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COMO AFECTA EL TELETRABAJO A LAS RELACIONES SOCIALES

Comparto en el blog un artículo que ha tenido una especial trascendencia. Originariamente ha sido un artículo publicado en Capital Humano, con quien colaboro frecuentemente, el 21 de enero de 2021 . La sorpresa ha surgido cuando se ha republicado en Prevención Integral el 18 de marzo de 2021 sin que tuviéramos ninguna información ni la editora ni yo misma y, lo que realmente es sorprendente, sin citarme como autora.

Estoy encantada de colaborar en la divulgación de la Psicología del Trabajo en cualquier medio que así lo quiera, así que a vuestra disposición .

Agradezco que el artículo haya despertado tanto interés y espero que su lectura te resulte interesante.

¿Cómo afecta el teletrabajo a las relaciones sociales?

El fenómeno del teletrabajo generado a consecuencia del confinamiento por la pandemia del COVID19 y el prolongado período de aislamiento social, ha marcado disruptivamente las dinámicas laborales y las dinámicas de relación social.

Como todo fenómeno social, el teletrabajo, tiene múltiples facetas, tanto en su composición como en las perspectivas de análisis e intervención, por lo que, debido a su actualidad e interés, es un tema que está generando continuos debates entre agentes sociales, empresas y trabajadores dado que afecta a la calidad de vida de millones de personas.

El teletrabajo no es sólo trabajar desde casa, es una modalidad laboral que requiere cambios en la forma en la que los trabajadores y jefes se relacionan con el trabajo y en la concepción misma del trabajo, el trabajador y la relación con la organización.

La Psicología del trabajo señala tres áreas para la gestión del teletrabajo:

  1. La preparación personal y el cuidado psicológico para trabajar.
  2. La organización del trabajo siguiendo criterios de eficiencia.
  3. El cuidado de las relaciones personales con equipo y familia.

Centrándonos en los cambios en la interacción laboral de las personas, requiere adaptar la asignación, coordinación y supervisión de tareas, liderazgo y relación de los equipos desde una concepción más evolucionada de la organización. La confianza en la autonomía, responsabilidad y capacidad del trabajador es una condición básica.

El impacto del teletrabajo en las personas

A nivel personal, el teletrabajo ha supuesto un reto excepcional. Nunca antes, de forma masiva y, en circunstancias de inseguridad, millones de personas se habían visto obligadas a asumir un cambio radical e inmediato en su comportamiento laboral.

El teletrabajo provocado por la pandemia nos ha confrontado con unos retos diferentes, además, en un tiempo de inseguridad. Por un lado, lo interpretamos como una medida que nos protege de forma preventiva y, por otro lado, nos hace ver constantemente la situación de peligro en la que vivimos. No es lo mismo adoptar el teletrabajo como medida de mejora de la calidad laboral que como medida de prevención de tu salud. La intensidad y valencia de las consecuencias en los dos diferentes casos pueden variar.

Teletrabajar es un cambio y, para las personas, todo lo que nos confronte con un cambio de nuestros hábitos normales nos supone una salida de nuestra habitualidad normal. Reaccionamos con inquietud, incomodidad por no saber lo que pasa, por cómo reaccionar y qué consecuencias va a tener. Se produce un desajuste en nuestra percepción del entorno, unas veces vivido con miedo a lo que es diferente, otras, con interés por lo nuevo pero, en cualquier caso, requiere un esfuerzo de cambio que trastoca durante algún tiempo a las personas tanto a nivel cognitivo provocando en mayor o menor medida una desorientación espacio-temporal, una distorsión de la percepción del tiempo; dificultades para concentrarse; dificultades para focalizar la atención; como a nivel de conducta: los hábitos antiguos ya no valen y no se sabe cómo actuar, el número de errores al realizar una tarea es mayor y, a nivel emocional, el miedo a no saber responder y estar a la altura suele imperar, provocando, incluso cuestionamientos sobre la propia valía, la autoestima y la seguridad en uno mismo.

Superada esa fase de inquietud entramos en la de miedo. Nuestro discurso interno se focaliza en cuestionarnos si seremos capaces de afrontar las nuevas circunstancias: “¿voy a ser capaz?”; “no me manejo”; “no me funciona nada”; “no sé cómo va esta aplicación”. Prima el pensamiento emocional dicotómico, todo es blanco o negro, bueno o malo, dudamos de nuestros mismos. Para algunas personas es una fase con fuertes consecuencias ya que la intensidad emocional unida a la percepción de no “auto-eficacia” puede llevarles a un creciente desánimo y a una incapacidad real de hacerse con las exigencias que el cambio a teletrabajar requiere.

Zona de reto, vamos viendo que se puede, aceptamos el cambio. Muchos hemos aprendido a manejamos en el zoom como antes aprendimos a manejar un móvil. El Teams se ha convertido en un espacio virtual de interacción tanto para los trabajadores como para los escolares. El whatsup ha pasado a ser un medio ágil de contraste de información para la toma de decisiones. Por sólo citar unas herramientas.

El siguiente paso es una zona de evolución, de aprendizaje progresivo donde nos vemos capaces de manejarnos en el teletrabajo y nos manejamos con soltura.

El esfuerzo progresivo que han hecho los teletrabajadores ha supuesto un desgaste y un cansancio extra. No hablamos sólo del estrés tecnológico sino del esfuerzo mental que requiere pasar por estas fases del proceso de cambio de forma abrupta, acelerada y con la amenaza del contagio.

La fatiga tecnológica, además, hace referencia al esfuerzo continuado de trabajar en el medio digital, la atención y concentración que requiere, la frustración ante los fallos tecnológicos, la dificultad de manejarnos.

Junto a todos los efectos negativos señalados también podemos indicar grandes oportunidades para que los trabajadores puedan reajustar su forma de trabajar a unos estándares de calidad de vida más modernos y saludables. Hay más oportunidades de trabajar por “ráfagas”, es decir, por períodos de concentración, de ajustar los horarios a períodos de rendimiento y resultados en vez de regirlos por presencialidad. Las interrupciones pueden minimizarse y facilitar, con ello, la concentración en las tareas. Y, desde luego, como consecuencias positivas, la reducción del estrés por los tiempos de desplazamiento y la reducción del impacto medioambiental, algo que para muchas personas se ha convertido en una prioridad en sus vidas.

El teletrabajo a nivel individual ha originado
CambiosAislamientoInteracción digitalizadaFalta de interacción personalCambio de hábitos y rutinas laborales
Consecuencias negativasSentimiento de soledadEstrés por aislamientoEstrés por sobrecargaDesorientación por falta de referentes temporales y socialesDesconexión social por falta de interacciónFatiga por el sobreesfuerzo de la atención digitalFatiga tecnológicaComportamientos obsesivos Pérdida de ritmo y ruptura de hábitos de trabajoDepresión
OportunidadesConciliación vida personal y laboralMejor gestión del tiempoFoco en los resultadosReducción de tiempos de desplazamientoOptimización del ritmo de concentración

El impacto del teletrabajo en los equipos

El grupo social tiene un efecto modelador de nuestras conductas y, también, un efecto modulador de nuestras emociones y pensamientos. Con el teletrabajo se pierde este impacto directo y es necesario crear nuevas pautas que compensen la ausencia de interacción directa. Mucho van a tener que hacer los líderes de equipo en ese sentido.

Es evidente que el teletrabajo cambia la frecuencia de las interacciones sociales y el modo en que se realizan. En presencia, la comunicación es diferente, hay un alto componente implícito transmitido por la gestualidad, el movimiento, la proximidad que se refleja en un lenguaje más genérico, con más supuestos, más ambiguo y abstracto. Por hacer un símil, en la radio suelen comentar que la ironía no se entiende. En la comunicación on line ocurre un fenómeno similar, lo supuesto no se capta o, al menos, no con la misma facilidad y rapidez que en la comunicación presencial.

El teletrabajo supone, un cambio en la forma de comunicarnos formalmente. Al cambiar al medio digital, esa comunicación implícita se desvanece, primero por la potencia del medio, nuestra atención se dirige a los estímulos visuales y auditivos principalmente. Estamos pendiente de la pantalla, de la conexión, del micrófono, de cómo salimos en la imagen, del chat, …, demasiados elementos simultáneos como para poder concentrarnos, además, en el contenido de lo que se dice. Por ello, la forma de comunicarnos tiene que ser otra, mucho más explícita, focalizada y detallada.

La estrella de la interacción social, son las reuniones, espacios donde, además del foco en la tarea que la origina, hay contactos sociales más o menos breves, en los que se produce una socialización organizacional. Unos de otros nos modelamos y modulamos, aprendemos qué es lo correcto en esta cultura y que no lo es. Atuendo, modos, saludos, lenguaje va configurándose en estos encuentros haciendo que los trabajadores se vayan alineando y enganchando a esa cultura. Al pasar al medio digital, las reuniones han perdido gran parte de su poder socializador tradicional a la vez que han generado nuevas pautas culturales. Ahora, trabajadores que podían haber tenido unas relaciones sociales muy discretas en el entorno laboral han mostrado en la pantalla la intimidad de su hogar, su estilo de vida, su familia. Muchas de las barreras que separaban nuestras área vitales laboral-familiar, se han diluido y, muchas de las barreras entre público y privado, también. Como resultado, las reuniones on line en las que las cámaras muestran nuestro hogar, nuestro aspecto es más distendido y con un atuendo confortable, han facilitado un efecto “humanizador”, todos, sin importar jerarquía, compartimos pantalla, fondos hogareños, interrupciones familiares, etc. De una forma sutil, las reuniones on line focalizan la atención en las personas, su presencia, su participación. Justo reforzando una tendencia evolutiva de las organizaciones, poner el foco en el valor diferencial y proactivo que la persona aporta a la organización.

En cuanto a las interacciones informales que habitualmente se dan en el espacio laboral también se dan cambios importantes con el teletrabajo. En las oficinas, estamos acostumbrados a interrupciones, pequeñas interacciones ocasionales para saludarnos o comunicarnos algo breve, tiempo del café, pasillos, etc. Son momentos de intenso contacto social en los que el sentido de pertenencia, el compañerismo y el alineamiento con la organización se potencian. Al desaparecer drásticamente en el teletrabajo este “contacto humano” dejan un vacío para algunas personas insalvable con las reuniones on line. Podríamos entender que es el aspecto de las relaciones sociales más dañado en el teletrabajo, de ahí, que requiera medidas paliativas para minimizar sus efectos. En algunos equipos se ha formalizado una pequeña reunión semanal para hablar de cómo les ha ido la semana, de cómo se encuentran. Son reuniones sociales sin objetivo de trabajo. Ambientándolo incluso con un café cada uno que simbólicamente comparten. En otras, un whatsup del equipo para hablar y compartir. Son ejemplo de cómo paliar la falta de interacción informal tan necesaria para la integración y compromiso de los trabajadores.

El teletrabajo a nivel individual ha originado
CambiosAusencia física de las instalaciones que impide la interacción social presencial. Falta de contacto físico con compañeros. Comunicación digitalizada. Constante conexión.
Consecuencias negativasDesconexión grupal. Riesgos psicosociales por teletrabajo.
OportunidadesMejor gestión del tiempo grupal (límites de las reuniones). Optimizar los tiempos personales vs tiempos grupales. Generar interacciones en remoto que, paradójicamente, pueden reforzar la sensación de pertenencia. Humanización de las relaciones poniendo más foco en la participación proactiva de cada persona.  

El valor social del trabajo es evidente. En el espacio laboral las personas vamos satisfaciendo esa Pirámide de necesidades de Maslow que nos da sentido y bien sea  presencial o a distancia, la organización necesita velar por crear ese espacio social en el que sus trabajadores puedan encontrarse con sus colegas, compartir y colaborar para asegurarse el cumplimiento de los objetivos y el bienestar de los trabajadores.

Aranda, I. (2020) Organizaciones emocionalmente responsables. GiuntiEOS.

10 claves para que el trabajo no te agote psicológicamente

teletrabajoTeletrabajar no es conectarse al ordenador desde casa. Es otra forma de interpretar el trabajo que no es nueva en algunas profesiones que ya hacen parte de su trabajo en casa, por ejemplo, periodistas o profesores o personas que  elaboran algún tipo de producto en casa.

Tampoco es smart-working que significa trabajar desde dónde sea  y cuando el trabajador quiera. Algo que realmente sólo algunos profesionales pueden poner en práctica.

El teletrabajo requiere una madurez de las organizaciones, de sus líderes y de los colaboradores que conlleva un cambio de paradigma de las creencias en torno al presentismo, al puesto de trabajo, el rendimiento, la autonomía, la responsabilidad, el mérito y la dirección de personas.

Supone rediseñar procesos de trabajo, establecer métricas basadas en el rendimiento y no en el presentismo y desarrollar protocolos adaptados a las necesidades tanto tecnológicas como de liderazgo que requiere la coordinación de equipos en remoto.

Para el colaborador implica, además, establecer pautas de organización y auto-cuidado concretos ya que el aislamiento y la pérdida de referentes espaciales, temporales y relacionales provoca una serie de efectos vinculados con el agotamiento, la apatía, la desorientación y la desconexión de la organización, que pueden redundar en un stress por teletrabajo.

Estas son 10 recomendaciones a tener en cuenta a la hora de organizar el teletrabajo para evitar esos efectos psicológicos negativos  y cuidar tu salud psicológica.

  1. Prepárate en “modo trabajo”

Lo habitual es tener asociado trabajar con ejercer un rol determinado en unas condiciones específicas. Para ir a trabajar hemos adoptado unas rutinas diarias y semanales tanto de aseo, ropa que utilizamos y disposición actitudinal que adoptamos. Al trabajar solos en casa podemos entrar en una rutina de descuido de nuestros rituales de autocuidado, de aspecto y vestuario que no nos ayuda a entrar en programarnos para trabajar. Necesitamos establecer hábitos de cuidado personal y adoptar un aspecto profesional ante el ordenador que nos permita estar en “modo trabajo”, atentos y concentrados. Además, puede que nos conectemos en remoto y la pantalla ponga en evidencia nuestro descuido. Hay que establecer rutinas diarias y semanales, estableciendo diferencia entre los días de trabajo y los días de descanso si no vivimos el tiempo en plano, sin diferencia y llegaremos a sentirnos desorientados temporalmente lo que además fomentará el que nos sintamos desanimados.

  1. Créate tu espacio de trabajo

No tienes asociada tu casa a trabajar sino al descanso y la vida familiar. No tienes referentes espaciales, ni temporales ni de relación y los necesitas para que tu mente esté tranquila y asocie el sitio a trabajar, te falta la máquina del café o los encuentros en el ascensor o una mesa concreta para trabajar. Para que tu mente se sitúe con facilidad ante el trabajo tienes que rodearte de estímulos concretos que asocies con trabajar. Para ello prepara un espacio específico para ello, una mesa, una habitación, un rincón. Cuidando la ergonomía de la silla, la altura de la mesa, la luz, el reposapiés y, también, las normas de prevención de riesgos laborales en el hogar, especialmente, atendiendo a los cables de la luz y los objetos móviles. Para ambientar, puedes añadir objetos simbólicos que te ayuden a sentirte en positivo y relajar la mente, imágenes con perspectiva que produzcan sensación de lejanía para descansar la vista y ampliar el foco; elementos con colores estimulantes y formas geométricas que te permitan al mirarlos recuperar la atención; música que te ayude a la concentración. Este entorno concreto pronto se convertirá en el espacio asociado a la concentración y te programarás inconscientemente para trabajar.

  1. Organiza tus áreas de vida

Teletrabajar no consiste en sentarse durante horas delante del ordenador o la máquina con la que produzcas desde casa. El teletrabajo gira en torno al rendimiento no al tiempo dedicado. El criterio tradicional está basado en indicadores temporales y procede del siglo XVI  cuando Felipe II estableció con un Edicto Real la distribución del tiempo en 8×3 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 para temas personales. Hoy en día las personas valoramos mucho el equilibrio entre nuestra áreas vitales como fuente de salud y ello implica asumir roles, prioridades y circunstancias personales y familiares que hay que integrar en nuestra jornada tal vez en otras proporciones.

Un criterio diferente, acorde con la filosofía del teletrabajo y más sostenible es el criterio de actividad de las “4D” propuesto por José Luis Casero, presidente de AROHE, organización para la racionalización de horarios. Así, tomaríamos decisiones sobre cómo  distribuir nuestra actividad entre: Descanso: específicamente el sueño; Dedicación: realizando actividades concretas de trabajo; Disponibilidad: posibilidad de contactar, por ejemplo, para reuniones y Desenganche: totalmente desconectado del trabajo.  Esta distribución permitiría adaptar con más ajuste los porcentajes a las necesidades del trabajo y de la vida personal.

Sea cual sea el modelo que adoptes que se integre lo mejor posible en tus circunstancias vitales, si hay un equilibrio es más probable mantenerlo y generará un sentido de congruencia personal y más satisfacción.

  1. Establece tus prioridades para el día

En el teletrabajo la organización de las tareas es uno de los pilares fundamentales. Al cambiar el criterio de decisión de tiempo a resultado, es necesario discriminar qué actividades son las que hay que hacer para conseguir esos resultados y cuáles se pueden quedar sin hacer.

Cada día anota la lista de cosas que sí o sí tienes que hacer, que no se pueden quedar sin hacer ese día para conseguir los objetivos, esas son las prioridades. A ellas tienes que dedicar tu energía en primer lugar y, después, irás haciendo las tareas secundarias e incluso terciarias. Siempre habrá tareas que no se podrán hacer y que incluso perderán su sentido por lo que ya no habrá que hacerlas.

Para establecer esas prioridades, hay que secuenciar las actividades, lo primero es fijar metas a largo plazo, éstas las establece la empresa y objetivos semanales, éstos son los que hay que consensuar en equipo. Después analiza lo que es urgente e importante para conseguir esos objetivos semanales y decide cuáles son las prioridades de cada día alineadas con el equipo. Con ello tienes claro una hoja de ruta y un sentido de para qué haces lo que haces lo cual es en sí mismo una fuente de auto-motivación muy necesaria cuando estás sólo.

Esta forma de organizar la actividad tiene múltiples ventajas: evitas la improvisación, te ayuda a vencer la indecisión, tomas decisiones eficientes y eliminas la procastinación debida al perfeccionismo (dejas de hacer las cosas o te dedicas a ellas en exceso por miedo a cometer errores), la indecisión (fruto de confundir las tareas prioritarias con las secundarias) y las excusas (esperando que otro resuelva o esperando que te llegue la información, culpando a otros de lo que no haces).

  1. Cierra tiempos

Las personas no rendimos de forma uniforme durante todo el tiempo. Nuestra atención, concentración y ejecución varían a modo de ráfagas, según nuestros biorritmos diarios y semanales. Una razón más para organizarnos por la cualidad de nuestra actividad y no por el tiempo dedicado.

Dependemos de un conjunto de ritmos cíclicos que explican nuestra diferencia de rendimiento según la hora del día y el día de la semana. Tienen que ver con nuestra biología, por ejemplo, el ritmo metabólico, la glucosa en sangre y nuestra interacción con el entorno, por ejemplo, la luz, la temperatura, las estaciones. Algunas personas se concentran con facilidad a primera hora de la mañana y otras lo hacen según va avanzando el día. La clave es la auto-observación y darnos cuenta de en qué horas nos es más fácil entender la información y tomar decisiones. Un análisis personal nos va a indicar en qué horas somos más eficientes, nos concentramos mejor y eso nos va a permitir tomar decisiones de cuándo hacer las tareas de alta concentración y cuando es más rentable realizar actividades de menor concentración.

No por estar más tiempo rendimos más. La ley de Yerkes-Dodson, descrita en 1908, muestra la relación entre nivel de activación y rendimiento en forma de U invertida. Pasado un determinado momento la concentración decae y dejamos de ser eficientes. Un argumento más en contra de la prolongación de las jornadas de trabajo.

Nuestra percepción del tiempo es subjetiva, equívoca  y difusa, de ahí que necesitemos regularlo externamente para tener la sensación de avance. No tenemos un órgano como la vista o el oído que nos indique el paso del tiempo. Nuestro cerebro lo percibe como imágenes aisladas según la valencia que le damos. Pasa deprisa en situaciones positivas y despacio en situaciones negativas. Este sentido del tiempo, nuestro” reloj interno” se modifica según nuestro estado interno. Por ejemplo, cuando tenemos fiebre corre el tiempo más rápido. Se regula en las mismas estructuras cerebrales; hipotálamo y glándula pineal que controlan el ciclo de sueño-vigilia.

La vivencia del tiempo es un fenómeno subjetivo y el ritmo es personal. Experimentamos los tiempos cortos mientras que inferimos los tiempos largos. Esta es la razón por la que se nos pueden hacer eternas las semanas o por el contrario no darnos cuenta de que ya han pasado semanas. Gestionar el tiempo interior es necesario para sentirnos bien por lo que tenemos que establecer marcadores externos que nos ayuden a regular nuestra percepción del tiempo porque si no caemos en una sensación de pérdida de anclajes temporales que puede llegar a asociarse con síntomas depresivos. Cuando el tiempo interno es muy diferente del externo se incrementa el estrés y las reacciones emocionales.

Por todo ello hay que establecer rutinas semanales y diarias para darnos referentes temporales externos que nos permitan ubicarnos con cierta objetividad en el tiempo. Además, cada día hay que fijar un tiempo concreto a nuestras actividades prioritarias y secundarias con el modelo que elijamos 4D u 8×3.

Por último, marcarnos límites temporales que nos estimulen para concentrarnos y actuar.  Mejor decirnos “antes de las dos termino esta tarea” y atenernos lo máximo a esa hora que “a lo largo de la mañana acabo esta tarea”. La primera forma de darnos auto-instrucciones facilita que nos programemos para ser más eficientes y nos genera la  sensación de controlar el tiempo, algo muy necesario para nuestra satisfacción con el trabajo.

  1. Negocia con los tuyos

No trates de imponer o informar de lo tuyo como la prioridad a la familia sino que negocia con ellos los tiempos y el silencio en los que necesitas que se respete tu concentración. A cambio ofrece claramente tiempos en los que estarás disponible para ellos. Las soluciones que funcionan tienen que ser válidas para el sistema familiar. Sólo los acuerdos satisfactorios para todos se pueden mantener. Esta es una buena oportunidad para poner en práctica las conductas de pedir y dar que son básicas en las relaciones humanas. Además de los resultados deseados, la negociación nos ayuda a establecer lazos de intercambio saludables con los nuestros que nos reforzarán el sentido de pertenencia grupal, algo que necesitamos y que puede verse disminuido con el teletrabajo.

  1. Gestiona tu autoexigencia

Una de las barreras personales más fuertes para un teletrabajo eficiente es lo que los psicólogos denominamos “el crítico interno”. Ese crítico no es más que el discurso que mantienes contigo mismo que cuando es crítico, te habla desde la exigencia: “deberías”, “tienes que” y te lleva al perfeccionismo exagerado y la necesidad de control. Escuchando al crítico interno descalificarte porque “tardas demasiado”, “no llegas”, “no tengo tiempo”, “no me da la vida”, “es que…”, “es que…”, adoptas una posición de victimismo que no te permite afrontar con eficiencia tu actividad.

Puede que tengas que hacer una revisión de tus creencias sobre ti mismo, de tu forma de hablarte y tratarte y ver si lo haces en positivo o en negativo y, además, adquirir las pautas anteriores que te van a permitir establecer límites y gestionarte eficientemente, flexibilizando tu mente y tu conducta porque ya no te dices: “tienes que”, sino” lo que toca ahora es esto”. De esta forma pasas el foco de ti y tu capacidad a tu actividad, lo que redunda de nuevo en el rendimiento eficiente.

  1. Auto-cuidado psicológico

Ya hemos visto la necesidad de establecer ritmos, tramos horarios y diferenciar lo que hacemos por su valor en nuestros objetivos, esto está bien, son rutinas externas. Si hemos establecido esas pautas llegamos aquí en un escenario que ya previene y elimina muchos de los inconvenientes del teletrabajo.

Ahora es el momento de establecer rutinas de auto-cuidado físico y psicológico que cuiden  la “maquinaria” con la que trabajamos.

Conviene establecer momentos para descansar la vista, para estimular la atención y focalizar la concentración. La atención de nuestro cerebro decae en torno a los veinte minutos de concentración en una tarea y se desconecta unos segundos en torno a los 55-60 minutos. Esto nos hace ver la necesidad de aprovechar nuestra propia tendencia a la desconexión para relajar la vista mirando una imagen, a ser posible con perspectiva, una ventana, o incluso un objeto hermoso. Reactivar nuestra concentración es más fácil con música adecuada para ello o repasando el contorno y los detalles de algún objeto. Ejercicios de relajación, de respiración consciente, estiramientos son todos apropiados para renovar la energía y mejorar nuestro rendimiento cada hora.

Tenemos que revisar ahora nuestro discurso interno ¿Cómo nos hablamos? ¡Qué pesadez!, ¡Esto no termina nunca! No se rinde igual cuando el estado anímico es de apatía, desmotivación, impotencia, sensaciones de falta de control y cuando convives con emociones negativas y sentimientos de incertidumbre e indefensión. Además con el teletrabajo es más fácil que surja el aburrimiento por falta de estimulación variada, tensión acumulada, pensamientos y sentimientos negativos.

Por el contrario expresiones de ánimo como: ¡vamos! ¡ya queda poco! ¡venga! son auto-instrucciones totalmente diferentes que suscitan un estado positivo que es precisamente lo que necesitamos para afrontar con tranquilidad el trabajo.

Además, es necesario que diariamente nos revisemos cómo hemos estado ante el trabajo. La autoconsciencia y el poner un nombre a como nos sentimos se han revelado como prácticas de gran ayuda para la regulación emocional. Un excelente ejercicio para fomentar positividad es anotar cada día 3 cosas positivas o 3 logros de esa jornada. Es un ejercicio de Psicología Positiva que nos hace tomar consciencia del avance de nuestro trabajo y relativizar los inconvenientes ya que si no corremos el riesgo de polarizarnos en la negatividad pensando que no salen las cosas, que todo va mal o que es imposible terminar el trabajo.

Establecer descansos, cuidar nuestros pensamientos, relativizar, dar diferente valor a lo que hacemos y flexibilizar nuestra exigencia nos va a ayudar a afrontar con más seguridad el teletrabajo.

  1. Mantente comunicado

Uno de los riesgos psicológicos del teletrabajo es la pérdida de referentes relacionales, sentimos que nos falta algo esencial, el contacto con otras personas.

Teletrabajar no significa estar aislado, requiere precisamente una mayor coordinación para que las aportaciones individuales se alineen con los resultados perseguidos. Esto supone mantener conversaciones periódicas que garanticen la aportación de valor del teletrabajador a los procesos que la organización requiere.

Por ello, es necesario tener claro que los tiempos de comunicación con supervisores y equipo son parte de la propia gestión del trabajo. La falta de comunicación directa hace que nos desconectemos del equipo y que perdamos los referentes grupales que nos cohesionan y producen sinergia.

Convene mantener tiempos para hablar de las tareas, tiempos para hablar de las relaciones y tiempos para hablar de cómo estamos afrontando el trabajo, de cómo nos sentimos y pensamos, no para desahogarnos sino para aprender de los compañeros estrategias que les funcionan y sentirnos parte de una comunidad. Un líder de equipo en remoto tiene que facilitar estos espacios pero también es cosa del teletrabajador solicitarlos.

Necesitamos mantenernos comunicados con el equipo y la organización para sentir que formamos parte del proyecto. El contacto diario es necesario. Actualmente las videoconferencias se han convertido en el vehículo perfecto para lograrlo, conexiones breves, focalizadas en un tema, con objetivos y agenda concretas y seguimiento de las acciones decididas. Idealmente una reunión de coordinación al día sería perfecto para sentirnos vinculados. Además, una reunión presencial cada cierto tiempo compensaría la falta de contacto personal.

  1. Consigue retroinformación de tu actividad

Uno de los riesgos del teletrabajo es perder la perspectiva y no darnos cuenta del trabajo realizado, del avance hacia los objetivos. Necesitamos dotarnos de referentes que nos ayuden a programarnos para la eficiencia y los indicadores de avance son excelentes para ello.

Indicadores como el ok a la lista de actividades realizadas, simplemente dando el ok a nuestra lista de actividad diaria. Cualquier indicador de actividad: ratios, promedios, resultados, que nos aporte perspectiva sobre el avance en nuestro trabajo y que nos permita valorar lo que hacemos será un elemento de refuerzo de nuestra motivación.

Teletrabajar requiere hábitos concretos, algunos de ellos ya habituales en el trabajo presencial, lo que cambia es la orientación a resultados. Muchas son sus ventajas pero también son muchos los riesgos que hay que minimizar o eliminar para conseguir la eficiencia y la satisfacción del teletrabajador.

 

Artículo publicado el 25-04-2020 en ABCfamilias https://cutt.ly/Byl0pTg

 

OBJETIVOS, RESULTADOS, LOGRO

objetivoObjetivo, resultado, logro son palabras potentes, que están de moda, muy vinculadas e incluso, a veces, utilizadas como sinónimos pero que encierran en sí mismas una gran diferencia, algo que resulta de gran importancia al trabajar en psicología coaching.

Una a una, estas palabras tienen puntos en común pero hay matices que muestran su gran diferencia. Las “distinciones lingüísticas”, una técnica habitualmente utilizada para contrastar y diferenciar el significado de las palabras, nos permiten dominar su contenido. Las palabras no sólo describen la realidad, tienen una potente capacidad constructiva. Con ellas abrimos o cerramos las posibilidades de nuestra acción. Si decimos “puedo” nos lleva a consecuencias diferentes que si decimos:”no puedo”. De ahí que utilizar unas palabras u otras tenga unas consecuencias importantes en lo que llegamos a conseguir. Por lo tanto, no es lo mismo decirnos que tenemos que conseguir un objetivo, alcanzar un resultado u obtener un logro.

Las diferencias no son sólo con respecto al sentido semántico de las palabras, conllevan unas implicaciones diferentes en términos de lo que se consigue y requieren un ejercicio técnico diferente para alcanzarlos.

Así que analicemos el significado de cada una de ellas:

OBJETIVO

El objetivo: es algo que se quiere alcanzar y que moviliza las acciones necesarias para conseguirlo.

De forma habitual, las personas nos planteamos objetivos constantemente, desde objetivos muy pequeños, como comer a una determinada hora, a objetivos grandes como sacar un grado o adelgazar 10 kg. A nivel laboral es muy frecuente que la actividad esté planificada, en torno, precisamente, a alcanzar determinados objetivos empresariales. Se dice que hay que escribir los objetivos para que tengan fuerza y estén claramente definidos y es que tienen que reunir unas determinadas condiciones. El acrónimo SMARTER (eSpecífico, medible, alcanzable, retador, temporalizado, ecológico y recompensante) nos ayuda a hacerlo. En coaching las personas se plantean objetivos, es imprescindible, son los que dan sentido al proceso, se trabaja para ello y todo lo que se hace gira en torno a conseguirlos. Los procesos de coaching que sólo se ciñen al objetivo son muy útiles cuando el planteamiento tiene que ver con hacer algo. Se corresponden habitualmente con un nivel de aprendizaje de tipo 1 dentro de la Teoría de la acción de Argyris, es decir, se aprende a hacer algo, no se necesita nada más. Para este tipo de coaching es muy habitual utilizar la técnica  GROW (Goal, Reality, Objects, Will) para trabajar con objetivos. En algunos casos, si se produce un cambio de percepción e interpretación en la forma en que la persona se plantea el objetivo y hablaríamos de un aprendizaje de tipo 2. Es lo que en coaching ontológico denominan “cambio de observador”.

RESULTADO

Resultado: es lo que obtenemos como consecuencia de nuestros actos.

Pueden ser más o menos buenos, más o menos grandes, más o menos esperados. En los resultados entran factores que pueden estar bajo nuestro control y otros que no lo están. Por ejemplo, por mucho que nos esforcemos en conseguir la cifra de ventas, las circunstancias de nuestros clientes no les permiten comprarnos. O por mucho que estudiemos, hay otros opositores que obtienen mejor nota y consiguen plaza antes que nosotros. En las empresas hay una fuerte tendencia a medir sólo en función de los resultados el esfuerzo y valía de las personas. Igual ocurre en el contexto educativo. Muchas personas, especialmente cuando hablan de trabajo, también miden en base a sus resultados su propia valía, pero no sólo en el trabajo, además lo hacen con respecto a su valía personal, “tanto consigo – tanto valgo”. Muchas personas piensan que obtener resultados es igual a éxito. Pero los resultados no tienen por qué ser necesariamente lo mejor que podemos conseguir. Se habla de orientación a resultados como una competencia profesional del profesional proactivo y luchador. El resultado tiene un valor tangible. Incluso podemos apreciar un “resultadismo” casi obsesivo en determinados contextos muy competitivos. En psicología coaching hablamos de “resultados extra-ordinarios” cuando conseguimos alcanzar no sólo lo que nos proponíamos como resultado de conseguir nuestros objetivos, sino incluso más o en menor tiempo, es decir, pasan de ser resultados esperados u ordinarios a extra-ordinarios.

LOGRO

Logro: tiene que ver con obtener algo que se ha venido persiguiendo y a lo que hemos destinado esfuerzos y tiempo.

No es el resultado casual del azar o la suerte, no tiene que ver con agentes externos sino, muy al contrario, es un concepto directamente vinculado con algo que los psicólogos conocemos en la Teoría de la atribución, como el “locus de control interno”, es decir, la atribución que hacemos nosotros mismos al efecto de nuestros actos. En coaching ontológico se conoce como hacerse “responsable”. Su contrario es el “locus de control externo”, el pensar que lo que nos ocurre es responsabilidad de otros, como la suerte, Dios o el destino, esto es lo que en coaching ontológico denominan “víctima”. De todos los conceptos sobre lo que conseguimos las personas, el concepto de logro es el que se relaciona directamente con el compromiso y la voluntad personal, nos habla de qué conseguimos. Pero, a la vez, está teñido, además de los componentes del flujo. El concepto de “Flow” de  Csíkszentmihályi nos da el matiz del cómo se consigue el logro. Cuando las personas sentimos que hemos alcanzado un logro, la sensación de triunfo y capacidad es plena. Es una experiencia que nos permite evolucionar como personas, madurar, hacernos cada vez más capaces y confiadas en nuestra capacidad. El logro no es alcanzar una meta sólo, es, además, evolucionar como personas. Por lo tanto, al valor tangible del resultado añade un valor intangible ligado con el proceso seguido para conseguirlo y la satisfacción y crecimiento como consecuencia de alcanzarlo. Conseguir un logro se asocia a intensas emociones positivas y sensaciones de relajación, lógicas después de la tensión que ha supuesto alcanzarlo. El logro tiene que ver con el aprendizaje de 3er. nivel de Argyris. La persona cambia como resultado del aprendizaje, ya no hablamos de un hacer, sino de un ser diferente.  Ser más capaz, ser más confiado, ser más…, se ha producido una evolución personal que ha cambiado a la persona. No sólo ha cambiado su concepción de su auto-eficacia (Bandura), sino su identidad reflejada en sus tres componentes: autoconcepto, autoimagen y autoestima. Es en este nivel donde los psicólogos expertos en coaching PseC® actuamos con soltura. Aprender a hacer cosas nuevas es relativamente fácil, pero aprender a valorarte de forma tal que seas capaz de optimizar tu creatividad y capacidad y hacer cosas extra-ordinarias es algo más complicado.

Hablar de estas distinciones es importante con un cliente que requiere un proceso de coaching para que entienda el alcance de sus propios requerimientos y de las implicaciones que implica. ¿Qué quiere? ¿Qué está dispuesto a alcanzar? El cliente decide.

http://www.psicologosexpertosencoaching.com