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EMOCIONES CAPACITANTES. APRENDER A GESTIONARLAS

Emociones capacitantes sí porque las emociones nos capacitan para la acción. Su papel motivacional es tan importante como su función. Las emociones nos permiten valorar lo que ocurre, interpretarlo y actuar en consecuencia.

Pero ¿cuáles son las emociones?, ¿qué me permiten hacer?, ¿puedo elegirlas?

Importantes preguntas que nos hicimos en mi promoción de coaches al acabar la certificación. Preguntas sin respuestas en ese momento, y que me llevaron a investigar y experimentar, desarrollando un modelo sencillo y operativo no sólo para el trabajo en coaching sino para el desarrollo de personas en sus diferentes facetas, liderazgo, educación, convivencia.

Un modelo de trabajo con las emociones fundamentado en la función de las emociones y su papel en la “forma de ser” y comportarse de las personas, que permite conocer y comprender su función para gestionarlas con más facilidad, y conseguir una mayor capacidad de acción y un mayor bienestar personal.

Dado que el coaching facilita acciones diferentes, trabajar las emociones en las que se fundamentan las nuevas acciones se convierte en una técnica esencial para el coach.

El modelo de emociones capacitantes se caracteriza por su carácter integrador, sistémico y práctico que convierten a sus propuestas en una guía útil para que los Coaches puedan facilitar emociones capacitantes a sus coachees.

Es fruto de una exhaustiva revisión bibliográfica, del trabajo con focus group y la experiencia acumulada en el ejercicio del desarrollo de personas. Cada emoción es abordada de forma multidimensional contemplando a la persona como un sistema en sí misma, y teniendo como foco principal a qué responde la emoción, y las posibilidades de acción que genera. Con ello se clarifica el papel de las emociones y se consigue un marco operativo sencillo para entenderlas y gestionarlas, que es especialmente útil en el coaching.

El modelo de emociones capacitantes constituye una guía esencial no sólo para comprender y gestionar las emociones de forma funcional, sino para aprender a generar emociones adecuadas a los objetivos que nos planteamos.

Su valor en los procesos de coaching es especialmente significativo ya que lo que una persona termina haciendo, tanto en fondo como en forma, está fundamentado en una emoción, y así lo ha reconocido la ICF valorando mi curso “Habilidades y técnicas para el manejo de las emociones en el Coaching. Con el cuerpo, la mente y la acción en el coaching”  con 13,5 créditos como CCE (Continuing Credit Education) para la renovación de la acreditación como coach.

Si quieres conocer cómo trabajar con él, apúntate al curso que imparto los días 3, 10 y 17 de mayo. Puedes tener más información hablando con  mpineiro@lider-haz-go.es,  627 997 986

NUEVOS CONCEPTOS, NUEVOS FOCOS, NUEVAS INTERPRETACIONES

En este siglo que ha comenzado centrándose en la persona, el foco se está poniendo en las emociones, en cómo vivimos el día a día y nos sentimos en nuestra vida. Desde que Daniel Goleman difundiera la Teoría de la Inteligencia Emocional desarrollada por Peter Salovey y John Mayer, en los años 90, el interés por conocer cómo las personas actuamos, qué nos mueve y, lo más importante hoy, cómo nos sentimos con ello, está presente en toda actividad social. Probablemente las aportaciones de esta teoría han sido dos, de gran trascendencia. Por un lado, la difusión del concepto de inteligencia emocional que ha permitido comprender nuestra naturaleza humana mucho más allá del racionalismo y el aprendizaje formal, nos ha permitido comprender que el sobrevivir y el bienestar, tienen más que ver con cómo nos relacionamos las personas unas con otras, que con la capacidad intelectual que tengamos. Por otro, la popularización de las ideas que aporta la teoría. Hasta ahora especialmente a nivel de las empresas, la inteligencia emocional se ha convertido en el gran campo del desarrollo de las personas para convertirlas en profesionales eficientes y satisfechos.

Últimamente el concepto de felicidad, y la idea de que ésta puede estar en el trabajo están siendo el foco de atención de congresos, cursos y propuestas. Recuperamos con ello, los argumentos de Rousseau o Benjamin Franklin, quienes en el siglo XVIII ya defendían que la vida laboral podría ser un centro de felicidad. En el fondo no deja de ser un tema de elección personal, de cómo vives tú tu vida, de cómo te enfrentas a lo que ocurre. Como decía Locke “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

En este marco de interés han surgido nuevos conceptos en la empresa que contemplan este nuevo foco por las personas y su bienestar.

Engaging Nivel superior al del compromiso tradicional de un profesional con su empresa. Significa una alta involucración, mostrando un elevado grado de atención y dedicación con el trabajo. Es un nivel que se alcanza cuando se disfruta plenamente con el trabajo y se identifica uno con los fines de su empresa. En Psicología positiva hablamos de “estados de flujo” para designar a esa forma de sentirse plenamente involucrado y entusiasmado, el tiempo parece detenerse y el esfuerzo pasa desapercibido. Es un estado de disfrute que va más allá de la tarea o su significado.

Happyshifting  Búsqueda de la felicidad en el trabajo, al igual que hiciera Will Smith en la película del mismo nombre. Implica la decisión de convertir la felicidad en el centro de nuestra vida, y ello pasa por entender el trabajo como un medio para ello. El círculo se cierra ya que la felicidad, conduce al éxito.

Reskiling  Proceso de desarrollo de nuevas habilidades con el fin de reorientar la carrera profesional. Supone considerar la evolución personal como punto de partida para la gestión de la carrera profesional. Está implicado el desarrollo de la inteligencia emocional mediante el aprendizaje de nuevas habilidades.

Inteligencia emocional Modelo teórico que explica los comportamientos de relación de las personas, consigo mismo y con los demás. Tiene un elevado carácter predictivo del éxito personal y profesional de alguien, independientemente de su coeficiente intelectual, en base al manejo de sus emociones, empatía, auto-motivación y sus habilidades en la interrelación con otros.

Personal branding Concepto “explotado” por su enorme atractivo comercial. Implica un modelo de gestión de la imagen y de los servicios de un profesional con un fuerte carácter de marketing. En paralelo es utilizado por un gran número de profesionales que intentan revalorizar sus servicios, o dar un nuevo enfoque a su carrera profesional. Destaca el valor del yo como un valor en sí mismo, y la gestión de la marca basada en los intereses personales como fuente de motivación y en el desarrollo de la persona como fin último.

No es de extrañar que estos nuevos desarrollos demanden nuevos métodos de abordaje. Para todos y cada uno de ellos, surgen nuevas soluciones, nuevos modelos de aprendizaje: Coaching, mentoring, métodos que facilitan que una persona decida cómo quiere vivir el resto de su vida y tome las decisiones para conseguirlo.

LA LIBERTAD DE ELEGIR

Hace unos días en un foro de debate entre coaches (había unos 30), alguien se lamentaba de la pérdida de valores de la gente, de la necesidad de volver a los valores. Su idea fue secundada, “Sí, se han perdido los valores”, “la gente necesita recuperar los valores”, “si, sí, hay que volver a tomar conciencia”,…
El debate abierto me trajo a la mente una perspectiva diferente de la realidad social. Esa misma semana acababa de verme entera la magnífica serie de “Los pilares de la tierra” ¡lástima que sea tan corta y no dure más la recreación del libro! En ella se ve con claridad una sociedad aletargada bajo el dominio, el miedo, el dogma y el deber. La belleza de la historia, y la magia de sus protagonistas, mostraban también el eterno juego bipolar del hombre siempre fluctuando entre el bien y el mal, entre el varón y la mujer, entre el sometimiento y la rebeldía, entre el pasado y el futuro, entre el status quo y la innovación, entre la norma social y la elección personal, entre el individuo y el grupo.
La historia ubicada en el medievo, no estaba lejos de nuestro marco social. Ciertamente hemos cambiado dogmas y deberes, tenemos nuevos modelos, nuevos púlpitos, nuevos temores, renovadas amenazas, ahora masivos y constantes a través de los medios de comunicación. Y sin embargo…
Creí llegado el momento de discrepar. Para mí era evidente, nunca como ahora las personas, -y elijo la palabra persona para resaltar el valor del individuo-, en vez de un genérico difuso como gente, las personas estamos tomando consciencia de nuestra propia naturaleza, de lo que somos como seres vivos.
Nuestra sed de conocimiento no sólo es científica, o restringida a unos pocos individuos exploradores o doctos. De una forma general, masiva, se palpa las ganas de conocer las respuestas a por qué reacciono así, por qué me siento así; de aprender nuevas formas de actuar ¿qué hago para sentirme mejor?, ¿cómo puedo comunicarme mejor?, ¿cómo puedo liderar a mi equipo?, ¿cómo educo a mis hijos para que sean autónomos y felices?; yo mismo, ¿puedo ser más feliz?
Pienso que estamos viviendo un momento excepcional en el desarrollo de la consciencia sobre nuestra naturaleza, queremos saber más de nosotros mismos, de lo que nos mueve a hacer o nos paraliza, de lo que nos hace sufrir o nos llena de capacidad, nos empodera para conseguir lo que queramos, nos hace sentirnos personas “poderosas” como dice la gran Leila Navarro.
Lo que hemos aprendido y lo que de verdad es importante para una persona, no son los modelos sociales, culturales, religiosos, ni los valores de antaño, ni los nuevos valores, ni los valores de otros. Lo que importa es sentirte libre. Y la única libertad que tenemos las personas es la capacidad de elegir cómo sentirnos ante lo que nos ocurre, que tan magistralmente transmitió Vicktor Frankl (1905-1997) en su libro El hombre en busca de sentido. Es algo que ya afirmaban los clásicos. Es ahora cuando las personas nos estamos haciendo conscientes de nuestra capacidad para conocer nuestra biología, nuestra forma de sentir, nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar y de cómo cambiarlo a voluntad.
El mismo desarrollo exponencial del coaching lo avala. La demanda y la oferta no dejan de crecer. La oferta de información en psicología positiva es ingente.
Si en algún momento de la historia de la humanidad ha habido una voluntad por ser conscientes de lo que somos de una forma masiva, creo que es ahora. Si en algún momento de la humanidad, las personas nos esforzamos por elegir nuestra vida y cómo vivirla es ahora. Si en algún momento de la humanidad nos sentimos libres para elegir nuestros valores es ahora. No deja de ser una creencia. Lo que para mí es una evidencia es lo que demandan mis coachees y lo que logran con su trabajo en el coaching: Ser conscientes de que pueden elegir.

POR QUÉ LA FELICIDAD ES UN SENTIMIENTO TAN DIFUSO

Las emociones son estrategias de respuesta automática ante lo que nos ocurre. Los estudios de la psicología positiva indican que las emociones negativas nos avisan de que hay un peligro, o no hemos conseguido una meta. La experiencia también nos lo dice. Si tengo miedo probablemente me esté sintiendo en peligro. La ansiedad y el stress con el que afrontamos muchas veces el día a día son indicativos de que nos estamos sintiendo incapaces para conseguir algo o resolver algo, de que afrontamos la relación con una persona como potencialmente dañina para nosotros, tal vez un jefe, tal vez un compañero, tal vez un familiar. Estas emociones son respuesta a un peligro y por lo tanto son
rápidas, requieren una respuesta concreta porque su papel es ese precisamente
alertarnos para que hagamos algo ante lo que pasa. Sin embargo, es muy
frecuente que no seamos conscientes de ellas y que nos acostumbremos a “vivir
así” y lleguen incluso a hacerse permanentes. Y hablamos de stress, de
depresión exógena,…

Las emociones positivas, y los sentimientos como la
felicidad no se originan en que percibamos un peligro y por lo tanto pueden ser
más lentas, más difusas.

También son más difusas en cómo se reacciona ante ellas. Si una emoción negativa empuja a una acción precisa (saltar para alejarnos de un ratón, evitar hablar con esa persona, dejar sin hacer tareas que nos resultan desagradables porque nos parecen difíciles, o porque nos las ha pedido alguien a quien rechazamos,…), las emociones positivas no conducen a una acción concreta e inmediata. Son tan difusas que incluso nos cuesta darnos cuenta de
que las sentimos. De ahí que el aprendizaje emocional sea tan importante.
Aprender a distinguir nuestros sentimientos nos permite ser más conscientes de
lo que en realidad estamos percibiendo de nuestro entorno y de cómo nos sentimos
ante él: capaces o incapaces.

Ser conscientes de lo que sentimos, ponerle nombre, identificar en qué se origina, son habilidades que nos hacen más competentes, más capaces en nuestro día a día y eso redunda en unos resultados mejores y un bienestar mayor.

¿De 0 a 10 qué puntuación le das a tu felicidad?