Cuanto más investigo el tema de las emociones más me pregunto en qué medida las mujeres tenemos una emocionalidad diferente a la de los varones.
Siempre cito mi primer “encontronazo” con el cerebro femenino. Era yo una aplicada alumna, apenas tenía 17 años cuando me enfrentaba con “Fisiología del sistema nervioso central I” en la universidad. Por mi edad fui invitada como alumna más joven a un acto institucional en el que el rector de la UAM habló de las nuevas incorporaciones, “una violeta”, dijo que ilustra el nuevo empuje de las mujeres. Tengo que decir que jamás me he identificado con una violeta.
En aquella asignatura el profesor con su bata blanca de médico, “especialista”, dueño de la verdad absoluta que aportaba la ciencia médica, explicaba las diferencias entre el cerebro del varón y el de la mujer.
Yo no podía asimilar sus explicaciones. Le pregunté, levantando la mano educadamente –por supuesto en la primera fila- ¿Quiere Usted decir que el cerebro de las mujeres es diferente del de los hombres?
El profesor Guillamón, no me dejó opciones. “¿Señorita, usted tiene la regla?”. “Si contesté”. “Y usted cree que un cerebro que dedica tanto tiempo y recursos a gestionar hormonas para reproducirse puede gestionar la información de igual manera que un cerebro de un hombre?”
Aquella anécdota me ha acompañado siempre para hacerme reflexionar en lo diferente que somos las mujeres de los varones. Química, estructural y funcionalmente somos diferentes. Es posible que gestionemos las emociones con una intensidad diferente, o que seamos conscientes de nuestros sentimientos con una consciencia mayor, pero creo que las emociones son estrategias únicas e iguales para todos. Otra cosa es lo que yo hago con ellas.
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EMOCIONES Y COACHING
Decía Julio Olalla en la conferencia de la mesa redonda de la ECC Madrid 2011 de la ICF el sábado pasado, que “el coaching es impensable sin adentrarnos en el campo de las emociones”
Este adentrarnos en las emociones ha sido el gran reto de los coches cuando nos hemos lanzado a la práctica profesional.
Y este fue el inicio de mi investigación sobre el tema y el desarrollo de mi modelo de “emociones capacitantes”©. El grupo de trabajo en el que seguía formándome con coaches en prácticas nos encontramos con ese gran reto, ¿qué son las emociones?, ¿cómo me afectan en mis pensamientos, en mis decisiones, en mis sentimientos, en mi cuerpo?, ¿cómo identificarlas en el coachee?, ¿cómo facilitarle que entienda lo que significan para él?, ¿cómo reconocerlas en mí para no trasferirle mis propias emociones? Si uno de los grandes retos del coach es no transferir sus propios juicios y paradigmas, el más grande de todos posiblemente será no transferir las emociones.
Enormes preguntas difíciles de contestar porque somos hijos de una cultura racionalista, en la que se ha elegido la razón como criterio de medida de lo que vale y de lo que no vale, de lo que se acepta, y lo que no.
La afirmación de un gran gurú como Julio Olalla no hace más que recalcar lo que en el fondo siempre hemos sabido, que en la base de toda acción hay una emoción como indica precisamente su etimología “mover hacia”.
Las emociones son estrategias de respuesta. Estrategias poderosas que han demostrado su utilidad a lo largo de millones de años y que nos han traído hasta aquí.
Estamos viviendo un momento excepcional de toma de conciencia social, queremos saber más de nosotros mismos, de lo que nos mueve a hacer o nos paraliza, de lo que nos hace sufrir o nos llena de capacidad, nos empodera para conseguir lo que queramos, nos hace sentirnos “poderosas” como dice la gran Leila Navarro.
La sensibilidad que se percibe en los foros profesionales hacia las emociones es nueva, pujante, insistente. En asociaciones como esta de la ICF, congresos como el de Aedipe del año pasado, empresas, cursos de formación se habla de psicología positiva, de felicidad, de empoderamiento. Queremos saber, queremos aprovechar, queremos disfrutar de esa fuerza profunda y vital que nos moviliza o no.
Es sintomático en este cambio de paradigma que de la tan conocida cita de Einstein “No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”, pasemos a la pregunta de Julio Olalla ¿podemos cambiar nuestro comportamiento si seguimos habitando en el mismo espacio emocional de siempre?
Es el momento. Sabemos, podemos y queremos hacer de nuestras emociones una parte consciente de nosotros mismos. Modelos como el de “emociones capacitantes” nos permiten conseguirlo.
Pregunta de coaching ¿para qué no utilizar mis emociones para vivir la vida como yo quiero?
¡¡NO MÁS EMOCIONES POSITIVAS!!
Emociones positivas. Emociones negativas. ¿Es esta la forma de sentirnos, de vivirnos? ¿En positivo o en negativo? Un juicio moral sobre nosotros mismos que muestra lo poco que nos conocemos, lo poco que sabemos sobre lo que somos como seres vivos y cómo funcionamos neurofisiológicamente, en definitiva sobre cómo vivimos.
¿Es que es malo tener miedo de un peligro?, ¿Es negativo cargarnos de energía para responder ante una situación crítica?, ¿Es negativo sentir dolor por la pérdida de un ser querido, o de un trabajo, o por un mal que sufre otra persona?