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¿HACER o SER?, esa es la cuestión

Ccreenciasuando solo mides tu valía por tus resultados entras en un perverso bucle mental de “valgo en cuanto que consigo” “valgo en cuanto otros me reconocen mi valía” Y si no es así, no soy válido, no valgo como persona… ni siquiera me merezco…

Esta forma de pensar es muy frecuente. La hemos adquirido desde muy pequeños, en tanto en cuanto conseguíamos buenas notas, en tanto en cuanto nos apoyaban y apreciaban nuestros padres y maestros. Sí, siempre hay excepciones, pero lo más frecuente es precisamente aplaudir al que gana y no a los que han participado en la carrera por lo que nos habremos criado en una cultura de vales en cuanto que consigues.

Aunque para algunos sea difícil de creer, los patrones que aprendemos en la infancia son los que tendemos a repetir en la vida adulta una y otra vez. A no ser que… haya un ejercicio voluntario de consciencia, responsabilidad y acción que nos lleve a modificar esos patrones y actuar ya como adultos.

Los juicios de otros no dejan de ser sus “opiniones” sobre lo que interpretan de lo que perciben. ¡¡No!!, no son la verdad, sino su interpretación personal basada en sus paradigmas de lo que perciben. Y si tienes alguna duda simplemente observa la interpretación tan diferente que hacen los políticos de cualquier hecho, eso sí, cada uno de ellos lo defienden como la verdad absoluta. Sus interpretaciones responden a sus perspectivas, en el caso de los políticos, polarizadas y constreñidas por su paradigma ideológico. En el caso de nuestro jefe, compañeros, padres, pareja, igualmente polarizado por sus paradigmas sobre la vida. ¿Por qué asumimos el juicio de cualquiera (al que otorgamos autoridad) como una verdad? ¿Por qué nos llevamos nuestro HACER a nuestro SER?

Esto en Psicología se conoce como “locus de control externo”, en la Teoría de la Atribución adjudicamos a causas externas el poder de decidir cómo hacemos las cosas. Hasta aquí no importa, todos recibimos feedback de otros sobre cómo actuamos y es útil cuando se adecua al aprendizaje y la mejora para conseguir unos objetivos. El problema surge cuando damos el poder a otros de opinar sobre cómo hacemos las cosas y, por un ejercicio “ilógico”, por el que violentamos el contenido del silogismo utilizado para inferir el resultado, razonamos que eso que hacemos es nuestra identidad. De tal forma que lo que alguien dice sobre cómo hacemos algo lo interpretamos como un juicio de valor sobre quienes somos.

X opina que lo he hecho mal

Si lo hago mal no valgo como persona

Así que soy un fracasado

Esta situación es uno de los casos típicos que se trabajan en Psicología Coaching. El cliente se ha llenado de “creencias limitantes“ sobre lo que hace que traslada a su identidad y, además, en base a opiniones de otros. Ya no es que no consiga los resultados es que “no vale como persona”

Estas creencias limitantes terminan siendo el resultado del silogismo erróneo anterior.

“Si no consigo los resultados esperados no me van a aceptar”

“Para ser aceptado tengo que ser bueno en lo que hago”

“Necesito ser aceptada para sentirme bien conmigo misma”

“No soy lo suficientemente buena”

Creencias como éstas o similares tal vez te suenen.

Sí, nos valoramos en cuanto hacemos. Culturalmente le damos tanta importancia que incluso nos presentamos desde nuestro hacer: “Yo soy abogado” “Yo soy periodista”. A ver, no será “yo me dedico a la abogacía”, “yo ejerzo como periodista”

¿A dónde nos lleva esto? A un sufrimiento más o menos intenso, generalizado y permanente que puede terminar en una depresión, una somatización traducida en una enfermedad o una crisis existencial o, incluso, una ruptura con el entorno social…

Cuanta mayor responsabilidad organizacional, más frecuentes son estas creencias y… ¡más útiles han sido para llegar hasta ahí! Siempre, los pensamientos se mantienen porque tienen una utilidad -aunque sea dañina para nuestro bienestar- nos sirven de coartadas para hacer o no hacer determinadas cosas y mantenernos en nuestra habitualidad.

La auto-exigencia, atender a los juicios ajenos, la valoración en el hacer, son prácticas habituales en las organizaciones donde los managers confían más en reconducir a los demás según sus propias expectativas, restringir su comportamiento y condicionar el comportamiento para conseguir los objetivos que en la confianza en las personas, las respuestas ágiles a la incertidumbre y en la aceptación de la valía de las personas para alcanzar resultados extra-ordinarios. Relativicemos, ni todos los managers actúan igual ni todas las organizaciones están en el mismo nivel evolutivo.

Mucho se habla hoy en día de “queremos personas”, “valoramos a las personas”, “buscamos el talento”, pero esto pasa por cambiar las prácticas organizacionales de liderazgo y feedback a las personas.

Así que sí, las organizaciones tienen que facilitar a sus managers una reflexión activa sobre los paradigmas desde los que lideran a sus equipos. Si tratas de dirigir desde tu miedo, tus defensas y tus juicios descalificantes sobre los demás, difícilmente podrás “liderar personas”. Como reflejan los estudios sobre el tema, lo que harás será precisamente desmotivar y desenganchar a personas que entraron con todas sus ganas de aportar y conseguir resultados. La consultora Otto Walters encuestó a más de 1.200.000 empleados de 52 compañías encontrando que:

  • 6 meses bastan para que la moral de un nuevo empleado baje un 85%

En Psicología Coaching trabajamos con muchos managers que no están preparados para liderar y también con muchos managers que no pueden soportar la presión a la que están siendo sometidos por sus jefes superiores, no por la tensión del trabajo, sino por los modos en los que plantean el como ellos están consiguiendo los resultados.

Hay una gran labor que hacer: entrenar a los managers a pensar para liderar. No es solo lo que haces sino, lo más importante, desde dónde lo haces.

Y dejadme que cite al excepcional Rafa Nadal. Da lo mismo cómo vaya el partido si está perdiendo o ganando, siempre ¡¡ES!!, siempre se centra en cómo juega, siempre piensa en ganar, en hacerlo bien. Y, luego gana. Pero primero está su estrategia de pensamiento:

no se fija en lo que hace sino en su propia capacidad para hacerlo.

La toma de consciencia sobre cómo pensamos, sobre cómo estamos siendo es previa al hacer. Lo que conseguimos en nuestros procesos de Psicología Coaching es facilitar que el manager se de cuenta de cómo está pensando sobre quién es ante el reto más que qué está haciendo ante éste. Por eso nuestros procesos son tan potentes porque no se trata de “¿qué vas a hacer?” sino desde “¿dónde lo vas a hacer?”

Esa toma de consciencia puede que te  “enfade”, rompe tus esquemas, cuestiona la “zona de habitualidad”, te lleva a cuestionarte  si ¿realmente quieres conseguir resultados extra-ordinarios?” y ¿lo quieres hacer desde la excelencia, la confianza en ti mismo y la convicción de que eres un gran jugador o desde la exigencia de o gano o no soy nadie?

Pocas opciones quedan si tu respuesta es la segunda. Pero, si es la primera, ahh!!!, entonces toca revisar tus estrategias de pensamiento, definir tus logros, auparte en el proceso y vivir la aventura de moverte hacia los resultados extra-ordinarios que quieres.

Cuestionar las propias creencias, cambiar las perspectivas, revisar la lógica de nuestro pensamiento, es un reto de enormes dimensiones cuando te lo planteas como un trabajo individual, ésta es una de esas situaciones en las que el apoyo técnico de un profesional, de un Psicólogo coach, marca la diferencia. En caso contrario sigue haciendo lo mismo,… obtendrás lo mismo.

¿SABES DAR FEEDBACK EFICIENTEMENTE?

feedback-1El feedback es dar información a otra persona sobre la ejecución que hemos podido comprobar que ha realizado en un cierto tema y su adecuación a los objetivos que se perseguían.

Culturalmente tendemos a sólo señalar lo negativo. Tradicionalmente sólo lo damos cuando entendemos que algo está mal hecho, de ahí que haya un auténtico rechazo al feedback en las organizaciones. También es cierto que para muchas personas es costoso y difícil dar feedback negativo porque lo interpretan como un enfrentamiento y esperan que se levante con ello un conflicto, aunque, en realidad, para muchos es más difícil dar un feedback positivo que uno negativo ya que opinan que lo bueno es lo que tiene que ser y no merece una valoración positiva. Esto les pasa no sólo a los managers, a los profesores y padres, a los usuarios de cualquier servicio. Pensemos por un momento las consecuencias que tiene para un niño el estar recibiendo siempre  y sólo feedback negativo. Igual pasa con un colaborador en la empresa.

El feedback es nuestro juicio u opinión sobre como el otro lo ha hecho y, por lo tanto, hay que darlo con todo el respeto hacia la persona y las cautelas sobre la “verdad absoluta” que puede suponer mi opinión. Una cosa son los hechos y las consecuencias que tienen y otras las opiniones sobre los hechos que son personales.

Bien dado, aporta numerosos beneficios ya que:

  • A nivel personal: refuerza la capacidad de las personas para confiar en su capacidad de acción, su creencia en la propia competencia, la creencia en la autovalía y autoeficacia, concepto que desarrolló Bandura para explicar el sentido que tenemos las personas de lo que somos capaces de hacer. Favorece el desarrollo y aprendizaje de la persona ya que aporta orientación y criterios que permiten a la persona entender lo que debe hacer.
  • A nivel de rendimiento, alinea los resultados de las personas con lo que se espera de ellos.
  • A nivel de relaciones, cuando se da bien, refuerza los vínculos, el respeto y la confianza entre las personas, promoviendo líneas más amplias de colaboración.

Cuando se da valorando comportamientos que interesa que se repitan sirve como incentivador o refuerzo positivo ya que actúa como un reconocimiento de que se ha visto algo positivo con lo que se refuerza la posibilidad de que se repita.

Cuando se da  para eliminar o cambiar un comportamiento que consideramos negativo, adquiere una enorme importancia el cómo se hace para que el otro pueda entenderlo como una oportunidad de aprendizaje y no como un ataque a su persona.

¿Por qué utilizar un bocadillo?

Estamos tan acostumbrados a que nos digan que “lo has hecho mal” sin más, que tendemos a rechazar de plano el feedback.

Por ello, es necesario preparar la situación. ¡cuidado con las reacciones impulsivas! Mejor en frío, mejor con distancia, gestionando nuestra intervención desde el córtex cerebral  y no desde el hipocampo.

Ante la crítica directa, las personas podemos entenderla como una amenaza. El sistema límbico de nuestro cerebro dispara los neurotransmisores asociados al peligro, especialmente el cortisol, nos ponemos a la defensiva. En esta situación el bloqueo, la pelea o la huida son las respuestas habituales. Nada de aprendizaje, creatividad o desarrollo. Algo similar ocurre cuando empezamos con  “Te voy a hacer una crítica”; “Te voy a comentar”, etc. el cerebro se pone en alerta, la imaginación se desbordará y no estará predispuesta a la escucha.

Sin embargo si empezamos valorando algún aspecto, señalando algo positivo o de forma amigable, el sistema límbico secreta neurotransmisores como la dopamina, no se activa en alerta, sino que lo interpreta como una oportunidad. Ahora se procesa en el córtex prefrontal y, en vez de una reacción de peligro, se interpreta como una oportunidad y entran en juego,  en vez de las reacciones de pelea, los procesos cognitivos de razonamiento, análisis, visión de futuro, toma de decisiones, memoria, etc.

Así ahora estamos más disponibles para entender y asimilar el feedback negativo que viene a continuación. Es el momento de decir lo que hay que cambiar, señalando los hechos concretos.

La tercera parte del bocadillo es, de nuevo, un comentario positivo. De esta forma nuestro cerebro está disponible para entender y asimilar la información y poder cambiar proactivamente.

Recuerda: pan – relleno – pan

bocadillo

 

Naturalmente esto supone que yo que voy a dar ese feedback me prepare, me separe del problema, identifique los hechos y las opiniones y busque estratégicamente el mejor momento y lugar para ofrecer mi feedback. La importancia de conocerme, gestionarme y “elegir proactivamente” mi  respuestas es lo que va a garantizar la calidad de mis resultados. La inteligencia emocional  intrapersonal vuelve a aparecer de nuevo como la clave de nuestras relaciones.

Diez ideas para dar ‘feedback’ eficientemente

  1. Piensa primero lo que quieres conseguir con ese feedback. Si sólo lo quieres dar para desahogarte difícilmente conseguirás cambios eficientes en el otro.
  2. Busca el mejor momento. Piensa dónde hacerlo: en privado; cuándo hacerlo, a continuación del hecho mejor; cuánto tiempo: acuerda con la otra persona la duración.
  3. Atente al objetivo. Céntrate en lo que quieres que el otro cambie. No es el momento de regañinas ni de abordar otros temas.
  4. Empieza con algo positivo, ya que conseguirás que la otra persona se relaje.
  5. Sigue con lo que hay que cambiar. Describe los hechos de forma neutra, sin emitir juicios.
  6. Expón las consecuencias. Una vez explicado el comportamiento, es el momento de hablar de cómo afectan sus consecuencias al equipo o a la organización o a él mismo.
  7. Habla de las causas de sus resultados. Muestra empatía y entiende sus razones, con ello neutralizarás sus argumentos “Entiendo que hagas esto porque…”.
  8. Comparte la responsabilidad en el problema. Si es el caso, bien por un fallo de comunicación o de coordinación.
  9. Haz una propuesta de cambio. Es el momento de pedir que la otra persona tenga un comportamiento diferente, pero hazlo siempre con una pregunta que lo comprometa, por ejemplo, “¿Que podemos hacer para que…?”.
  10. Busca el compromiso de cambio. Si el punto anterior no ha funcionado, ofrece a la otra persona tres alternativas de cambio que tú hayas pensado para que escoja una y se comprometa con ella.

feedback

Nuestra habilidad para comunicar no consiste en hablar

sino en generar la confianza en los demás para que puedan alcanzar sus objetivos.