incluso perderán su sentido por lo que ya no habrá que hacerlas.

Para establecer esas prioridades, hay que secuenciar las actividades, lo primero es fijar metas a largo plazo, éstas las establece la empresa y objetivos semanales, éstos son los que hay que consensuar en equipo. Después analiza lo que es urgente e importante para conseguir esos objetivos semanales y decide cuáles son las prioridades de cada día alineadas con el equipo. Con ello tienes claro una hoja de ruta y un sentido de para qué haces lo que haces lo cual es en sí mismo una fuente de auto-motivación muy necesaria cuando estás sólo.

Esta forma de organizar la actividad tiene múltiples ventajas: evitas la improvisación, te ayuda a vencer la indecisión, tomas decisiones eficientes y eliminas la procastinación debida al perfeccionismo (dejas de hacer las cosas o te dedicas a ellas en exceso por miedo a cometer errores), la indecisión (fruto de confundir las tareas prioritarias con las secundarias) y las excusas (esperando que otro resuelva o esperando que te llegue la información, culpando a otros de lo que no haces).

  1. Cierra tiempos

Las personas no rendimos de forma uniforme durante todo el tiempo. Nuestra atención, concentración y ejecución varían a modo de ráfagas, según nuestros biorritmos diarios y semanales. Una razón más para organizarnos por la cualidad de nuestra actividad y no por el tiempo dedicado.

Dependemos de un conjunto de ritmos cíclicos que explican nuestra diferencia de rendimiento según la hora del día y el día de la semana. Tienen que ver con nuestra biología, por ejemplo, el ritmo metabólico, la glucosa en sangre y nuestra interacción con el entorno, por ejemplo, la luz, la temperatura, las estaciones. Algunas personas se concentran con facilidad a primera hora de la mañana y otras lo hacen según va avanzando el día. La clave es la auto-observación y darnos cuenta de en qué horas nos es más fácil entender la información y tomar decisiones. Un análisis personal nos va a indicar en qué horas somos más eficientes, nos concentramos mejor y eso nos va a permitir tomar decisiones de cuándo hacer las tareas de alta concentración y cuando es más rentable realizar actividades de menor concentración.

No por estar más tiempo rendimos más. La ley de Yerkes-Dodson, descrita en 1908, muestra la relación entre nivel de activación y rendimiento en forma de U invertida. Pasado un determinado momento la concentración decae y dejamos de ser eficientes. Un argumento más en contra de la prolongación de las jornadas de trabajo.

Nuestra percepción del tiempo es subjetiva, equívoca  y difusa, de ahí que necesitemos regularlo externamente para tener la sensación de avance. No tenemos un órgano como la vista o el oído que nos indique el paso del tiempo. Nuestro cerebro lo percibe como imágenes aisladas según la valencia que le damos. Pasa deprisa en situaciones positivas y despacio en situaciones negativas. Este sentido del tiempo, nuestro” reloj interno” se modifica según nuestro estado interno. Por ejemplo, cuando tenemos fiebre corre el tiempo más rápido. Se regula en las mismas estructuras cerebrales; hipotálamo y glándula pineal que controlan el ciclo de sueño-vigilia.

La vivencia del tiempo es un fenómeno subjetivo y el ritmo es personal. Experimentamos los tiempos cortos mientras que inferimos los tiempos largos. Esta es la razón por la que se nos pueden hacer eternas las semanas o por el contrario no darnos cuenta de que ya han pasado semanas. Gestionar el tiempo interior es necesario para sentirnos bien por lo que tenemos que establecer marcadores externos que nos ayuden a regular nuestra percepción del tiempo porque si no caemos en una sensación de pérdida de anclajes temporales que puede llegar a asociarse con síntomas depresivos. Cuando el tiempo interno es muy diferente del externo se incrementa el estrés y las reacciones emocionales.

Por todo ello hay que establecer rutinas semanales y diarias para darnos referentes temporales externos que nos permitan ubicarnos con cierta objetividad en el tiempo. Además, cada día hay que fijar un tiempo concreto a nuestras actividades prioritarias y secundarias con el modelo que elijamos 4D u 8×3.

Por último, marcarnos límites temporales que nos estimulen para concentrarnos y actuar.  Mejor decirnos “antes de las dos termino esta tarea” y atenernos lo máximo a esa hora que “a lo largo de la mañana acabo esta tarea”. La primera forma de darnos auto-instrucciones facilita que nos programemos para ser más eficientes y nos genera la  sensación de controlar el tiempo, algo muy necesario para nuestra satisfacción con el trabajo.

  1. Negocia con los tuyos

No trates de imponer o informar de lo tuyo como la prioridad a la familia sino que negocia con ellos los tiempos y el silencio en los que necesitas que se respete tu concentración. A cambio ofrece claramente tiempos en los que estarás disponible para ellos. Las soluciones que funcionan tienen que ser válidas para el sistema familiar. Sólo los acuerdos satisfactorios para todos se pueden mantener. Esta es una buena oportunidad para poner en práctica las conductas de pedir y dar que son básicas en las relaciones humanas. Además de los resultados deseados, la negociación nos ayuda a establecer lazos de intercambio saludables con los nuestros que nos reforzarán el sentido de pertenencia grupal, algo que necesitamos y que puede verse disminuido con el teletrabajo.

  1. Gestiona tu autoexigencia

Una de las barreras personales más fuertes para un teletrabajo eficiente es lo que los psicólogos denominamos “el crítico interno”. Ese crítico no es más que el discurso que mantienes contigo mismo que cuando es crítico, te habla desde la exigencia: “deberías”, “tienes que” y te lleva al perfeccionismo exagerado y la necesidad de control. Escuchando al crítico interno descalificarte porque “tardas demasiado”, “no llegas”, “no tengo tiempo”, “no me da la vida”, “es que…”, “es que…”, adoptas una posición de victimismo que no te permite afrontar con eficiencia tu actividad.

Puede que tengas que hacer una revisión de tus creencias sobre ti mismo, de tu forma de hablarte y tratarte y ver si lo haces en positivo o en negativo y, además, adquirir las pautas anteriores que te van a permitir establecer límites y gestionarte eficientemente, flexibilizando tu mente y tu conducta porque ya no te dices: “tienes que”, sino” lo que toca ahora es esto”. De esta forma pasas el foco de ti y tu capacidad a tu actividad, lo que redunda de nuevo en el rendimiento eficiente.

  1. Auto-cuidado psicológico

Ya hemos visto la necesidad de establecer ritmos, tramos horarios y diferenciar lo que hacemos por su valor en nuestros objetivos, esto está bien, son rutinas externas. Si hemos establecido esas pautas llegamos aquí en un escenario que ya previene y elimina muchos de los inconvenientes del teletrabajo.

Ahora es el momento de establecer rutinas de auto-cuidado físico y psicológico que cuiden  la “maquinaria” con la que trabajamos.

Conviene establecer momentos para descansar la vista, para estimular la atención y focalizar la concentración. La atención de nuestro cerebro decae en torno a los veinte minutos de concentración en una tarea y se desconecta unos segundos en torno a los 55-60 minutos. Esto nos hace ver la necesidad de aprovechar nuestra propia tendencia a la desconexión para relajar la vista mirando una imagen, a ser posible con perspectiva, una ventana, o incluso un objeto hermoso. Reactivar nuestra concentración es más fácil con música adecuada para ello o repasando el contorno y los detalles de algún objeto. Ejercicios de relajación, de respiración consciente, estiramientos son todos apropiados para renovar la energía y mejorar nuestro rendimiento cada hora.

Tenemos que revisar ahora nuestro discurso interno ¿Cómo nos hablamos? ¡Qué pesadez!, ¡Esto no termina nunca! No se rinde igual cuando el estado anímico es de apatía, desmotivación, impotencia, sensaciones de falta de control y cuando convives con emociones negativas y sentimientos de incertidumbre e indefensión. Además con el teletrabajo es más fácil que surja el aburrimiento por falta de estimulación variada, tensión acumulada, pensamientos y sentimientos negativos.

Por el contrario expresiones de ánimo como: ¡vamos! ¡ya queda poco! ¡venga! son auto-instrucciones totalmente diferentes que suscitan un estado positivo que es precisamente lo que necesitamos para afrontar con tranquilidad el trabajo.

Además, es necesario que diariamente nos revisemos cómo hemos estado ante el trabajo. La autoconsciencia y el poner un nombre a como nos sentimos se han revelado como prácticas de gran ayuda para la regulación emocional. Un excelente ejercicio para fomentar positividad es anotar cada día 3 cosas positivas o 3 logros de esa jornada. Es un ejercicio de Psicología Positiva que nos hace tomar consciencia del avance de nuestro trabajo y relativizar los inconvenientes ya que si no corremos el riesgo de polarizarnos en la negatividad pensando que no salen las cosas, que todo va mal o que es imposible terminar el trabajo.

Establecer descansos, cuidar nuestros pensamientos, relativizar, dar diferente valor a lo que hacemos y flexibilizar nuestra exigencia nos va a ayudar a afrontar con más seguridad el teletrabajo.

  1. Mantente comunicado

Uno de los riesgos psicológicos del teletrabajo es la pérdida de referentes relacionales, sentimos que nos falta algo esencial, el contacto con otras personas.

Teletrabajar no significa estar aislado, requiere precisamente una mayor coordinación para que las aportaciones individuales se alineen con los resultados perseguidos. Esto supone mantener conversaciones periódicas que garanticen la aportación de valor del teletrabajador a los procesos que la organización requiere.

Por ello, es necesario tener claro que los tiempos de comunicación con supervisores y equipo son parte de la propia gestión del trabajo. La falta de comunicación directa hace que nos desconectemos del equipo y que perdamos los referentes grupales que nos cohesionan y producen sinergia.

Convene mantener tiempos para hablar de las tareas, tiempos para hablar de las relaciones y tiempos para hablar de cómo estamos afrontando el trabajo, de cómo nos sentimos y pensamos, no para desahogarnos sino para aprender de los compañeros estrategias que les funcionan y sentirnos parte de una comunidad. Un líder de equipo en remoto tiene que facilitar estos espacios pero también es cosa del teletrabajador solicitarlos.

Necesitamos mantenernos comunicados con el equipo y la organización para sentir que formamos parte del proyecto. El contacto diario es necesario. Actualmente las videoconferencias se han convertido en el vehículo perfecto para lograrlo, conexiones breves, focalizadas en un tema, con objetivos y agenda concretas y seguimiento de las acciones decididas. Idealmente una reunión de coordinación al día sería perfecto para sentirnos vinculados. Además, una reunión presencial cada cierto tiempo compensaría la falta de contacto personal.

  1. Consigue retroinformación de tu actividad

Uno de los riesgos del teletrabajo es perder la perspectiva y no darnos cuenta del trabajo realizado, del avance hacia los objetivos. Necesitamos dotarnos de referentes que nos ayuden a programarnos para la eficiencia y los indicadores de avance son excelentes para ello.

Indicadores como el ok a la lista de actividades realizadas, simplemente dando el ok a nuestra lista de actividad diaria. Cualquier indicador de actividad: ratios, promedios, resultados, que nos aporte perspectiva sobre el avance en nuestro trabajo y que nos permita valorar lo que hacemos será un elemento de refuerzo de nuestra motivación.

Teletrabajar requiere hábitos concretos, algunos de ellos ya habituales en el trabajo presencial, lo que cambia es la orientación a resultados. Muchas son sus ventajas pero también son muchos los riesgos que hay que minimizar o eliminar para conseguir la eficiencia y la satisfacción del teletrabajador.

 

Artículo publicado el 25-04-2020 en ABCfamilias https://cutt.ly/Byl0pTg

 

Ya no seremos los mismos

espiralesNo habrá vuelta a la normalidad por mucho que nos empeñemos en querer volver a lo de antes, a nuestra vida que tanto echamos de menos. Se han producido unas rupturas sociales de tal calibre que el escenario ha cambiado.

 

Es más, no habrá una normalidad a la que volver.

Para aquellos que su vida no se haya visto afectada sustancialmente aún podrían hacerse a la idea de normalidad. Mantienen su trabajo como siempre, sus recursos no se han visto reducidos, su entorno familiar no ha sufrido pérdidas. Se han visto afectados, sí, pero sin que eso implique unas consecuencias de antes y después en sus vidas. Por el contrario, para aquellos que han perdido su trabajo, sus recursos como pequeña empresa o autónomos, o han perdido a sus familiares, ¿cuál va a ser la normalidad a la que volver?

La Pirámide de Necesidades de Maslow vuelve a tener un especial sentido en estos momentos. Para aquellos que de golpe han visto que su vida retrocedía al nivel básico de supervivencia, los problemas y temores son otros de los que tengan aquellos para los que no han cambiado sus recursos y su seguridad laboral.

La fractura entre aquellos que de repente se han visto arrojados a un nivel de supervivencia y los que se mantienen en su nivel de seguridad es y será más grande que nunca en la historia.

¿Podemos esperar que las reacciones sean las mismas?

Aún en el supuesto de que existiera esa normalidad a la que volver, los cambios de comportamientos que parecen inevitables van a construir espacios sociales muy diferentes.

El dramatismo de lo que estamos viviendo está produciendo profundos cambios en las dimensiones esenciales de las personas.

A nivel cognitivo, están cambiando algunas creencias sobre la vida, el mundo y nosotros mismos, nuestro sesgo de invulnerabilidad se ha visto conmocionado. Nos hemos dado cuenta de que cualquiera, de que cada uno, puede ver su vida cortada con una rapidez inusitada, algo que en la sociedad actual nos parece casi improbable y hablamos siempre de la alta esperanza de vida con la que contamos obviando la fragilidad de la vida hasta que esta situación nos ha confrontado con ella.

A nivel conductual, el forzado cambio de comportamientos ha roto nuestros hábitos fáciles y cómodos, forzando nuevas conductas que ahora requieren más consciencia, voluntad y energía. Esto nos ha confrontado con la necesidad de reevaluar las cosas que antes hacíamos y que nos parecían imprescindibles en nuestro día a día. Lo que antes parecía prioritario ahora puede que no se interprete así. Todas nuestras rutinas de casa se han podido ver cuestionadas, ¿para qué? ¿por qué? ¿de verdad es necesario? ¿por qué no? ¿cuándo?. Y, ya no digamos si incluimos el trabajar en casa. Espacio, tiempos, reuniones, llamadas, todo ahora se ha visto reformulado de la noche a la mañana. ¿Qué aprendizajes haremos de todos estos cambios? ¿qué cambiará en nuestra forma de trabajar? ¿qué cambiaremos de nuestra relación con el trabajo?

A nivel social y, dependiendo mucho de cómo se esté viviendo si solos o con otras personas, nos hemos dado cuenta del valor y fuerza que tienen para nuestro bienestar las relaciones sociales. Nos echamos de menos y, aunque la tecnología nos ha mantenido más comunicados que nunca, el contacto físico, la energía generada en el encuentro nos falta. Ahora somos más conscientes del valor que tiene para nosotros la compañía y la conversación. ¿Qué mantendremos de ello? ¿Querremos volver a una actividad ciega, a un no parar en el que no encontramos el momento de quedar con aquellos que nos importan?

A nivel emocional, el prolongado período de alarma ha hecho que estemos viviendo una montaña rusa de emociones negativas entre el miedo, la tristeza y la rabia, oscilando entre ellas una y otra vez

Las personas estamos sufriendo una prolongada situación de peligro con repercusiones de mucho calado en nosotros mismos. Cuando las personas nos sentimos amenazadas sólo tenemos tres tipos de respuesta automáticas: la lucha, la huida y la parálisis. El hecho de que se esté prolongando durante meses está consolidando una emocionalidad colectiva negativa que fluctúa como un péndulo entre el miedo, la tristeza y la ira, oscilando entre ellas una y otra vez según las noticias, el desarrollo de estrategias de afrontamiento de inteligencia emocional que hayamos adquirido  y según nuestra personalidad.

En un principio, la parálisis era la reacción más generalizada, la confusión mental, el no creernos lo que pasaba y la impotencia y el desconcierto los sentimientos predominantes. Después del shock inicial y forzados por el aislamiento, la respuesta común era esa huída a nuestro espacio de seguridad, a la casa, al no salir y casi escondernos para que el #COVID19 no nos alcanzara. Tras más de 40 días aislados y cuatro meses de información negativa, las ganas de luchar están tomando el relevo. La fortaleza psicológica de las personas, junto a mejores cifras de curación y contagio hacen que nuestra  indefensión aprendida ante el virus está bajando.  Muchas personas comienzan a sentir sentimientos de indignación por la falta de libertad y las decisiones tomadas, la reacción de lucha, eso sí, controlada, va creciendo y se repiten las demandas de medidas y libertad.

Todos estos cambios nos han cambiado. Ya no somos los mismos.

Y aún en el supuesto de que hubiera la normalidad de lo anterior a la que volver, ya no veríamos ni actuaríamos igual. Nuestra percepción de la vida es otra, nuestras prioridades se han visto cuestionadas y nosotros nos hemos vuelto más resilientes, sí más resistentes, pero también con un mayor sentido de fragilidad y una jerarquía de prioridades nueva.

Habrá que construir un nuevo espacio social en el que tenga cabida esta nueva mirada de la vida y aprovechar los aprendizajes.

¿Querremos cambiar algo?

LA PANDEMIA DEL MIEDO

coronavirusMucho se está hablando de las consecuencias económicas y laborales de la pandemia de coronavirus. Ahora, también, comienza a hablarse de las consecuencias psicológicas del stress prolongado al que estamos sometidos los ciudadanos.

Y, éstas las consecuencias psicológicas tienen una gravedad de gran alcance. Al final, saldremos de la crisis, agotados, debilitados, con peor salud o renovados y más resilientes, pero en muchos casos con un alto coste bio-psico-social. El stress continuado no deja indemne a las personas que sufrimos y somatizamos esa tensión sostenida lo que afecta nuestra salud, nuestra capacidad de afrontar la realidad y nuestras relaciones.

Los contagios masivos como éste que estamos viviendo son situaciones que provocan respuestas como las que tienen las personas en situaciones de catástrofes y emergencias.

Las personas respondemos con una respuesta emocional de miedo, en principio, debida a que se vive la situación como una amenaza para nuestra supervivencia ante la que nos vemos sin capacidad de acción. Ante las amenazas, se producen tres tipos de respuesta: evitación, lucha o huída.

Al ser una situación difundida en los medios con un continuo “en directo” se produce una constante sobreactivación de los niveles de alarma  y stress de la población, el componente emocional (el miedo) se ve activado una y otra vez ante la amenaza y la salud psicológica se ve afectada.

El miedo se contagia con gran celeridad y hace que colectivamente tengamos reacciones simultáneas y coincidentes que se refuerzan mutuamente. Mientras nos paralice y las autoridades nos hablen de que se sabe qué hacer evitaremos entrar en el pánico colectivo.

La Asociación Americana de Psicología (APA-American Psychological Association), en un artículo publicado en su página Web (Five Ways to View Coverage of the Coronavirus), aborda que las últimas noticias sobre nuevos brotes de Coronavirus en todo el mundo, sumado a la especulación que surge en torno a la generalización de esta problemática, están provocando un incremento de la ansiedad en toda la población y son necesarias medidas para controlar los altos niveles de ansiedad colectiva.

En este contexto, puede llegar a ser más potente el virus del miedo que el propio virus. ¿Cómo se podría negar el impacto y peligro del coronavirus? Pero, ahora, más que nunca es importante darnos cuenta de las consecuencias  que tiene el cómo nos tomamos lo que está pasando.

Las reacciones colectivas tienen una evolución estudiada por los profesionales de la psicología. Son fases previsibles en las que nuestras reacciones van variando y también nuestras necesidades, sobre todo de información y gestión, para salir de la situación. Afectan nuestra forma de pensar, de sentir y, también, nuestra conducta.

FASES DE EVOLUCIÓN DE LA EPIDEMIA EFECTOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS PERSONAS
FASE PREVIA

La amenaza se minimiza o niega tanto por las autoridades como por la colectividad.

Está en China, lejos, es un virus más, no nos afecta

Los medios de comunicación incentivan la atención.

Los más alarmistas se preocupan y comienzan a oírse  premoniciones apocalípticas.

Hay una baja alarma, “podría afectarnos”.

FASE ALERTA

Hay señales de alerta que crean una atención especial, una vigilancia útil, prevención y protección.

Ya está cerca, en Italia.

La atención pasa a convertirse en una preocupación. Nos puede afectar.

Los niveles de stress comienzan a elevarse mucho.

El miedo se convierte en colectivo, ahora la población se ve amenazada y responde con parálisis esperando que las autoridades respondan adecuadamente para proteger sus vidas.

Se busca la guía de las autoridades sobre qué esperar.

Circula mucha información inadecuada: bulos, rumores, alarmismos que no hacen más que focalizar la atención en el problema y crear alarmismo.

CHOQUE o REACCIÓN

Medidas de contención particulares y a medida de lo que va ocurriendo.

El virus está entre nosotros, primeros contagios y fallecimientos.

El impacto psicológico es muy alto. Se producen alteraciones cognitivas, afectivas y conductuales que afectan a toda la población.

–          Stress colectivo

–          Alteraciones afectivas

–          Sensación de irrealidad

–          Suspensión de la actividad

–          Desconcentración

Ahora se necesita que las autoridades muestren control y dominio de los diferentes escenarios para no entrar en pánico.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por ansiedad se disparan.

EMERGENCIA

Medidas de aislamiento.

Es la fase de contagio masivo y el número de fallecimientos se incrementa.

En esta fase el impacto psicológico es tan alto que se convierte en una necesidad prioritaria darle respuesta.

–          Alta ansiedad.

–          Intensa necesidad de compartir la angustia.

–          Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

–          Se necesita

Se apela a la responsabilidad individual por el bien social, el individuo siente que no es importante y la reacción depresiva puede generalizarse.

Las consultas a los profesionales de la Psicología por desánimo y depresión son las más numerosas ahora.

RESOLUCIÓN     .

El contagio va disminuyendo, los contagiados se van recuperando.

Las personas nos hemos ido acostumbrando y ahora las necesidades psicológicas tienen que ver con pasar página lo antes posible.

–          Disminuye el stress.

–          Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.

–          Habituación a la situación.

–          Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

En parte por la habituación y en parte por la resolución del problema, las personas nos enfocamos en retomar nuestras vidas.

Para algunos, en especial los autónomos, con especial dureza, debido a la que la pérdida de actividad ha limitado sus ingresos y, en algunos casos, llevado a un nivel de subsistencia económica del que será doblemente difícil recuperarse.

ADAPTACIÓN POSTERIOR Una situación tan prolongada de miedo y los niveles de stress sufridos tardan en desaparecer del todo.

Si a eso se le suma la pérdida de empleo o la actividad económica, los efectos post-traumáticos pueden prolongarse.

Habrá cambios en las creencias individuales y colectivas sobre el afrontamiento de la vida, el modelo de vida, las prioridades, las relaciones, etc. que pueden acelerar cambios sociales ya emergentes previamente.

 

En la fase de alerta, la falta de información técnica permite rumores y priman las opiniones personales y los bulos. Los medios que dan el titular más catastrofista son los más oídos. La información negativa se difunde con más rapidez que la información positiva, no se cuestiona, sino que se acepta inmediatamente sin comprobarla, precisamente por su carácter de peligro percibido. Entre los efectos que se producen están una ilusión de invulnerabilidad grupal, el ostracismo, el aislamiento y el rechazo o incluso el ataque a aquellos colectivos a los que se les atribuye la responsabilidad de lo ocurrido. Hay una necesidad de atribuir de asignar la responsabilidad a alguien como mecanismo de defensa ante esta amenaza. La preocupación no es una respuesta eficiente, es darle vueltas a algo que puede ocurrir o no. Es muy diferente de ocuparse y buscar cómo afrontar la situación eficientemente.

En la fase de choque se produce una reacción. El peligro ya está aquí. Hay una reacción colectiva vinculada con la conmoción de la noticia, una inhibición y estupor. Los efectos en las personas afectan tanto a la cognición, como a las respuestas emocionales y conductuales. Se produce:

  • Stress colectivo
  • Alteraciones afectivas
  • Sensación de irrealidad
  • Suspensión de la actividad
  • Desconcentración

Se sabe que la reacción tiene una distribución de curva normal, es decir, una pequeña parte de la población, en torno al 15% tendrá una reacción patologizada, sentirán la catástrofe como propia, su pánico será desmedida y las reacciones hipocondríacas estarán presentes. Otro 15% se mantendrán estables con una baja respuesta de alarma aunque atentos y, un 70% se mantendrá en una calma aparente, en parte sumidos en una evitación cognitiva y una anestesia emocional ante la conmoción por la noticia de que el virus está entre nosotros y el peligro que supone.

El goteo constante de noticias que incrementan nuestra alarma, como que hayan enviado a todos los trabajadores de una empresa a casa, o que el número de contagios se expande geográficamente, o que los restaurantes chinos hayan cerrado hace que suframos la situación con una incertidumbre aún mayor. Nos preguntamos si ellos saben algo que nosotros no sabemos y si el peligro es mayor del que creemos. El desconcierto se generaliza.

Este grueso de la población es el que necesita más saber qué se va a hacer, cuáles son los escenarios posibles, cuáles son las medidas de coordinación y actuación que se prevén eficaces y cómo tienen que actuar. La actuación de las autoridades tiene que ser clara, precisa y constante, informando de los diferentes escenarios de evolución y las medidas a tomar en cada caso. Tienen que transmitir la sensación de que, aunque el contagio siga avanzando, todo está bajo control.

En la fase de emergencia, la alteración cognitiva, afectiva y conductual se ve incrementada ante las constantes malas noticias.

  • Alta ansiedad.
  • Intensa necesidad de compartir la angustia con otras personas.
  • Pensamientos repetitivos (y catastróficos) sobre lo que ocurre.

Las medidas de aislamiento social y la parada de la actividad productiva que se realizan en esta fase para contener el avance del contagio, no ayudan precisamente a relativizar la situación y afrontarla con los menores efectos secundarios en nuestra salud.

En esta fase es esencial, para no entrar en pánico, saber que, aunque el contagio esté avanzando, está bajo control, las autoridades sanitarias saben qué hacer y se está tratando y recuperando a los contagiados y, sobre todo, que estas situaciones tienen una evolución y un tiempo determinado, no son para siempre, la vida continuará después de la pandemia de coronavirus.

La comunicación con otras personas por teléfono, mensajería o videos nos ayuda a desahogar la tensión que acumulamos, especialmente necesario para aquellas personas que están solas. Es el lado positivo, si por una parte es el medio por el que se difunden bulos y rumores, también es el medio para recibir información técnica y apoyo social.

Fase de resolución, las cifras de contagio comienzan a bajar, la curva de afectados se enlentece y las cifras de curados comienza a subir significativamente. Las reacciones psicológicas van evolucionando:

  • Disminuye el stress.
  • Aumentan las conductas solidarias que facilitan una recuperación social.
  • Habituación a la situación.
  • Hay ganas de volver a las rutinas lo antes posible.

Fase de adaptación posterior. Una epidemia de estas dimensiones no desaparece sin dejar efectos secundarios en la población. Habrá un porcentaje de personas que mantendrán síntomas psicosomáticos incluso dos meses después de que se deje de hablar del coronavirus. Síntomas como tristeza, agresividad, respuestas exageradas, rumiación, hiperactividad, se mantendrán en un cuadro de stress post-traumático por el miedo acumulado ante el virus.

Muchas personas habrán sufrido, no sólo el confinamiento obligado, sino la pérdida de sus ingresos económicos por la falta de actividad. Tanto autónomos como despedidos sin paro, vivirán una prolongación de la situación de estrés debido a que sus necesidades de supervivencia no sólo se han visto afectadas a nivel la salud (y el riesgo de muerte), sino que se mantienen durante meses a nivel de supervivencia en el día a día (sus ingresos se han limitado).

Por otro lado, las creencias compartidas sobre uno mismo, el mundo y los otros podrán verse afectadas. ¿El mundo no será igual después de la crisis del coronavirus? Las personas nos acostumbramos con una enorme facilidad a lo que ocurre, nos adaptamos y generamos nuevas respuestas continuamente. La pandemia nos hará más sensibles a nuestra naturaleza, al sentido de lo global y a la necesidad de la investigación sanitaria. Ojalá también nos hiciera más sensibles a que todos, absolutamente todas las personas de todo el planeta compartimos la misma naturaleza y los mismos problemas.

PD: Si crees que necesitas apoyo para superar esta crisis, no corras el riesgo de cronificar el stress, incrementar conductas obsesivas, inducir conductas sobredimensionadas que no permiten manejar la situación eficientemente,  contacta con un profesional de la Psicología, que son los que tienen el conocimiento y la capacidad para atenderte sin provocar nuevos Te dejo el enlace al directorio del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid  o directorio@cop.es