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EL COACH DINAMIZA EL COACHING

La cuarta área competencial del coach. Identificada por ICF como  “Presencia del coaching. Capacidad de ser plenamente consciente y de crear una relación  espontánea con el cliente utilizando un estilo abierto, flexible y seguro”.

Fue el tema de mi conferencia de ayer en el Colegio de Psicólogos. Una competencia compleja de explicar, intensa de aprender y claramente diferenciadora del hacer de un coach.

Siguiendo el hilo conductor de lo que ICF indica sobre esta competencia:

a. Está presente y demuestra una actitud flexible durante el proceso de coaching adaptándose a cada momento.

b. Usa su propia intuición y confía en su conocimiento, sigue su instinto.

c. Es abierto ante la novedad y asume riesgos.

d. Considera muchas formas de trabajar con el cliente y decide en cada momento la más  adecuada.

e. Utiliza el humor eficazmente para desdramatizar y generar energía.

f. Cambia de enfoque con confianza y experimenta nuevas posibilidades en su propia acción.                                                         g. Demuestra confianza al trabajar con emociones fuertes y puede gestionar las emociones del cliente sin sentirse aturdido ni involucrado en ellas.

 

Desarrollé desde mi experiencia como coach, y como supervisora, y desde el cuidado de ser sugerente y abrir perspectivas, algunas propuestas sobre cómo dinamizar una sesión, sobre cómo facilitar que la energía del coachee fluya, sobre cómo conseguir desbloquear y favorecer resultados extra-ordinarios, más allá de lo que por sí mismo el coachee puede hacer en su hacer ordinario.

 

Una competencia difícil, indicadora del nivel de profesionalidad y poderío del coach.

 

Probablemente esta competencia sea una en la que los “psicólogos expertos en coaching” tengan más capacidad de aportación técnica a priori ya que por su formación cuentan con conocimientos científicos sobre cómo las personas perciben la realidad, procesan la información, aprender, responden ante lo que les ocurre tanto racional como emocionalmente, en definitiva “son, están y viven”. En muchos procesos, el abordaje del coaching tiene que ser más profundo, más en las raíces y en los modelajes y mandatos que la persona ha asumido desde hace probablemente mucho tiempo. Y en estos casos la preparación técnica del psicólogo puede permitirle acceder rápida y eficazmente a la raíz del asunto y trabajar con técnicas diversas que consigan resolver en la misma sesión bloqueos profundos, antiguos y altamente limitantes.

 

Incrementar la capacidad de acción del coach es una demanda de tal calibre que la oferta de formación complementaria o “avanzada” es ingente. Se ofrecen formaciones y herramientas de todo tipo que nos llevan a plantear la pregunta de ¿qué sabemos de las personas?

 

¿Acaso con aprender a utilizar una, dos o tres herramientas podemos realmente facilitar el desarrollo extra-ordinario que el coaching puede aportar? Las personas no somos tuberías a las que apretar tuercas. Una llave inglesa, o un atornillador no nos van a funcionar para esta tarea. En el coaching hay energía, hay aprendizaje mediado, hay apoyo incondicional para que el coachee se sienta capaz, y quiera hacer aquello que decida. La relación establecida entre ambos, coach y coachee, es una fuerza poderosa para el cambio. Y para ello el coach necesita tener actitud y técnica, es decir “saber interiorizado y utilizado con sensibilidad y oportunidad para conseguir un resultado eficiente” porque el que tiene que hacer la evolución, el desarrollo, es el coachee y no se lo tiene que hacer el coach. No deja de admirarme la magnitud del trabajo personal que tiene que realizar un coach para estar preparado para este tipo de tarea. No se trata sólo de competencia técnica, se trata de competencia personal, del saber estar en el coaching, de esa presencia diferencial y diferente capaz de impulsar a un coachee hacia sus metas.

Si queréis conocer cómo un asistente ha entendido la conferencia podéis leer sus comentarios en  http://www.hrlab.es/833. Gracias David Recio por compartir tu resumen, a través de tus palabras  he ganado consciencia y aprendizaje de las que fueron mías, y que ahora son de todos. Próximamente  podréis ver el video en www.copmadrid.org.

Gracias a todos los que me acompañasteis, y a los que compartís conmigo la pasión por el desarrollo de las personas.

NUEVOS CONCEPTOS, NUEVOS FOCOS, NUEVAS INTERPRETACIONES

En este siglo que ha comenzado centrándose en la persona, el foco se está poniendo en las emociones, en cómo vivimos el día a día y nos sentimos en nuestra vida. Desde que Daniel Goleman difundiera la Teoría de la Inteligencia Emocional desarrollada por Peter Salovey y John Mayer, en los años 90, el interés por conocer cómo las personas actuamos, qué nos mueve y, lo más importante hoy, cómo nos sentimos con ello, está presente en toda actividad social. Probablemente las aportaciones de esta teoría han sido dos, de gran trascendencia. Por un lado, la difusión del concepto de inteligencia emocional que ha permitido comprender nuestra naturaleza humana mucho más allá del racionalismo y el aprendizaje formal, nos ha permitido comprender que el sobrevivir y el bienestar, tienen más que ver con cómo nos relacionamos las personas unas con otras, que con la capacidad intelectual que tengamos. Por otro, la popularización de las ideas que aporta la teoría. Hasta ahora especialmente a nivel de las empresas, la inteligencia emocional se ha convertido en el gran campo del desarrollo de las personas para convertirlas en profesionales eficientes y satisfechos.

Últimamente el concepto de felicidad, y la idea de que ésta puede estar en el trabajo están siendo el foco de atención de congresos, cursos y propuestas. Recuperamos con ello, los argumentos de Rousseau o Benjamin Franklin, quienes en el siglo XVIII ya defendían que la vida laboral podría ser un centro de felicidad. En el fondo no deja de ser un tema de elección personal, de cómo vives tú tu vida, de cómo te enfrentas a lo que ocurre. Como decía Locke “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

En este marco de interés han surgido nuevos conceptos en la empresa que contemplan este nuevo foco por las personas y su bienestar.

Engaging Nivel superior al del compromiso tradicional de un profesional con su empresa. Significa una alta involucración, mostrando un elevado grado de atención y dedicación con el trabajo. Es un nivel que se alcanza cuando se disfruta plenamente con el trabajo y se identifica uno con los fines de su empresa. En Psicología positiva hablamos de “estados de flujo” para designar a esa forma de sentirse plenamente involucrado y entusiasmado, el tiempo parece detenerse y el esfuerzo pasa desapercibido. Es un estado de disfrute que va más allá de la tarea o su significado.

Happyshifting  Búsqueda de la felicidad en el trabajo, al igual que hiciera Will Smith en la película del mismo nombre. Implica la decisión de convertir la felicidad en el centro de nuestra vida, y ello pasa por entender el trabajo como un medio para ello. El círculo se cierra ya que la felicidad, conduce al éxito.

Reskiling  Proceso de desarrollo de nuevas habilidades con el fin de reorientar la carrera profesional. Supone considerar la evolución personal como punto de partida para la gestión de la carrera profesional. Está implicado el desarrollo de la inteligencia emocional mediante el aprendizaje de nuevas habilidades.

Inteligencia emocional Modelo teórico que explica los comportamientos de relación de las personas, consigo mismo y con los demás. Tiene un elevado carácter predictivo del éxito personal y profesional de alguien, independientemente de su coeficiente intelectual, en base al manejo de sus emociones, empatía, auto-motivación y sus habilidades en la interrelación con otros.

Personal branding Concepto “explotado” por su enorme atractivo comercial. Implica un modelo de gestión de la imagen y de los servicios de un profesional con un fuerte carácter de marketing. En paralelo es utilizado por un gran número de profesionales que intentan revalorizar sus servicios, o dar un nuevo enfoque a su carrera profesional. Destaca el valor del yo como un valor en sí mismo, y la gestión de la marca basada en los intereses personales como fuente de motivación y en el desarrollo de la persona como fin último.

No es de extrañar que estos nuevos desarrollos demanden nuevos métodos de abordaje. Para todos y cada uno de ellos, surgen nuevas soluciones, nuevos modelos de aprendizaje: Coaching, mentoring, métodos que facilitan que una persona decida cómo quiere vivir el resto de su vida y tome las decisiones para conseguirlo.

EL MANEJO DE LAS EMOCIONES EN EL COACHING

Si hay un reto pendiente en el ejercicio del coaching es sin duda el manejo de las emociones. Y no sólo porque las escuelas hablan de los tres dominios: cuerpo, lenguaje y emociones, pero se centran en el lenguaje, sino porque las personas tenemos un conocimiento culturalmente muy difuso sobre las emociones, los sentimientos y cómo nos afectan y podemos gestionarlos. Y para generar más confusión se tiende a hablar de las emociones como de algo positivo o negativo que hay que buscar o eliminar de la vida. ¡Qué gran desconocimiento!
Los días 8, 15 y 22 de febrero impartiré un curso “Habilidades y técnicas para el manejo de las emociones en el Coaching” Las emociones en el coaching. Con el cuerpo, la mente y la acción en el coaching. Un programa de desarrollo de coaches, homologado por ICF, Más información : www.lider-haz-go.es, 627 950 435, mpineiro@lider-haz-go.es

LAS EMOCIONES EN LA CARA

Charles Darwin publicó en 1870 su libro ”La expresión de las emociones en el hombre y los animales”. Analizaba cuáles eran estas expresiones y si eran reconocidas universalmente. De ser así, habría un componente genético importante y el peso de las diferentes culturas sería escaso. Darwin encontró que hay emociones universales. 150 años después se va a repetir su rudimentario estudio a gran escala y contando para ello con los medios que internet puede hoy aportar. En este enlace puede leerse más sobre esta investigación. http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/11/111116_crowdsourcing_darwin_internet_experimento.shtml
El estudio de Darwin partía de la hipótesis de que las personas podemos reconocer las expresiones de otras y las interpretamos como de una emoción determinada. Lo que probablemente no entraba en sus planteamientos es que los animales pudieran reconocer las emociones humanas e interpretarlas. Los que convivimos con mascotas sabemos de la especial habilidad de algunos gatos o perros para empatizar con tu estado emocional y ofrecerte cariño o por el contrario alejarse, y la especial habilidad de un caballo para detectar tu miedo y tirarte. Pero esto está muy lejos de los sorprendentes resultados de un estudio con palomas, una especie lo suficientemente distante en parentesco con nosotros como para pensar que no tienen porqué identificar nuestras emociones. Lo increíble es que son capaces de reconocer las emociones de las personas. Más información en http://noticiasdelaciencia.com/not/1169/la_capacidad_de_las_palomas_para_reconocer_emociones_en_rostros_humanos/
Y todavía hay que argumentar y defender que haya programas de formación en inteligencia emocional desde la escuela. Algo de importante tiene que ser el reconocimiento de las emociones de otros seres cuando hasta las palomas son capaces de hacerlo.

LIDERAR ES COSA DE EMOCIONES

Rut Vilar nos revela en un artículo en Publico.es que “el periodista Ricard Torquemada contaba en el libro Fórmula Barça que a Guardiola le gusta convencer a sus jugadores con inteligencia. «Nunca ha utilizado el podéis batir otro récord», revela el periodista. Sin ir más lejos, en la citada final de Abu Dabi trascendió la última consigna que dio el preparador a sus muchachos: «Si hoy perdemos, continuaremos siendo el mejor equipo del mundo. Si ganamos, seremos eternos», dicen que lanzó el técnico a la plantilla”.
Independientemente de que gane, o quizás precisamente por ello, se suele citar con frecuencia a Pep Guardiola cuando hablamos de liderazgo, de inteligencia emocional y de equipo. Parece que el catalán domina aquello que planteamos en este blog: que desde las emociones que te hacen sentirte capaz, te entregas al máximo para alcanzar lo que te propones.
Es una lección magistral para todos nosotros, y muy especialmente para aquellas personas que tienen la responsabilidad de dirigir y coordinar el trabajo de otros. Cuido expresamente no decir líderes, porque ser líder no es un cargo, sino un desempeño personal, una forma de ser y de actuar que tiene que ver con la inteligencia intrapersonal, con lo que me digo, con lo que pienso de mi, con cómo me valoro, con cómo respondo a las circunstancias, con cómo respondo a lo que siento. Porque desde éstos cómos aprecio a los demás, y como resultado me comunico, negocio, lidero.
De ahí el valor exponencial que estamos dando al desarrollo de la inteligencia emocional de un responsable. Muchas veces en los cursos de liderazgo me dicen “sí, pero tú dime qué hay que hacer”, como si liderar fuera seguir una check list. Liderar no es seguir ni una lista de acciones, ni un modelo. Seguramente tiene mucho más que ver con qué persona eres tú.
Suelo contar la anécdota del abuelo y el niño que están sentados en la estación del tren viendo llegar a los viajeros. Uno de ellos pregunta al abuelo “E paisano, ¿cómo es la gente por aquí?” y el abuelo le contesta “¿Cómo es la gente de dónde viene?”, “Insoportables, vengo asqueado, vengo harto, vengo buscando otros aires y otras gentes”, y el abuelo le contesta “Pues exactamente aquí son así”.
Tiempo después otro viajero vuelve a preguntar al abuelo “Cómo es la gente aquí”, y el abuelo le contesta igual que en la ocasión anterior: “¿Cómo es la gente de dónde viene?”, y el viajero le contesta “Estupenda, gente buena”, a lo que el abuelo le contesta: “Pues exactamente aquí son así”.
El nieto asombrado por la contradicción le pregunta al abuelo cómo es que contesta cosas opuestas. A lo que el abuelo le responde: “El juicio que tenemos de las personas no se corresponde con las personas sino con el juicio que tenemos de nosotros mismos”.
Vemos lo que somos capaces de ver.
El cómo un líder actúa muestra el valor y confianza que se da a sí mismo. El como un padre, madre, maestro, profesor, médico,… actúa muestra el valor que se da a sí mismo como persona.
Aunque el coaching no sea el mítico Bálsamo de Fierabrás, aquella poción mágica capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano, si que facilita la introspección necesaria para poder tomar consciencia de lo que eres capaz de ver, de las explicaciones que das sobre ello y de a dónde te permiten ir, y se está convirtiendo en un método esencial, por su rapidez y resultados, en el desarrollo de esa inteligencia intrapersonal que está en los fundamentos del liderazgo.
Para quién quiera ser un gran líder, identificar y gestionar sus emociones será la clave.
http://www.publico.es/deportes/412646/inteligencia-emocional

EL SISTEMA PERSONA

Cuando has estudiado durante años a las personas, el cómo nos relacionamos con el mundo, el cómo procesamos la información, el cómo respondemos ante lo que nos ocurre, tienes más posibilidades de entender a la persona, comprender al extraordinario ser que tienes delante y trabajar desde un marco de comprensión y valoración. El estudio de la persona nos permite entender a la persona en su conjunto como un sistema, con el concepto que propongo de “sistema-persona” en el artículo publicado en la revista de ICF nº 7 dentro de la separata de Capital Humano de este mes. Resulta gratificante ver cómo encajan las piezas del puzle, o mejor dicho, de los sucesivos puzles que a lo largo de la vida te van surgiendo, según vas aprendiendo, experimentando, viviendo. Psicología y coaching, más experiencia, más vida. Entiendes mejor cómo actúa el coaching cuando entiendes cómo pensamos las personas. Os invito a leerlo en las páginas 12 y 13

Cuadernos de Coaching 7: El sistema persona, páginas 12 y 13

OBSERVAR LAS EMOCIONES

Cualquiera que conviva con diferentes animales, perros, gatos, caballos puede apreciar con una nitidez tremenda el espectáculo de cómo responden a sus emociones. En ellos es visible el miedo, la confianza, la tristeza, la ira, el enfado, el asco, la alegría,…. Observas las orejas echadas para atrás del caballo y, en ese momento, te das cuenta de que no es de fiar, tiene miedo y tendrá reacciones defensivas, y puede incluso que llegue a atacarte para defenderse. En estos animales poco hay de pensamiento para ocultar, falsear, reprimir, desplazar sus emociones. Las expresan con una nitidez increíble.
Convivir con ellos y observar su lenguaje no verbal y sus reacciones es una fuente de aprendizaje fantástica puesto que muestran sus emociones de forma muy evidente. Luego trasladarlas al día a día y entender mejor a las personas es más fácil. Nos fijamos más en los pequeños movimientos de las orejas, de los ojos, de la cara, de las manos, del cuerpo en general. Y llegamos incluso a entender algunas de las reacciones de las personas comparándolas con las de los animales. Al fin y al cabo todos somos mamíferos y las emociones están en nuestra dotación genética con las mismas finalidades.
Aunque con las personas es mucho más complicado percibir una emoción. Se pueden mezclar emociones, se pueden manifestar de forma diferente, unas veces por la cultura, otras por el aprendizaje, otras por la costumbre y, sobre todo, se mezclan con el pensamiento, lo que puede hacer que se intenten ocultar, unas veces conscientemente y otras inconscientemente.
Aprender a distinguir las emociones en los otros forma parte de esa educación emocional que tanto necesitamos y que tan buenos resultados nos puede dar en nuestras relaciones. Observar y entender lo que les está pasando nos hace mucho más competentes para manejar las relaciones.
Y hay actividades profesionales en las que esta capacidad de percibir y comprender las emociones de los demás tiene un valor todavía mayor y llega a hacerse imprescindible, actividades en las que el desarrollo de personas es la finalidad: maestros, pedagogos, psicólogos, coaches, pero también líderes de equipos, directores de personas. Es difícil que puedas lograr lo mejor de una persona si su disposición emocional no es la adecuada para dar lo mejor de sí, así que ¿por qué no aprender a distinguir en qué disposición emocional está nuestro interlocutor? Seguro que se abrirán nuevas posibilidades a la comunicación, la relación y la acción.

LA LIBERTAD DE ELEGIR

Hace unos días en un foro de debate entre coaches (había unos 30), alguien se lamentaba de la pérdida de valores de la gente, de la necesidad de volver a los valores. Su idea fue secundada, “Sí, se han perdido los valores”, “la gente necesita recuperar los valores”, “si, sí, hay que volver a tomar conciencia”,…
El debate abierto me trajo a la mente una perspectiva diferente de la realidad social. Esa misma semana acababa de verme entera la magnífica serie de “Los pilares de la tierra” ¡lástima que sea tan corta y no dure más la recreación del libro! En ella se ve con claridad una sociedad aletargada bajo el dominio, el miedo, el dogma y el deber. La belleza de la historia, y la magia de sus protagonistas, mostraban también el eterno juego bipolar del hombre siempre fluctuando entre el bien y el mal, entre el varón y la mujer, entre el sometimiento y la rebeldía, entre el pasado y el futuro, entre el status quo y la innovación, entre la norma social y la elección personal, entre el individuo y el grupo.
La historia ubicada en el medievo, no estaba lejos de nuestro marco social. Ciertamente hemos cambiado dogmas y deberes, tenemos nuevos modelos, nuevos púlpitos, nuevos temores, renovadas amenazas, ahora masivos y constantes a través de los medios de comunicación. Y sin embargo…
Creí llegado el momento de discrepar. Para mí era evidente, nunca como ahora las personas, -y elijo la palabra persona para resaltar el valor del individuo-, en vez de un genérico difuso como gente, las personas estamos tomando consciencia de nuestra propia naturaleza, de lo que somos como seres vivos.
Nuestra sed de conocimiento no sólo es científica, o restringida a unos pocos individuos exploradores o doctos. De una forma general, masiva, se palpa las ganas de conocer las respuestas a por qué reacciono así, por qué me siento así; de aprender nuevas formas de actuar ¿qué hago para sentirme mejor?, ¿cómo puedo comunicarme mejor?, ¿cómo puedo liderar a mi equipo?, ¿cómo educo a mis hijos para que sean autónomos y felices?; yo mismo, ¿puedo ser más feliz?
Pienso que estamos viviendo un momento excepcional en el desarrollo de la consciencia sobre nuestra naturaleza, queremos saber más de nosotros mismos, de lo que nos mueve a hacer o nos paraliza, de lo que nos hace sufrir o nos llena de capacidad, nos empodera para conseguir lo que queramos, nos hace sentirnos personas “poderosas” como dice la gran Leila Navarro.
Lo que hemos aprendido y lo que de verdad es importante para una persona, no son los modelos sociales, culturales, religiosos, ni los valores de antaño, ni los nuevos valores, ni los valores de otros. Lo que importa es sentirte libre. Y la única libertad que tenemos las personas es la capacidad de elegir cómo sentirnos ante lo que nos ocurre, que tan magistralmente transmitió Vicktor Frankl (1905-1997) en su libro El hombre en busca de sentido. Es algo que ya afirmaban los clásicos. Es ahora cuando las personas nos estamos haciendo conscientes de nuestra capacidad para conocer nuestra biología, nuestra forma de sentir, nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar y de cómo cambiarlo a voluntad.
El mismo desarrollo exponencial del coaching lo avala. La demanda y la oferta no dejan de crecer. La oferta de información en psicología positiva es ingente.
Si en algún momento de la historia de la humanidad ha habido una voluntad por ser conscientes de lo que somos de una forma masiva, creo que es ahora. Si en algún momento de la humanidad, las personas nos esforzamos por elegir nuestra vida y cómo vivirla es ahora. Si en algún momento de la humanidad nos sentimos libres para elegir nuestros valores es ahora. No deja de ser una creencia. Lo que para mí es una evidencia es lo que demandan mis coachees y lo que logran con su trabajo en el coaching: Ser conscientes de que pueden elegir.

LAS EMOCIONES ¡FUERA DE LA OFICINA!

El presidente de una empresa en la que trabajé gritó en la reunión del Comité de Dirección: “las emociones fuera de la oficina” Han pasado doce años de eso y aún recuerdo su rabia constreñida y su indignación ante la situación que realmente le incomodaba. En este cambio de siglo si algo precisamente ha supuesto una innovación en las organizaciones es la aceptación, por evidente, de que las emociones son parte de nosotros y que la razón no existe sin la emoción. Los ingentes aportes científicos de la neurociencia muestran de forma irrefutable que las emociones son parte esencial de nuestra forma de atender, entender, recordar, en definitiva, de nuestro pensar y actuar.
¿Qué estaba diciendo mi estimado jefe? Estaba hablando de su miedo a no controlar, de su miedo a no entender, de su miedo a no saber cómo responder. Parapetado tras una fachada de racionalidad, como si la razón tuviera un valor absoluto, exigía con esa frase suprimir toda referencia a los sentimientos, a las relaciones y al bienestar. Y lo hacía precisamente con una respuesta emocional. Su racionalidad, quedó al descubierto con esta frase como una defensa, un parapeto para su inseguridad. La exigencia al Comité de Dirección no hacía más que poner en evidencia su falta de confianza en sí mismo y en las personas.
A día de hoy resulta ya impensable que un líder o cualquier persona interesada en el desarrollo de personas acepte una afirmación como esa. Aunque sigue siendo un pensamiento habitual en las organizaciones y hay mucho trabajo por delante si queremos facilitar el desarrollo y bienestar de las personas. Falta “alfabetismo emocional”. En el lenguaje cotidiano confundimos sentimientos con emociones, emociones con sensaciones. Desde esta confusión difícilmente podemos comprender lo que nos ocurre. Un primer paso, por lo tanto, para desarrollar esa inteligencia emocional que nos permita tomar decisiones más acertadas, vivir con una mayor satisfacción, ser más conscientes y autónomos, mantener unas relaciones más satisfactorias, un mayor bienestar en definitiva, consiste en aprender distinciones para nombrar lo que sentimos, lo que nos ocurre, lo que notamos.
Alguien podría preguntarse “¿a mi edad tengo que aprender a nombrar lo que llevo sintiendo toda la vida? Pues probablemente sí, las distinciones nos permiten responder de una manera más adecuada, más útil a las circunstancias. Como ejemplo, para un esquiador conocer lo que es nieve dura o nieve en polvo le permite tomar decisiones más ajustadas a la situación en la que está, adaptar su técnica, sacar más partido a sus descensos y evitar accidentes. Reconocer que lo que sientes es miedo, envidia, lástima,…, te permite preguntarte a qué responde ese sentimiento y entender mucha información que de forma inconsciente tienes y que no estás aprovechando.
Sin aprender a distinguir nuestros sentimientos, nuestras sensaciones, nuestras emociones, no podemos conocernos, gestionarnos, evolucionar en función de nuestros propios valores y desafíos.
¿Cuándo empiezas?

POR QUÉ LA FELICIDAD ES UN SENTIMIENTO TAN DIFUSO

Las emociones son estrategias de respuesta automática ante lo que nos ocurre. Los estudios de la psicología positiva indican que las emociones negativas nos avisan de que hay un peligro, o no hemos conseguido una meta. La experiencia también nos lo dice. Si tengo miedo probablemente me esté sintiendo en peligro. La ansiedad y el stress con el que afrontamos muchas veces el día a día son indicativos de que nos estamos sintiendo incapaces para conseguir algo o resolver algo, de que afrontamos la relación con una persona como potencialmente dañina para nosotros, tal vez un jefe, tal vez un compañero, tal vez un familiar. Estas emociones son respuesta a un peligro y por lo tanto son
rápidas, requieren una respuesta concreta porque su papel es ese precisamente
alertarnos para que hagamos algo ante lo que pasa. Sin embargo, es muy
frecuente que no seamos conscientes de ellas y que nos acostumbremos a “vivir
así” y lleguen incluso a hacerse permanentes. Y hablamos de stress, de
depresión exógena,…

Las emociones positivas, y los sentimientos como la
felicidad no se originan en que percibamos un peligro y por lo tanto pueden ser
más lentas, más difusas.

También son más difusas en cómo se reacciona ante ellas. Si una emoción negativa empuja a una acción precisa (saltar para alejarnos de un ratón, evitar hablar con esa persona, dejar sin hacer tareas que nos resultan desagradables porque nos parecen difíciles, o porque nos las ha pedido alguien a quien rechazamos,…), las emociones positivas no conducen a una acción concreta e inmediata. Son tan difusas que incluso nos cuesta darnos cuenta de
que las sentimos. De ahí que el aprendizaje emocional sea tan importante.
Aprender a distinguir nuestros sentimientos nos permite ser más conscientes de
lo que en realidad estamos percibiendo de nuestro entorno y de cómo nos sentimos
ante él: capaces o incapaces.

Ser conscientes de lo que sentimos, ponerle nombre, identificar en qué se origina, son habilidades que nos hacen más competentes, más capaces en nuestro día a día y eso redunda en unos resultados mejores y un bienestar mayor.

¿De 0 a 10 qué puntuación le das a tu felicidad?